UNA NUEVA GOVERNANZA PARA LA BARCELONA METROPOLITANA

BARCELONA DISTRITO FEDERAL (BDF) realizó su presentación pública a principios de febrero de 2019, en un momento en que la visión de una Barcelona Metropolitana abierta a la primera y segunda coronas empezaba a ganar terreno entre los teóricos de “la ciudad” y también entre sus administraciones.

Per Josep Mª Cardellach, Presidente de BDF. Abogado.

BARCELONA DISTRITO FEDERAL (BDF) realizó su presentación pública a comienzos de febrero de 2019, faltando cuatro meses para las elecciones municipales y en un momento en que la visión de una Barcelona Metropolitana abierta a la primera y segunda corona empezaba a ganar espacio entre los teóricos de “la ciudad” y también entre sus administradores.

El acto de presentación constituyó toda una declaración de principios en la que D. José E. Ruiz Domenèc mostró la necesidad de anclar en la historia cualquier proyecto de futuro para Barcelona, D. Ramón García Bragado insistió en definir Barcelona no como municipio sino como metrópolis abierta con superficies variables y Marta Roger, desde la propia BDF, planteó la conveniencia de concebir la metrópolis desde su interacción con el territorio que la rodea. En aquel acto puse de manifiesto la necesidad de superar el recelo entre instituciones estableciendo una gobernanza cooperativa para lograr objetivos comunes que únicamente alcanzarán su plenitud en una dimensión metropolitana. Todos los intervinientes coincidieron en considerar la colaboración público-privada la condición necesaria para una política metropolitana eficaz.

Ese relanzamiento es precisamente el objeto de trabajo de BDF y a tal finalidad dedica su esfuerzo como célula transversal de reflexión. Con ese propósito difundió en 2019 su primer trabajo: “Un proyecto para la Barcelona Metropolitana” en el que brevemente se analizaba la situación de un mundo en el que una extensa red de ciudades globales concentra porcentajes crecientes de la población, pero sobre todo concentra proporciones crecientes de la riqueza global. Las metrópolis en las que vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global y la concentración de población y riqueza tiene una imparable tendencia a aumentar.

Es constatable la existencia de una red nodal de ciudades globales, según la definición de Saskia Saksen, que comparten una misma problemática y que entrecruzan tensiones y vectores de progreso en un difícil equilibrio cuyo desenlace no se resuelve siempre de la mejor manera posible.

El trabajo de BDF sostiene que la dialéctica entre tensiones y progreso viene determinada por la existencia de una gobernanza de calidad. Ese es el factor que marca la diferencia entre Singapur y Nairobi.

Con esa óptica, el trabajo pone de manifiesto la dificultad de entender Barcelona como el municipio con 100 km2 y 1,6 millones de habitantes, dado que su población y sus empresas viven entrelazadas con los municipios de su entorno, como también se entrelazan los servicios administrativos. Barcelona, en su realidad, se parece más al territorio de 600 km2 en el que viven 3,2 millones de habitantes repartidos en 36 municipios.

En esa Área Metropolitana (AMB) se genera el 13% del PIB español y el 65% del PIB de Cataluña y una proporción todavía mayor de su producción científica y tecnológica.

Esa Área Territorial no ha tenido siempre una estructura administrativa propia. La tuvo en el período democrático hasta 1987 y la recuperó en 2010 en la que forma que tiene actualmente. Es discutible si el espacio interior del AMB recoge en su integridad la Barcelona real o si ésta queda mejor definida por los 164 municipios que conforman la llamada “REGIÓ I”, igualmente regulada en la Llei 31/2010 del Parlament de Catalunya aunque nunca institucionalizada y siempre conservada en ese limbo en el que mantenemos proyectos de futuro junto con utopías y otros sueños.

El trabajo de BDF analiza el marco legal de las realidades metropolitanas tanto a nivel estatal como a nivel autonómico y señala la dificultad de construir nuevas administraciones con capacidad para mejorar la acción de gobierno.

Por esa razón, admitiendo que el AMB no es la Barcelona Real, considera que si es la única institucionalizada por encima del ámbito municipal, razón por la que es preferible concentrarse en este nivel a la hora de analizar problemas y buscar soluciones y esa es la posición adoptada por BDF.

