EL ‘SACRIFICIO’ DE BARCELONA EN BENEFICIO DEL ÁREA METROPOLITANA

Manel Manchon analiza los retos que plantea la propuesta del nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, de extender el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) a otros municipios para cubrir un territorio de unos 5,2 millones de habitantes

por Manel Manchon, periodista

Las políticas metropolitanas vuelven a estar en el centro del debate político. La propuesta del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, de extender el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) a otros municipios para cubrir un territorio de unos 5,2 millones de habitantes, ha obligado a los propios alcaldes a posicionarse. Hay recelos y cuestiones que se deben esclarecer en los próximos meses. En todo caso el hecho metropolitano obligará al principal actor en Catalunya, el Govern de la Generalitat, a posicionarse, ya sea para iniciar algún tipo de colaboración más estrecha que la actual o para rechazar por completo la idea de Collboni. Y señala un modelo para el futuro, con el posible ‘sacrificio’ de Barcelona en beneficio del área metropolitana.

¿Cómo? Las ciudades se entienden como una mezcla de usos, como la integración de personas muy distintas, como el intercambio cultural, como un lugar para el ocio y el aprendizaje. Pero el modelo económico que ha imperado ha obligado a una especialización, dentro de una dura competencia internacional. Ya no compiten los países, sino las ciudades y sus áreas territoriales de influencia. Algunos economistas sostienen que la verdadera lucha se establecerá entre las zonas urbanas más dinámicas. Todas ellas buscan atraer un talento internacional, un turismo de calidad, con inversores que valoren la calidad de vida y el acceso a la tecnología y la educación superior de alto valor añadido. Y Barcelona intenta surfear en esa batalla. Está bien posicionada, pero deberá trabajar con intensidad con una colaboración clara, firme y honesta entre la administración pública y el sector privado.

En esa competencia internacional hay posibilidades de éxito. La cuestión que se dirime es otra. Se trata de comprobar, tras un análisis riguroso que corresponde a los organismos y entidades más activos de la ciudad, si todo el territorio catalán en su conjunto y el metropolitano en particular, podría asumir e interiorizar el ‘sacrificio’ de Barcelona. Es decir, si la ciudad compite en el ámbito internacional con todas las consecuencias, los vecinos y vecinas de Barcelona lo tendrán complicado para poder seguir viviendo en una urbe que –guste o no, se entienda o no—es todavía ‘barata’ entre las grandes ciudades globales.

La experta en políticas metropolitanas Mariona Tomàs considera que Barcelona debería poder conservar su seña de identidad, que no es otra que la de muchas otras ciudades medias en el mundo: la mezcla, la combinación de rentas económicas muy distintas, la interrelación de generaciones diferentes. Y es cierto que eso ha caracterizado a las grandes urbes, las que han crecido en los últimos cien años. Pero, ¿lo podrá seguir siendo? En una economía basada por completo en el sector servicios, en el sur de Europa, Barcelona tiene las de ganar si ‘abraza’ un talento internacional que, tras una comparación exhaustiva, comprueba que es una ciudad asequible, amable, con centros de investigación y educativos de altura, con servicios públicos aceptables y con una calidad de vida muy por encima de la media.

En gran medida el centro de riqueza para todo el territorio catalán será Barcelona y su inmediata área de influencia. Y es ahí donde aparece el AMB y la propuesta de Jaume Collboni, con un factor añadido: cómo paliar la desigualdad, cómo mejorar con políticas bien diseñadas la vida de muchos habitantes que han quedado un tanto marginados en los últimos dos decenios, con la crisis financiera y económica de 2008 todavía muy presente.

”El economista Miquel Puig sostiene que el presidente de la Generalitat debería ser, en la práctica, el gran alcalde de esa gran ciudad metropolitana»

El área metropolitana bien entendida, como una gran mancha urbana que integre los dos Vallès, y hasta Vilanova y Mataró, debe ser el asidero para todos aquellos habitantes que ya no puedan seguir en Barcelona. Y como efecto dominó, las ciudades medias y pequeñas del resto del territorio catalán, podrán asumir también los desplazamientos que se produzcan desde el área metropolitana hacia el interior de Catalunya. ¿Es irrealizable? Dependerá de la capacidad de las administraciones para preparar ese terreno, para planificar a veinte y treinta años vista. Se trata, en realidad, del primer reto, el más ambicioso y el más inteligente que debería asumir el gobierno autonómico, desde la premisa de que la ordenación del territorio ha sido un desastre en el pasado, con una superposición de administraciones como los consejos comarcales o la idea de las veguerías.

