LOS PRINCIPALES OBSTÁCULOS A LA HORA DE CONSTRUIR LA CIUDAD

La falta de identidad común y el equilibrio entre municipios son algunos de los problemas que detectan Jordi Cabré, Rafael Pradas y Joan Ridao: os ofrecemos un resumen de sus artículos dentro de esta sección

Jordi Cabré, escritor, opina que a la Autoridad Metropolitana de Barcelona le pasa como a la Unión Europea: que gestiona muchos intereses y servicios comunes, pero una casi nula identidad común:
De hecho, Europa como mínimo tiene la Champions y Eurovisión y unas elecciones en el Parlamento cada cuatro años que pueden crear una tímida sensación de universo compartido, pero el área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento. Ni un canal de televisión compartido, ni un diario con vocación metropolitana, ni una bandera o escudo conocido, ni una campaña de publicidad institucional que haya hecho fortuna, ni un servicio que todo el mundo tenga claro que es fruto de ningún consorcio sino evidentemente de mi señor alcalde, de mi señora alcaldesa, de mi ciudad, mi villa, mi pueblo, los míos. Que por eso los voto, y que por eso los critico, y en Barcelona ya se lo montarán. Eso sí: como que es la capital, me gusta ir de compras o a pasear pero básicamente porque es nuestro barrio de marina y porque se encuentran cosas que aquí no. Pero ¿de aquí a sentirme como uno de Gracia o uno de Sarriá del siglo XIX? No, ni hablar, por muchos servicios que me digan que compartimos, y por muy bien que acabaran funcionando los trenes.

Jordi Cabré: «El área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública.”

Ahora viene el «pero»: sí, “eppur si muove”. Resulta que todos somos conscientes que el aeropuerto del Prat es el aeropuerto de Barcelona. Y que todos nos pensamos que las «Tres Xemenies» de Endesa están en Barcelona, cuando no lo están. Y que nos pensamos que el puerto es de Barcelona, cuando comparte terreno colindante con El Hospitalet y con el Prat. Y que nos pensamos que Sarriá-Sant Gervasi se acaba en la Ronda de Dalt, cuando se acaba en Les Planes. Y que incluso el proyecto de Hard Rock, en Salou, si se acaba haciendo llevará el nombre de Barcelona (así como los famosos Juegos de Invierno del Pirineo). Y, para finalizar, que cuando pensamos salir de la ciudad para ir a vivir en ciudades más tranquilas pero con todos los servicios, y con la capital a media hora de tren o de coche, entonces sí que reclamamos encontrar un lugar dentro de una área. Una área que nadie sabe delimitar con precisión, todavía, pero que supone todo un señal de nuestro futuro a medio plazo. Y que solo puede recibir un nombre: Área Metropolitana. Quizás convendría empezar a aprovecharla.

Rafael Pradas, periodista, analiza como se ha ido articulando todo un sistema metropolitano de ciudades que ha actuado para controlar y combatir sus propias periferias urbanas y sociales durante cuarenta años.
En conjunto, es una lección de la capacidad de diálogo y concertación del municipalismo organizado (ayuntamientos, diputación y organismos metropolitanos), sin ningunear, ni mucho menos, el papel de otras instituciones, de las organizaciones sociales y económicas y de un amplio y a menudo difuso tejido colectivo. Y una constatación sobre el poder local: cualquier propuesta de futuro para la región metropolitana tendrá que tener en cuenta las ciudades; no solo los ayuntamientos.

Rafael Pradas: “Las periferias metropolitanas no son homogéneas como evidencian los indicadores de renta.”

Al reto de la Gran Barcelona de combatir las periferias sociales, de generar oportunidades educacionales, laborales, de movilidad, de capacidad de inclusión, se añade la necesidad de prestar atención también a la existencia de las periferias residenciales de carácter extensivo en el interior de la región metropolitana, engendradas a partir de los años noventa por la demanda de vivienda asequible y en muchas ocasiones de mejores condiciones de vida. Sabemos que desde el punto de vista de la sostenibilidad, del uso del territorio y de la movilidad no son una buena opción, pero la realidad hay que gestionarla tal como es.

