CÓMO SE CONSTRUYE LA BARCELONA DEL FUTURO? CINCO VISIONES COMPLEMENTARIAS

El abogado Josep M. Cardellach, el doctor en ciencias Económicas y Humanidades Lluís Boada, la escritora y dramaturga Emma Riverola, el director del área de desarrollo Social y Económica de la AMB, Héctor Santcovsky y Eugènia Carreres, consultora de Comunicación, aportan sus reflexiones sobre los principales retos a los que se enfrenta la ciudad.

L’advocat Josep Mª Cardellach, es el presidente de BARCELONA DISTRITO FEDERAL (BDF), una célula transversal de reflexión que se presentó el febrero del 2019 y que concibe la metrópolis desde su interacción con el territorio que lo rodea. Cardellach apunta a la necesidad de superar el «recelo entre instituciones» estableciendo una gobernanza cooperativa por alcanzar objetivos comunes que únicamente conseguirán su plenitud en una dimensión metropolitana. En el primer trabajo del organismo, “Un proyecto para la Barcelona Metropolitana”, se analiza la situación de un mundo en el cual una extensa red de ciudades globales concentra porcentajes crecientes de la población y la riqueza global. Así, las metrópolis en las cuales vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global, y esta concentración tiene una imparable tendencia a aumentar. Este trabajo muestra que la dialéctica entre tensiones y progreso viene determinada por la existencia de una «gobernanza de calidad». Respecto a Barcelona, un municipio con 100 km² y 1,6 millones de habitantes, población y empresas viven entrelazadas con los municipios vecinos de forma que, al final, tal como apunta Cardellach, «se asemeja más a un territorio de 600 km² donde viven 3,2 millones de habitantes repartidos en 36 municipios». El estudio pone de relieve la carencia de una estructura administrativa propia capaz de gestionar este conjunto de municipios que comparten las mismas necesidades —política social, vivienda, infraestructuras estratégicas—, así como la dificultad de construir nuevas administraciones con capacidad para mejorar la acción de gobierno. El trabajo pone sobre la mesa, por otro lado, el cambio de modelo de movilidad «cosa que supone un uso intensivo del espacio público»: «La transición hacia un modelo de movilidad sostenible es inevitable», sostiene Cardellach. Por este motivo, defiende la necesidad de crear una «agencia de movilidad” para gestionar de manera conjunta todas las políticas de movilidad, a nivel tanto municipal como metropolitano. Para acercar a los ciudadanos la política metropolitana, ya que se ha constatado que se conoce poco, la BDF propone establecer como órgano máximo de Gobierno del AMB un Consejo en el cual serían miembros natos los 36 alcaldes de los municipios metropolitanos; pero del cual formarían parte otros 64 miembros que serían elegidos directamente mediante demarcaciones territoriales que no tendrían que coincidir necesariamente con la planta municipal sino basarse, en lo posible, en los “barrios metropolitanos” ya existentes. «Esta fórmula supondría elegir un consejero cada 50.000 habitantes coincidiendo así con lo previsto en la Disposición Transitoria Cuarta de la EAC. Este Consejo de Ciento reinstaurado como el máximo órgano de Gobierno del AMB elegiría a su Presidente de entre sus miembros».

Centrado en la cuestión medioambiental, Lluís Boada, Doctor en Ciencias Económicas y en Humanidades, recuerda que las competencias sobre ecología del AMB afectan a tres ámbitos: el ciclo del agua, los residuos y los servicios ambientales (cambio climático, transición energética y educación ambiental). Las actuaciones en estos tres ámbitos se concretan en el Plan de Actuación metropolitana (PAM) y en la Reflexión estratégica metropolitana (REM), global y transversal, para definir qué debe ser el AMB a medio y largo plazo. «De hecho, los éxitos de la planificación estratégica metropolitana y de las consecuentes políticas de medio ambiente y sostenibilidad han sido notables —destaca Boada— hay que reconocerlo antes de plantear algunas vías de superación de los nuevos retos que la evolución de los hechos está comportando». De cara al futuro, el reto que se plantea es el mismo que concierne el conjunto de la humanidad: mantener el calentamiento global, el cambio climático, dentro de los límites compatibles con la estabilidad social, la supervivencia humana y el equilibrio de los ecosistemas. Para hacer frente, las políticas no se deben  limitar a las “medioambientales”, sino que se tendrían que concebir de manera transversal y, para gestionarlas, el Doctor en Ciencias Económicas opina que se deben superar las divisiones administrativas existentes. «Conseguirlo no es fácil porque hay que vencer inercias muy incrustadas en las mentalidades, en la tradición administrativa departamental y en los presupuestos. Aun así, es posible hacerlo». La cuestión es conseguir un consenso a nivel político y administrativo para trabajar coordinadamente. La gestión del cambio climático a escala global requiere también un cambio de escala territorial. «Trasponer el concepto y la estructura administrativa de área metropolitana a un número superior de municipios comprendidos, más o menos arbitrariamente, dentro de una futura “región metropolitana” no nos parece que sea la solución más adecuada», asevera Boada. En paralelo, propone que la región metropolitana «más adecuada» para planificar y gestionar la transición ecológica es el conjunto de la región, Cataluña, concebido como un ámbito territorial complejo y socialmente viable que dispone de un estatus político y administrativo mejorable, pero legítimo y consolidado.