Porque, y la pregunta es pertinente: ¿qué papel tendría la Generalitat en una Catalunya que ya roza los ocho millones de personas, si el Área Metropolitana de Barcelona integra a 5,2 millones? Tiene un enorme campo. El AMB ampliada no sería ningún contrapoder. Las competencias en vivienda, por ejemplo, son de la Generalitat. De lo que se trata es de colaborar, de llegar a acuerdos, de implementar convenios con los municipios para mejorar las comunicaciones –aquí el papel del Gobierno central es también esencial, con un servicio de Cercanías de Renfe que sea realmente eficaz–, diseñar zonas de bajas emisiones con un criterio realista o mejorar de forma integral barrios enteros de determinados pueblos y ciudades.

El AMB deberá también hacer sus deberes. En los últimos años la desigualdad en el territorio se ha ampliado. Y aquí el poder político juega un rol determinante. Las mejoras se han producido más en la zona del Baix Llobregat que en el eje norte de Barcelona, en poblaciones como Sant Adrià, Santa Coloma de Gramenet o Badalona. El peso de dirigentes políticos del Baix Llobregat en el AMB ha sido crucial, y se entendió en su momento, porque en esas zonas la pérdida del peso del sector industrial tuvo importantes consecuencias sociales. Pero ha ido en detrimento de ese Barcelonès Nord, con grandes diferencias de todo tipo, especialmente en el campo educativo. Ahora esa situación ha comenzado a cambiar, pero el recorrido que queda por hacer es enorme.

En ciudades como Santa Coloma de Gramenet el Ayuntamiento está limitado, porque, ¿cómo se consiguen ingresos propios, con rentas muy bajas por parte de la mayoría de sus vecinos? Es ahí donde el AMB puede incidir, con inversiones en áreas concretas, con políticas educativas bien enfocadas. Y es ahí donde tiene sentido hablar de una gran ciudad de algo más de cinco millones de personas, sin que nadie vea un rival en el otro lado.

El economista Miquel Puig sostiene que el presidente de la Generalitat debería ser, en la práctica, el gran alcalde de esa gran ciudad metropolitana. Es, de hecho, el gran reto de Catalunya en los próximos años, con Barcelona como espacio central de 1,6 millones de personas, destinada a ser la ‘gran fábrica’, la gran fuente de riqueza’, de todo el territorio, aunque ello suponga ‘sacrificarla’ para los propios locales.

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¿Cómo? Las ciudades se entienden como una mezcla de usos, como la integración de personas muy distintas, como el intercambio cultural, como un lugar para el ocio y el aprendizaje. Pero el modelo económico que ha imperado ha obligado a una especialización, dentro de una dura competencia internacional. Ya no compiten los países, sino las ciudades y sus áreas territoriales de influencia. Algunos economistas sostienen que la verdadera lucha se establecerá entre las zonas urbanas más dinámicas. Todas ellas buscan atraer un talento internacional, un turismo de calidad, con inversores que valoren la calidad de vida y el acceso a la tecnología y la educación superior de alto valor añadido. Y Barcelona intenta surfear en esa batalla. Está bien posicionada, pero deberá trabajar con intensidad con una colaboración clara, firme y honesta entre la administración pública y el sector privado.

En esa competencia internacional hay posibilidades de éxito. La cuestión que se dirime es otra. Se trata de comprobar, tras un análisis riguroso que corresponde a los organismos y entidades más activos de la ciudad, si todo el territorio catalán en su conjunto y el metropolitano en particular, podría asumir e interiorizar el ‘sacrificio’ de Barcelona. Es decir, si la ciudad compite en el ámbito internacional con todas las consecuencias, los vecinos y vecinas de Barcelona lo tendrán complicado para poder seguir viviendo en una urbe que –guste o no, se entienda o no—es todavía ‘barata’ entre las grandes ciudades globales.

