LA GRAN BARCELONA 

El periodista Xavi Casinos analiza cómo la iniciativa de los actores públicos y privados ha sustituido el vacío de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana 

Por Xavi Casinos, periodista y escritor

“Dentro de pocos momentos, vuestra visita abarcará en su conjunto esta ciudad que se extiende de la montaña al mar y de río a río. Y, si con detenimiento la mira, verá que este inmenso ensanche que rodea la vieja Barcelona es obra exclusiva de la iniciativa individual (…) Mas no verá, no podrá ver, en parte alguna, la acción de la municipalidad barcelonesa (…) porque el ayuntamiento no tiene libertad de acción ni medios económicos para ello (…) Desde la cumbre del Tibidabo veréis los ensanches de Gracia y San Martín, que tienen extensión y vida de grandes ciudades. Pues bien, estos ensanches existen a pesar de la ley”.

Estos son algunos fragmentos del histórico discurso que pronunció Francesc Cambó ante el rey Alfonso XIII en su visita a Barcelona el 7 de abril de 1904. Fue un discurso reivindicativo en el que el entonces joven concejal se quejaba de la falta de autonomía política y financiera del ayuntamiento para dirigir los destinos de la ciudad. Pese a todo, la capital catalana no había detenido su crecimiento, aunque con «infracción de la ley», en palabras de Cambó. Hacía justo siete años que se habían anexionado a Barcelona los municipios de Gràcia, Sant Andreu, Sant Martí, Sants, Les Corts y Sant Gervasi, y los núcleos de estas poblaciones iban avanzando por sí solos hacia un continuo urbano a través de sus respectivos ensanches, extendiéndose por todo el plan. Eso es lo que el líder de la Liga le intentaba explicar al rey, que Barcelona crecía con su propia inercia sin que el gobierno municipal pudiera decidir ni regular mucha cosa.

Un siglo después, la historia, salvando las distancias, podemos decir que se repite, pero esta vez en un escenario muy diferente. Si en 1904 Barcelona reivindicaba su gobierno, cien años después, el área metropolitana está muy lejos todavía de conseguir un ejecutivo con competencias que dirija y coordine el desarrollo de la ciudad real. Lo más lejos que se ha ido fue cuando en 1974, aún en pleno tardofranquismo, se creó la Corporación Metropolitana de Barcelona, a la que más tarde se aferró el alcalde Pasqual Maragall para articular y gobernar una ciudad real que hoy reúne 36 municipios y 3,3 millones de habitantes, y que llega a una población de más de 5 millones y 164 municipios si lo ampliamos en la región metropolitana.

La aventura de la Corporación acabó de golpe en 1987 cuando Jordi Pujol la liquidó al considerarla un contrapoder de la Generalitat. Desde entonces, el área metropolitana se ha articulado a través del voluntarismo de los municipios miembros y a tener inicialmente competencias en materias que no tenía ninguna lógica tomarle, como el transporte público y la gestión de residuos y algunas otras que se han añadido más tarde. Pero nunca ha recuperado la autoridad urbanística ni la estructura política, que sí ha retomado Londres a través del Greater London. De hecho, Pujol se inspiró en Margaret Thatcher, que también liquidó el gobierno metropolitano de la capital británica, restablecido hace unos años.

No deja de sorprender que el tardofranquismo tuviera más sensibilidad metropolitana que los gobiernos democráticos posteriores, porque en estos momentos no se trata tan solo de la desconfianza de la Generalitat, sino también de algunos de los municipios, reticentes a perder parte de sus competencias en favor de una administración supramunicipal. Antes de crear la Corporación Metropolitana, en 1960, el alcalde José María de Porcioles ya había conseguido, bajo la protección política del ministro franquista Laureano López Rodó, una ley especial para Barcelona que le permitía, entre otras cosas, endeudarse para afrontar inversiones, que era precisamente una de las reivindicaciones de Cambó a Alfonso XIII en 1904.

La situación hoy en cuanto al desarrollo del área metropolitana es, como decíamos al principio, similar a la de Barcelona de principios del siglo XX: se está empezando a desarrollar por ella misma ante la falta de autoridad política y urbanística. Así, podemos identificar algunas iniciativas que van consolidando urbanísticamente la cohesión metropolitana, una selección de las cuales se detallarán a continuación y que van de la cultura a la sanidad y del deporte a la Feria.

