CINCO VARIACIONES SOBRE CÓMO CONSTRUIR CIUDAD

Os proponemos un extracto de algunos de los últimos artículos publicados a la sección Construir Ciudad, que reflexionan sobre los cimientos que constituyen la urbe hoy en día y su proyección de futuro

Proponemos un extracto de algunos de los últimos artículos publicados en la sección Construir ciudad, que reflexionan sobre las bases que constituyen la ciudad hoy en día y su proyección futura.

Carlos Ferrater, arquitecto, propone un decálogo para configurar una nueva Entidad Metropolitana que no sólo mejore los aspectos de gestión, sino que garantice también a los ciudadanos un trato más equitativo, fruto de un enfoque racional y no de aleatoriedad administrativa.
1. No parece lógico establecer fronteras en un contexto de continuidad urbana, ya que esto da lugar a diferencias injustificadas entre los diferentes municipios en términos del ámbito fiscal, aspectos de movilidad, organización sanitaria, normativa urbanística, etc. Se trata de crear una nueva Entidad Metropolitana que no sólo mejore los aspectos de gestión, sino que garantice a los ciudadanos un trato más equitativo que sea el resultado de un enfoque racional y no de una aleatoriedad administrativa.
2. La actual Área Metropolitana de Barcelona supone un 2% del total del territorio catalán pero concentra más de tres millones de habitantes y una importante concentración de la industria y las patentes, hecho que hace de esta zona uno hub estratégico del sur de Europa. Poner en valor esta idea debe incentivar la búsqueda de un nuevo modelo que promueva un desarrollo en condiciones de uniformidad en cuanto a desarrollo económico y una gestión más próxima y asequible que sin olvidar la especificidad de las varias poblaciones y municipios, promueva actuaciones de ámbito más amplio y lógica de conjunto..
3. Por lo tanto, la creación de una nueva Entidad Metropolitana no debe considerarse como una contrarresferta o una entidad ideológica, sino más bien en una entidad de gestión ideológica en la medida en que responderá a un programa de políticas específico, pero que también debe actuar como una entidad de gestión independiente.
4. Posibilidad de ampliar el área metropolitana a una serie de municipios que actualmente se consideran parte de la tercera cuarta corona del transporte metropolitano, entre los que destacan por su tamaño en términos de población y peso económico, Terrassa y Sabadell. Añadiendo este conjunto de municipios hablábamos de un área de influencia de más de 4 millones de habitantes, casi la mitad de la población del país.
5. Dar paso a la creación de un conglomerado urbano con un rango más alto y una población más grande en el sur de Europa. Aeropuerto, ferrocarril y puerto de mercancías estructuran este centro económico que debe dar paso a políticas de desarrollo arraigadas en el territorio pero con vocación global. Proporcionar una nueva gestión, actualmente demasiado centralizada en el Estado y excesivamente politizada.
6. La nueva Entidad Metropolitana debe facilitar la coordinación en el mismo censo de todos los polos de alta innovación como biomedicina, nuevas tecnologías y grandes industrias.
7. Crear una red de comunicación y transporte público que garantice una movilidad sostenible con menos impacto ambiental.
8. La normativa de esta nueva realidad debe permitir el pacto social y el desarrollo entre los diferentes territorios, diversificando al máximo entre diferentes usos e ingresos y evitando así que determinadas zonas se conviertan en guetos.
9. Recuperar, en el área metropolitana, la idea de las veguerías que como entidades supramunicipales buscaban proporcionar una mejor organización territorial, evitando barreras artificiales y ofreciendo una visión general de un determinado territorio de una manera más racional y sobre todo más flexible. La nueva Entidad de Gestión Metropolitana no puede concebirse, como dije antes, como un órgano politizado o ideológico. Debe ser sobre todo un instrumento de gestión democrática, que permita un desarrollo social y económico en su conjunto y al mismo tiempo pueda ofrecer un trato cercano al ciudadano, sin descuidar el carácter y especificidades de cada municipio.

