15 AÑOS DE LA LEY QUE CREÓ EL ÁREA METROPOLITANA DE BARCELONA
Por Rafael Pradas, periodista
Hay fechas que adquieren gran importancia para las ciudades y los territorios. Por ejemplo: el 7 de agosto de 1854 cuando se inició el derribo de las murallas que impedían la expansión de Barcelona. O el 20 de abril de 1887, cuando se firmó la anexión a la ciudad de villas vecinas como Santa María de los Santos, San Andrés de Palomar o San Martín de Provenzales. Otra fecha: el 18 de diciembre de 1979, cuando entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Cataluña que ponía la ordenación del territorio en manos del Parlamento.
A este calendario, entre otras fechas, habría que añadir el 27 de julio de 2010, jornada histórica en la que, con una unánime votación en el Parlamento de Cataluña, se cerraron muchas heridas en el territorio con la aprobación de la Ley del Área Metropolitana de Barcelona: 36 municipios extendidos sobre un pequeño territorio de 636 kilómetros cuadrados que concentra a 3.400.000 personas. Se trata de un ámbito de una gran complejidad, un denso continuo urbano de características económicas y sociales especificas que la ley quería afrontar con «voluntad de mejorar la eficiencia y la eficacia de las administraciones, servicios públicos de calidad; administración cercana y capaz de incrementar la implicación y la participación ciudadanas». Un inciso: los barrios de La Florida, de L’Hospitalet, y el de Clignancourt, al norte de París, son los más densamente poblados de Europa.
La aprobación del Área Metropolitana de Barcelona en 2010 fue de hecho un acto de restitución y reparación. De reconocimiento de la tozudez de la realidad. Mientras que en 1987 la antigua Corporación Metropolitana de Barcelona había sido desmantelada por la mayoría parlamentaria de CiU, la aprobación de la nueva ley estuvo marcada, veintitrés años después, por el acuerdo y la voluntad de consenso entre todos los grupos parlamentarios. De hecho, había cambiado la manera de enfocar la cuestión: la antigua CMB fue legalmente abolida como un acto de autoridad del gobierno del país ante el protagonismo de Barcelona, pero los problemas metropolitanos no desaparecieron y tanto las entidades metropolitanas especializadas creadas por ley (transportes y medio ambiente) como la voluntaria Mancomunidad de Municipios Metropolitanos de Barcelona continuaron haciendo un trabajo imprescindible en el territorio. De ello eran muy conscientes los ámbitos económicos, sociales e institucionales más cercanos al nacionalismo.
Simbolismos: Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona cuando se suprimió el AMB y activo opositor a la medida, asistió al pleno desde la tribuna acompañado de quien era alcalde en aquel momento, Jordi Hereu.
«También queda claro que la dimensión metropolitana fortalece oportunidades económicas, sociales, culturales y que es una herramienta de redistribución de riqueza y de generación de oportunidades.” |
Se había acabado un ciclo de la antigua CiU: hacía ya siete años que Jordi Pujol había dejado el liderazgo del catalanismo liberal en manos de Artur Mas, que se convertiría en presidente de la Generalitat al año siguiente. También se acababa, en consecuencia, el ciclo del tripartito PSC, ICV y ERC, que había empezado en 2003: al finalizar la votación, alcaldes metropolitanos y diputados se hicieron una foto de familia, que permitió ver una conversación distendida entre Pasqual Maragall y su sucesor como presidente de la Generalitat, José Montilla, que perdería las elecciones al Parlamento de Cataluña en noviembre del mismo 2010.
Jordi Hereu tenía que perder la alcaldía de Barcelona al año siguiente, 2011, ante Xavier Trias, que se convertiría en presidente del Área Metropolitana de Barcelona. Los alcaldes convergentes habían abrazado la causa metropolitana. De hecho, estaba el reconocimiento mutuo de los errores cometidos.
Es evidente que la realidad metropolitana de Barcelona ha adquirido un nivel de consenso como no había tenido en ninguna otra época. Sin perspectiva metropolitana difícilmente tendrán solución muchos de los problemas que comparten Barcelona y las ciudades de su amplio entorno (movilidad, vivienda, emergencia climática, inclusión social…) También queda claro que la dimensión metropolitana fortalece oportunidades económicas, sociales, culturales y que es una herramienta de redistribución de riqueza y de generación de oportunidades. No se puede olvidar que el área metropolitana es consecuencia directa del crecimiento económico desmesurado de los años sesenta del siglo XX, un desorden social y urbanístico agravado claramente por la falta de instituciones políticas, sociales, sindicales y patronales sólidas y representativas.
Cabe señalar, sin embargo, que entre 2010 y 2025 se han producido muchos cambios económicos, sociales, culturales y de percepción de los problemas. Se ha hecho presente como nunca la crisis del acceso a la vivienda, el fenómeno migratorio no ha parado de crecer, y Barcelona y su área se ha posicionado como un referente en tecnología, ciencias de la salud y actividades avanzadas, pero queda mucho por hacer: un 27,2% de la población metropolitana se encuentra en riesgo de exclusión social según el Instituto Metrópoli de la UAB.
Probablemente hoy los problemas y las oportunidades deben plantearse en el marco de la Región Metropolitana: es evidente que la Barcelona real se extiende más allá de los límites del actual Área. El alcalde Jaume Collboni ha propuesto en varias ocasiones el marco conceptual de la metrópolis grande, consciente de sus complejidad institucional y práctica. Pero el tema ya está abierto.