El Círculo de Economía impulsó en 1973, un año antes de la creación de la Corporación Metropolitana, una histórica publicación titulada Gestión o caos. El área metropolitana de Barcelona. En ella, hacía un análisis de los problemas, sobre todo urbanísticos, del territorio. Todos ellos tenían como común denominador la falta de un ordenamiento global y de un poder institucionalizado con capacidad de gestión y decisión. La Corporación Metropolitana, primero, y el Plan General Metropolitano de 1976, después, intentaron poner remedio, pero el territorio estaba muy desestructurado y con profundas desigualdades sociales, y lleno de polígonos de viviendas sin servicios construidos durante el desarrollismo bajo el criterio del barraquismo vertical. Barcelona, además, expulsaba hacia los municipios vecinos infraestructuras molestas, como depuradoras, térmicas, incineradoras y vertederos. Incluso el barrio de La Mina fue traspasado a Sant Adrià del Besòs.

Hoy, la situación ha mejorado. La red de transporte público, aunque todavía insuficiente en algunos aspectos, vertebra prácticamente todo el continuo urbano, entre metro, autobuses, Ferrocarriles y alrededores. Y ahora se da la circunstancia de que desde hace unos años Barcelona ha empezado a expulsar actividades que aportan valor a los municipios vecinos y, en consecuencia, a toda el área metropolitana.

Uno de los municipios más beneficiados ha sido L’Hospitalet. A partir de 1995 se construyó la ampliación de la Feria en terrenos del polígono Pedrosa, prácticamente su totalidad en el término municipal de la segunda ciudad de Cataluña. La Feria, además del impacto en la fiscalidad del consistorio, ha hecho de motor del distrito económico y hotelero desarrollado en torno a la plaza Europa, resultado del cubrimiento de la Gran Vía. Así, en L’Hospitalet tiene lugar el más importante evento relacionado con la telefonía, el Mobile World Congress, que antes de la pandemia atraía a más de 100.000 visitantes, cifra que espera superar una vez finalicen las restricciones debidas al covid. Por este motivo, se está ya ampliando el recinto en lo que había sido la fábrica Porcelanosa.

En el terreno de la cultura y la creación, L’Hospitalet lleva años trabajando en un proyecto altamente estratégico como es el del Distrito Cultural, que tiene su punto neurálgico en un antiguo polígono industrial que el crecimiento de la ciudad en las últimas décadas ha dejado situado en el centro del municipio. Se trata de un conjunto de naves y edificios que han quedado en buena parte obsoletos para la industria, pero que en cambio son muy idóneos para actividades culturales, talleres de artistas y sedes de pymes dedicadas a las industrias creativas. Actualmente, hay unos 500 operadores del sector ubicados en el polígono atraídos por los precios competitivos respecto a Barcelona. Instalarse también en bonificaciones fiscales establecidas por el ayuntamiento y disfrutar de una zona bien comunicada, casi en el centro del área metropolitana y cerca también del aeropuerto. Por todo ello, alguien bautizó L’Hospitalet como el Brooklynn de Barcelona.

Y sin abandonar aún la segunda ciudad de Cataluña, hay que hablar de otro proyecto altamente estratégico como el clúster biomédico que se articula con los hospitales de Bellvitge y Duran i Reynalds, el campus de medicina y ciencias de la salud de la Universidad de Barcelona y los centros de investigación ICO e Idibell. La próxima cobertura de la Gran Vía en este tramo permitirá gestionar sol para que alrededor de estos centros se puedan instalar empresas relacionadas con la industria biomédica. Aunque está más alejado, el hospital infantil de Sant Joan de Déu, en Esplugues de Llobregat, se ha adherido también al clúster.

La próxima instalación en la zona deportiva de la Diagonal de la Universidad de Barcelona de la ampliación del Hospital Clínic completará desde hace unos años la que será una de las más potentes concentraciones sanitarias de Europa. El futuro Clínico se levantará en una zona que linda con Esplugues y L’Hospitalet y, por tanto, será también un elemento que coserá el territorio en esta zona del área metropolitana que hoy en día no acaba de estar resuelta urbanísticamente.