La necesidad de reforzar la AMB para abordar el cambio climático, así como fomentar la innovación y la sostenibilidad son algunos de los temas que atraviesan los cinco artículos.

Desde el sector de la creación, Emma Riverola, escritora y dramaturga, analiza cómo la pandemia ha acelerado un cambio de paradigma que transformará nuestra manera de trabajar, de relacionarnos, de vivir. «Los retos son mayúsculos y los enfrentamos sin utopías consumibles, las agotamos el siglo pasado», afirma. En este contexto de transición, Barcelona, que históricamente ha sabido hacerse un noombre en el panorama internacional también a nivel cultural, forjándose como una Grand Barcelona, se queda «pequeña» ante los retos actuales. «Como entonces, la ciudad no puede conformarse con las aguas estancadas del ensimismamiento, un simple escaparate sin impulso transformador. Solo hay que levantar la mirada. El mundo está aquí, a nuestro alrededor. Con sus complejidades, sus contradicciones, sus conflictos y sus retos. Una lluvia de energía corre por sus propias y adyacentes calles. No podemos despreciarla ni condenarla al desánimo, el proyecto de ley será impagable». Riverola señala cómo los mismos conceptos de ciudad, ciudadano, civismo y civilización comparten algo más que un pasado léxico clásico, «contienen la base del progreso». Ahora bien, considera que también contienen «las trampas de la desigualdad»: «La que convierte la convivencia en un polvorín y abre grietas en la democracia.» Con todo, la dramaturga y escritora se muestra optimista. «A partir del pensamiento, la creatividad, el reconocimiento y los espacios compartidos, se puede construir una nueva Gran Barcelona que supere sus términos, los límites del conformismo.». En este sentido evoca la imagen de una casa sin rejas, tal como anhelaba Mercè Rodoreda, cuando se instaló definitivamente a Romanyà de la Selva después de años de exilio en Ginebra.

Héctor Santcovsky, Director del área de Desarrollo Social y Económica, está de acuerdo con Josep M. Cardellach en el diagnóstico de la necesidad de dotar de más capacidad de gestión al área Metropolitana y dimensionarla para cubrir las necesidades del territorio. El debate actual sobre las funciones del AMB pone de manifiesto el «problema de gobernanza» en el sentido de quién represente, quién hace de portavoz, quién lidera, quién asume la responsabilidad de las diferentes cuestiones, etc. «Es aquí donde hace falta que la suma de todos los actores públicos y privados deben encontrar un modelo que permita el salto de escala sobre todo en los temas más estratégicos.» Una de las ideas básicas que defiende Santcovsky es la necesidad de sumar fuerzas, ganar consensos, concertar actuaciones, lograr retos metropolitanos. En este sentido, marca una prioridad: establecer una “agenda metropolitana” entre todos los actores: Instituciones, sociedad civil, agentes sociales y económicos para los temas más destacados y estratégicos. Entre los más estratégicos hay la cohesión social, desigualdades y lucha contra la exclusión social; la promoción económica del territorio metropolitano, proyección exterior, marca, imagen; la unificación de iniciativas concretas de investigación y captación de inversión, internacionalización; la coordinación de iniciativas ligados con centros de excelencia dedicados a la innovación en el campo digital, tecnológico y de transición ecológica justa; las políticas de infraestructuras, cercanías, movilidad “metropolitana”, vías, así como la coordinación en temas de transporte entre el territorio del CON y la RMB; una planificación territorial y políticas de vivienda; trabajar para definir la identidad y la proyección cultural de la metrópolis y finalmente, lograr una coordinación en materia ambiental en temas de movilidad sostenible, calidad del aire y el cambio climático.