Por Rafael Pradas, periodista
Hay fechas que adquieren gran importancia para las ciudades y los territorios. Por ejemplo: el 7 de agosto de 1854 cuando se inició el derribo de las murallas que impedían la expansión de Barcelona. O el 20 de abril de 1887, cuando se firmó la anexión a la ciudad de villas vecinas como Santa María de los Santos, San Andrés de Palomar o San Martín de Provenzales. Otra fecha: el 18 de diciembre de 1979, cuando entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Cataluña que ponía la ordenación del territorio en manos del Parlamento.
A este calendario, entre otras fechas, habría que añadir el 27 de julio de 2010, jornada histórica en la que, con una unánime votación en el Parlamento de Cataluña, se cerraron muchas heridas en el territorio con la aprobación de la Ley del Área Metropolitana de Barcelona: 36 municipios extendidos sobre un pequeño territorio de 636 kilómetros cuadrados que concentra a 3.400.000 personas. Se trata de un ámbito de una gran complejidad, un denso continuo urbano de características económicas y sociales especificas que la ley quería afrontar con «voluntad de mejorar la eficiencia y la eficacia de las administraciones, servicios públicos de calidad; administración cercana y capaz de incrementar la implicación y la participación ciudadanas». Un inciso: los barrios de La Florida, de L’Hospitalet, y el de Clignancourt, al norte de París, son los más densamente poblados de Europa.
La aprobación del Área Metropolitana de Barcelona en 2010 fue de hecho un acto de restitución y reparación. De reconocimiento de la tozudez de la realidad. Mientras que en 1987 la antigua Corporación Metropolitana de Barcelona había sido desmantelada por la mayoría parlamentaria de CiU, la aprobación de la nueva ley estuvo marcada, veintitrés años después, por el acuerdo y la voluntad de consenso entre todos los grupos parlamentarios. De hecho, había cambiado la manera de enfocar la cuestión: la antigua CMB fue legalmente abolida como un acto de autoridad del gobierno del país ante el protagonismo de Barcelona, pero los problemas metropolitanos no desaparecieron y tanto las entidades metropolitanas especializadas creadas por ley (transportes y medio ambiente) como la voluntaria Mancomunidad de Municipios Metropolitanos de Barcelona continuaron haciendo un trabajo imprescindible en el territorio. De ello eran muy conscientes los ámbitos económicos, sociales e institucionales más cercanos al nacionalismo.
Simbolismos: Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona cuando se suprimió el AMB y activo opositor a la medida, asistió al pleno desde la tribuna acompañado de quien era alcalde en aquel momento, Jordi Hereu.
«También queda claro que la dimensión metropolitana fortalece oportunidades económicas, sociales, culturales y que es una herramienta de redistribución de riqueza y de generación de oportunidades.” |
Se había acabado un ciclo de la antigua CiU: hacía ya siete años que Jordi Pujol había dejado el liderazgo del catalanismo liberal en manos de Artur Mas, que se convertiría en presidente de la Generalitat al año siguiente. También se acababa, en consecuencia, el ciclo del tripartito PSC, ICV y ERC, que había empezado en 2003: al finalizar la votación, alcaldes metropolitanos y diputados se hicieron una foto de familia, que permitió ver una conversación distendida entre Pasqual Maragall y su sucesor como presidente de la Generalitat, José Montilla, que perdería las elecciones al Parlamento de Cataluña en noviembre del mismo 2010.
Jordi Hereu tenía que perder la alcaldía de Barcelona al año siguiente, 2011, ante Xavier Trias, que se convertiría en presidente del Área Metropolitana de Barcelona. Los alcaldes convergentes habían abrazado la causa metropolitana. De hecho, estaba el reconocimiento mutuo de los errores cometidos.
Es evidente que la realidad metropolitana de Barcelona ha adquirido un nivel de consenso como no había tenido en ninguna otra época. Sin perspectiva metropolitana difícilmente tendrán solución muchos de los problemas que comparten Barcelona y las ciudades de su amplio entorno (movilidad, vivienda, emergencia climática, inclusión social…) También queda claro que la dimensión metropolitana fortalece oportunidades económicas, sociales, culturales y que es una herramienta de redistribución de riqueza y de generación de oportunidades. No se puede olvidar que el área metropolitana es consecuencia directa del crecimiento económico desmesurado de los años sesenta del siglo XX, un desorden social y urbanístico agravado claramente por la falta de instituciones políticas, sociales, sindicales y patronales sólidas y representativas.
Cabe señalar, sin embargo, que entre 2010 y 2025 se han producido muchos cambios económicos, sociales, culturales y de percepción de los problemas. Se ha hecho presente como nunca la crisis del acceso a la vivienda, el fenómeno migratorio no ha parado de crecer, y Barcelona y su área se ha posicionado como un referente en tecnología, ciencias de la salud y actividades avanzadas, pero queda mucho por hacer: un 27,2% de la población metropolitana se encuentra en riesgo de exclusión social según el Instituto Metrópoli de la UAB.
Probablemente hoy los problemas y las oportunidades deben plantearse en el marco de la Región Metropolitana: es evidente que la Barcelona real se extiende más allá de los límites del actual Área. El alcalde Jaume Collboni ha propuesto en varias ocasiones el marco conceptual de la metrópolis grande, consciente de sus complejidad institucional y práctica. Pero el tema ya está abierto.
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