Joan Ridao, professor de Dret Constitucional (UB) i director de l’Institut d’Estudis de l’Autogovern, Joan Ridao defiende que el AMB merece un impulso y una revisión que –superando viejas y antagónicas inercias políticas– contribuya a articular mejor Barcelona con su área y la dote de una renovada gobernanza.
El AMB es la gran desconocida de las administraciones, a pesar de actuar sobre 36 municipios y unos tres millones de personas, manejar un presupuesto similar al de la Diputación de Barcelona, y disponer de 500 funcionarios, 50 empresas o entes subsidiarios y de competencias en urbanismo, residuos, agua y transportes. En este desconocimiento tiene mucho que ver su configuración a la LAMB y el Reglamento orgánico metropolitano (2013) como ente supralocal de segundo grado, en que sus miembros –como los de las diputaciones– no son elegidos directamente y no está sometido a mecanismos de control tan evidentes como en otras administraciones. Esto se ve reflejado en la composición del Consejo Metropolitano como órgano rector y en la potente estructura gerencial existente.

Joan Ridao: “El AMB merece un impulso y una revisión que contribuya a articular mejor Barcelona con su área.”

Por otro lado, el AMB es un grande poder político y económico aunque aparezca revestido de órgano de mera gestión. No en vano el AMB tiene influencia o participación totalmente o parcial en una red de 50 empresas, consorcios y organismos diversos. Sus filiales más grandes y conocidas son Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), el Instituto Metropolitano del Taxi, varias empresas de saneamiento y residuos (EMSSA y TERSA), el Instituto Metropolitano de Promoción del Suelo y Gestión Patrimonial (Impsol), el Consorcio del Parque de Collserola, y los think tanks metropolitanos Barcelona Regional y Plan Estratégico Metropolitano (PEMB), por poner solo algunos ejemplos. En este marco, no cabe decir que se han tomado decisiones relevantes los últimos años: la gestión del canon del agua, las políticas de aumento tarifario del transporte público o las múltiples iniciativas de revisión del planeamiento urbanístico metropolitano (PGM), vigente desde la época porciolista (1976) –y remendado más de un millar a veces–, la clave de vuelta de la importancia del poder decisional actual del AMB, pues de sus determinaciones dependen las plusvalías de suelo, con todo lo que esto comporta. Ahora bien, siendo esto importante, el AMB merece un impulso y una revisión que –superando viejas y antagónicas inercias políticas– contribuya a articular mejor Barcelona con su área, la dote de una renovada gobernanza, y contribuya a la creación de una potente infraestructura urbana y metropolitana de proyección internacional, además de participar activamente en la construcción de redes globales de grandes territorios metropolitanos.

Jordi Cabré, escritor, opina que a la Autoridad Metropolitana de Barcelona le pasa como a la Unión Europea: que gestiona muchos intereses y servicios comunes, pero una casi nula identidad común:
De hecho, Europa como mínimo tiene la Champions y Eurovisión y unas elecciones en el Parlamento cada cuatro años que pueden crear una tímida sensación de universo compartido, pero el área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento. Ni un canal de televisión compartido, ni un diario con vocación metropolitana, ni una bandera o escudo conocido, ni una campaña de publicidad institucional que haya hecho fortuna, ni un servicio que todo el mundo tenga claro que es fruto de ningún consorcio sino evidentemente de mi señor alcalde, de mi señora alcaldesa, de mi ciudad, mi villa, mi pueblo, los míos. Que por eso los voto, y que por eso los critico, y en Barcelona ya se lo montarán. Eso sí: como que es la capital, me gusta ir de compras o a pasear pero básicamente porque es nuestro barrio de marina y porque se encuentran cosas que aquí no. Pero ¿de aquí a sentirme como uno de Gracia o uno de Sarriá del siglo XIX? No, ni hablar, por muchos servicios que me digan que compartimos, y por muy bien que acabaran funcionando los trenes.

Jordi Cabré: «El área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento.”

 

 

 

Ahora viene el «pero»: sí, “eppur si muove”. Resulta que todos somos conscientes que el aeropuerto del Prat es el aeropuerto de Barcelona. Y que todos nos pensamos que las «Tres Xemenies» de Endesa están en Barcelona, cuando no lo están. Y que nos pensamos que el puerto es de Barcelona, cuando comparte terreno colindante con El Hospitalet y con el Prat. Y que nos pensamos que Sarriá-Sant Gervasi se acaba en la Ronda de Dalt, cuando se acaba en Les Planes. Y que incluso el proyecto de Hard Rock, en Salou, si se acaba haciendo llevará el nombre de Barcelona (así como los famosos Juegos de Invierno del Pirineo). Y, para finalizar, que cuando pensamos salir de la ciudad para ir a vivir en ciudades más tranquilas pero con todos los servicios, y con la capital a media hora de tren o de coche, entonces sí que reclamamos encontrar un lugar dentro de una área. Una área que nadie sabe delimitar con precisión, todavía, pero que supone todo un señal de nuestro futuro a medio plazo. Y que solo puede recibir un nombre: Área Metropolitana. Quizás convendría empezar a aprovecharla.

