BARCELONA, VOCACIÓN DE METRÓPOLIS FEDERAL
El periodista Rafael Pradas analiza el nuevo escenario que se abre a raíz de la afirmación del nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ‘seremos metropolitanos o no seremos’
El alcalde de Barcelona y presidente del ÀMB, Jaume Collboni, ha hecho públicamente una afirmación que es todo un programa político e institucional: seremos metropolitanos o no seremos. Se refiere obviamente –en línea con lo que expertos y representantes de sectores económicos y sociales vienen diciendo desde hace tiempo- al reconocimiento de la Gran Barcelona, la región metropolitana de 5,5 millones de habitantes, una de las principales aglomeraciones urbanas de Europa. También plantea un gran reto: que en el año 2030 haya un organismo que asuma institucionalmente la complejidad de esta región metropolitana.
Jaume Collboni anunció en público esta línea programática en su toma de posesión como presidente de la AMB a finales del mes de julio y la explicó de nuevo, más recientemente, en Foment de Treball, dentro del ciclo Fer metròpoli organizado por Rethink Barcelona donde desgranó su ideario ante un público con un fuerte componente empresarial, institucional y mediático: si no avanza por los caminos del acuerdo, la concertación y el pacto, Barcelona difícilmente podrá ser una ciudad global que compita internacional y difícilmente podrá abordar los grandes retos planteados: movilidad, vivienda, transición energética, infraestructuras, seguridad, empleo de calidad y mejora de los niveles de equidad. Y, seamos claros, tampoco podrá desarrollar plenamente sus activos y ambiciones en tecnología, innovación o industria. Competitividad digital, atracción de talento, posicionamiento en ciencia o tecnología son valores reconocidos internacionalmente en Barcelona. Pero nada es permanente sin esfuerzo, compromiso y bases sólidas.
”Hará falta un nuevo pacto metropolitano que concierne en primer lugar las administraciones, pero también al conjunto de sectores empresariales, profesionales, sociales y académicos» |
Tanto los problemas como las oportunidades que hoy analizamos no se habían manifestado con su contundencia en el año 2010, cuando tras un laborioso proceso en que se impuso el consenso, el Parlament de Catalunya aprobó de manera solemne y por unanimidad la ley de creación del AMB que recogía aspiraciones y tradiciones forjadas a lo largo de muchos años de nueva democracia municipal y asumía la experiencia de las dificultades de la antigua Corporación Metropolitana de Barcelona o la Mancomunidad de Municipios metropolitanos para poder desarrollar un proyecto con contenido estratégico.
Ni Jordi Pujol ni Pasqual Maragall tenían ya protagonismo político en aquel momento, pero su sombra estaba muy presente. De Pujol quedaba el mensaje de la preeminencia de la Generalitat en la ordenación del territorio y una cierta idea de Catalunya considerada como un todo más basado en las comarcas que en las grandes realidades urbanas, un legado que sus herederos políticos adaptaban a la realidad. De Maragall restaba sobre todo la tozudez para dotar al ámbito de Barcelona de estructuras de gobernanza y buen servicio. Al final, compartir servicios y oportunidades acaba pesando más que las reticencias municipales al peso y la influencia Barcelona. En ese momento y ahora.
En el acto en Foment del Treball, Jaume Collboni recordó que en los años ochenta, lejos todavía de los focos de los Juegos, Maragall imaginaba el Consell de Cent Metropolità. El actual consejo de alcaldes del AMB se ha hecho pequeño ante la realidad: ahora hay que leer el tiempo presente entroncando con la tradición federalista y municipalista partidaria de trabajar de abajo hacia arriba, de concertar voluntades, establecer pactos entre diferentes para alcanzar objetivos comunes. Y es necesario un nuevo horizonte.
Las oportunidades y las políticas de la Barcelona global deberán basarse, por tanto, en la propia realidad: hoy la metrópolis se extiende mucho más allá de los 36 municipios y los 636 km2 del AMB y del estricto continuo urbano. La región metropolitana es un territorio con diversidad de nodos urbanos que generan un amplio sistema de relaciones de producción, residencia, actividad comercial, culturales, servicios… Con una superficie del 10% de Catalunya reúne el 70 % de su población asentada sobre más de 160 municipios de las comarcas de El Barcelonès, Baix Llobregat, Garraf, Alt Penedès, Maresme, Vallès occidental y Vallès oriental. Hay que leer adecuadamente estos datos para comprender y valorar el alcance de la propuesta y la importancia que tiene desde el punto de vista del gobierno de la Generalitat.