En aquel momento, mientras este trabajo se elaboraba, estábamos superando el impacto de la crisis de 2008, si bien todavía un 25% de la población de Cataluña vivía en riesgo de exclusión social y soportábamos una tasa de desempleo cercana al 12% y una demanda creciente y no satisfecha de vivienda social y otros servicios asistenciales.

Esos problemas multiplicaban su gravedad en el clima de conflicto de social que vivía Cataluña en esos momentos y ciertamente no parecía que desde el AMB pudiera darse solución ni a los problemas sociales ni al conflicto político que nos golpeaba. La gestión del transporte, del agua y de los residuos es importante en una extensa comunidad urbana, pero deja un amplio campo en el que problemas y soluciones son gestionados por otros niveles administrativos.

Un factor adicional a tener en cuenta es que la digitalización de nuestra vida cotidiana está cambiando la movilidad en su concepción tradicional, evolucionando hacia una mayor movilidad personal lo que supone un uso intensivo del espacio público. La transición hacia un modelo de movilidad sostenible es inevitable. Una movilidad que favorezca una sociedad más inclusiva y cohesionada, que mejore la eficiencia económica del territorio y al mismo tiempo sea el principal vector hacia una transición energética que tenga en cuenta la salud de los ciudadanos.

“Las metrópolis en las cuales vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global, y la concentración de población y riqueza tiene una imparable tendencia a aumentar.”

Sería necesario crear una «agencia de movilidad” que reuniera en un solo organismo la planificación y la gestión de todas las políticas de movilidad, en los diferentes niveles tanto municipales como metropolitano. La creación de esta agencia necesitaría el acuerdo de todas las instituciones involucradas. Las dificultades de implementación se verían compensadas con el incremento de la capacidad de gestión para poder afrontar de forma coordinada el reto de la movilidad sostenible y la reordenación de los recursos públicos ya existentes.

El trabajo de BDF pretende demostrar como las importantes capacidades que se concentran en el territorio metropolitano de Barcelona deberían traducirse en competencias efectivas para actuar en el campo de la política social, en el de vivienda o en la de infraestructuras estratégicas.

La conclusión de ese trabajo constata que el futuro no está escrito, que es posible permitir las tendencias regresivas o también revertirlas y que una u otra alternativa dependen en buena medida de la calidad de nuestra gobernanza. Es preciso, escribíamos, devolver a todas las administraciones públicas a la senda de la cooperación en la gestión de competencias necesariamente compartidas. Es preciso y también es posible, pero para ello es necesario también una catarsis social. Como entonces decíamos: “No tiene sentido vivir en la melancolía de lo que pudo ser y no fue, ni vivir un presente ‘enfermos de pasado’ con el resultado de hacer imposible la construcción del futuro que deseamos y que creemos merecer·”

Coincidiendo con la presentación pública de BDF, La Vanguardia publicó un Suplemento Especial en el que se recogían un conjunto de ideas para relanzar la metrópolis incluyendo un artículo con nuestras aportaciones. También Política & Prosa dedicó su nº 6 a analizar las claves de Barcelona y la propia AMB publicó poco después un trabajo con el título “Quines polítiques per a quina metrópolis” con la colaboración de l’Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans.

El eje central de todos estos trabajos era la necesidad de establecer el marco territorial y el sistema administrativo mas idóneo para gobernar una ciudad pluri-municipal y de proyección universal como es Barcelona. En definitiva, la atención de las administraciones públicas y de la sociedad civil pasó a centrarse en la gobernanza.

El segundo trabajo de BDF se publicó bajo el título “Una nova governança per a la Barcelona Metropolitana” y se centró en el análisis de la eficacia y la eficiencia en la prestación de servicios públicos y la coordinación de todos los niveles administrativos concurrentes en un marco de crisis económica social e incluso de puesta en cuestión del sistema democrático. El trabajo de campo realizado permitió constatar que el AMB es una administración muy poco conocida por los ciudadanos que en ella viven; pero con una valoración muy alta respecto de los servicios gestionados por ella.