Eugènia Carreres, consultora de comunicación, reflexiona sobre la marca Barcelona, y como en el actual contexto de crisis es más que nunca necesario pensar bien en la nueva configuración del área metropolitana desde un amplio consenso y cooperación inteligente entre los diferentes municipios. Se impone la necesidad de pensar en una ciudad que supere sus propios confines y que esté apoyada por una población que puede llegar a los 4 millones de habitantes y al 70% del PIB catalán. Las áreas en las que trabajar ya están identificadas: sostenibilidad, movilidad, ciencia, medio ambiente, salud, innovación, tecnología, creatividad, talento, colaboración, cultura, industria, educación… Pero necesitan un amplio consenso público-privado, una cooperación inteligente entre los diferentes municipios que conformarían la verdadera Barcelona metropolitana y un mega gobierno urbano legítimo. Un área de actividad que combinaría tanto servicios, industria y logística como, en definitiva, una mayor dimensión de mercado y audiencia, también de interés, en todos los sentidos. Este es el atractivo de una marca metropolitana de Barcelona que, si hace sus deberes, abarcaría una propuesta de red equilibrada y sostenible de ciudades vecinas, funcionalmente integradas y conectadas, que apoyaría nuestra posibilidad real de competir con otras regiones urbanas. Estamos hablando de la planificación de la interdependencia, la optimización de los activos regionales y una situación en la que el núcleo anima a las ciudades más pequeñas a desarrollarse también, y a participar en una economía de innovación. Y de una imagen y un imaginario común en el que «Barcelona» es nuestro activo indiscutible, independientemente de si nos referimos al núcleo urbano, o a la región económica, industrial y de servicios. Esta sería la marca Barcelona grande.

Porque si la propuesta de valor se vacía, también lo es nuestra marca. Si tuvimos éxito fue porque éramos auténticos, y porque nuestra oferta al mundo era honesta, completa y consistente con nuestra realidad. No es cierto que las marcas sean valores intangibles. Pocos activos son ahora más tangibles que una marca. No más estratégico. Lo que sucede es que una marca no puede ser, o no puede durar con el tiempo, si su promesa y realidad no son coincidentes; si sus valores, expectativas y creencias no están alineados. Las ciudades y las empresas tienen que trabajar juntas para hacer frente a los grandes problemas, ya no pueden hacerlo por separado porque los desafíos son mayores que ellos mismos, se comparten. Y en este juego, su reputación también se aborda.

“Ciudades y empresas tienen que trabajar conjuntamente para enfrentar los grandes problemas, ya no lo pueden hacer por separado porque los retos son más grandes que ellas mismas, son compartidos. Y en esta partida se dirime también su reputación.”

