DEMOGRAFÍA Y METRÓPOLI

El sociólogo y politólogo Hector Santcovsky analiza el «reto» que plantean las previsiones demográficas a nivel metropolitano y reclama una apertura de miras y una perspectiva estratégica para hacerle frente y mantener el modelo social actual, caracterizado por la convivencia y la integración 

por Héctor Santcovsky

Nuevos fantasmas recorren Europa, y no es lo que predijo Karl Marx. Cuando hablamos hoy en día de los grandes problemas que conforman los principales retos del mundo contemporáneo, destacan dos: la crisis climática y el reto demográfico.

Refiriéndonos al tema demográfico, su relevancia es muy significativa actualmente. En un mismo día salían dos noticias como titulares en la prensa catalana: uno señalaba que Corea del Sur recurrirá a más inmigrantes «con el fin de evitar la extinción del país» (y podríamos añadir su economía), y otro en torno a la justificación del Gobierno sobre la baja posición de la escuela catalana en el informe Pisa que, supuestamente, se debería al peso de la inmigración. Es obvio que el tema ha adquirido proporciones que exigen atacarlo de manera original porque tendrá un papel clave en las próximas décadas.

La magnitud del fenómeno empujó al gobierno español a crear un ministerio con estas dos competencias. Seguramente tienen poco que ver, sobre todo si pensamos que, históricamente, la demografía iba con la economía y, de hecho, el INE era cosa de economistas y estadistas, pero la situación actual la ha colocado en el centro de la agenda pública. Debemos entender el reto como un estímulo y un desafío que intenta poner el acento en que nos encontramos ante una realidad llena de incertidumbres, interrogantes y la emergencia de nuevas problemáticas.

La realidad demográfica se conforma en la actualidad como un verdadero reto para superar una situación que hoy se presenta de poco crecimiento vegetativo, envejecimiento de una parte muy importante de la población, falta de capacidad de sustitución de mano de obra para mantener el nivel productivo, dificultades para garantizar pensiones futuras por este problema de sustitución, y posibles efectos en perspectiva en la cohesión social del territorio, tal como veremos más adelante.

La demografía, pues, se ha convertido en un tema que atraviesa diversos aspectos como también, aparte de los mencionados, el aumento de la esperanza de vida, el crecimiento desmesurado de ciertas urbes debido a la presión migratoria que tiene orígenes diversos: la procedente del norte de África y de ciertas zonas de América Latina, y en menor medida de Asia con una migración podríamos decir «voluntaria» que se combina con otro tipo de migraciones provenientes de las zonas con conflictos bélicos que es «no voluntaria», y que no sólo llega con una carga económica, sino que se le suma la situación de exilio y desarraigo no deseado. A esto hay que añadir la gravedad de la despoblación del medio rural que conforma otro problema demográfico.

La situación sociodemográfica hace emerger otras realidades complejas como las crisis de grupos de edades, que afectan tanto a la soledad de las personas mayores como a la falta de perspectivas de los jóvenes, toda una serie de factores que se complementan con potenciales complejidades de temas de convivencia a raíz de la diversidad cultural, lingüística y formativa de gran parte de la inmigración que llega a nuestro país.

”Nos enfrentamos a un escenario complejo, con una gran necesidad de resiliencia demográfica, con muchas incertidumbres más que riesgos, porque muchas variables nos son desconocidas”

Este fenómeno migratorio impacta subsidiariamente en otros ámbitos, pero especialmente en la vivienda, en la conformación social de determinados territorios, en el mercado de trabajo y, lamentablemente, en el juego político perverso e interesado de determinadas opciones ideológicas que la usan como arma arrojadiza para responsabilizar la migración de la mayoría de los problemas: inseguridad, marginación, radicalización religiosa, gamberrismo, relegación en barrios gueto, en definitiva, todo lo que se relacione y aumente la polarización.

En el contexto específicamente metropolitano, la crisis demográfica es particularmente grave, ya que su impacto en la planificación de las ciudades es de una magnitud hoy en día no controlable. Cuando dicen que una ciudad como Lagos tendrá al 2100 casi 100 millones de habitantes (https://afriquemagazine.com/la-septieme-puissance-economique-africaine) o que el 70% de la población vivirá en las ciudades en 2050, cualquier «policymaker» le entra un frío al cuerpo por la magnitud de los problemas asociados: abastecimiento de alimentación, agua y electricidad; movilidad; vivienda; salud; educación; integración cultural; riesgos de segregación; cohesión social… imposible de darle alcance con las herramientas actuales.

