EL RETO DE BARCELONA METRÓPOLIS COMO UNA BIOCIUDAD

La ecología es la nueva economía, porque ofrece oportunidades para desarrollar nuevas formas de producción, de consumo, de intercambio y de fomento de la vida, que no pongan en peligro nuestra propia existencia en el planeta y que permitan atraer talento y definir nuevos liderazgos en el mundo.

Por  Vicente Guallart, arquitecto. Director de Guallart Architects. Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña.

Las ciudades relevantes de todo el mundo se debaten ante la necesidad de definir una estrategia de desarrollo en plena transformación constante desde una lógica metropolitana y regional dentro de una competencia transnacional y global, que tendrá un impacto a medio plazo, al tiempo que se desarrollan proyectos centrados en los barrios y la realidad diaria de sus ciudadanos.

Desde este punto de vista, el gran reto de los centros urbanos para los próximos años es convertirse en un territorio que fomente la vida y combata las desigualdades de nuestra sociedad. La Unión Europea se fijó el año pasado el reto de lograr que Europa sea un continente de Emisiones Cero de cara al año 2050. Y para que esto sea posible ha definido diferentes objetivos, comenzado por una reducción de las emisiones del 55% para el 2030. Todo un reto porqué, a pesar de las repetidas declaraciones de “emergencia climática”, la acción del día a día de la mayoría de nuestras administraciones todavía está basada en el “business as usual”. Las buenas intenciones sin gestión ni presupuestos no detendrán el cambio climático.

Efectivamente, durante los últimos años estamos asistiendo a un debate creciente sobre la necesidad de transformar nuestras ciudades hacia modelos que hace unos años se llamaban “sostenibles”, basados en principios muy generales, falta de objetivos concretos y, por tanto, incapaces de transformar estas ideas bienintencionadas en resultados prácticos. Porque la ecología no es una estrategia remedialista que debe paliar los efectos de la verdadera economía, la de las grandes empresas, todavía basada en el petróleo, la macro concentración de producción industrial, y la fabricación de bienes en lugares donde la mano de obra es más barata. La ecología es la nueva economía, porqué ofrece oportunidades para desarrollar nuevas formas de producción, de consumo, de intercambio y de fomento de la vida, que no ponga en peligro nuestra propia existencia en el planeta y que permiten atraer talento y definir nuevos liderazgos en el mundo.

La crisis del covid supone una gran oportunidad debido a la respuesta que se ha producido en las ciudades para contener la pandemia y a los esfuerzos que han realizado los ciudadanos desarrollando nuevas formas de vida, que en algunos casos quedarán vigentes para el futuro (el teletrabajo, el comercio digital, las redes sociales de apoyo, el aumento del espacio publico en las ciudades, etc.).

Nos enfrentamos al reto de definir un nuevo paradigma que permitan luchar en la crisis por la vida y por el clima al mismo tiempo. De hecho, cada cincuenta años hay un cambio radical en el modelo de pensar y construir nuestras ciudades. Ahora estamos en uno de esos momentos. Tal como ocurrió en los años 1970’s con la crisis del petróleo, la revisión de los postulados modernos y la vuelta hacia modelos compactos vinculados a la ciudad histórica, o en los 1920’s, con el desarrollo del modelo la ciudad moderna y la fundación de la Bauhaus.

“Habría que pensar las ciudades como bosques y los edificios como árboles. Si se quieren desarrollar ciudades que absorban CO₂ y fomenten la vida y la biodiversidad, debemos construir edificios que generen la energía que consumen a través de sistemas renovables”

Desde este punto de vista, Barcelona, y en especial su Área Metropolitana, tienen una magnifica oportunidad para impulsar este nuevo paradigma que deberías surgir en los 2020’s para seguir mejorando la vida de sus ciudadanos e inspirar al mundo. Por un lado, tiene la tradición de haber impulsado el primer Urbanismo industrial con el Plan de Ensanche y la Teoría General de la Urbanización del ingeniero Ildefonso Cerda. También tiene una credibilidad cosechada en las últimas décadas debido a las reformas urbanas con a la reinvención del espacio público y el impulso de la economía de la innovación urbana.