Héctor Santcovsky, Director del Área de Desarrollo Social y Económico · Àrea Metropolitana de Barcelona (AMB), considera que el hecho de que exista un área metropolitana institucionalizada que no cubra todo lo que podríamos llamar espacio/región metropolitana provoca debates y preguntas. La dimensión estructural de muchos problemas actuales como el cambio climático, la movilidad, las infraestructuras, la internacionalización, la planificación urbana, por su propia lógica funcional no puede tener respuestas aisladas. Necesitan una escala supramunicipal para ganar eficacia que se especifica en una gestión común entre municipios basada en sinergias, economías de escala, eficiencia, espacios de cooperación y coordinación. La ausencia de liderazgo colectivo de las reclamaciones metropolitanas, unida a la limitada defensa practicada por la Generalitat en estos asuntos, deja huérfanos en todos los municipios de este territorio, un fenómeno que es más evidente en el caso de los municipios que no pertenecen al AMB. En este contexto, la escasez de respuestas a algunos de los problemas ha estado en la cuestión durante demasiado tiempo, una situación ahora exacerbada por los efectos de la covid-19. Es evidente que la falta de un liderazgo claro (no de los que se refieren a la gestión de las competencias amb) depositada en algún representante público, resta fuerza en la gestión y negociación de cuestiones específicas con el Estado o la Generalitat.Los acuerdos de consenso deben buscarse para formar una cierta «agenda metropolitana» entre todos los actores: Instituciones, sociedad civil, agentes sociales y económicos para las cuestiones más destacadas y estratégicas. Enumeramos los más significativos que centran el debate de hoy: cohesión social, desigualdades y lucha contra la exclusión social; Promoción económica del territorio metropolitano, proyección exterior; unificación de iniciativas específicas de investigación y captación de inversiones; coordinación de iniciativas vinculadas a centros de excelencia dedicados a la innovación en los ámbitos de la transición ecológica digital, tecnológica y justa; políticas de infraestructura, trenes de cercanías, movilidad «metropolitana», carreteras, etc. Coordinación en cuestiones de transporte entre el territorio del AMB y el RMB; políticas territoriales de planificación y vivienda u oordinación en materia medioambiental en materia de movilidad sostenible, calidad del aire, cambio climático, etc. Estos temas deben ser objeto de un debate abierto, muy acordado, y eso nos permite pensar en una gobernanza innovadora y concertada para la construcción de una agenda futura para un territorio metropolitano próspero e inclusivo.

Actualmente, el reto más importante para la población metropolitana, según Lluís Boada, doctor en Ciencias Económicas y Humanidades, es el mismo que plantea la humanidad en su conjunto: mantener el calentamiento global, el cambio climático, dentro de los límites compatibles con la estabilidad social, la supervivencia humana y el equilibrio de los ecosistemas. Esto depende, en mayor o menor medida, no sólo de todas las demás cuestiones ambientales, sino también de cuestiones económicas y sociales. El cambio climático ha sido reconocido por la Unión Europea como una emergencia, y es objeto de una línea estratégica primaria de sus políticas. Por consiguiente, dentro del ámbito de aplicación de la UE, las acciones para abordarlo a cada escala territorial, según el principio de subsidiariedad, podrían contar con respaldo político y recursos técnicos y económicos para una aplicación eficaz. De las consideraciones anteriores emana la necesidad de hacer dos órdenes de precisión. En primer lugar, debido a la naturaleza del desafío climático, las políticas a llevar a cabo no se limitan a las acciones caracterizadas hasta ahora como «ambientales»; deben ser de carácter transversal y, para gestionarlos, deben superarse las divisiones administrativas existentes. Lograr esto no es fácil porque la inercia bien incrustada debe superarse en mentalidades, tradición administrativa departamental y presupuestos. Sin embargo, es posible hacerlo. La clave es entender que nos enfrentamos a una cuestión de política general y no sectorial, y que es necesario contar con el apoyo político de las más altas autoridades de las distintas administraciones y que todos los departamentos trabajen en coordinación. En segundo lugar, el carácter global del desafío climático y su evolución cuestionan permanentemente la idoneidad del ámbito territorial que debe planificar y gestionar las acciones para abordarlo. Desde que la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 promovió el desarrollo de las Agendas 21, el leit motiv «piensa globalmente, actúa localmente» ha sido una guía para la planificación y acción ambiental desde la escala planetaria a la escala municipal. En resumen, así como la naturaleza de los hechos involucrados en el cambio climático obliga a trascender las divisiones administrativas horizontales, también pone en tela de juicio la funcionalidad de las divisiones administrativas verticales, es decir, territoriales. Por ejemplo, la delimitación de un área metropolitana puede haber perdido cierta validez. Podría ser un proceso de la misma naturaleza que el que llevó a los municipios a decidir constituirlo con el fin de optimizar ciertas funciones que compartían. En algunos aspectos puede seguir siendo, pero lo fundamental es que el proceso al que debemos enfrentarnos ahora es de otra dimensión: la transición ecológica de todo un sistema y de la propia sociedad. Para gestionar este nuevo proceso, también es necesario un cambio de escala territorial. De hecho, la transposición del concepto y la estructura administrativa del área metropolitana a un mayor número de municipios entendidos, más o menos arbitrariamente, dentro de una futura «región metropolitana» no parece ser la solución más adecuada. Por el contrario, argumentamos que la «región metropolitana» más adecuada para planificar y gestionar la transición ecológica necesaria para hacer frente al cambio climático y mejorar la economía y la sociedad futuras es la propia región, es decir, Cataluña: un espacio territorial complejo y socialmente viable que tenga un mejor estatus político y administrativo, pero legítimo y consolidado. Justificar esta hipótesis como se merece no es posible hacerlo en el espacio de este papel. Sin embargo, no dudamos en presentarlo aquí y ahora con la convicción de que el país contiene los elementos que nos permitirán confirmarlo como una tesis fértil y esperanzadora.

