«¿ÀREA QUÉ”?

A la Autoridad Metropolitana de Barcelona le pasa como a la Unión Europea: que gestiona muchos intereses y servicios comunes, pero una casi nula identidad común.

Per Jordi Cabré, escritor.

La primera vez que fui a Sabadell, fue por amor. Sí, ella era voleibolista y yo tenía 18 años. Recuerdo mi primer recorrido por la Rambla de su ciudad: salimos de la parada de los Ferrocarriles (de donde yo acababa de emerger), recorrimos tiendas y bares y cines, y de reptente llegamos a una avenida grande que cortaba nuestro paseo. “Bien, la cruzaremos y continuaremos rambleando”, pensé. Pero no: ella me dijo que la Rambla se acaba allí. En aquella avenida ruidosa, en seco, punto: aquí se acaba. Parecía una broma, lo prometo. Evidentemente, yo había salido muy poco del nido: porque mi respuesta automática y honesta fue “es imposible que una Rambla se acabe si no hay el mar”. Habría podido añadir que era imposible sin un monumento a Colón, pero esto me lo callé por un mínimo sentido del ridículo.
No podemos hacer categoría, de mi tardanza al salir de la placenta urbana, ya lo sé… ¿o sí? ¿Podemos probar de actualizar como me siento hoy, a mis 46 años, a raíz de la Rambla de Sabadell? Pues sí: es una rambla de actividad comercial de toda la vida, de pequeña tienda y cine antiguo, que baja de la iglesia y articula el centro, y que a pesar de esta descripción pequeñoburguesa (y alguna breve muestra de Modernismo en alguna fachada) no deja de mostrar un carácter básicamente industrial. Dos, máximo tres pisos, farolas de los años noventa, mobiliario urbano postolímpico, ni mar ni montaña ni ninguna coordenada o pendiente para saber dónde estan el Este o lo Norte. No, no estoy en mi ciudad. De acuerdo, esto no lo arreglaremos. Vamos algo más allá: ¿soy (me siento) de mi área metropolitana?

A primer vistazo estoy en Sabadell pero podría estar en Terrassa, o en Mataró, o en Granollers, no porque sean iguales (en absoluto) sino porque tienen claras características comunes. ¿Cuales? Pues un poco esto, la altura industrial, la rambla de rigor, la presencia de avenidas grandes y bastante actividad comercial, etcétera. De acuerdo, pero entonces, retorzámoslo algo más: ¿podría también encontrarme en Lleida, o en Girona? De entrada, para ser justos tendríamos que excluir todas las capitales: Girona, Tarragona o Lleida no pueden contar en la ecuación porque, como capitales, se les supone una personalidad más inconfundible. De acuerdo, afinémoslo un poco: ¿podría ser (si me fijo solo en las características comunes, insisto) que me encontrara en el centro de Vilafranca, o en Reus, o ena Vic? Yo diría que aquí podríamos establecer bastantes diferencias. Sí que hay elementos comunes (de dimensión, de alturas) pero se detecta claramente que ya no estamos en los alrededores de Barcelona. ¿Por qué? El ejercicio me está resultando difícil pero debe de ser una mezcla de ruido de coches, de polución ambiental, de tipo de árboles en las vías, del color (o acromatismo) de la piedra, de la porción de cielo, del grado de singularidad de los edificios singulares, de la temperatura, de la anchura de las avenidas o de la lejanía de las estaciones de tren. En lo que no me fijaré mucho, o casi nada, es en si hay unos servicios públicos compartidos con otra ciudad o si hay una Autoridad Metropolitana que me una con alguna capital. Ni los veo, ni, en caso de verlos, ésto me haría modificar la percepción sobre la ciudad donde estoy: tampoco los localizaría en Celrà, respecto de Girona, ni en Mollerussa respecto de Lleida. No sé si se coordinan o no, y de hecho no me importa mucho. En todo caso no es visible, esto es seguro. ¿Cómo se puede pretender, pues, que estando en Sabadell yo tenga algún tipo de percepción de encontrarme compartiendo nada (y cuando digo nada es casi nada) con Barcelona?

“El área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento.”