Eugènia Carreres, consultora de Comunicación, apunta que, a pesar de que exista el AMB no se ha resuelto como es debido la ensambladura entre Barcelona y Cataluña. En el contexto actual de crisis —política, social y económica— se plantea más que nunca la necesidad de definir la nueva imagen de Barcelona. Carreres, insiste que Barcelona «es nuestro principal activo», y que puede llegar a concentrar 4 millones de habitantes y el 70% del PIB de Cataluña.Por eso, se impone la necesidad de superar sus confines, aixi como trabajar en los ámbitos de la sostenibilidad, la movilidad, la ciencia, el medio ambiente, la salud, la innovación, la tecnología, la creatividad, el talento, la colaboración, la cultura, la industria, la educación… Ahora bien, hace falta un consenso público-privado, «una inteligente cooperación entre las diferentes municipalidades que conformarían la verdadera Barcelona metropolitana y de un legítimo gobierno mega urbano». Por otro lado, Carreres señala que una Barcelona fuerte arrastra las ciudades más pequeñas a desarrollarse y a participar de una economía de la innovación. Para que la marca Barcelona tenga grosor, debe contener una propuesta de valor y una autenticidad que en el pasado ya le proporcionó el éxito. Insta a trabajar, pues, en la marca Barcelona, una ciudad que actualmente ya atrae muchas empresas internacionales que la eligen para establecer sus sedes. «Las compañías, la actividad, deciden establecerse, en el fondo, de acuerdo con el que han hecho siempre, solo que ahora en relación a nuevos marcadores como la tecnología y la conectividad, la sostenibilidad, la movilidad… estos son los nuevos condicionantes. La partida la jugamos aquí. No porque nuestra vocación sea convertirnos en la ciudad global descrita por Sassen: Barcelona no es Nueva York ni Tokyo, ni lo quiere ser. Pero no puede acabar en el Paseo de Gracia, o en Nueve Barrios. Este es un proyecto pequeño.» Con una ambición para ampliar la Gran Barcelona, la ciudad podrá entrar en el siguiente episodio de su historia. «La decisión será económica, será política, pero también lo será de afinidad y, hoy en día ya, incluso de propósito compartido. Es más, estamos instalados ya en el liderazgo de la colaboración; en todo. En esto también. Ciudades y empresas deben trabajar conjuntamente para enfrentar los grandes problemas, ya no lo pueden hacer por separado porque los retos son más grandes que ellas mismas, son compartidos. Y en esta partida se dirime también su reputación.»

L’advocat Josep Mª Cardellach, es el presidente de BARCELONA DISTRITO FEDERAL (BDF), una célula transversal de reflexión que se presentó el febrero del 2019 y que concibe la metrópolis desde su interacción con el territorio que lo rodea. Cardellach apunta a la necesidad de superar el «recelo entre instituciones» estableciendo una gobernanza cooperativa por alcanzar objetivos comunes que únicamente conseguirán su plenitud en una dimensión metropolitana. En el primer trabajo del organismo, “Un proyecto para la Barcelona Metropolitana”, se analiza la situación de un mundo en el cual una extensa red de ciudades globales concentra porcentajes crecientes de la población y la riqueza global. Así, las metrópolis en las cuales vive el 20% de la población mundial concentran el 50% del PIB global, y esta concentración tiene una imparable tendencia a aumentar. Este trabajo muestra que la dialéctica entre tensiones y progreso viene determinada por la existencia de una «gobernanza de calidad». Respecto a Barcelona, un municipio con 100 km² y 1,6 millones de habitantes, población y empresas viven entrelazadas con los municipios vecinos de forma que, al final, tal como apunta Cardellach, «se asemeja más a un territorio de 600 km² donde viven 3,2 millones de habitantes repartidos en 36 municipios». El estudio pone de relieve la carencia de una estructura administrativa propia capaz de gestionar este conjunto de municipios que comparten las mismas necesidades —política social, vivienda, infraestructuras estratégicas—, así como la dificultad de construir nuevas administraciones con capacidad para mejorar la acción de gobierno. El trabajo pone sobre la mesa, por otro lado, el cambio de modelo de movilidad «cosa que supone un uso intensivo del espacio público»: «La transición hacia un modelo de movilidad sostenible es inevitable», sostiene Cardellach. Por este motivo, defiende la necesidad de crear una «agencia de movilidad” para gestionar de manera conjunta todas las políticas de movilidad, a nivel tanto municipal como metropolitano. Para acercar a los ciudadanos la política metropolitana, ya que se ha constatado que se conoce poco, la BDF propone establecer como órgano máximo de Gobierno del AMB un Consejo en el cual serían miembros natos los 36 alcaldes de los municipios metropolitanos; pero del cual formarían parte otros 64 miembros que serían elegidos directamente mediante demarcaciones territoriales que no tendrían que coincidir necesariamente con la planta municipal sino basarse, en lo posible, en los “barrios metropolitanos” ya existentes. «Esta fórmula supondría elegir un consejero cada 50.000 habitantes coincidiendo así con lo previsto en la Disposición Transitoria Cuarta de la EAC. Este Consejo de Ciento reinstaurado como el máximo órgano de Gobierno del AMB elegiría a su Presidente de entre sus miembros».