Basándose en el lema de Mercè Rodoreda «tienes que vivir peligrosamente», Emma Riverola, escritora y dramaturga, reflexiona sobre Barcelona entendida como un organismo vivo que, respirando, latido tras latido, ha estado habitando nuevos espacios. Con los pies clavados en la ciudad amurallada, logró mirar hacia arriba. En los siglos XIX y XX, se construyó el Eixample y se añadieron los pueblos que se convirtieron en barrios y mantuvieron su alma particular. Estos son los días de la Oda en Barcelona de Jacint Verdaguer, una glosa del pasado, en el marco geográfico y el tenaz crecimiento de una ciudad que «entre talleres y fábricas tiene campanarios y agujas como los dedos». Las grandes estrellas internacionales incluyeron Barcelona en sus giras. Al mismo tiempo, surgieron los teatros. En el Quinto Distrito, los cafés cantando. Más teatros en Passeig de Gràcia. La compañía Onofri, Loïe Fuller o Raquel Meller. Circo, danza, ópera, flamenco, saltimbanquis, cupletistas, cómics y transformadores en el escenario. Los espacios crecieron, se dividieron, se mezclaron, colapsaron y trabajaron de nuevo. La ciudad no tenía que tomar la medida de sus costuras, sólo sabía que era grande. En el Teatro Romea, Àngel Guimerà estrenó Mar i Cel, amores imposibles entre un pirata musulmán y un joven cristiano. Dos mundos que buscan la comprensión. Dicho esto, el protagonista, hijo de un cristiano y un morisco, se dibuja como la personificación de la raza media. En las calles de Barcelona no había piratas, sino una miscelánea de acentos y costumbres. Poco tuvo que ver el trabajador de Sant Martí de Provençals, la lavadora de Horta, el murciano llegó para abrir la Via Laietana, el empresario del Eixample, el maestro de Sants o la crianza gallega, pero todos habitaron los múltiples espacios de la ciudad, en un inevitable intercambio de esfuerzos, voluntad y mirada al futuro. Mediterráneo, después de todo. Hoy en día, Barcelona no se entiende sin el patrimonio de todos ellos. Sin esta visión compuesta. A veces, dispara. A veces, casual. Su legado es la fuerza industrial y el desarrollo creativo que marcó la ciudad durante décadas. Pero la Barcelona del siglo XX es pequeña ante los desafíos actuales. Como entonces, la ciudad no puede conformarse con las aguas estancadas del ensimismo, un simple escaparate sin impulso transformador. Sólo tienes que levantar la mirada. El mundo está aquí, a nuestro alrededor. Con sus complejidades, sus contradicciones, sus conflictos y sus desafíos. Una lluvia de energía corre a través de sus propias calles adyacentes. No podemos despreciarlo ni condenarlo al desánimo, el proyecto de ley no tendrá precio. Ciudad, ciudadano, civilidad y civilización comparten más que un pasado clásico de léxico, contienen la base del progreso. Pero también lo hicieron las trampas de la desigualdad, que convierte la convivencia en un barril de pólvora y abre grietas en la democracia.