La experta en políticas metropolitanas Mariona Tomàs considera que Barcelona debería poder conservar su seña de identidad, que no es otra que la de muchas otras ciudades medias en el mundo: la mezcla, la combinación de rentas económicas muy distintas, la interrelación de generaciones diferentes. Y es cierto que eso ha caracterizado a las grandes urbes, las que han crecido en los últimos cien años. Pero, ¿lo podrá seguir siendo? En una economía basada por completo en el sector servicios, en el sur de Europa, Barcelona tiene las de ganar si ‘abraza’ un talento internacional que, tras una comparación exhaustiva, comprueba que es una ciudad asequible, amable, con centros de investigación y educativos de altura, con servicios públicos aceptables y con una calidad de vida muy por encima de la media.

En gran medida el centro de riqueza para todo el territorio catalán será Barcelona y su inmediata área de influencia. Y es ahí donde aparece el AMB y la propuesta de Jaume Collboni, con un factor añadido: cómo paliar la desigualdad, cómo mejorar con políticas bien diseñadas la vida de muchos habitantes que han quedado un tanto marginados en los últimos dos decenios, con la crisis financiera y económica de 2008 todavía muy presente.

”El economista Miquel Puig sostiene que el presidente de la Generalitat debería ser, en la práctica, el gran alcalde de esa gran ciudad metropolitana”

El área metropolitana bien entendida, como una gran mancha urbana que integre los dos Vallès, y hasta Vilanova y Mataró, debe ser el asidero para todos aquellos habitantes que ya no puedan seguir en Barcelona. Y como efecto dominó, las ciudades medias y pequeñas del resto del territorio catalán, podrán asumir también los desplazamientos que se produzcan desde el área metropolitana hacia el interior de Catalunya. ¿Es irrealizable? Dependerá de la capacidad de las administraciones para preparar ese terreno, para planificar a veinte y treinta años vista. Se trata, en realidad, del primer reto, el más ambicioso y el más inteligente que debería asumir el gobierno autonómico, desde la premisa de que la ordenación del territorio ha sido un desastre en el pasado, con una superposición de administraciones como los consejos comarcales o la idea de las veguerías.Porque, y la pregunta es pertinente: ¿qué papel tendría la Generalitat en una Catalunya que ya roza los ocho millones de personas, si el Área Metropolitana de Barcelona integra a 5,2 millones? Tiene un enorme campo. El AMB ampliada no sería ningún contrapoder. Las competencias en vivienda, por ejemplo, son de la Generalitat. De lo que se trata es de colaborar, de llegar a acuerdos, de implementar convenios con los municipios para mejorar las comunicaciones –aquí el papel del Gobierno central es también esencial, con un servicio de Cercanías de Renfe que sea realmente eficaz–, diseñar zonas de bajas emisiones con un criterio realista o mejorar de forma integral barrios enteros de determinados pueblos y ciudades.El AMB deberá también hacer sus deberes. En los últimos años la desigualdad en el territorio se ha ampliado. Y aquí el poder político juega un rol determinante. Las mejoras se han producido más en la zona del Baix Llobregat que en el eje norte de Barcelona, en poblaciones como Sant Adrià, Santa Coloma de Gramenet o Badalona. El peso de dirigentes políticos del Baix Llobregat en el AMB ha sido crucial, y se entendió en su momento, porque en esas zonas la pérdida del peso del sector industrial tuvo importantes consecuencias sociales. Pero ha ido en detrimento de ese Barcelonès Nord, con grandes diferencias de todo tipo, especialmente en el campo educativo. Ahora esa situación ha comenzado a cambiar, pero el recorrido que queda por hacer es enorme.En ciudades como Santa Coloma de Gramenet el Ayuntamiento está limitado, porque, ¿cómo se consiguen ingresos propios, con rentas muy bajas por parte de la mayoría de sus vecinos? Es ahí donde el AMB puede incidir, con inversiones en áreas concretas, con políticas educativas bien enfocadas. Y es ahí donde tiene sentido hablar de una gran ciudad de algo más de cinco millones de personas, sin que nadie vea un rival en el otro lado.El economista Miquel Puig sostiene que el presidente de la Generalitat debería ser, en la práctica, el gran alcalde de esa gran ciudad metropolitana. Es, de hecho, el gran reto de Catalunya en los próximos años, con Barcelona como espacio central de 1,6 millones de personas, destinada a ser la ‘gran fábrica’, la gran fuente de riqueza’, de todo el territorio, aunque ello suponga ‘sacrificarla’ para los propios locales.

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