A pesar de la falta de autoridad urbanística y política al estilo del Greater London, poco a poco los grandes proyectos residenciales que se desarrollan dentro del continuo urbano se están diseñando con criterios metropolitanos y de coser territorios. Por citar sólo un ejemplo, hablaremos de la promoción de más de 2.000 viviendas que se está haciendo en lo que fue la antigua fábrica Montesa, en Esplugues. Se trata de 11 hectáreas en las que también habrá equipamientos públicos, zonas verdes y nuevos viales que conectarán con las zonas vecinas de Cornellà y L’Hospitalet. Cuando esté desarrollada se convertirá en un área estratégica no sólo para Esplugues, sino para el conjunto del área.

Una experiencia de entramado metropolitano se está dando también en el otro extremo de Barcelona en el denominado Eix Besòs, que incluye cinco municipios: Barcelona, Badalona, Santa Coloma, Sant Adrià y Montcada i Reixac. En este caso, se trata de coordinar el conjunto de actividades y proyectos en desarrollo que tienen lugar en esta franja del territorio metropolitano históricamente maltratada. El objetivo es regenerar una zona con grandes desigualdades sociales y urbanísticas y en la que se mezclan usos residenciales con industriales y que tiene importantes necesidades estructurales y de mejoras en comunicación.

El deporte también tiene un importante papel cohesionador. En este sentido, al margen de que la inversión en equipamientos deportivos ha sido muy importante desde los ayuntamientos democráticos, así como para entes supramunicipales como el área metropolitana y la Diputación de Barcelona, es relevante resaltar el papel como reequilibrador territorial que han tenido los dos grandes clubes de la ciudad, el FC Barcelona y el RCD Espanyol. Ambos tienen sus respectivas ciudades deportivas en Sant Joan Despí y Sant Adrià. El Espanyol, además, levantó su nuevo estadio en Cornellà, y el Camp Nou se construyó junto a la Riera Blanca, la calle que separa Barcelona de L’Hospitalet, lo que contribuyó en su día a acercar las dos ciudades.

También cabe destacar, desde el ámbito cultural de nuevo, la gran labor cohesionadora de las bibliotecas de la Red de la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona. En estos momentos, la provincia cuenta con 233 bibliotecas, la mayoría de las cuales se concentran en el área metropolitana, con unos grandes estándares de calidad en las instalaciones y servicios. Cualquier usuario puede consultar en cuestión de horas cualquier libro que forme parte del fondo de cualquier biblioteca de la red. En estos momentos, la red de bibliotecas municipales de la provincia de Barcelona suma más de 2,2 millones de carnés de lectores, lo que la coloca en el club más grande de Barcelona.

 Conclusión, del mismo modo que pasó con la Barcelona en expansión de finales del siglo XIX y principios del XX, la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por la propia iniciativa de los actores públicos y privados. En otras palabras, la realidad metropolitana se está imponiendo y está consolidando la ciudad real, con más lentitud, pero el fenómeno es palpable ya en el territorio.

Se dice que el siglo XXI es el de las grandes metrópolis, verdaderos motores económicos de sus respectivos países y áreas de influencia. Los beneficios de las colaboraciones entre ciudades vecinas e incluso entre metrópolis es evidente. Henry Cisneros, quien fue alcalde de San Antonio (Texas) en los años 80, utilizaba la fórmula 2+2=5 para ilustrar que cuando las ciudades trabajan en objetivos comunes, el todo siempre acaba resultando mayor que la suma de las partes. A pesar de todo, la autoridad política efectiva del área metropolitana de Barcelona, de una gran Barcelona, es la gran asignatura pendiente de la democracia. Lo han impedido un conjunto de recelos y egos políticos y partidistas. Más allá de estos motivos, no tiene sentido que ciudades de una misma área metropolitana compitan entre ellas en un mundo globalizado en lo que son las metrópolis las que deben competir.

Pasqual Maragall, el político más comprometido con el hecho metropolitano, dijo en su discurso de toma de posesión como alcalde Barcelona, el 2 de diciembre de 1982: «La Barcelona de hoy se hizo con una cierta brutalidad creadora. La Barcelona metropolitana se hará con respeto». Desgraciadamente, la liquidación de la Corporación Metropolitana frustró el proyecto.