Proponemos un extracto de algunos de los últimos artículos publicados en la sección Construir ciudad, que reflexionan sobre las bases que constituyen la ciudad hoy en día y su proyección futura.

Carlos Ferrater, arquitecto, propone un decálogo para configurar una nueva Entidad Metropolitana que no sólo mejore los aspectos de gestión, sino que garantice también a los ciudadanos un trato más equitativo, fruto de un enfoque racional y no de aleatoriedad administrativa.
1. No parece lógico establecer fronteras en un contexto de continuidad urbana, ya que esto da lugar a diferencias injustificadas entre los diferentes municipios en términos del ámbito fiscal, aspectos de movilidad, organización sanitaria, normativa urbanística, etc. Se trata de crear una nueva Entidad Metropolitana que no sólo mejore los aspectos de gestión, sino que garantice a los ciudadanos un trato más equitativo que sea el resultado de un enfoque racional y no de una aleatoriedad administrativa.
2. La actual Área Metropolitana de Barcelona supone un 2% del total del territorio catalán pero concentra más de tres millones de habitantes y una importante concentración de la industria y las patentes, hecho que hace de esta zona uno hub estratégico del sur de Europa. Poner en valor esta idea debe incentivar la búsqueda de un nuevo modelo que promueva un desarrollo en condiciones de uniformidad en cuanto a desarrollo económico y una gestión más próxima y asequible que sin olvidar la especificidad de las varias poblaciones y municipios, promueva actuaciones de ámbito más amplio y lógica de conjunto..
3. Por lo tanto, la creación de una nueva Entidad Metropolitana no debe considerarse como una contrarresferta o una entidad ideológica, sino más bien en una entidad de gestión ideológica en la medida en que responderá a un programa de políticas específico, pero que también debe actuar como una entidad de gestión independiente.
4. Posibilidad de ampliar el área metropolitana a una serie de municipios que actualmente se consideran parte de la tercera cuarta corona del transporte metropolitano, entre los que destacan por su tamaño en términos de población y peso económico, Terrassa y Sabadell. Añadiendo este conjunto de municipios hablábamos de un área de influencia de más de 4 millones de habitantes, casi la mitad de la población del país.
5. Dar paso a la creación de un conglomerado urbano con un rango más alto y una población más grande en el sur de Europa. Aeropuerto, ferrocarril y puerto de mercancías estructuran este centro económico que debe dar paso a políticas de desarrollo arraigadas en el territorio pero con vocación global. Proporcionar una nueva gestión, actualmente demasiado centralizada en el Estado y excesivamente politizada.
6. La nueva Entidad Metropolitana debe facilitar la coordinación en el mismo censo de todos los polos de alta innovación como biomedicina, nuevas tecnologías y grandes industrias.
7. Crear una red de comunicación y transporte público que garantice una movilidad sostenible con menos impacto ambiental.
8. La normativa de esta nueva realidad debe permitir el pacto social y el desarrollo entre los diferentes territorios, diversificando al máximo entre diferentes usos e ingresos y evitando así que determinadas zonas se conviertan en guetos.
9. Recuperar, en el área metropolitana, la idea de las veguerías que como entidades supramunicipales buscaban proporcionar una mejor organización territorial, evitando barreras artificiales y ofreciendo una visión general de un determinado territorio de una manera más racional y sobre todo más flexible. La nueva Entidad de Gestión Metropolitana no puede concebirse, como dije antes, como un órgano politizado o ideológico. Debe ser sobre todo un instrumento de gestión democrática, que permita un desarrollo social y económico en su conjunto y al mismo tiempo pueda ofrecer un trato cercano al ciudadano, sin descuidar el carácter y especificidades de cada municipio.