En opinión de BDF esta situación, un tanto paradójica se debe a que la administración metropolitana es de segundo grado lo que genera una profunda disfunción en la medida en que los electores no tienen conciencia de participación en su elección ni en sus decisiones, y sus gestores deben revalidar su posición en elecciones a nivel municipal mientras que deben desarrollar sus políticas a nivel metropolitano. Esto les obliga a mantener una doble óptica, municipal y metropolitana, a lo largo de todo su mandato.

Como una posible solución que permita acercar la administración metropolitana a los ciudadanos y también reforzarla, BDF propone establecer como órgano máximo de Gobierno de la AMB un Consejo en el que serían miembros natos los 36 alcaldes de los municipios metropolitanos; pero del que formarían parte otros 64 miembros que serían elegidos directamente mediante demarcaciones territoriales que no deberían coincidir necesariamente con la planta municipal sino basarse, en la medida de lo posible, en los “barrios metropolitanos” ya existentes. Esta fórmula supondría elegir un consejero por cada 50.000 habitantes coincidiendo así con lo previsto en la Disposición Transitoria Cuarta del EAC. Este Consell de Cent reinstaurado como el máximo órgano de Gobierno del AMB elegiría a su Presidente de entre sus miembros.

El sistema que sugerimos establece un vínculo directo y permanente entre representantes y representados reforzando así la legitimidad de origen del AMB y permitiendo, sobre esta base aumentar sus competencias y mejorar su financiación. Naturalmente esta propuesta debe ser contrastada, debatida y eventualmente adoptada o rechazada. Pretendemos tan solo establecer que, más tarde o más temprano, toda realidad metropolitana requiere una gobernanza específica y que siendo las metrópolis realidades complejas y plurales su gobernanza debe ser flexible, cooperativa y plural.

En 1970 Arnold J. Toynbee escribió Ciudades en marcha una obra rica en intuiciones formidables. Toynbee se anticipó a su tiempo al defender la imposibilidad de una ciudad cerrada que converge en un punto central y sostener la necesidad de que mantenga sus extremos abiertos. Esta reflexión, hoy extensamente compartida, debería convertirse en el eje sobre el que repensar la gobernanza de Barcelona y ayudarnos a definir para ella un futuro de esperanza.

 

Per Josep Mª Cardellach, Presidente de BDF. Abogado.

BARCELONA DISTRITO FEDERAL (BDF) realizó su presentación pública a comienzos de febrero de 2019, faltando cuatro meses para las elecciones municipales y en un momento en que la visión de una Barcelona Metropolitana abierta a la primera y segunda corona empezaba a ganar espacio entre los teóricos de “la ciudad” y también entre sus administradores.

El acto de presentación constituyó toda una declaración de principios en la que D. José E. Ruiz Domenèc mostró la necesidad de anclar en la historia cualquier proyecto de futuro para Barcelona, D. Ramón García Bragado insistió en definir Barcelona no como municipio sino como metrópolis abierta con superficies variables y Marta Roger, desde la propia BDF, planteó la conveniencia de concebir la metrópolis desde su interacción con el territorio que la rodea. En aquel acto puse de manifiesto la necesidad de superar el recelo entre instituciones estableciendo una gobernanza cooperativa para lograr objetivos comunes que únicamente alcanzarán su plenitud en una dimensión metropolitana. Todos los intervinientes coincidieron en considerar la colaboración público-privada la condición necesaria para una política metropolitana eficaz.

Ese relanzamiento es precisamente el objeto de trabajo de BDF y a tal finalidad dedica su esfuerzo como célula transversal de reflexión. Con ese propósito difundió en 2019 su primer trabajo: “Un proyecto para la Barcelona Metropolitana” en el que brevemente se analizaba la situación de un mundo en el que una extensa red de ciudades globales concentra porcentajes crecientes de la población, pero sobre todo concentra proporciones crecientes de la riqueza global. Las metrópolis en las que vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global y la concentración de población y riqueza tiene una imparable tendencia a aumentar.