A la Autoridad Metropolitana de Barcelona le pasa como a la Unión Europea: que gestiona muchos intereses y servicios comunes, pero una casi nula identidad común. De hecho, Europa como mínimo tiene la Champions y Eurovisión y unas elecciones en el Parlamento cada cuatro años que pueden crear una tímida sensación de universo compartido, pero el área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento. Ni un canal de televisión compartido, ni un diario con vocación metropolitana, ni una bandera o escudo conocido, ni una campaña de publicidad institucional que haya hecho fortuna, ni un servicio que todo el mundo tenga claro que es fruto de ningún consorcio sino evidentemente de mi señor alcalde, de mi señora alcaldesa, de mi ciudad, mi villa, mi pueblo, los míos. Que por eso los voto, y que por eso los critico, y en Barcelona ya se lo montarán. Eso sí: como que es la capital, me gusta ir de compras o a pasear pero básicamente porque es nuestro barrio de marina y porque se encuentran cosas que aquí no. Pero ¿de aquí a sentirme como uno de Gracia o uno de Sarriá del siglo XIX? No, ni hablar, por muchos servicios que me digan que compartimos, y por muy bien que acabaran funcionando los trenes.

Ahora viene el «pero»: sí, “eppur si muove”. Resulta que todos somos conscientes que el aeropuerto del Prat es el aeropuerto de Barcelona. Y que todos nos pensamos que las «Tres Xemenies» de Endesa están en Barcelona, cuando no lo están. Y que nos pensamos que el puerto es de Barcelona, cuando comparte terreno colindante con El Hospitalet y con el Prat. Y que nos pensamos que Sarriá-Sant Gervasi se acaba en la Ronda de Dalt, cuando se acaba en Les Planes. Y que incluso el proyecto de Hard Rock, en Salou, si se acaba haciendo llevará el nombre de Barcelona (así como los famosos Juegos de Invierno del Pirineo). Y, para finalizar, que cuando pensamos salir de la ciudad para ir a vivir en ciudades más tranquilas pero con todos los servicios, y con la capital a media hora de tren o de coche, entonces sí que reclamamos encontrar un lugar dentro de una área. Una área que nadie sabe delimitar con precisión, todavía, pero que supone todo un señal de nuestro futuro a medio plazo. Y que solo puede recibir un nombre: Área Metropolitana. Quizás convendría empezar a aprovecharla.

Per Jordi Cabré, escritor.

La primera vez que fui a Sabadell, fue por amor. Sí, ella era voleibolista y yo tenía 18 años. Recuerdo mi primer recorrido por la Rambla de su ciudad: salimos de la parada de los Ferrocarriles (de donde yo acababa de emerger), recorrimos tiendas y bares y cines, y de reptente llegamos a una avenida grande que cortaba nuestro paseo. “Bien, la cruzaremos y continuaremos rambleando”, pensé. Pero no: ella me dijo que la Rambla se acaba allí. En aquella avenida ruidosa, en seco, punto: aquí se acaba. Parecía una broma, lo prometo. Evidentemente, yo había salido muy poco del nido: porque mi respuesta automática y honesta fue “es imposible que una Rambla se acabe si no hay el mar”. Habría podido añadir que era imposible sin un monumento a Colón, pero esto me lo callé por un mínimo sentido del ridículo.
No podemos hacer categoría, de mi tardanza al salir de la placenta urbana, ya lo sé… ¿o sí? ¿Podemos probar de actualizar como me siento hoy, a mis 46 años, a raíz de la Rambla de Sabadell? Pues sí: es una rambla de actividad comercial de toda la vida, de pequeña tienda y cine antiguo, que baja de la iglesia y articula el centro, y que a pesar de esta descripción pequeñoburguesa (y alguna breve muestra de Modernismo en alguna fachada) no deja de mostrar un carácter básicamente industrial. Dos, máximo tres pisos, farolas de los años noventa, mobiliario urbano postolímpico, ni mar ni montaña ni ninguna coordenada o pendiente para saber dónde estan el Este o lo Norte. No, no estoy en mi ciudad. De acuerdo, esto no lo arreglaremos. Vamos algo más allá: ¿soy (me siento) de mi área metropolitana?