Eugènia Carreres, consultora de comunicación, reflexiona sobre la marca Barcelona, y como en el actual contexto de crisis es más que nunca necesario pensar bien en la nueva configuración del área metropolitana desde un amplio consenso y cooperación inteligente entre los diferentes municipios. Se impone la necesidad de pensar en una ciudad que supere sus propios confines y que esté apoyada por una población que puede llegar a los 4 millones de habitantes y al 70% del PIB catalán. Las áreas en las que trabajar ya están identificadas: sostenibilidad, movilidad, ciencia, medio ambiente, salud, innovación, tecnología, creatividad, talento, colaboración, cultura, industria, educación… Pero necesitan un amplio consenso público-privado, una cooperación inteligente entre los diferentes municipios que conformarían la verdadera Barcelona metropolitana y un mega gobierno urbano legítimo. Un área de actividad que combinaría tanto servicios, industria y logística como, en definitiva, una mayor dimensión de mercado y audiencia, también de interés, en todos los sentidos. Este es el atractivo de una marca metropolitana de Barcelona que, si hace sus deberes, abarcaría una propuesta de red equilibrada y sostenible de ciudades vecinas, funcionalmente integradas y conectadas, que apoyaría nuestra posibilidad real de competir con otras regiones urbanas. Estamos hablando de la planificación de la interdependencia, la optimización de los activos regionales y una situación en la que el núcleo anima a las ciudades más pequeñas a desarrollarse también, y a participar en una economía de innovación. Y de una imagen y un imaginario común en el que «Barcelona» es nuestro activo indiscutible, independientemente de si nos referimos al núcleo urbano, o a la región económica, industrial y de servicios. Esta sería la marca Barcelona grande.

Porque si la propuesta de valor se vacía, también lo es nuestra marca. Si tuvimos éxito fue porque éramos auténticos, y porque nuestra oferta al mundo era honesta, completa y consistente con nuestra realidad. No es cierto que las marcas sean valores intangibles. Pocos activos son ahora más tangibles que una marca. No más estratégico. Lo que sucede es que una marca no puede ser, o no puede durar con el tiempo, si su promesa y realidad no son coincidentes; si sus valores, expectativas y creencias no están alineados. Las ciudades y las empresas tienen que trabajar juntas para hacer frente a los grandes problemas, ya no pueden hacerlo por separado porque los desafíos son mayores que ellos mismos, se comparten. Y en este juego, su reputación también se aborda.

Ciudades y empresas tienen que trabajar conjuntamente para enfrentar los grandes problemas, ya no lo pueden hacer por separado porque los retos son más grandes que ellas mismas, son compartidos. Y en esta partida se dirime también su reputación.”

 

 

Héctor Santcovsky, Director del Área de Desarrollo Social y Económico · Àrea Metropolitana de Barcelona (AMB), considera que el hecho de que exista un área metropolitana institucionalizada que no cubra todo lo que podríamos llamar espacio/región metropolitana provoca debates y preguntas. La dimensión estructural de muchos problemas actuales como el cambio climático, la movilidad, las infraestructuras, la internacionalización, la planificación urbana, por su propia lógica funcional no puede tener respuestas aisladas. Necesitan una escala supramunicipal para ganar eficacia que se especifica en una gestión común entre municipios basada en sinergias, economías de escala, eficiencia, espacios de cooperación y coordinación. La ausencia de liderazgo colectivo de las reclamaciones metropolitanas, unida a la limitada defensa practicada por la Generalitat en estos asuntos, deja huérfanos en todos los municipios de este territorio, un fenómeno que es más evidente en el caso de los municipios que no pertenecen al AMB. En este contexto, la escasez de respuestas a algunos de los problemas ha estado en la cuestión durante demasiado tiempo, una situación ahora exacerbada por los efectos de la covid-19. Es evidente que la falta de un liderazgo claro (no de los que se refieren a la gestión de las competencias amb) depositada en algún representante público, resta fuerza en la gestión y negociación de cuestiones específicas con el Estado o la Generalitat.Los acuerdos de consenso deben buscarse para formar una cierta «agenda metropolitana» entre todos los actores: Instituciones, sociedad civil, agentes sociales y económicos para las cuestiones más destacadas y estratégicas. Enumeramos los más significativos que centran el debate de hoy: cohesión social, desigualdades y lucha contra la exclusión social; Promoción económica del territorio metropolitano, proyección exterior; unificación de iniciativas específicas de investigación y captación de inversiones; coordinación de iniciativas vinculadas a centros de excelencia dedicados a la innovación en los ámbitos de la transición ecológica digital, tecnológica y justa; políticas de infraestructura, trenes de cercanías, movilidad «metropolitana», carreteras, etc. Coordinación en cuestiones de transporte entre el territorio del AMB y el RMB; políticas territoriales de planificación y vivienda u oordinación en materia medioambiental en materia de movilidad sostenible, calidad del aire, cambio climático, etc. Estos temas deben ser objeto de un debate abierto, muy acordado, y eso nos permite pensar en una gobernanza innovadora y concertada para la construcción de una agenda futura para un territorio metropolitano próspero e inclusivo.

