EL NECESARIO LIDERAZGO METROPOLITANO, ¿QUIÉN SE SIENTE ALUDIDO?

 El director adjunto de Metrópoli Abierta, Manel Manchón, analiza cómo deberán ser las estructuras económicas del futuro para asumir los nuevos retos metropolitanos

Por Manel Manchón, director adjunto de Metrópoli Abierta.

Los alcaldes metropolitanos han tomado conciencia del reto que tienen por delante. Las estructuras económicas de las que disponen ya no serán suficientes en unos pocos años. La competencia entre territorios, y los procesos de globalización, hacen necesario un salto adelante de envergadura. Y se han puesto a ello a partir de estudios que aconsejan concentrar esfuerzos, buscar sinergias a partir de la densidad de actores de todo tipo. Lo ha hecho un municipio como L’Hospitalet, que ha buscado solventar sus heridas urbanas con un proyecto ambicioso e ilusionante: el BioClúster alrededor del Hospital de Bellvitge, que puede convertirse en el más importante de Europa. Otras localidades vecinas han hecho lo propio, como Esplugues, definida por su alcaldesa, Pilar Díaz, como “la nueva centralidad del área metropolitana”. En este caso se quiere diseñar hasta cuatro hubs de innovación, que pasan por la biomedicina, la alimentación, la tecnología del urbanismo y la Inteligencia Artificial. El centro de todo ello será el nuevo Hospital Clínic y el Hospital Sant Joan de Déu, junto a universidades públicas y privadas y empresas y clínicas privadas que operan en la zona alta de la Diagonal.

“Los alcaldes metropolitanos también son conscientes de que sin liderazgo todo lo que puedan planificar puede caer en saco roto.»

Hay proyectos, por tanto. Hay deseos de generar puestos de trabajo de valor añadido, ligados al conocimiento. En el área de Barcelona hay unos 125.000 trabajos ligados al conocimiento, cuando la cifra que se consideraría óptima es la de 200.000, porque sólo esos porcentajes, –sobre un 20% o un 25% del total de trabajadores—se consideran una garantía para el progreso económico metropolitano.

Los alcaldes metropolitanos, sin embargo, tienen un problema. Defienden la llamada soberanía local, y ven con cautela los planes de otros dirigentes, –como lo expresó el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en un acto de Rethink Barcelona en Foment—de que el organismo supramunicipal de la AMB asuma más competencias y un dirigismo contundente. Pero también son conscientes de que sin liderazgo todo lo que puedan planificar puede caer en saco roto.

Es al Govern de la Generalitat al que apelan. No se trata de discernir el color político de la Generalitat. La solución es que el ejecutivo catalán, sea el que sea, asuma que gran parte del futuro de Catalunya pasa por el área metropolitana, por los clústeres que se desean generar, por los distritos de innovación. Y todo ello resultará imposible, por ejemplo, sin una clara extensión del metro en el Baix Llobregat, sin un plan de vivienda pública ambicioso, sin el diseño de una nueva fiscalidad, sin planes de formación serios para los jóvenes.

El plan de Esplugues puede ser muy interesante, como lo explica el urbanista Ramon Gras, que lo ha impulsado por encargo del municipio. Se puede contar con el traslado del Hospital Clínic a la zona –los terrenos de deportes de la UB en la Diagonal—pero, ¿qué pasa con la estación de metro de la L3, que sigue paralizada? La ampliación del Clínic en la Diagonal obliga, sí, a la modificación de la prolongación de la L3. Lo que está previsto es una en Sant Joan de Déu, pero se considera que se podría recolocar esa estación en un punto intermedio, con la idea de complementarla con un nuevo ramal del Trambaix. ¿Alguien está en ello?

Los alcaldes metropolitanos asisten, entre la perplejidad y el desasosiego, a la parálisis del Govern de la Generalitat. Porque cualquier plan local que se pueda pensar y poner en marcha depende de medidas que sobrepasan las competencias municipales. Un alcalde como Xavi Paz, de Molins de Rei, señala que es más fácil la comunicación para llegar a Barcelona que a Sant Boi o Sant Cugat. Pero no se pone remedio, con un sistema de comunicaciones pensado sólo para unir la capital con el resto (¿No se crítica eso respecto a Madrid y el conjunto de España?). Los ciudadanos del área metropolitana trabajan y viven en distintos municipios, y necesitan conexiones transversales. Muchos no necesitan para su vida diaria pasar por Barcelona. Sólo si se facilitan se podrá lograr el objetivo de esponjar la gran capital, y ordenar de forma racional servicios y necesidades residenciales.

Si el AMB, –porque las cosas deben ir de forma más lenta, pero bien asentadas, como propugna su vicepresidente ejecutivo, Antoni Balmón—no debe asumir ese liderazgo fuerte metropolitano, entonces lo debe hacer el Govern de la Generalitat, siempre en colaboración con los alcaldes metropolitanos. Pero alguien debe entender que lo que pase en la gran corona de Barcelona es fundamental no sólo para sus propios habitantes, sino para todo el territorio catalán.

