UN PACTO PARA LAS INFRAESTRUCTURAS METROPOLITANAS
por Jaume Collboni i Cuadrado
EL PRESENTE Y EL FUTURO ES DE LAS METRÓPOLIS
El siglo 21 será el siglo de las metrópolis. Sin embargo, lo será por población y economía. En términos poblacionales, las proyecciones de organismos intergubernamentales apuntan a que el 68,4% de la población mundial a mitad de siglo vivirá mayoritariamente en las ciudades y las áreas metropolitanas, porcentaje ya se ha superado en el 2018. caso de América Latina o Europa, con porcentajes del 81,2% y del 74,9% respectivamente.
El desplazamiento migratorio al entorno urbano, un fenómeno que en Barcelona y sus ciudades vecinas ya se produjo en el tercio del siglo pasado con la inmigración rural y que se acentuó con la inmigración extranjera durante la primera década de este siglo, conlleva unos retos urbanos importantes. El resultado es que Barcelona, L’Hospitalet de Llobregat y Santa Coloma de Gramenet son, por ejemplo, de las ciudades más densamente pobladas de Europa.
Por otro lado, en términos económicos estamos transitando hacia una economía más basada en el conocimiento que en la mano de obra, al ser ésta sustituida por la tecnología. Y este conocimiento tiene su origen en las ciudades, en los centros de investigación y en las universidades, que debe ser capaz de ser transferido al tejido productivo con el fin de garantizar una permanente competitividad empresarial.
Esta economía del conocimiento es local, pero también global. Local porque es en los entornos urbanos donde se transfiere este conocimiento, es donde se produce la oportunidad de crear productos y servicios que generen ventajas competitivas. Pero al mismo tiempo es global, porque es en el entorno internacional que, por una parte, se genera este conocimiento, a partir de las colaboraciones entre equipos investigadores. Pero también está en el entorno internacional, en las conexiones internacionales que el talento y los bienes tienen su mercado, y en este entorno internacional las ciudades se han convertido en actores económicos de relevancia, con metrópolis globales con un peso económico superior al de algunos países, como es el caso de Tokio o Nueva York.
Complementariamente a estas tendencias demográficas y económicas estamos obligados a desarrollar una transición energética y climática. Obligados por la actualidad, reflejada por la guerra de Ucrania, que ha demostrado que la energía es utilizada como un arma con un impacto claro en la economía de las familias y de las empresas, especialmente de las PYMES. Pero esta obligación también es a largo plazo. De la capacidad de afrontar el cambio climático, a través de medidas de reducción de emisiones complementadas con medidas de mitigación de los efectos de estas emisiones, seremos capaces de dibujar un futuro sostenible para las próximas semanas. generaciones. Y en unos entornos urbanos más poblados, es la tecnología y la innovación, así como el diseño de las infraestructuras adecuadas lo que nos permitirá abordar este futuro más sostenible.
Por último, la pandemia provocada por el virus de la COVID temporalmente redujo la presencia y la actividad en las ciudades, pero esta tendencia de huir al entorno rural se ha reducido en los últimos tiempos, prueba de ello es que en la gran parte de metrópolis, poco a poco, la actividad de los centros urbanos se ha ido recuperando. El entorno laboral híbrido, entre presencia física y teletrabajo se mantendrá en el futuro, sin embargo, el segundo no tiene una capacidad de sustituir de forma absoluta al primero, como se observa con el ritmo de contratación de oficinas que se está produciendo en Barcelona: en el 1er trimestre de este año, la contratación de oficinas en Barcelona ha alcanzado los 90.500 metros cuadrados, un 25% más que en el mismo periodo de 2021, cuando el mercado ya empezaba a experimentar una recuperación post-pandemia, y la previsión para finales de año es que se contraten más de 300.000 m2 de oficinas.
Los entornos urbanos son y serán el epicentro de la actividad de nuestro siglo, y seguirán siendo espacios de oportunidades personales, familiares, laborales y de cultura, tal y como no han dejado de serlo, a pesar de la pandemia.
Es nuestro deber moral y ético garantizar que las generaciones futuras tengan como mínimo las mismas oportunidades que hemos tenido otras generaciones, y seguramente es nuestro compromiso con la sociedad lo que nos obliga a trabajar para que estas generaciones tengan mayores oportunidades a partir de resolver los déficits que todavía tenemos presentes.
“Es nuestro deber moral y ético garantizar que las generaciones futuras tengan como mínimo las mismas oportunidades que hemos tenido otras generaciones» |
LOS RETOS DE UN MUNDO URBANO E INTERCONECTADO
Si las ciudades son territorios de oportunidades, también son espacios de retos constantes, más si hay una tendencia permanente de crecimiento poblacional urbano combinado con una transición hacia unos nuevos modelos económicos, alentados por la doble transición, la tecnológica y la verde.
Retos que son compartidos por las personas y las empresas. Sería un error dividir las necesidades de la economía y las necesidades de las personas están ligadas. La ciudadanía necesita una economía fuerte para tener oportunidades, y la economía necesitada de un talento para competir. Necesidades sociales y económicas son dos caras de la misma moneda. Pero la sociedad necesita ser más verde para poder vivir mejor, y al mismo tiempo la economía tiene una oportunidad de ser más competitiva gracias a una sociedad más respetuosa con el medio ambiente.
Y por tanto hay que observar que estos retos, que interpelan tanto a las personas como a las empresas, son retos que deben abordarse conjuntamente, teniendo en cuenta las implicaciones de ambas realidades.