Centrado en la cuestión medioambiental, Lluís Boada, Doctor en Ciencias Económicas y en Humanidades, recuerda que las competencias sobre ecología del AMB afectan a tres ámbitos: el ciclo del agua, los residuos y los servicios ambientales (cambio climático, transición energética y educación ambiental). Las actuaciones en estos tres ámbitos se concretan en el Plan de Actuación metropolitana (PAM) y en la Reflexión estratégica metropolitana (REM), global y transversal, para definir qué debe ser el AMB a medio y largo plazo. «De hecho, los éxitos de la planificación estratégica metropolitana y de las consecuentes políticas de medio ambiente y sostenibilidad han sido notables —destaca Boada— hay que reconocerlo antes de plantear algunas vías de superación de los nuevos retos que la evolución de los hechos está comportando». De cara al futuro, el reto que se plantea es el mismo que concierne el conjunto de la humanidad: mantener el calentamiento global, el cambio climático, dentro de los límites compatibles con la estabilidad social, la supervivencia humana y el equilibrio de los ecosistemas. Para hacer frente, las políticas no se deben  limitar a las “medioambientales”, sino que se tendrían que concebir de manera transversal y, para gestionarlas, el Doctor en Ciencias Económicas opina que se deben superar las divisiones administrativas existentes. «Conseguirlo no es fácil porque hay que vencer inercias muy incrustadas en las mentalidades, en la tradición administrativa departamental y en los presupuestos. Aun así, es posible hacerlo». La cuestión es conseguir un consenso a nivel político y administrativo para trabajar coordinadamente. La gestión del cambio climático a escala global requiere también un cambio de escala territorial. «Trasponer el concepto y la estructura administrativa de área metropolitana a un número superior de municipios comprendidos, más o menos arbitrariamente, dentro de una futura “región metropolitana” no nos parece que sea la solución más adecuada», asevera Boada. En paralelo, propone que la región metropolitana «más adecuada» para planificar y gestionar la transición ecológica es el conjunto de la región, Cataluña, concebido como un ámbito territorial complejo y socialmente viable que dispone de un estatus político y administrativo mejorable, pero legítimo y consolidado.

La necesidad de reforzar la AMB para abordar el cambio climático, así como fomentar la innovación y la sostenibilidad son algunos de los temas que atraviesan los cinco artículos.

 

 

 

Desde el sector de la creación, Emma Riverola, escritora y dramaturga, analiza cómo la pandemia ha acelerado un cambio de paradigma que transformará nuestra manera de trabajar, de relacionarnos, de vivir. «Los retos son mayúsculos y los enfrentamos sin utopías consumibles, las agotamos el siglo pasado», afirma. En este contexto de transición, Barcelona, que históricamente ha sabido hacerse un noombre en el panorama internacional también a nivel cultural, forjándose como una Grand Barcelona, se queda «pequeña» ante los retos actuales. «Como entonces, la ciudad no puede conformarse con las aguas estancadas del ensimismamiento, un simple escaparate sin impulso transformador. Solo hay que levantar la mirada. El mundo está aquí, a nuestro alrededor. Con sus complejidades, sus contradicciones, sus conflictos y sus retos. Una lluvia de energía corre por sus propias y adyacentes calles. No podemos despreciarla ni condenarla al desánimo, el proyecto de ley será impagable». Riverola señala cómo los mismos conceptos de ciudad, ciudadano, civismo y civilización comparten algo más que un pasado léxico clásico, «contienen la base del progreso». Ahora bien, considera que también contienen «las trampas de la desigualdad»: «La que convierte la convivencia en un polvorín y abre grietas en la democracia.» Con todo, la dramaturga y escritora se muestra optimista. «A partir del pensamiento, la creatividad, el reconocimiento y los espacios compartidos, se puede construir una nueva Gran Barcelona que supere sus términos, los límites del conformismo.». En este sentido evoca la imagen de una casa sin rejas, tal como anhelaba Mercè Rodoreda, cuando se instaló definitivamente a Romanyà de la Selva después de años de exilio en Ginebra.