Por ello, quisiera plantear los siguientes retos:

1. Biociudades: La principal estratégica pasa por definir una visión centrada en superar el modelo de urbanismo de la primera y segunda revolución industrial para abordar una nueva forma de habitar el territorio que fomente la vida en comunidad, de forma que las ciudades sigan los principios de los sistemas naturales utilizando los recursos y las tecnologías que han surgido con la revolución digital. Para ello, hay que sustituir el actual modelo urbano basado en una economía que importa productos de todo el mundo y genera residuos mientras produce gran cantidad de emisiones, por un modelo basado en la bieconomía circular que fomenta la producción local de recursos utilizando energías renovables mientras utiliza el potencial de la conectividad global a través de las redes de información.
2. Ecosistemas regionales. Desde este punto de vista hay que definir una estrategia que aborde el fenómeno metropolitano más allá de las relaciones laborales diarias, incluyendo las variables relacionadas con el teletrabajo, la movilidad de alta velocidad, la producción distribuida de recursos y la gestión de los sistemas naturales. Si se analiza Barcelona en el contexto de la Europa de las regiones, no hay duda que el proyecto metropolitano requiere de una visión ecosistémica que abarque un territorio amplio, de forma que organice los flujos de materia, agua, energía, alimentos o materiales entre los núcleos urbanizados y el territorio agrícola, logístico y natural, hacia un modelo de autosuficiencia conectada propia de los sistemas naturales.

3. Construcción en madera. Uno de los elementos que mejor representa este cambio de era en la arquitectura y en la ciudad es el emergente desarrollo de la construcción con madera industrializada como principal material para los nuevos edificios ecológicos. Si en el siglo XIX el nuevo material de construcción fue el acero, y en el siglo XX ha sido el hormigón, en el siglo XXI la madera puede permitir realizar estructuras que más que producir emisiones, sean sumideros de CO2 porqué almacenan el dióxido de carbono que han absorbido cuando crecían los árboles. Por este motivo, la construcción y reforma de edificios de la metrópolis de Barcelona puede abastecerse casi en su totalidad de la madera de Cataluña, que tiene una superficie forestal de más de un 65%, pero que solo gestiona un 20% de sus bosques. Si desarrolla una industria de la madera estructural podría construir edificios ecológicos de kilómetro cero. Transformar las declaraciones de emergencia climática en acciones efectivas requiere, por ejemplo, realizar normativas que determinen cuantas emisiones puede realizar un edificio mientras se construye y que permita un impulso definitivo de los edificios ecológicos.

4. Ciudades de baja movilidad. Las ciudades de bajas emisiones serán ciudades de baja movilidad, superando el paradigma industrial que fomentaba que los ciudadanos tuvieran que desplazarse constantemente entre sus lugares de vivienda, trabajo u ocio. Para ello, no solo es necesario fomentar los sistemas de transporte público, compartido o ciclista, sino que es necesario impulsar un modelo urbano que supere la idea de centro y la periferia, a partir de un modelo urbano distribuido formado por barrios productivos donde se puede vivir, trabajar y descansar. Desde el punto de vista metropolitano significaría llevar vivienda a los barrios industriales e industria de nueva generación a los barrios residenciales. Y de esta manera apreciar el suelo como un recurso escaso que hay utilizar de forma eficiente y en ocasiones intensiva.

5. Reindustrialización digital. Asimismo, es posible impulsar la reindustrialización digital de Barcelona utilizando procesos de fabricación robotizados que usan impresión en 3d o tecnologías similares, que son más precisos, eficientes y flexibles. Esto demostraría un nuevo tipo de liderazgo que va mas allá de la economía digital, basado en los servicios propios del 22@. La fabricación digital y sus procesos asociados es el gran fenómeno emergente en cualquier tipo de industria, porque permite ser más flexible y realizar productos personalizados. La reindustrialización debería ser urbana porqué ahora las fábricas son más pequeñas, eficientes y no generan contaminación ambiental. La industria debería volver a los barrios de las ciudades tras haber emigrado primero a las periferias urbanas y después a países donde la mano de obra es barata. Por lo tanto, es el momento de repensar la escala y el modelo de cómo producimos. El comercio global debería estar basado en el intercambio de información que no de productos.

6. Edificios autosuficientes. Siguiendo el paradigma de las biociudades, habría que pensar las ciudades como bosques y los edificios como árboles. Si se quieren desarrollar ciudades que absorban CO2 y fomenten la vida y la biodiversidad, hay que construir edificios que generen la energía que consumen a través de sistemas renovables y que reciclen sus aguas para producir naturaleza y alimentos en el propio edificio. Los edificios, más que ser “máquinas de habitar” que definía el paradigma moderno del siglo XX, deben ser “organismos para vivir” conectados con todos los sistemas naturales que les rodean, de forma que fomenten la vida humana en comunidad. Si la vivienda, y en especial la vivienda social en alquiler es uno de los grandes retos de la Barcelona metropolitana, no hay que conformarse con hacer muchas, sino que hay que hacerlas bien. Seguramente, hay que invertir algo más durante su construcción para ahorrar a lo largo de la vida útil del edificio. Asimismo, hay que realizar los ajustes legales necesarios para fomentar que todas las viviendas tengan acceso a terrazas y balcones, tanto las de nueva construcción, como durante los procesos de reforma energética de los edificios.

7. Naturaleza urbana. La Barcelona del Área Metropolitana contiene una superficie de espacios naturales que supera el 50%. Sin embargo, de la misma manera que se abordó la apertura la mar en Barcelona en la década de los 80’s, no ha habido la voluntad utilizar el Parque de Collserola, la Serralada del Litoral o el Parque del Garraf como impulsores de la renaturalización urbana de toda la estructura urbana metropolitana. Seguramente la excelencia del Ensanche, y una visión táctica del urbanismo impiden reconocer la relevancia de los parques naturales como parte del sistema urbano que producen beneficios estructurales a todos los ciudadanos metropolitanos de forma diaria. Y por ello existe una falta de interés en realizar inversiones para terminar proyectos necesarios como el Paseo de las Aguas o realizar una sistemática gestión forestal sostenible de estos bosques. Asimismo, el río Besos (y también el Llobregat) requiere de un proyecto que transforme estos corredores biológicos en espacios urbanos que concentre en sus fachadas viviendas, equipamientos y nuevos espacios productivos desarrollados a partir de los nuevos principios anteriormente enunciados.

Estos son, sin duda, grandes retos de la Barcelona Metrópolis definida como una Biociudad.

Por  Vicente Guallart, arquitecto. Director de Guallart Architects. Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña.

Las ciudades relevantes de todo el mundo se debaten ante la necesidad de definir una estrategia de desarrollo en plena transformación constante desde una lógica metropolitana y regional dentro de una competencia transnacional y global, que tendrá un impacto a medio plazo, al tiempo que se desarrollan proyectos centrados en los barrios y la realidad diaria de sus ciudadanos.

Desde este punto de vista, el gran reto de los centros urbanos para los próximos años es convertirse en un territorio que fomente la vida y combata las desigualdades de nuestra sociedad. La Unión Europea se fijó el año pasado el reto de lograr que Europa sea un continente de Emisiones Cero de cara al año 2050. Y para que esto sea posible ha definido diferentes objetivos, comenzado por una reducción de las emisiones del 55% para el 2030. Todo un reto porqué, a pesar de las repetidas declaraciones de “emergencia climática”, la acción del día a día de la mayoría de nuestras administraciones todavía está basada en el “business as usual”. Las buenas intenciones sin gestión ni presupuestos no detendrán el cambio climático.

Efectivamente, durante los últimos años estamos asistiendo a un debate creciente sobre la necesidad de transformar nuestras ciudades hacia modelos que hace unos años se llamaban “sostenibles”, basados en principios muy generales, falta de objetivos concretos y, por tanto, incapaces de transformar estas ideas bienintencionadas en resultados prácticos. Porque la ecología no es una estrategia remedialista que debe paliar los efectos de la verdadera economía, la de las grandes empresas, todavía basada en el petróleo, la macro concentración de producción industrial, y la fabricación de bienes en lugares donde la mano de obra es más barata. La ecología es la nueva economía, porqué ofrece oportunidades para desarrollar nuevas formas de producción, de consumo, de intercambio y de fomento de la vida, que no ponga en peligro nuestra propia existencia en el planeta y que permiten atraer talento y definir nuevos liderazgos en el mundo.

La crisis del covid supone una gran oportunidad debido a la respuesta que se ha producido en las ciudades para contener la pandemia y a los esfuerzos que han realizado los ciudadanos desarrollando nuevas formas de vida, que en algunos casos quedarán vigentes para el futuro (el teletrabajo, el comercio digital, las redes sociales de apoyo, el aumento del espacio publico en las ciudades, etc.).

Nos enfrentamos al reto de definir un nuevo paradigma que permitan luchar en la crisis por la vida y por el clima al mismo tiempo. De hecho, cada cincuenta años hay un cambio radical en el modelo de pensar y construir nuestras ciudades. Ahora estamos en uno de esos momentos. Tal como ocurrió en los años 1970’s con la crisis del petróleo, la revisión de los postulados modernos y la vuelta hacia modelos compactos vinculados a la ciudad histórica, o en los 1920’s, con el desarrollo del modelo la ciudad moderna y la fundación de la Bauhaus.

“Habría que pensar las ciudades como bosques y los edificios como árboles. Si se quieren desarrollar ciudades que absorban CO₂ y fomenten la vida y la biodiversidad, debemos construir edificios que generen la energía que consumen a través de sistemas renovables.”

 

 

 

Desde este punto de vista, Barcelona, y en especial su Área Metropolitana, tienen una magnifica oportunidad para impulsar este nuevo paradigma que deberías surgir en los 2020’s para seguir mejorando la vida de sus ciudadanos e inspirar al mundo. Por un lado, tiene la tradición de haber impulsado el primer Urbanismo industrial con el Plan de Ensanche y la Teoría General de la Urbanización del ingeniero Ildefonso Cerda. También tiene una credibilidad cosechada en las últimas décadas debido a las reformas urbanas con a la reinvención del espacio público y el impulso de la economía de la innovación urbana.

Por ello, quisiera plantear los siguientes retos:

1. Biociudades: La principal estratégica pasa por definir una visión centrada en superar el modelo de urbanismo de la primera y segunda revolución industrial para abordar una nueva forma de habitar el territorio que fomente la vida en comunidad, de forma que las ciudades sigan los principios de los sistemas naturales utilizando los recursos y las tecnologías que han surgido con la revolución digital. Para ello, hay que sustituir el actual modelo urbano basado en una economía que importa productos de todo el mundo y genera residuos mientras produce gran cantidad de emisiones, por un modelo basado en la bieconomía circular que fomenta la producción local de recursos utilizando energías renovables mientras utiliza el potencial de la conectividad global a través de las redes de información.
2. Ecosistemas regionales. Desde este punto de vista hay que definir una estrategia que aborde el fenómeno metropolitano más allá de las relaciones laborales diarias, incluyendo las variables relacionadas con el teletrabajo, la movilidad de alta velocidad, la producción distribuida de recursos y la gestión de los sistemas naturales. Si se analiza Barcelona en el contexto de la Europa de las regiones, no hay duda que el proyecto metropolitano requiere de una visión ecosistémica que abarque un territorio amplio, de forma que organice los flujos de materia, agua, energía, alimentos o materiales entre los núcleos urbanizados y el territorio agrícola, logístico y natural, hacia un modelo de autosuficiencia conectada propia de los sistemas naturales.

3. Construcción en madera. Uno de los elementos que mejor representa este cambio de era en la arquitectura y en la ciudad es el emergente desarrollo de la construcción con madera industrializada como principal material para los nuevos edificios ecológicos. Si en el siglo XIX el nuevo material de construcción fue el acero, y en el siglo XX ha sido el hormigón, en el siglo XXI la madera puede permitir realizar estructuras que más que producir emisiones, sean sumideros de CO2 porqué almacenan el dióxido de carbono que han absorbido cuando crecían los árboles. Por este motivo, la construcción y reforma de edificios de la metrópolis de Barcelona puede abastecerse casi en su totalidad de la madera de Cataluña, que tiene una superficie forestal de más de un 65%, pero que solo gestiona un 20% de sus bosques. Si desarrolla una industria de la madera estructural podría construir edificios ecológicos de kilómetro cero. Transformar las declaraciones de emergencia climática en acciones efectivas requiere, por ejemplo, realizar normativas que determinen cuantas emisiones puede realizar un edificio mientras se construye y que permita un impulso definitivo de los edificios ecológicos.

4. Ciudades de baja movilidad. Las ciudades de bajas emisiones serán ciudades de baja movilidad, superando el paradigma industrial que fomentaba que los ciudadanos tuvieran que desplazarse constantemente entre sus lugares de vivienda, trabajo u ocio. Para ello, no solo es necesario fomentar los sistemas de transporte público, compartido o ciclista, sino que es necesario impulsar un modelo urbano que supere la idea de centro y la periferia, a partir de un modelo urbano distribuido formado por barrios productivos donde se puede vivir, trabajar y descansar. Desde el punto de vista metropolitano significaría llevar vivienda a los barrios industriales e industria de nueva generación a los barrios residenciales. Y de esta manera apreciar el suelo como un recurso escaso que hay utilizar de forma eficiente y en ocasiones intensiva.

5. Reindustrialización digital. Asimismo, es posible impulsar la reindustrialización digital de Barcelona utilizando procesos de fabricación robotizados que usan impresión en 3d o tecnologías similares, que son más precisos, eficientes y flexibles. Esto demostraría un nuevo tipo de liderazgo que va mas allá de la economía digital, basado en los servicios propios del 22@. La fabricación digital y sus procesos asociados es el gran fenómeno emergente en cualquier tipo de industria, porque permite ser más flexible y realizar productos personalizados. La reindustrialización debería ser urbana porqué ahora las fábricas son más pequeñas, eficientes y no generan contaminación ambiental. La industria debería volver a los barrios de las ciudades tras haber emigrado primero a las periferias urbanas y después a países donde la mano de obra es barata. Por lo tanto, es el momento de repensar la escala y el modelo de cómo producimos. El comercio global debería estar basado en el intercambio de información que no de productos.

6. Edificios autosuficientes. Siguiendo el paradigma de las biociudades, habría que pensar las ciudades como bosques y los edificios como árboles. Si se quieren desarrollar ciudades que absorban CO2 y fomenten la vida y la biodiversidad, hay que construir edificios que generen la energía que consumen a través de sistemas renovables y que reciclen sus aguas para producir naturaleza y alimentos en el propio edificio. Los edificios, más que ser “máquinas de habitar” que definía el paradigma moderno del siglo XX, deben ser “organismos para vivir” conectados con todos los sistemas naturales que les rodean, de forma que fomenten la vida humana en comunidad. Si la vivienda, y en especial la vivienda social en alquiler es uno de los grandes retos de la Barcelona metropolitana, no hay que conformarse con hacer muchas, sino que hay que hacerlas bien. Seguramente, hay que invertir algo más durante su construcción para ahorrar a lo largo de la vida útil del edificio. Asimismo, hay que realizar los ajustes legales necesarios para fomentar que todas las viviendas tengan acceso a terrazas y balcones, tanto las de nueva construcción, como durante los procesos de reforma energética de los edificios.

7. Naturaleza urbana. La Barcelona del Área Metropolitana contiene una superficie de espacios naturales que supera el 50%. Sin embargo, de la misma manera que se abordó la apertura la mar en Barcelona en la década de los 80’s, no ha habido la voluntad utilizar el Parque de Collserola, la Serralada del Litoral o el Parque del Garraf como impulsores de la renaturalización urbana de toda la estructura urbana metropolitana. Seguramente la excelencia del Ensanche, y una visión táctica del urbanismo impiden reconocer la relevancia de los parques naturales como parte del sistema urbano que producen beneficios estructurales a todos los ciudadanos metropolitanos de forma diaria. Y por ello existe una falta de interés en realizar inversiones para terminar proyectos necesarios como el Paseo de las Aguas o realizar una sistemática gestión forestal sostenible de estos bosques. Asimismo, el río Besos (y también el Llobregat) requiere de un proyecto que transforme estos corredores biológicos en espacios urbanos que concentre en sus fachadas viviendas, equipamientos y nuevos espacios productivos desarrollados a partir de los nuevos principios anteriormente enunciados.

Estos son, sin duda, grandes retos de la Barcelona Metrópolis definida como una Biociudad.

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