Por eso tiene razón Jaume Collboni cuando dice que no se podría empezar la casa por el tejado. Si la Región Metropolitana de Barcelona se institucionaliza de alguna manera, se dota de un nuevo ente o adapta de existentes será a través de un proceso de toma de conciencia colectiva institucional y social que ponga en valor la concertación, el acuerdo y el pacto.
Será necesario en efecto un nuevo pacto metropolitano –de dimensiones nacionales catalanas, no nos engañemos- que concierne en primer lugar a las administraciones (ayuntamientos, AMB, Diputación de Barcelona, Estado y Generalidad de Cataluña), pero también al conjunto de sectores empresariales, profesionales, sociales y académicos. Sobre la mesa está el reto de compartir una visión amplia sobre el futuro de la región, dibujar políticas de escala, coordinar las políticas públicas, acordar sobre la cuestión siempre compleja de las infraestructuras y armonizar normas locales. Ceder, ganar, avanzar, compartir.
Se ha demostrado sobradamente que el territorio metropolitano es rico en iniciativas de diversos niveles. Citamos a modo de ejemplo la asociación de municipios del Arco Metropolitano que integran los grandes ayuntamientos de la segunda corona metropolitana, la asociación Ámbito B30 que articula la colaboración de ayuntamientos y administraciones públicas, centros de investigación, parques tecnológicos, organizaciones empresariales y sindicales y universidades que genera sinergias más allá de los estrictos límites administrativos. O, finalmente, la asociación Pla Estratègic Metropolità creada en 1988 por el ayuntamiento de Barcelona que hoy reúne numerosas instituciones públicas y privadas, y que ha sido y es un buen ámbito de reflexión. Hay elementos para el optimismo.
Mientras tanto, el AMB por boca de su presidente anuncia una nueva mirada –y actuación millonaria- en los barrios del Besòs de Barcelona, Sant Adrià, Santa Coloma, Badalona y Montcada. El eje metropolitano, tantos años pivotando sobre el Baix Llobregat, se reequilibra.
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por Rafael Pradas, periodista
El alcalde de Barcelona y presidente del ÀMB, Jaume Collboni, ha hecho públicamente una afirmación que es todo un programa político e institucional: seremos metropolitanos o no seremos. Se refiere obviamente –en línea con lo que expertos y representantes de sectores económicos y sociales vienen diciendo desde hace tiempo- al reconocimiento de la Gran Barcelona, la región metropolitana de 5,5 millones de habitantes, una de las principales aglomeraciones urbanas de Europa. También plantea un gran reto: que en el año 2030 haya un organismo que asuma institucionalmente la complejidad de esta región metropolitana.
Jaume Collboni anunció en público esta línea programática en su toma de posesión como presidente de la AMB a finales del mes de julio y la explicó de nuevo, más recientemente, en Foment de Treball, dentro del ciclo Fer metròpoli organizado por Rethink Barcelona donde desgranó su ideario ante un público con un fuerte componente empresarial, institucional y mediático: si no avanza por los caminos del acuerdo, la concertación y el pacto, Barcelona difícilmente podrá ser una ciudad global que compita internacional y difícilmente podrá abordar los grandes retos planteados: movilidad, vivienda, transición energética, infraestructuras, seguridad, empleo de calidad y mejora de los niveles de equidad. Y, seamos claros, tampoco podrá desarrollar plenamente sus activos y ambiciones en tecnología, innovación o industria. Competitividad digital, atracción de talento, posicionamiento en ciencia o tecnología son valores reconocidos internacionalmente en Barcelona. Pero nada es permanente sin esfuerzo, compromiso y bases sólidas.
”Hará falta un nuevo pacto metropolitano que concierne en primer lugar las administraciones, pero también al conjunto de sectores empresariales, profesionales, sociales y académicos” |
Tanto los problemas como las oportunidades que hoy analizamos no se habían manifestado con su contundencia en el año 2010, cuando tras un laborioso proceso en que se impuso el consenso, el Parlament de Catalunya aprobó de manera solemne y por unanimidad la ley de creación del AMB que recogía aspiraciones y tradiciones forjadas a lo largo de muchos años de nueva democracia municipal y asumía la experiencia de las dificultades de la antigua Corporación Metropolitana de Barcelona o la Mancomunidad de Municipios metropolitanos para poder desarrollar un proyecto con contenido estratégico.