Es constatable la existencia de una red nodal de ciudades globales, según la definición de Saskia Saksen, que comparten una misma problemática y que entrecruzan tensiones y vectores de progreso en un difícil equilibrio cuyo desenlace no se resuelve siempre de la mejor manera posible.

El trabajo de BDF sostiene que la dialéctica entre tensiones y progreso viene determinada por la existencia de una gobernanza de calidad. Ese es el factor que marca la diferencia entre Singapur y Nairobi.

Con esa óptica, el trabajo pone de manifiesto la dificultad de entender Barcelona como el municipio con 100 km2 y 1,6 millones de habitantes, dado que su población y sus empresas viven entrelazadas con los municipios de su entorno, como también se entrelazan los servicios administrativos. Barcelona, en su realidad, se parece más al territorio de 600 km2 en el que viven 3,2 millones de habitantes repartidos en 36 municipios.

En esa Área Metropolitana (AMB) se genera el 13% del PIB español y el 65% del PIB de Cataluña y una proporción todavía mayor de su producción científica y tecnológica.

Esa Área Territorial no ha tenido siempre una estructura administrativa propia. La tuvo en el período democrático hasta 1987 y la recuperó en 2010 en la que forma que tiene actualmente. Es discutible si el espacio interior del AMB recoge en su integridad la Barcelona real o si ésta queda mejor definida por los 164 municipios que conforman la llamada “REGIÓ I”, igualmente regulada en la Llei 31/2010 del Parlament de Catalunya aunque nunca institucionalizada y siempre conservada en ese limbo en el que mantenemos proyectos de futuro junto con utopías y otros sueños.

El trabajo de BDF analiza el marco legal de las realidades metropolitanas tanto a nivel estatal como a nivel autonómico y señala la dificultad de construir nuevas administraciones con capacidad para mejorar la acción de gobierno.

Por esa razón, admitiendo que el AMB no es la Barcelona Real, considera que si es la única institucionalizada por encima del ámbito municipal, razón por la que es preferible concentrarse en este nivel a la hora de analizar problemas y buscar soluciones y esa es la posición adoptada por BDF.

En aquel momento, mientras este trabajo se elaboraba, estábamos superando el impacto de la crisis de 2008, si bien todavía un 25% de la población de Cataluña vivía en riesgo de exclusión social y soportábamos una tasa de desempleo cercana al 12% y una demanda creciente y no satisfecha de vivienda social y otros servicios asistenciales.

Esos problemas multiplicaban su gravedad en el clima de conflicto de social que vivía Cataluña en esos momentos y ciertamente no parecía que desde el AMB pudiera darse solución ni a los problemas sociales ni al conflicto político que nos golpeaba. La gestión del transporte, del agua y de los residuos es importante en una extensa comunidad urbana, pero deja un amplio campo en el que problemas y soluciones son gestionados por otros niveles administrativos.

Un factor adicional a tener en cuenta es que la digitalización de nuestra vida cotidiana está cambiando la movilidad en su concepción tradicional, evolucionando hacia una mayor movilidad personal lo que supone un uso intensivo del espacio público. La transición hacia un modelo de movilidad sostenible es inevitable. Una movilidad que favorezca una sociedad más inclusiva y cohesionada, que mejore la eficiencia económica del territorio y al mismo tiempo sea el principal vector hacia una transición energética que tenga en cuenta la salud de los ciudadanos.

«Las metrópolis en las cuales vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global, y la concentración de población y riqueza tiene una imparable tendencia a aumentar.”

Sería necesario crear una «agencia de movilidad” que reuniera en un solo organismo la planificación y la gestión de todas las políticas de movilidad, en los diferentes niveles tanto municipales como metropolitano. La creación de esta agencia necesitaría el acuerdo de todas las instituciones involucradas. Las dificultades de implementación se verían compensadas con el incremento de la capacidad de gestión para poder afrontar de forma coordinada el reto de la movilidad sostenible y la reordenación de los recursos públicos ya existentes.

El trabajo de BDF pretende demostrar como las importantes capacidades que se concentran en el territorio metropolitano de Barcelona deberían traducirse en competencias efectivas para actuar en el campo de la política social, en el de vivienda o en la de infraestructuras estratégicas.