Por Xavi Casinos, periodista y escritor

“Dentro de pocos momentos, vuestra visita abarcará en su conjunto esta ciudad que se extiende de la montaña al mar y de río a río. Y, si con detenimiento la mira, verá que este inmenso ensanche que rodea la vieja Barcelona es obra exclusiva de la iniciativa individual (…) Mas no verá, no podrá ver, en parte alguna, la acción de la municipalidad barcelonesa (…) porque el ayuntamiento no tiene libertad de acción ni medios económicos para ello (…) Desde la cumbre del Tibidabo veréis los ensanches de Gracia y San Martín, que tienen extensión y vida de grandes ciudades. Pues bien, estos ensanches existen a pesar de la ley”.

Estos son algunos fragmentos del histórico discurso que pronunció Francesc Cambó ante el rey Alfonso XIII en su visita a Barcelona el 7 de abril de 1904. Fue un discurso reivindicativo en el que el entonces joven concejal se quejaba de la falta de autonomía política y financiera del ayuntamiento para dirigir los destinos de la ciudad. Pese a todo, la capital catalana no había detenido su crecimiento, aunque con «infracción de la ley», en palabras de Cambó. Hacía justo siete años que se habían anexionado a Barcelona los municipios de Gràcia, Sant Andreu, Sant Martí, Sants, Les Corts y Sant Gervasi, y los núcleos de estas poblaciones iban avanzando por sí solos hacia un continuo urbano a través de sus respectivos ensanches, extendiéndose por todo el plan. Eso es lo que el líder de la Liga le intentaba explicar al rey, que Barcelona crecía con su propia inercia sin que el gobierno municipal pudiera decidir ni regular mucha cosa.

Un siglo después, la historia, salvando las distancias, podemos decir que se repite, pero esta vez en un escenario muy diferente. Si en 1904 Barcelona reivindicaba su gobierno, cien años después, el área metropolitana está muy lejos todavía de conseguir un ejecutivo con competencias que dirija y coordine el desarrollo de la ciudad real. Lo más lejos que se ha ido fue cuando en 1974, aún en pleno tardofranquismo, se creó la Corporación Metropolitana de Barcelona, a la que más tarde se aferró el alcalde Pasqual Maragall para articular y gobernar una ciudad real que hoy reúne 36 municipios y 3,3 millones de habitantes, y que llega a una población de más de 5 millones y 164 municipios si lo ampliamos en la región metropolitana.

La aventura de la Corporación acabó de golpe en 1987 cuando Jordi Pujol la liquidó al considerarla un contrapoder de la Generalitat. Desde entonces, el área metropolitana se ha articulado a través del voluntarismo de los municipios miembros y a tener inicialmente competencias en materias que no tenía ninguna lógica tomarle, como el transporte público y la gestión de residuos y algunas otras que se han añadido más tarde. Pero nunca ha recuperado la autoridad urbanística ni la estructura política, que sí ha retomado Londres a través del Greater London. De hecho, Pujol se inspiró en Margaret Thatcher, que también liquidó el gobierno metropolitano de la capital británica, restablecido hace unos años.

No deja de sorprender que el tardofranquismo tuviera más sensibilidad metropolitana que los gobiernos democráticos posteriores, porque en estos momentos no se trata tan solo de la desconfianza de la Generalitat, sino también de algunos de los municipios, reticentes a perder parte de sus competencias en favor de una administración supramunicipal. Antes de crear la Corporación Metropolitana, en 1960, el alcalde José María de Porcioles ya había conseguido, bajo la protección política del ministro franquista Laureano López Rodó, una ley especial para Barcelona que le permitía, entre otras cosas, endeudarse para afrontar inversiones, que era precisamente una de las reivindicaciones de Cambó a Alfonso XIII en 1904.

La situación hoy en cuanto al desarrollo del área metropolitana es, como decíamos al principio, similar a la de Barcelona de principios del siglo XX: se está empezando a desarrollar por ella misma ante la falta de autoridad política y urbanística. Así, podemos identificar algunas iniciativas que van consolidando urbanísticamente la cohesión metropolitana, una selección de las cuales se detallarán a continuación y que van de la cultura a la sanidad y del deporte a la Feria.