Por Manel Manchón, director adjunto de Metrópoli Abierta

Los alcaldes metropolitanos han tomado conciencia del reto que tienen por delante. Las estructuras económicas de las que disponen ya no serán suficientes en unos pocos años. La competencia entre territorios, y los procesos de globalización, hacen necesario un salto adelante de envergadura. Y se han puesto a ello a partir de estudios que aconsejan concentrar esfuerzos, buscar sinergias a partir de la densidad de actores de todo tipo. Lo ha hecho un municipio como L’Hospitalet, que ha buscado solventar sus heridas urbanas con un proyecto ambicioso e ilusionante: el BioClúster alrededor del Hospital de Bellvitge, que puede convertirse en el más importante de Europa. Otras localidades vecinas han hecho lo propio, como Esplugues, definida por su alcaldesa, Pilar Díaz, como “la nueva centralidad del área metropolitana”. En este caso se quiere diseñar hasta cuatro hubs de innovación, que pasan por la biomedicina, la alimentación, la tecnología del urbanismo y la Inteligencia Artificial. El centro de todo ello será el nuevo Hospital Clínic y el Hospital Sant Joan de Déu, junto a universidades públicas y privadas y empresas y clínicas privadas que operan en la zona alta de la Diagonal.

«Los alcaldes metropolitanos también son conscientes de que sin liderazgo todo lo que puedan planificar puede caer en saco roto”

 

 

 

Hay proyectos, por tanto. Hay deseos de generar puestos de trabajo de valor añadido, ligados al conocimiento. En el área de Barcelona hay unos 125.000 trabajos ligados al conocimiento, cuando la cifra que se consideraría óptima es la de 200.000, porque sólo esos porcentajes, –sobre un 20% o un 25% del total de trabajadores—se consideran una garantía para el progreso económico metropolitano.

Los alcaldes metropolitanos, sin embargo, tienen un problema. Defienden la llamada soberanía local, y ven con cautela los planes de otros dirigentes, –como lo expresó el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en un acto de Rethink Barcelona en Foment—de que el organismo supramunicipal de la AMB asuma más competencias y un dirigismo contundente. Pero también son conscientes de que sin liderazgo todo lo que puedan planificar puede caer en saco roto.

Es al Govern de la Generalitat al que apelan. No se trata de discernir el color político de la Generalitat. La solución es que el ejecutivo catalán, sea el que sea, asuma que gran parte del futuro de Catalunya pasa por el área metropolitana, por los clústeres que se desean generar, por los distritos de innovación. Y todo ello resultará imposible, por ejemplo, sin una clara extensión del metro en el Baix Llobregat, sin un plan de vivienda pública ambicioso, sin el diseño de una nueva fiscalidad, sin planes de formación serios para los jóvenes.

El plan de Esplugues puede ser muy interesante, como lo explica el urbanista Ramon Gras, que lo ha impulsado por encargo del municipio. Se puede contar con el traslado del Hospital Clínic a la zona –los terrenos de deportes de la UB en la Diagonal—pero, ¿qué pasa con la estación de metro de la L3, que sigue paralizada? La ampliación del Clínic en la Diagonal obliga, sí, a la modificación de la prolongación de la L3. Lo que está previsto es una en Sant Joan de Déu, pero se considera que se podría recolocar esa estación en un punto intermedio, con la idea de complementarla con un nuevo ramal del Trambaix. ¿Alguien está en ello?

Los alcaldes metropolitanos asisten, entre la perplejidad y el desasosiego, a la parálisis del Govern de la Generalitat. Porque cualquier plan local que se pueda pensar y poner en marcha depende de medidas que sobrepasan las competencias municipales. Un alcalde como Xavi Paz, de Molins de Rei, señala que es más fácil la comunicación para llegar a Barcelona que a Sant Boi o Sant Cugat. Pero no se pone remedio, con un sistema de comunicaciones pensado sólo para unir la capital con el resto (¿No se crítica eso respecto a Madrid y el conjunto de España?). Los ciudadanos del área metropolitana trabajan y viven en distintos municipios, y necesitan conexiones transversales. Muchos no necesitan para su vida diaria pasar por Barcelona. Sólo si se facilitan se podrá lograr el objetivo de esponjar la gran capital, y ordenar de forma racional servicios y necesidades residenciales.

Si el AMB, –porque las cosas deben ir de forma más lenta, pero bien asentadas, como propugna su vicepresidente ejecutivo, Antoni Balmón—no debe asumir ese liderazgo fuerte metropolitano, entonces lo debe hacer el Govern de la Generalitat, siempre en colaboración con los alcaldes metropolitanos. Pero alguien debe entender que lo que pase en la gran corona de Barcelona es fundamental no sólo para sus propios habitantes, sino para todo el territorio catalán.

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