La conclusión de ese trabajo constata que el futuro no está escrito, que es posible permitir las tendencias regresivas o también revertirlas y que una u otra alternativa dependen en buena medida de la calidad de nuestra gobernanza. Es preciso, escribíamos, devolver a todas las administraciones públicas a la senda de la cooperación en la gestión de competencias necesariamente compartidas. Es preciso y también es posible, pero para ello es necesario también una catarsis social. Como entonces decíamos: “No tiene sentido vivir en la melancolía de lo que pudo ser y no fue, ni vivir un presente ‘enfermos de pasado’ con el resultado de hacer imposible la construcción del futuro que deseamos y que creemos merecer·”

Coincidiendo con la presentación pública de BDF, La Vanguardia publicó un Suplemento Especial en el que se recogían un conjunto de ideas para relanzar la metrópolis incluyendo un artículo con nuestras aportaciones. También Política & Prosa dedicó su nº 6 a analizar las claves de Barcelona y la propia AMB publicó poco después un trabajo con el título “Quines polítiques per a quina metrópolis” con la colaboración de l’Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans.

El eje central de todos estos trabajos era la necesidad de establecer el marco territorial y el sistema administrativo mas idóneo para gobernar una ciudad pluri-municipal y de proyección universal como es Barcelona. En definitiva, la atención de las administraciones públicas y de la sociedad civil pasó a centrarse en la gobernanza.

El segundo trabajo de BDF se publicó bajo el título “Una nova governança per a la Barcelona Metropolitana” y se centró en el análisis de la eficacia y la eficiencia en la prestación de servicios públicos y la coordinación de todos los niveles administrativos concurrentes en un marco de crisis económica social e incluso de puesta en cuestión del sistema democrático. El trabajo de campo realizado permitió constatar que el AMB es una administración muy poco conocida por los ciudadanos que en ella viven; pero con una valoración muy alta respecto de los servicios gestionados por ella.

En opinión de BDF esta situación, un tanto paradójica se debe a que la administración metropolitana es de segundo grado lo que genera una profunda disfunción en la medida en que los electores no tienen conciencia de participación en su elección ni en sus decisiones, y sus gestores deben revalidar su posición en elecciones a nivel municipal mientras que deben desarrollar sus políticas a nivel metropolitano. Esto les obliga a mantener una doble óptica, municipal y metropolitana, a lo largo de todo su mandato.

Como una posible solución que permita acercar la administración metropolitana a los ciudadanos y también reforzarla, BDF propone establecer como órgano máximo de Gobierno de la AMB un Consejo en el que serían miembros natos los 36 alcaldes de los municipios metropolitanos; pero del que formarían parte otros 64 miembros que serían elegidos directamente mediante demarcaciones territoriales que no deberían coincidir necesariamente con la planta municipal sino basarse, en la medida de lo posible, en los “barrios metropolitanos” ya existentes. Esta fórmula supondría elegir un consejero por cada 50.000 habitantes coincidiendo así con lo previsto en la Disposición Transitoria Cuarta del EAC. Este Consell de Cent reinstaurado como el máximo órgano de Gobierno del AMB elegiría a su Presidente de entre sus miembros.

El sistema que sugerimos establece un vínculo directo y permanente entre representantes y representados reforzando así la legitimidad de origen del AMB y permitiendo, sobre esta base aumentar sus competencias y mejorar su financiación. Naturalmente esta propuesta debe ser contrastada, debatida y eventualmente adoptada o rechazada. Pretendemos tan solo establecer que, más tarde o más temprano, toda realidad metropolitana requiere una gobernanza específica y que siendo las metrópolis realidades complejas y plurales su gobernanza debe ser flexible, cooperativa y plural.

En 1970 Arnold J. Toynbee escribió Ciudades en marcha una obra rica en intuiciones formidables. Toynbee se anticipó a su tiempo al defender la imposibilidad de una ciudad cerrada que converge en un punto central y sostener la necesidad de que mantenga sus extremos abiertos. Esta reflexión, hoy extensamente compartida, debería convertirse en el eje sobre el que repensar la gobernanza de Barcelona y ayudarnos a definir para ella un futuro de esperanza.

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