Nuestro caso es diferente. Seguramente el crecimiento no será como en África ni como Oriente, pero sí aporta muchos interrogantes, y que en cualquier caso abre debates paralelos relacionados con los efectos de los hechos migratorios, como la necesidad de mano de obra, el precio de la vivienda, la integración cultural, la inmersión lingüística de los recién llegados, etc.

En el territorio metropolitano, la realidad se concreta en una tangibilidad condicionada por los dos principales aspectos que conforman los elementos propios de interpretación de los datos demográficos: el crecimiento vegetativo y las corrientes migratorias. En el caso nuestro está claro que el aumento poblacional viene determinado por la llegada de población extranjera, especialmente extra – comunitaria, y esta última es esencial para cubrir puestos de trabajo.

A nivel de región metropolitana, según datos del Plan Director Urbanístico Metropolitano, el IDESCAT y el Centro de Estudios Demográficos, en 2050 el crecimiento poblacional puede llegar a casi 5.900.000 habitantes, con un crecimiento del 13% respecto a hoy en día, y con la complejidad que ello representará en términos de políticas de vivienda y de servicios públicos. No podemos dejar de mencionar que, especialmente en la población autóctona, la fecundidad limitada – del hijo único o simplemente ninguno – y tardía también incide en la estructura poblacional actual, lo que nos lleva a concluir que este crecimiento debería basarse de personas que vienen de otros lugares del mundo.

Y, a su vez, no podremos olvidar el significativo envejecimiento de la población que condicionará muchos temas, desde el mantenimiento de las pensiones – esto excede el ámbito local y regional, será un problema de Estado – pero en el ámbito local el tema del cuidado, el acompañamiento, la soledad, la familia, también la vivienda, los equipamientos y la salud, teniendo en cuenta que se prevé que la población mayor de 65 años aumente un 30% entre el 2020 y el 2040.

Debemos tener presente que cuando hablemos de estructura y crecimiento no será igual en todos los territorios y podría ser fuente de nuevas desigualdades y segregaciones territoriales. Este es uno de los elementos que puede incidir directamente en aspectos de cohesión social, dado el riesgo, tal y como ha pasado y sigue pasando en muchos lugares de Europa, especialmente en Francia e Inglaterra, pero no exclusivamente, de la creación de espacios marginales en la estructura urbana, con una progresiva degradación de los entornos de las ciudades metropolitanas.

La lectura demográfica, pues, debe hacerse desde la óptica de los dos vectores principales: el envejecimiento y los nuevos componentes poblacionales derivados de la renovación fruto de los flujos internacionales, que son los dos focos en los que se debe poner la mirada y ayudar a definir las estrategias de ordenación territorial, de cohesión social, de políticas de vivienda, de movilidad, de emplazamiento de centros de formación profesional, entre otros factores.

Como bien plantea Amanda Blanes del Centro de Estudios Demográficos (CED) en un estudio encargado por el Consejo Económico y Social, no debemos perder de vista que la demografía incide en una identidad territorial que influencia directamente en la percepción de arraigo, elemento clave para construir un modelo cohesionado socialmente que pueda evitar la segregación social por causas territoriales.

En síntesis nos enfrentamos a un escenario complejo, con una fuerte necesidad de resiliencia demográfica (como dice el CED), con muchas incertidumbres más que riesgos, porque muchas variables nos son desconocidas (sobre todo la inmigración africana o la derivada de conflictos bélicos), que si bien se prevén con pirámides estables, la cúspide si se irá ensanchando por mor del envejecimiento que obligará a emprender nuevas políticas en materia de bienestar y servicios sociales, que requerirá la migración para mantener su papel de fuerza de trabajo en las tareas productivas, y, por lo tanto, que requiere seguir siendo atractivos lo cual será a la vez un reclamo para los nuevos migrantes.