El Círculo de Economía impulsó en 1973, un año antes de la creación de la Corporación Metropolitana, una histórica publicación titulada Gestión o caos. El área metropolitana de Barcelona. En ella, hacía un análisis de los problemas, sobre todo urbanísticos, del territorio. Todos ellos tenían como común denominador la falta de un ordenamiento global y de un poder institucionalizado con capacidad de gestión y decisión. La Corporación Metropolitana, primero, y el Plan General Metropolitano de 1976, después, intentaron poner remedio, pero el territorio estaba muy desestructurado y con profundas desigualdades sociales, y lleno de polígonos de viviendas sin servicios construidos durante el desarrollismo bajo el criterio del barraquismo vertical. Barcelona, además, expulsaba hacia los municipios vecinos infraestructuras molestas, como depuradoras, térmicas, incineradoras y vertederos. Incluso el barrio de La Mina fue traspasado a Sant Adrià del Besòs.

Hoy, la situación ha mejorado. La red de transporte público, aunque todavía insuficiente en algunos aspectos, vertebra prácticamente todo el continuo urbano, entre metro, autobuses, Ferrocarriles y alrededores. Y ahora se da la circunstancia de que desde hace unos años Barcelona ha empezado a expulsar actividades que aportan valor a los municipios vecinos y, en consecuencia, a toda el área metropolitana.

Uno de los municipios más beneficiados ha sido L’Hospitalet. A partir de 1995 se construyó la ampliación de la Feria en terrenos del polígono Pedrosa, prácticamente su totalidad en el término municipal de la segunda ciudad de Cataluña. La Feria, además del impacto en la fiscalidad del consistorio, ha hecho de motor del distrito económico y hotelero desarrollado en torno a la plaza Europa, resultado del cubrimiento de la Gran Vía. Así, en L’Hospitalet tiene lugar el más importante evento relacionado con la telefonía, el Mobile World Congress, que antes de la pandemia atraía a más de 100.000 visitantes, cifra que espera superar una vez finalicen las restricciones debidas al covid. Por este motivo, se está ya ampliando el recinto en lo que había sido la fábrica Porcelanosa.

En el terreno de la cultura y la creación, L’Hospitalet lleva años trabajando en un proyecto altamente estratégico como es el del Distrito Cultural, que tiene su punto neurálgico en un antiguo polígono industrial que el crecimiento de la ciudad en las últimas décadas ha dejado situado en el centro del municipio. Se trata de un conjunto de naves y edificios que han quedado en buena parte obsoletos para la industria, pero que en cambio son muy idóneos para actividades culturales, talleres de artistas y sedes de pymes dedicadas a las industrias creativas. Actualmente, hay unos 500 operadores del sector ubicados en el polígono atraídos por los precios competitivos respecto a Barcelona. Instalarse también en bonificaciones fiscales establecidas por el ayuntamiento y disfrutar de una zona bien comunicada, casi en el centro del área metropolitana y cerca también del aeropuerto. Por todo ello, alguien bautizó L’Hospitalet como el Brooklynn de Barcelona.

Y sin abandonar aún la segunda ciudad de Cataluña, hay que hablar de otro proyecto altamente estratégico como el clúster biomédico que se articula con los hospitales de Bellvitge y Duran i Reynalds, el campus de medicina y ciencias de la salud de la Universidad de Barcelona y los centros de investigación ICO e Idibell. La próxima cobertura de la Gran Vía en este tramo permitirá gestionar sol para que alrededor de estos centros se puedan instalar empresas relacionadas con la industria biomédica. Aunque está más alejado, el hospital infantil de Sant Joan de Déu, en Esplugues de Llobregat, se ha adherido también al clúster.

La próxima instalación en la zona deportiva de la Diagonal de la Universidad de Barcelona de la ampliación del Hospital Clínic completará desde hace unos años la que será una de las más potentes concentraciones sanitarias de Europa. El futuro Clínico se levantará en una zona que linda con Esplugues y L’Hospitalet y, por tanto, será también un elemento que coserá el territorio en esta zona del área metropolitana que hoy en día no acaba de estar resuelta urbanísticamente.