Rafael Pradas, periodista, analiza como se ha ido articulando todo un sistema metropolitano de ciudades que ha actuado para controlar y combatir sus propias periferias urbanas y sociales durante cuarenta años.
En conjunto, es una lección de la capacidad de diálogo y concertación del municipalismo organizado (ayuntamientos, diputación y organismos metropolitanos), sin ningunear, ni mucho menos, el papel de otras instituciones, de las organizaciones sociales y económicas y de un amplio y a menudo difuso tejido colectivo. Y una constatación sobre el poder local: cualquier propuesta de futuro para la región metropolitana tendrá que tener en cuenta las ciudades; no solo los ayuntamientos.

Rafael Pradas: “Las periferias metropolitanas no son homogéneas como evidencian los indicadores de renta. La diversidad de situaciones se explica en función del tejido económico, la estructura social y cultural previas y posteriores a los grandes cambios poblacionales.”

 

 

 

Al reto de la Gran Barcelona de combatir las periferias sociales, de generar oportunidades educacionales, laborales, de movilidad, de capacidad de inclusión, se añade la necesidad de prestar atención también a la existencia de las periferias residenciales de carácter extensivo en el interior de la región metropolitana, engendradas a partir de los años noventa por la demanda de vivienda asequible y en muchas ocasiones de mejores condiciones de vida. Sabemos que desde el punto de vista de la sostenibilidad, del uso del territorio y de la movilidad no son una buena opción, pero la realidad hay que gestionarla tal como es.

Joan Ridao, professor de Dret Constitucional (UB) i director de l’Institut d’Estudis de l’Autogovern, Joan Ridao defiende que el AMB merece un impulso y una revisión que –superando viejas y antagónicas inercias políticas– contribuya a articular mejor Barcelona con su área y la dote de una renovada gobernanza.
El AMB es la gran desconocida de las administraciones, a pesar de actuar sobre 36 municipios y unos tres millones de personas, manejar un presupuesto similar al de la Diputación de Barcelona, y disponer de 500 funcionarios, 50 empresas o entes subsidiarios y de competencias en urbanismo, residuos, agua y transportes. En este desconocimiento tiene mucho que ver su configuración a la LAMB y el Reglamento orgánico metropolitano (2013) como ente supralocal de segundo grado, en que sus miembros –como los de las diputaciones– no son elegidos directamente y no está sometido a mecanismos de control tan evidentes como en otras administraciones. Esto se ve reflejado en la composición del Consejo Metropolitano como órgano rector y en la potente estructura gerencial existente.

Joan Ridao: “El AMB merece un impulso y una revisión que –superando viejas y antagónicas inercias políticas– contribuya a articular mejor Barcelona con su área.”

 

 

 

Por otro lado, el AMB es un grande poder político y económico aunque aparezca revestido de órgano de mera gestión. No en vano el AMB tiene influencia o participación totalmente o parcial en una red de 50 empresas, consorcios y organismos diversos. Sus filiales más grandes y conocidas son Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), el Instituto Metropolitano del Taxi, varias empresas de saneamiento y residuos (EMSSA y TERSA), el Instituto Metropolitano de Promoción del Suelo y Gestión Patrimonial (Impsol), el Consorcio del Parque de Collserola, y los think tanks metropolitanos Barcelona Regional y Plan Estratégico Metropolitano (PEMB), por poner solo algunos ejemplos. En este marco, no cabe decir que se han tomado decisiones relevantes los últimos años: la gestión del canon del agua, las políticas de aumento tarifario del transporte público o las múltiples iniciativas de revisión del planeamiento urbanístico metropolitano (PGM), vigente desde la época porciolista (1976) –y remendado más de un millar a veces–, la clave de vuelta de la importancia del poder decisional actual del AMB, pues de sus determinaciones dependen las plusvalías de suelo, con todo lo que esto comporta. Ahora bien, siendo esto importante, el AMB merece un impulso y una revisión que –superando viejas y antagónicas inercias políticas– contribuya a articular mejor Barcelona con su área, la dote de una renovada gobernanza, y contribuya a la creación de una potente infraestructura urbana y metropolitana de proyección internacional, además de participar activamente en la construcción de redes globales de grandes territorios metropolitanos.

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