En cualquier caso, es fundamental tomarnos seriamente este «reto» y trabajar para garantizar políticas públicas que puedan afrontar las nuevas realidades y tendencias demográficas con la apertura de miras y la perspectiva estratégica requeridas por las nuevas situaciones que ayuden a mantener el modelo social metropolitano actual, caracterizado por la convivencia y la integración.

por Héctor Santcovsky

Nuevos fantasmas recorren Europa, y no es lo que predijo Karl Marx. Cuando hablamos hoy en día de los grandes problemas que conforman los principales retos del mundo contemporáneo, destacan dos: la crisis climática y el reto demográfico.

Refiriéndonos al tema demográfico, su relevancia es muy significativa actualmente. En un mismo día salían dos noticias como titulares en la prensa catalana: uno señalaba que Corea del Sur recurrirá a más inmigrantes «con el fin de evitar la extinción del país» (y podríamos añadir su economía), y otro en torno a la justificación del Gobierno sobre la baja posición de la escuela catalana en el informe Pisa que, supuestamente, se debería al peso de la inmigración. Es obvio que el tema ha adquirido proporciones que exigen atacarlo de manera original porque tendrá un papel clave en las próximas décadas.

La magnitud del fenómeno empujó al gobierno español a crear un ministerio con estas dos competencias. Seguramente tienen poco que ver, sobre todo si pensamos que, históricamente, la demografía iba con la economía y, de hecho, el INE era cosa de economistas y estadistas, pero la situación actual la ha colocado en el centro de la agenda pública. Debemos entender el reto como un estímulo y un desafío que intenta poner el acento en que nos encontramos ante una realidad llena de incertidumbres, interrogantes y la emergencia de nuevas problemáticas.

La realidad demográfica se conforma en la actualidad como un verdadero reto para superar una situación que hoy se presenta de poco crecimiento vegetativo, envejecimiento de una parte muy importante de la población, falta de capacidad de sustitución de mano de obra para mantener el nivel productivo, dificultades para garantizar pensiones futuras por este problema de sustitución, y posibles efectos en perspectiva en la cohesión social del territorio, tal como veremos más adelante.

La demografía, pues, se ha convertido en un tema que atraviesa diversos aspectos como también, aparte de los mencionados, el aumento de la esperanza de vida, el crecimiento desmesurado de ciertas urbes debido a la presión migratoria que tiene orígenes diversos: la procedente del norte de África y de ciertas zonas de América Latina, y en menor medida de Asia con una migración podríamos decir «voluntaria» que se combina con otro tipo de migraciones provenientes de las zonas con conflictos bélicos que es «no voluntaria», y que no sólo llega con una carga económica, sino que se le suma la situación de exilio y desarraigo no deseado. A esto hay que añadir la gravedad de la despoblación del medio rural que conforma otro problema demográfico.

La situación sociodemográfica hace emerger otras realidades complejas como las crisis de grupos de edades, que afectan tanto a la soledad de las personas mayores como a la falta de perspectivas de los jóvenes, toda una serie de factores que se complementan con potenciales complejidades de temas de convivencia a raíz de la diversidad cultural, lingüística y formativa de gran parte de la inmigración que llega a nuestro país.

”Nos enfrentamos a un escenario complejo, con una gran necesidad de resiliencia demográfica, con muchas incertidumbres más que riesgos, porque muchas variables nos son desconocidas”

 

 

 

Este fenómeno migratorio impacta subsidiariamente en otros ámbitos, pero especialmente en la vivienda, en la conformación social de determinados territorios, en el mercado de trabajo y, lamentablemente, en el juego político perverso e interesado de determinadas opciones ideológicas que la usan como arma arrojadiza para responsabilizar la migración de la mayoría de los problemas: inseguridad, marginación, radicalización religiosa, gamberrismo, relegación en barrios gueto, en definitiva, todo lo que se relacione y aumente la polarización.

En el contexto específicamente metropolitano, la crisis demográfica es particularmente grave, ya que su impacto en la planificación de las ciudades es de una magnitud hoy en día no controlable. Cuando dicen que una ciudad como Lagos tendrá al 2100 casi 100 millones de habitantes (https://afriquemagazine.com/la-septieme-puissance-economique-africaine) o que el 70% de la población vivirá en las ciudades en 2050, cualquier «policymaker» le entra un frío al cuerpo por la magnitud de los problemas asociados: abastecimiento de alimentación, agua y electricidad; movilidad; vivienda; salud; educación; integración cultural; riesgos de segregación; cohesión social… imposible de darle alcance con las herramientas actuales.