A primer vistazo estoy en Sabadell pero podría estar en Terrassa, o en Mataró, o en Granollers, no porque sean iguales (en absoluto) sino porque tienen claras características comunes. ¿Cuales? Pues un poco esto, la altura industrial, la rambla de rigor, la presencia de avenidas grandes y bastante actividad comercial, etcétera. De acuerdo, pero entonces, retorzámoslo algo más: ¿podría también encontrarme en Lleida, o en Girona? De entrada, para ser justos tendríamos que excluir todas las capitales: Girona, Tarragona o Lleida no pueden contar en la ecuación porque, como capitales, se les supone una personalidad más inconfundible. De acuerdo, afinémoslo un poco: ¿podría ser (si me fijo solo en las características comunes, insisto) que me encontrara en el centro de Vilafranca, o en Reus, o ena Vic? Yo diría que aquí podríamos establecer bastantes diferencias. Sí que hay elementos comunes (de dimensión, de alturas) pero se detecta claramente que ya no estamos en los alrededores de Barcelona. ¿Por qué? El ejercicio me está resultando difícil pero debe de ser una mezcla de ruido de coches, de polución ambiental, de tipo de árboles en las vías, del color (o acromatismo) de la piedra, de la porción de cielo, del grado de singularidad de los edificios singulares, de la temperatura, de la anchura de las avenidas o de la lejanía de las estaciones de tren. En lo que no me fijaré mucho, o casi nada, es en si hay unos servicios públicos compartidos con otra ciudad o si hay una Autoridad Metropolitana que me una con alguna capital. Ni los veo, ni, en caso de verlos, ésto me haría modificar la percepción sobre la ciudad donde estoy: tampoco los localizaría en Celrà, respecto de Girona, ni en Mollerussa respecto de Lleida. No sé si se coordinan o no, y de hecho no me importa mucho. En todo caso no es visible, esto es seguro. ¿Cómo se puede pretender, pues, que estando en Sabadell yo tenga algún tipo de percepción de encontrarme compartiendo nada (y cuando digo nada es casi nada) con Barcelona?

«El área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento.”

 

 

A la Autoridad Metropolitana de Barcelona le pasa como a la Unión Europea: que gestiona muchos intereses y servicios comunes, pero una casi nula identidad común. De hecho, Europa como mínimo tiene la Champions y Eurovisión y unas elecciones en el Parlamento cada cuatro años que pueden crear una tímida sensación de universo compartido, pero el área Metropolitana no es más que un concepto lejano y gris, borroso, de fronteras indefinidas, que responde en el mundo de la administración pública o de la burocracia y en todo caso sin que el ciudadano se sienta consultado o partícipe en ningún momento. Ni un canal de televisión compartido, ni un diario con vocación metropolitana, ni una bandera o escudo conocido, ni una campaña de publicidad institucional que haya hecho fortuna, ni un servicio que todo el mundo tenga claro que es fruto de ningún consorcio sino evidentemente de mi señor alcalde, de mi señora alcaldesa, de mi ciudad, mi villa, mi pueblo, los míos. Que por eso los voto, y que por eso los critico, y en Barcelona ya se lo montarán. Eso sí: como que es la capital, me gusta ir de compras o a pasear pero básicamente porque es nuestro barrio de marina y porque se encuentran cosas que aquí no. Pero ¿de aquí a sentirme como uno de Gracia o uno de Sarriá del siglo XIX? No, ni hablar, por muchos servicios que me digan que compartimos, y por muy bien que acabaran funcionando los trenes.

Ahora viene el «pero»: sí, “eppur si muove”. Resulta que todos somos conscientes que el aeropuerto del Prat es el aeropuerto de Barcelona. Y que todos nos pensamos que las «Tres Xemenies» de Endesa están en Barcelona, cuando no lo están. Y que nos pensamos que el puerto es de Barcelona, cuando comparte terreno colindante con El Hospitalet y con el Prat. Y que nos pensamos que Sarriá-Sant Gervasi se acaba en la Ronda de Dalt, cuando se acaba en Les Planes. Y que incluso el proyecto de Hard Rock, en Salou, si se acaba haciendo llevará el nombre de Barcelona (así como los famosos Juegos de Invierno del Pirineo). Y, para finalizar, que cuando pensamos salir de la ciudad para ir a vivir en ciudades más tranquilas pero con todos los servicios, y con la capital a media hora de tren o de coche, entonces sí que reclamamos encontrar un lugar dentro de una área. Una área que nadie sabe delimitar con precisión, todavía, pero que supone todo un señal de nuestro futuro a medio plazo. Y que solo puede recibir un nombre: Área Metropolitana. Quizás convendría empezar a aprovecharla.

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