Ni Jordi Pujol ni Pasqual Maragall tenían ya protagonismo político en aquel momento, pero su sombra estaba muy presente. De Pujol quedaba el mensaje de la preeminencia de la Generalitat en la ordenación del territorio y una cierta idea de Catalunya considerada como un todo más basado en las comarcas que en las grandes realidades urbanas, un legado que sus herederos políticos adaptaban a la realidad. De Maragall restaba sobre todo la tozudez para dotar al ámbito de Barcelona de estructuras de gobernanza y buen servicio. Al final, compartir servicios y oportunidades acaba pesando más que las reticencias municipales al peso y la influencia Barcelona. En ese momento y ahora.
En el acto en Foment del Treball, Jaume Collboni recordó que en los años ochenta, lejos todavía de los focos de los Juegos, Maragall imaginaba el Consell de Cent Metropolità. El actual consejo de alcaldes del AMB se ha hecho pequeño ante la realidad: ahora hay que leer el tiempo presente entroncando con la tradición federalista y municipalista partidaria de trabajar de abajo hacia arriba, de concertar voluntades, establecer pactos entre diferentes para alcanzar objetivos comunes. Y es necesario un nuevo horizonte.
Las oportunidades y las políticas de la Barcelona global deberán basarse, por tanto, en la propia realidad: hoy la metrópolis se extiende mucho más allá de los 36 municipios y los 636 km2 del AMB y del estricto continuo urbano. La región metropolitana es un territorio con diversidad de nodos urbanos que generan un amplio sistema de relaciones de producción, residencia, actividad comercial, culturales, servicios… Con una superficie del 10% de Catalunya reúne el 70 % de su población asentada sobre más de 160 municipios de las comarcas de El Barcelonès, Baix Llobregat, Garraf, Alt Penedès, Maresme, Vallès occidental y Vallès oriental. Hay que leer adecuadamente estos datos para comprender y valorar el alcance de la propuesta y la importancia que tiene desde el punto de vista del gobierno de la Generalitat.
Por eso tiene razón Jaume Collboni cuando dice que no se podría empezar la casa por el tejado. Si la Región Metropolitana de Barcelona se institucionaliza de alguna manera, se dota de un nuevo ente o adapta de existentes será a través de un proceso de toma de conciencia colectiva institucional y social que ponga en valor la concertación, el acuerdo y el pacto.
Será necesario en efecto un nuevo pacto metropolitano –de dimensiones nacionales catalanas, no nos engañemos- que concierne en primer lugar a las administraciones (ayuntamientos, AMB, Diputación de Barcelona, Estado y Generalidad de Cataluña), pero también al conjunto de sectores empresariales, profesionales, sociales y académicos. Sobre la mesa está el reto de compartir una visión amplia sobre el futuro de la región, dibujar políticas de escala, coordinar las políticas públicas, acordar sobre la cuestión siempre compleja de las infraestructuras y armonizar normas locales. Ceder, ganar, avanzar, compartir.
Se ha demostrado sobradamente que el territorio metropolitano es rico en iniciativas de diversos niveles. Citamos a modo de ejemplo la asociación de municipios del Arco Metropolitano que integran los grandes ayuntamientos de la segunda corona metropolitana, la asociación Ámbito B30 que articula la colaboración de ayuntamientos y administraciones públicas, centros de investigación, parques tecnológicos, organizaciones empresariales y sindicales y universidades que genera sinergias más allá de los estrictos límites administrativos. O, finalmente, la asociación Pla Estratègic Metropolità creada en 1988 por el ayuntamiento de Barcelona que hoy reúne numerosas instituciones públicas y privadas, y que ha sido y es un buen ámbito de reflexión. Hay elementos para el optimismo.
Mientras tanto, el AMB por boca de su presidente anuncia una nueva mirada –y actuación millonaria- en los barrios del Besòs de Barcelona, Sant Adrià, Santa Coloma, Badalona y Montcada. El eje metropolitano, tantos años pivotando sobre el Baix Llobregat, se reequilibra.
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https://rethinkbcn.cat/es/rafael-pradas-centres-i-periferies-metropolitanes/
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