Nuestro caso es diferente. Seguramente el crecimiento no será como en África ni como Oriente, pero sí aporta muchos interrogantes, y que en cualquier caso abre debates paralelos relacionados con los efectos de los hechos migratorios, como la necesidad de mano de obra, el precio de la vivienda, la integración cultural, la inmersión lingüística de los recién llegados, etc.

En el territorio metropolitano, la realidad se concreta en una tangibilidad condicionada por los dos principales aspectos que conforman los elementos propios de interpretación de los datos demográficos: el crecimiento vegetativo y las corrientes migratorias. En el caso nuestro está claro que el aumento poblacional viene determinado por la llegada de población extranjera, especialmente extra – comunitaria, y esta última es esencial para cubrir puestos de trabajo.

A nivel de región metropolitana, según datos del Plan Director Urbanístico Metropolitano, el IDESCAT y el Centro de Estudios Demográficos, en 2050 el crecimiento poblacional puede llegar a casi 5.900.000 habitantes, con un crecimiento del 13% respecto a hoy en día, y con la complejidad que ello representará en términos de políticas de vivienda y de servicios públicos. No podemos dejar de mencionar que, especialmente en la población autóctona, la fecundidad limitada – del hijo único o simplemente ninguno – y tardía también incide en la estructura poblacional actual, lo que nos lleva a concluir que este crecimiento debería basarse de personas que vienen de otros lugares del mundo.

Y, a su vez, no podremos olvidar el significativo envejecimiento de la población que condicionará muchos temas, desde el mantenimiento de las pensiones – esto excede el ámbito local y regional, será un problema de Estado – pero en el ámbito local el tema del cuidado, el acompañamiento, la soledad, la familia, también la vivienda, los equipamientos y la salud, teniendo en cuenta que se prevé que la población mayor de 65 años aumente un 30% entre el 2020 y el 2040.

Debemos tener presente que cuando hablemos de estructura y crecimiento no será igual en todos los territorios y podría ser fuente de nuevas desigualdades y segregaciones territoriales. Este es uno de los elementos que puede incidir directamente en aspectos de cohesión social, dado el riesgo, tal y como ha pasado y sigue pasando en muchos lugares de Europa, especialmente en Francia e Inglaterra, pero no exclusivamente, de la creación de espacios marginales en la estructura urbana, con una progresiva degradación de los entornos de las ciudades metropolitanas.

La lectura demográfica, pues, debe hacerse desde la óptica de los dos vectores principales: el envejecimiento y los nuevos componentes poblacionales derivados de la renovación fruto de los flujos internacionales, que son los dos focos en los que se debe poner la mirada y ayudar a definir las estrategias de ordenación territorial, de cohesión social, de políticas de vivienda, de movilidad, de emplazamiento de centros de formación profesional, entre otros factores.

Como bien plantea Amanda Blanes del Centro de Estudios Demográficos (CED) en un estudio encargado por el Consejo Económico y Social, no debemos perder de vista que la demografía incide en una identidad territorial que influencia directamente en la percepción de arraigo, elemento clave para construir un modelo cohesionado socialmente que pueda evitar la segregación social por causas territoriales.

En síntesis nos enfrentamos a un escenario complejo, con una fuerte necesidad de resiliencia demográfica (como dice el CED), con muchas incertidumbres más que riesgos, porque muchas variables nos son desconocidas (sobre todo la inmigración africana o la derivada de conflictos bélicos), que si bien se prevén con pirámides estables, la cúspide si se irá ensanchando por mor del envejecimiento que obligará a emprender nuevas políticas en materia de bienestar y servicios sociales, que requerirá la migración para mantener su papel de fuerza de trabajo en las tareas productivas, y, por lo tanto, que requiere seguir siendo atractivos lo cual será a la vez un reclamo para los nuevos migrantes.

En cualquier caso, es fundamental tomarnos seriamente este «reto» y trabajar para garantizar políticas públicas que puedan afrontar las nuevas realidades y tendencias demográficas con la apertura de miras y la perspectiva estratégica requeridas por las nuevas situaciones que ayuden a mantener el modelo social metropolitano actual, caracterizado por la convivencia y la integración.

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