Héctor Santcovsky, Director del área de Desarrollo Social y Económica, está de acuerdo con Josep M. Cardellach en el diagnóstico de la necesidad de dotar de más capacidad de gestión al área Metropolitana y dimensionarla para cubrir las necesidades del territorio. El debate actual sobre las funciones del AMB pone de manifiesto el «problema de gobernanza» en el sentido de quién represente, quién hace de portavoz, quién lidera, quién asume la responsabilidad de las diferentes cuestiones, etc. «Es aquí donde hace falta que la suma de todos los actores públicos y privados deben encontrar un modelo que permita el salto de escala sobre todo en los temas más estratégicos.» Una de las ideas básicas que defiende Santcovsky es la necesidad de sumar fuerzas, ganar consensos, concertar actuaciones, lograr retos metropolitanos. En este sentido, marca una prioridad: establecer una “agenda metropolitana” entre todos los actores: Instituciones, sociedad civil, agentes sociales y económicos para los temas más destacados y estratégicos. Entre los más estratégicos hay la cohesión social, desigualdades y lucha contra la exclusión social; la promoción económica del territorio metropolitano, proyección exterior, marca, imagen; la unificación de iniciativas concretas de investigación y captación de inversión, internacionalización; la coordinación de iniciativas ligados con centros de excelencia dedicados a la innovación en el campo digital, tecnológico y de transición ecológica justa; las políticas de infraestructuras, cercanías, movilidad “metropolitana”, vías, así como la coordinación en temas de transporte entre el territorio del CON y la RMB; una planificación territorial y políticas de vivienda; trabajar para definir la identidad y la proyección cultural de la metrópolis y finalmente, lograr una coordinación en materia ambiental en temas de movilidad sostenible, calidad del aire y el cambio climático.

Eugènia Carreres, consultora de Comunicación, apunta que, a pesar de que exista el AMB no se ha resuelto como es debido la ensambladura entre Barcelona y Cataluña. En el contexto actual de crisis —política, social y económica— se plantea más que nunca la necesidad de definir la nueva imagen de Barcelona. Carreres, insiste que Barcelona «es nuestro principal activo», y que puede llegar a concentrar 4 millones de habitantes y el 70% del PIB de Cataluña.Por eso, se impone la necesidad de superar sus confines, aixi como trabajar en los ámbitos de la sostenibilidad, la movilidad, la ciencia, el medio ambiente, la salud, la innovación, la tecnología, la creatividad, el talento, la colaboración, la cultura, la industria, la educación… Ahora bien, hace falta un consenso público-privado, «una inteligente cooperación entre las diferentes municipalidades que conformarían la verdadera Barcelona metropolitana y de un legítimo gobierno mega urbano». Por otro lado, Carreres señala que una Barcelona fuerte arrastra las ciudades más pequeñas a desarrollarse y a participar de una economía de la innovación. Para que la marca Barcelona tenga grosor, debe contener una propuesta de valor y una autenticidad que en el pasado ya le proporcionó el éxito. Insta a trabajar, pues, en la marca Barcelona, una ciudad que actualmente ya atrae muchas empresas internacionales que la eligen para establecer sus sedes. «Las compañías, la actividad, deciden establecerse, en el fondo, de acuerdo con el que han hecho siempre, solo que ahora en relación a nuevos marcadores como la tecnología y la conectividad, la sostenibilidad, la movilidad… estos son los nuevos condicionantes. La partida la jugamos aquí. No porque nuestra vocación sea convertirnos en la ciudad global descrita por Sassen: Barcelona no es Nueva York ni Tokyo, ni lo quiere ser. Pero no puede acabar en el Paseo de Gracia, o en Nueve Barrios. Este es un proyecto pequeño.» Con una ambición para ampliar la Gran Barcelona, la ciudad podrá entrar en el siguiente episodio de su historia. «La decisión será económica, será política, pero también lo será de afinidad y, hoy en día ya, incluso de propósito compartido. Es más, estamos instalados ya en el liderazgo de la colaboración; en todo. En esto también. Ciudades y empresas deben trabajar conjuntamente para enfrentar los grandes problemas, ya no lo pueden hacer por separado porque los retos son más grandes que ellas mismas, son compartidos. Y en esta partida se dirime también su reputación.»

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