Actualmente, el reto más importante para la población metropolitana, según Lluís Boada, doctor en Ciencias Económicas y Humanidades, es el mismo que plantea la humanidad en su conjunto: mantener el calentamiento global, el cambio climático, dentro de los límites compatibles con la estabilidad social, la supervivencia humana y el equilibrio de los ecosistemas. Esto depende, en mayor o menor medida, no sólo de todas las demás cuestiones ambientales, sino también de cuestiones económicas y sociales. El cambio climático ha sido reconocido por la Unión Europea como una emergencia, y es objeto de una línea estratégica primaria de sus políticas. Por consiguiente, dentro del ámbito de aplicación de la UE, las acciones para abordarlo a cada escala territorial, según el principio de subsidiariedad, podrían contar con respaldo político y recursos técnicos y económicos para una aplicación eficaz. De las consideraciones anteriores emana la necesidad de hacer dos órdenes de precisión. En primer lugar, debido a la naturaleza del desafío climático, las políticas a llevar a cabo no se limitan a las acciones caracterizadas hasta ahora como «ambientales»; deben ser de carácter transversal y, para gestionarlos, deben superarse las divisiones administrativas existentes. Lograr esto no es fácil porque la inercia bien incrustada debe superarse en mentalidades, tradición administrativa departamental y presupuestos. Sin embargo, es posible hacerlo. La clave es entender que nos enfrentamos a una cuestión de política general y no sectorial, y que es necesario contar con el apoyo político de las más altas autoridades de las distintas administraciones y que todos los departamentos trabajen en coordinación. En segundo lugar, el carácter global del desafío climático y su evolución cuestionan permanentemente la idoneidad del ámbito territorial que debe planificar y gestionar las acciones para abordarlo. Desde que la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 promovió el desarrollo de las Agendas 21, el leit motiv «piensa globalmente, actúa localmente» ha sido una guía para la planificación y acción ambiental desde la escala planetaria a la escala municipal. En resumen, así como la naturaleza de los hechos involucrados en el cambio climático obliga a trascender las divisiones administrativas horizontales, también pone en tela de juicio la funcionalidad de las divisiones administrativas verticales, es decir, territoriales. Por ejemplo, la delimitación de un área metropolitana puede haber perdido cierta validez. Podría ser un proceso de la misma naturaleza que el que llevó a los municipios a decidir constituirlo con el fin de optimizar ciertas funciones que compartían. En algunos aspectos puede seguir siendo, pero lo fundamental es que el proceso al que debemos enfrentarnos ahora es de otra dimensión: la transición ecológica de todo un sistema y de la propia sociedad. Para gestionar este nuevo proceso, también es necesario un cambio de escala territorial. De hecho, la transposición del concepto y la estructura administrativa del área metropolitana a un mayor número de municipios entendidos, más o menos arbitrariamente, dentro de una futura «región metropolitana» no parece ser la solución más adecuada. Por el contrario, argumentamos que la «región metropolitana» más adecuada para planificar y gestionar la transición ecológica necesaria para hacer frente al cambio climático y mejorar la economía y la sociedad futuras es la propia región, es decir, Cataluña: un espacio territorial complejo y socialmente viable que tenga un mejor estatus político y administrativo, pero legítimo y consolidado. Justificar esta hipótesis como se merece no es posible hacerlo en el espacio de este papel. Sin embargo, no dudamos en presentarlo aquí y ahora con la convicción de que el país contiene los elementos que nos permitirán confirmarlo como una tesis fértil y esperanzadora.

Basándose en el lema de Mercè Rodoreda «tienes que vivir peligrosamente», Emma Riverola, escritora y dramaturga, reflexiona sobre Barcelona entendida como un organismo vivo que, respirando, latido tras latido, ha estado habitando nuevos espacios. Con los pies clavados en la ciudad amurallada, logró mirar hacia arriba. En los siglos XIX y XX, se construyó el Eixample y se añadieron los pueblos que se convirtieron en barrios y mantuvieron su alma particular. Estos son los días de la Oda en Barcelona de Jacint Verdaguer, una glosa del pasado, en el marco geográfico y el tenaz crecimiento de una ciudad que «entre talleres y fábricas tiene campanarios y agujas como los dedos». Las grandes estrellas internacionales incluyeron Barcelona en sus giras. Al mismo tiempo, surgieron los teatros. En el Quinto Distrito, los cafés cantando. Más teatros en Passeig de Gràcia. La compañía Onofri, Loïe Fuller o Raquel Meller. Circo, danza, ópera, flamenco, saltimbanquis, cupletistas, cómics y transformadores en el escenario. Los espacios crecieron, se dividieron, se mezclaron, colapsaron y trabajaron de nuevo. La ciudad no tenía que tomar la medida de sus costuras, sólo sabía que era grande. En el Teatro Romea, Àngel Guimerà estrenó Mar i Cel, amores imposibles entre un pirata musulmán y un joven cristiano. Dos mundos que buscan la comprensión. Dicho esto, el protagonista, hijo de un cristiano y un morisco, se dibuja como la personificación de la raza media. En las calles de Barcelona no había piratas, sino una miscelánea de acentos y costumbres. Poco tuvo que ver el trabajador de Sant Martí de Provençals, la lavadora de Horta, el murciano llegó para abrir la Via Laietana, el empresario del Eixample, el maestro de Sants o la crianza gallega, pero todos habitaron los múltiples espacios de la ciudad, en un inevitable intercambio de esfuerzos, voluntad y mirada al futuro. Mediterráneo, después de todo. Hoy en día, Barcelona no se entiende sin el patrimonio de todos ellos. Sin esta visión compuesta. A veces, dispara. A veces, casual. Su legado es la fuerza industrial y el desarrollo creativo que marcó la ciudad durante décadas. Pero la Barcelona del siglo XX es pequeña ante los desafíos actuales. Como entonces, la ciudad no puede conformarse con las aguas estancadas del ensimismo, un simple escaparate sin impulso transformador. Sólo tienes que levantar la mirada. El mundo está aquí, a nuestro alrededor. Con sus complejidades, sus contradicciones, sus conflictos y sus desafíos. Una lluvia de energía corre a través de sus propias calles adyacentes. No podemos despreciarlo ni condenarlo al desánimo, el proyecto de ley no tendrá precio. Ciudad, ciudadano, civilidad y civilización comparten más que un pasado clásico de léxico, contienen la base del progreso. Pero también lo hicieron las trampas de la desigualdad, que convierte la convivencia en un barril de pólvora y abre grietas en la democracia.

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