A pesar de la falta de autoridad urbanística y política al estilo del Greater London, poco a poco los grandes proyectos residenciales que se desarrollan dentro del continuo urbano se están diseñando con criterios metropolitanos y de coser territorios. Por citar sólo un ejemplo, hablaremos de la promoción de más de 2.000 viviendas que se está haciendo en lo que fue la antigua fábrica Montesa, en Esplugues. Se trata de 11 hectáreas en las que también habrá equipamientos públicos, zonas verdes y nuevos viales que conectarán con las zonas vecinas de Cornellà y L’Hospitalet. Cuando esté desarrollada se convertirá en un área estratégica no sólo para Esplugues, sino para el conjunto del área.

Una experiencia de entramado metropolitano se está dando también en el otro extremo de Barcelona en el denominado Eix Besòs, que incluye cinco municipios: Barcelona, Badalona, Santa Coloma, Sant Adrià y Montcada i Reixac. En este caso, se trata de coordinar el conjunto de actividades y proyectos en desarrollo que tienen lugar en esta franja del territorio metropolitano históricamente maltratada. El objetivo es regenerar una zona con grandes desigualdades sociales y urbanísticas y en la que se mezclan usos residenciales con industriales y que tiene importantes necesidades estructurales y de mejoras en comunicación.

El deporte también tiene un importante papel cohesionador. En este sentido, al margen de que la inversión en equipamientos deportivos ha sido muy importante desde los ayuntamientos democráticos, así como para entes supramunicipales como el área metropolitana y la Diputación de Barcelona, es relevante resaltar el papel como reequilibrador territorial que han tenido los dos grandes clubes de la ciudad, el FC Barcelona y el RCD Espanyol. Ambos tienen sus respectivas ciudades deportivas en Sant Joan Despí y Sant Adrià. El Espanyol, además, levantó su nuevo estadio en Cornellà, y el Camp Nou se construyó junto a la Riera Blanca, la calle que separa Barcelona de L’Hospitalet, lo que contribuyó en su día a acercar las dos ciudades.

También cabe destacar, desde el ámbito cultural de nuevo, la gran labor cohesionadora de las bibliotecas de la Red de la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona. En estos momentos, la provincia cuenta con 233 bibliotecas, la mayoría de las cuales se concentran en el área metropolitana, con unos grandes estándares de calidad en las instalaciones y servicios. Cualquier usuario puede consultar en cuestión de horas cualquier libro que forme parte del fondo de cualquier biblioteca de la red. En estos momentos, la red de bibliotecas municipales de la provincia de Barcelona suma más de 2,2 millones de carnés de lectores, lo que la coloca en el club más grande de Barcelona.

 Conclusión, del mismo modo que pasó con la Barcelona en expansión de finales del siglo XIX y principios del XX, la falta de una autoridad política, urbanística y económica del área metropolitana ha sido sustituida por la propia iniciativa de los actores públicos y privados. En otras palabras, la realidad metropolitana se está imponiendo y está consolidando la ciudad real, con más lentitud, pero el fenómeno es palpable ya en el territorio.

Se dice que el siglo XXI es el de las grandes metrópolis, verdaderos motores económicos de sus respectivos países y áreas de influencia. Los beneficios de las colaboraciones entre ciudades vecinas e incluso entre metrópolis es evidente. Henry Cisneros, quien fue alcalde de San Antonio (Texas) en los años 80, utilizaba la fórmula 2+2=5 para ilustrar que cuando las ciudades trabajan en objetivos comunes, el todo siempre acaba resultando mayor que la suma de las partes. A pesar de todo, la autoridad política efectiva del área metropolitana de Barcelona, de una gran Barcelona, es la gran asignatura pendiente de la democracia. Lo han impedido un conjunto de recelos y egos políticos y partidistas. Más allá de estos motivos, no tiene sentido que ciudades de una misma área metropolitana compitan entre ellas en un mundo globalizado en lo que son las metrópolis las que deben competir.

Pasqual Maragall, el político más comprometido con el hecho metropolitano, dijo en su discurso de toma de posesión como alcalde Barcelona, el 2 de diciembre de 1982: «La Barcelona de hoy se hizo con una cierta brutalidad creadora. La Barcelona metropolitana se hará con respeto». Desgraciadamente, la liquidación de la Corporación Metropolitana frustró el proyecto.

share: