LOS NUEVOS CAMINOS DE LA METRÓPOLIS

Rafael Pradas, Xavi Casinos, Carles Vivancos y Manel Manchon analizan cuales son los nuevos caminos de la Gran Barcelona, así como los principales retos a los que se enfrenta en un artículo que que resume sus principales aportaciones

 

AL OTRO LADO DEL RÍO, LA METRÓPOLIS

El periodista Rafael Pradas analiza la complejidad administrativa y burocrática de la metrópolis e interpela sobre la necesidad de avanzar en servicios compartidos

Es más que evidente que la realidad metropolitana de Barcelona supera las fronteras estrictas de la ciudad grande y de las otras ciudades que integran una conurbación que es mucho más que la mera agrupación de poblaciones satélites. La existencia de un sistema metropolitano de ciudades y el carácter policéntrico de la Barcelona juega a favor de un entorno urbano más resiliente. El ejemplo de los parques metropolitanos ayuda a entender la importancia de recoser las heridas abiertas en el territorio con actuaciones y servicios compartidos. Con más de cincuenta parques en treinta y tres municipios, el AMB habla de «parques de frontera» que conectan zonas de municipios diferentes y aseguran la continuidad del tejido urbano. Es el caso de los parques de La Fontsanta entre Sant Just, Esplugues y Sant Joan Despí: del Parc del Tramvia entre Tiana y Montgat o del de la Solidaritat, construido sobre la losa que cubre la ronda de arriba uniendo dos barrios de Cornellà y Esplugues. Tiene toda lógica que las ventajas de la ciudad se articulen desde la proximidad.

Lo cierto es que hoy, como se reflexiona desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, la ciudad real no sólo ha sobrepasado el municipio sino también los límites de los espacios urbanizados.

Sin la metrópolis organizada sin duda se reforzaría la desigualdad. No se puede olvidar el papel que las instituciones metropolitanas juegan en la redistribución de la riqueza y el impulso a la igualdad de oportunidades. Tienen sentido las políticas específicas para garantizar el equilibrio y la cohesión con herramientas como el Plan de Barrios metropolitano, pero sin duda es necesario un compromiso de gran envergadura hacia la articulación de la Barcelona real.

 

LA GRAN BARCELONA

El periodista y escritor Xavi Casinos analiza cómo la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por iniciativa de los actores públicos y privados

Si en 1904 Barcelona reivindicaba su gobierno, cien años después, el área metropolitana está muy lejos todavía de conseguir un ejecutivo con competencias que dirija y coordine el desarrollo de la ciudad real. Lo más lejos que se ha ido fue cuando en 1974, aún en pleno tardofranquismo, se creó la Corporación Metropolitana de Barcelona, a la que más tarde se aferró el alcalde Pasqual Maragall para articular y gobernar una ciudad real que hoy reúne 36 municipios y 3,3 millones de habitantes, y que llega a una población de más de 5 millones y 164 municipios si lo ampliamos en la región metropolitana.

La aventura de la Corporación acabó de golpe en 1987, cuando Jordi Pujol la liquidó al considerarla un contrapoder de la Generalitat. Desde entonces, el área metropolitana se ha articulado a través del voluntarismo de los municipios miembros y con tener inicialmente competencias en materias que no tenía ninguna lógica tomarle, como el transporte público y la gestión de residuos, y algunas otras que se han añadido más tarde. Pero nunca ha recuperado la autoridad urbanística ni la estructura política.

Al igual que pasó con la Barcelona en expansión de finales del siglo XIX y principios del XX, la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por la propia iniciativa de los actores públicos y privados. En otras palabras, la realidad metropolitana se está imponiendo y está consolidando la ciudad real, con más lentitud, pero el fenómeno es palpable ya en el territorio.

 

CON LA MARIHUANA EN EL HORIZONTE

El periodista Carlos Vivancos analiza la evolución del estatus judicial de esta droga a nivel europeo y señala los dos riesgos principales asociados al fenómeno del cannabis

Pensando en las consecuencias económicas y sectoriales de la hipotética, pero plausible, legalización de la marihuana y sus derivados para usos recreativos conviene no perder de vista que tanto en EEUU como en Canadá ya hay potentes fondos de inversión que actúan en las actividades relacionadas con todo el proceso productivo de la marihuana. Una de las consecuencias directas ha sido la expulsión de los pequeños cultivadores del mercado en la medida en que la legalización ha bajado los precios de las cosechas.

En paralelo a estas ideas, conviene retener dos importantes riesgos asociados a la evolución global del fenómeno de la marihuana:

La investigación científica asociada a la selección genética de las nuevas variedades de la planta está produciendo productos con concentraciones de THC (el principal psicoactivo) y de CBD (el principio activo al que se le asocian características más lúdicas) muy elevadas. Una buena analogía sería comparar la marihuana clásica con una cerveza de baja graduación (3,5º a 5º de alcohol) y a las variedades seleccionadas actuales con el whisky (40º de alcohol), aunque y la apariencia externa de la planta sea similar. Al THC se le atribuye la capacidad de activar o empeorar algunas enfermedades mentales. De momento, al CBD no se le han encontrado mayores riesgos. Habrá que esperar a futuros estudios más exhaustivos.

La experiencia de los Países Bajos hay que seguirla muy de cerca. Algunos destacados periodistas neerlandeses califican a su país de «narco estado» por la connivencia entre organizaciones criminales vinculadas con el tráfico de drogas y parte del aparato del Estado holandés. La policía neerlandesa ha corroborado que algún periodista ha sido asesinado por dichas organizaciones criminales.

Debemos estar atentos a la evolución de los acontecimientos en el campo legislativo respecto al estatus jurídico de la marihuana, mientras confiamos en que la eficacia policial y la actuación de las autoridades fiscales y sanitarias contribuyan a evitar los males mayores que ya se han visto en otras geografías.

 

LA BARCELONA METROPOLITANA: EL PLAN DE CATALUNYA EN EL MUNDO

El director adjunto de Metrópoli, Manel Manchon, apunta que los alcaldes metropolitanos piden una salida para construir vivienda, mejorar el transporte y resolver la inseguridad creciente

Las grandes ciudades que rodean el núcleo –el término municipal de Barcelona—han experimentado una enorme presión en los últimos diez años. Ciudadanos locales e inmigrantes que buscan una salida a la falta de vivienda y a su progresivo encarecimiento. Y ello provoca presión para la convivencia, con problemas de seguridad, que se añade a la mayor sensibilidad de todos los vecinos por cualquier síntoma que rompa desde el silencio nocturno hasta el civismo en las calles. Las dotaciones de policía local –que no tienen asignadas tareas de protección—están sobrepasadas y los mismos incidentes de inseguridad son cada vez más violentos, producto, en muchos casos, de perfiles muy diferentes de delincuentes, en comparación con unas décadas atrás. Esta cuestión ataja directamente a la Generalitat, y supera con creces la llamada «seguridad integral» que se ha querido coordinar desde el AMB. Otro de los grandes retos se plantea en la red de transporte urbano. Para que esta mancha urbana pudiera ser real, desde Barcelona hasta Manresa o Vic, sería necesaria una red de transporte eficaz y rápida, que en estos momentos no se puede garantizar.

El núcleo —el centro de Barcelona– sería el que podría atraer un talento internacional dispuesto a pagar por vivir y trabajar en uno de los centros urbanos más atractivos del mundo. El núcleo de Barcelona como gran centro mundial, que permitiría generar un dinamismo económico aprovechable para la gran mayoría de la población catalana.  El precio que exige esta operación puede ser alto, pero para los alcaldes metropolitanos, que tampoco verbalizan con claridad un modelo ideal, podría suponer la solución a enormes problemas: ¿cómo se atiende la demanda de vivienda, que se considera un derecho básico de la ciudadanía?

AL OTRO LADO DEL RÍO, LA METRÓPOLIS

El periodista Rafael Pradas analiza la complejidad administrativa y burocrática de la metrópolis e interpela sobre la necesidad de avanzar en servicios compartidos

Es más que evidente que la realidad metropolitana de Barcelona supera las fronteras estrictas de la ciudad grande y de las otras ciudades que integran una conurbación que es mucho más que la mera agrupación de poblaciones satélites. La existencia de un sistema metropolitano de ciudades y el carácter policéntrico de la Barcelona juega a favor de un entorno urbano más resiliente. El ejemplo de los parques metropolitanos ayuda a entender la importancia de recoser las heridas abiertas en el territorio con actuaciones y servicios compartidos. Con más de cincuenta parques en treinta y tres municipios, el AMB habla de «parques de frontera» que conectan zonas de municipios diferentes y aseguran la continuidad del tejido urbano. Es el caso de los parques de La Fontsanta entre Sant Just, Esplugues y Sant Joan Despí: del Parc del Tramvia entre Tiana y Montgat o del de la Solidaritat, construido sobre la losa que cubre la ronda de arriba uniendo dos barrios de Cornellà y Esplugues. Tiene toda lógica que las ventajas de la ciudad se articulen desde la proximidad.

Lo cierto es que hoy, como se reflexiona desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, la ciudad real no sólo ha sobrepasado el municipio sino también los límites de los espacios urbanizados.

Sin la metrópolis organizada sin duda se reforzaría la desigualdad. No se puede olvidar el papel que las instituciones metropolitanas juegan en la redistribución de la riqueza y el impulso a la igualdad de oportunidades. Tienen sentido las políticas específicas para garantizar el equilibrio y la cohesión con herramientas como el Plan de Barrios metropolitano, pero sin duda es necesario un compromiso de gran envergadura hacia la articulación de la Barcelona real.

 

LA GRAN BARCELONA

El periodista y escritor Xavi Casinos analiza cómo la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por iniciativa de los actores públicos y privados

Si en 1904 Barcelona reivindicaba su gobierno, cien años después, el área metropolitana está muy lejos todavía de conseguir un ejecutivo con competencias que dirija y coordine el desarrollo de la ciudad real. Lo más lejos que se ha ido fue cuando en 1974, aún en pleno tardofranquismo, se creó la Corporación Metropolitana de Barcelona, a la que más tarde se aferró el alcalde Pasqual Maragall para articular y gobernar una ciudad real que hoy reúne 36 municipios y 3,3 millones de habitantes, y que llega a una población de más de 5 millones y 164 municipios si lo ampliamos en la región metropolitana.

La aventura de la Corporación acabó de golpe en 1987, cuando Jordi Pujol la liquidó al considerarla un contrapoder de la Generalitat. Desde entonces, el área metropolitana se ha articulado a través del voluntarismo de los municipios miembros y con tener inicialmente competencias en materias que no tenía ninguna lógica tomarle, como el transporte público y la gestión de residuos, y algunas otras que se han añadido más tarde. Pero nunca ha recuperado la autoridad urbanística ni la estructura política.

Al igual que pasó con la Barcelona en expansión de finales del siglo XIX y principios del XX, la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por la propia iniciativa de los actores públicos y privados. En otras palabras, la realidad metropolitana se está imponiendo y está consolidando la ciudad real, con más lentitud, pero el fenómeno es palpable ya en el territorio.

 

CON LA MARIHUANA EN EL HORIZONTE

El periodista Carlos Vivancos analiza la evolución del estatus judicial de esta droga a nivel europeo y señala los dos riesgos principales asociados al fenómeno del cannabis

Pensando en las consecuencias económicas y sectoriales de la hipotética, pero plausible, legalización de la marihuana y sus derivados para usos recreativos conviene no perder de vista que tanto en EEUU como en Canadá ya hay potentes fondos de inversión que actúan en las actividades relacionadas con todo el proceso productivo de la marihuana. Una de las consecuencias directas ha sido la expulsión de los pequeños cultivadores del mercado en la medida en que la legalización ha bajado los precios de las cosechas.

En paralelo a estas ideas, conviene retener dos importantes riesgos asociados a la evolución global del fenómeno de la marihuana:

La investigación científica asociada a la selección genética de las nuevas variedades de la planta está produciendo productos con concentraciones de THC (el principal psicoactivo) y de CBD (el principio activo al que se le asocian características más lúdicas) muy elevadas. Una buena analogía sería comparar la marihuana clásica con una cerveza de baja graduación (3,5º a 5º de alcohol) y a las variedades seleccionadas actuales con el whisky (40º de alcohol), aunque y la apariencia externa de la planta sea similar. Al THC se le atribuye la capacidad de activar o empeorar algunas enfermedades mentales. De momento, al CBD no se le han encontrado mayores riesgos. Habrá que esperar a futuros estudios más exhaustivos.

La experiencia de los Países Bajos hay que seguirla muy de cerca. Algunos destacados periodistas neerlandeses califican a su país de «narco estado» por la connivencia entre organizaciones criminales vinculadas con el tráfico de drogas y parte del aparato del Estado holandés. La policía neerlandesa ha corroborado que algún periodista ha sido asesinado por dichas organizaciones criminales.

Debemos estar atentos a la evolución de los acontecimientos en el campo legislativo respecto al estatus jurídico de la marihuana, mientras confiamos en que la eficacia policial y la actuación de las autoridades fiscales y sanitarias contribuyan a evitar los males mayores que ya se han visto en otras geografías.

 

LA BARCELONA METROPOLITANA: EL PLAN DE CATALUNYA EN EL MUNDO

El director adjunto de Metrópoli, Manel Manchon, apunta que los alcaldes metropolitanos piden una salida para construir vivienda, mejorar el transporte y resolver la inseguridad creciente

Las grandes ciudades que rodean el núcleo –el término municipal de Barcelona—han experimentado una enorme presión en los últimos diez años. Ciudadanos locales e inmigrantes que buscan una salida a la falta de vivienda y a su progresivo encarecimiento. Y ello provoca presión para la convivencia, con problemas de seguridad, que se añade a la mayor sensibilidad de todos los vecinos por cualquier síntoma que rompa desde el silencio nocturno hasta el civismo en las calles. Las dotaciones de policía local –que no tienen asignadas tareas de protección—están sobrepasadas y los mismos incidentes de inseguridad son cada vez más violentos, producto, en muchos casos, de perfiles muy diferentes de delincuentes, en comparación con unas décadas atrás. Esta cuestión ataja directamente a la Generalitat, y supera con creces la llamada «seguridad integral» que se ha querido coordinar desde el AMB. Otro de los grandes retos se plantea en la red de transporte urbano. Para que esta mancha urbana pudiera ser real, desde Barcelona hasta Manresa o Vic, sería necesaria una red de transporte eficaz y rápida, que en estos momentos no se puede garantizar.

El núcleo —el centro de Barcelona– sería el que podría atraer un talento internacional dispuesto a pagar por vivir y trabajar en uno de los centros urbanos más atractivos del mundo. El núcleo de Barcelona como gran centro mundial, que permitiría generar un dinamismo económico aprovechable para la gran mayoría de la población catalana.  El precio que exige esta operación puede ser alto, pero para los alcaldes metropolitanos, que tampoco verbalizan con claridad un modelo ideal, podría suponer la solución a enormes problemas: ¿cómo se atiende la demanda de vivienda, que se considera un derecho básico de la ciudadanía?

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