¿Y cuáles son estos retos? El reto de reducir el cambio climático es seguramente uno de los retos más presentes. El cambio climático tiene una afectación clara en la salud de las personas, a la vez que, si no somos capaces de reducirlo, en los modos de vida, al afectar este el nivel del mar y la calidad del aire. Pero el cambio climático interpela también al sector económico, obligando a modificar modelos productivos y servicios, para, por un lado reducir los niveles de emisiones, y por otro, ofrecer productos a la altura de una sociedad cada vez más exigente a favor de la lucha contra el colegio. cambio climático. Cambios en los modelos energéticos y alimentarios, ya sea en la producción como en el consumo de bienes y servicios serán claves para luchar efectivamente contra el cambio climático.
Acompañando el cambio climático, tenemos el reto de la transición energética, que de una parte es motivada por ésta necesita reducir el cambio climático, pero también tiene un reto propio y es el del encarecimiento de la energía como consecuencia de los factores geopolíticos actuales. Una transición energética que para hacerla posible, necesita de unas infraestructuras adecuadas tanto en la producción, en el consumo y sobre todo en la distribución. Infraestructuras que hagan efectiva la transición energética de ciudadanos, viviendas y empresas.
La transición digital, de la sociedad y de la economía es otro reto al que nos enfrentamos. Miles de puestos de trabajo que pueden desaparecer, colectivos marginados digitalmente y empresas sin posibilidad de poder competir son escenarios que pueden ser el resultado de una transición digital desequilibrada, y que para evitarlo, se debe dotar a la sociedad de unas infraestructuras de trabajo conectividad y de un conocimiento para usarlas. La transición digital debe ser justa si queremos mantener una economía y una sociedad cohesionada.
La competitividad internacional de las ciudades y de la economía del talento es otro reto a tener presente. Si la economía del futuro es la economía del conocimiento, y este tiene una alta capacidad de movilidad internacional, no se debe menospreciar el riesgo que puede conllevar no sé en el circuito de las ciudades que son productoras de talento. La apuesta por la educación, la investigación y la innovación son piezas clave de esta ecuación. Pero la competitividad de las ciudades también pasa por su atractividad y calidad de vida. De cómo de atractivas sean las ciudades tanto para vivir en ellas como para disfrutar de ellas, dependerá el grado de atracción de la población que viva en ellas y que las visite. Por lo tanto, en un siglo donde las ciudades serán actores punteros mantener el posicionamiento competitivo en el mercado urbano, ya sea a nivel internacional como escala regional será vital para el futuro de las ciudades.
Y por último, tenemos el reto de la recuperación económica post pandemia y en un entorno económico geopolíticamente inestable. Y esta recuperación económica debe tener presente los retos anteriores, porque la competitividad empresarial dependerá de esta capacidad de adaptación a estos retos, pero a la vez, la viabilidad de los proyectos personales de las personas dependerá de disponer de una economía fuerte.
Todos estos retos son a los que se enfrentan actualmente las grandes ciudades del mundo, y Barcelona y su región metropolitana son una de estas grandes ciudades. Los 5,5 millones de habitantes, los 165 billón de euros de PIB, hacen de la Barcelona metropolitana, la 67ª metrópolis del mundo, en términos de PIB.
LAS NECESIDADES METROPOLITANAS
Con el fin de superar estos retos, se identifican infraestructuras claves como son las infraestructuras ligadas a la movilidad, la energía, las telecomunicaciones, el medio ambiente y las infraestructuras productivas.
1. Las infraestructuras de movilidad
En el caso de las infraestructuras de movilidad hablamos del conjunto de oferta de modos de transporte terrestre, por las personas y las mercancías en el ámbito metropolitano y de las infraestructuras viarias. Aunque podemos tener infraestructuras de movilidad urbanas y otras de dimensión metropolitana, a veces nos ha faltado esta doble perspectiva a la vez de diseñarlas. No hemos tenido en cuenta que una infraestructura de movilidad de ámbito local tiene una afectación metropolitana, o vice-versa, el diseño de una infraestructura de movilidad de ámbito Metropolitana puede descongestionar un entorno urbano. Esta realidad es bien conocida en la Región Barcelonesa, donde, soluciones viarias que pueden ser adecuadas para el entorno urbano afectado directamente por las mismas, no han previsto su implicación en la movilidad metropolitana, provocando que sean un impedimento a la actividad diaria de personas. que viven, trabajan o estudian en esta ciudad.
La movilidad también es transporte público, y especialmente la movilidad sostenible será posible cuando más transporte público masivo haya entre ciudades de las metrópolis. Más cantidad, oferta más diversificada, y una red transversal y no sólo radial donde Barcelona es el origen y el destino de la red. En este sentido, la Autoridad del Transporte Metropolitano de Barcelona, la ATM ya vela por estas actuaciones, y si éstas no se producen más rápido es porque no ha habido la dedicación de recursos económicos por parte de las Administraciones superiores competentes.
2. Las infraestructuras energéticas
La energía ha sido, hasta ahora, una infraestructura que claramente superaba el ámbito local y metropolitano. Sin embargo la importancia de la energía se hace presente en nuestras vidas a raíz de los apagones del verano de 2007. El 23 de julio de 2007, más de 350.000 hogares se quedaron sin luz durante 4 días. Esta afectación mostró la necesidad de garantizar la seguridad en la distribución energética. Pero es con la aparición de las energías renovables, especialmente la fotovoltaica, pero también en menor medida, la eólica, la marina, la geotérmica y el hidrógeno, que el sector energético está modificando sus parámetros, y que, el papel del mundo local, y de los ciudadanos está dejando de ser un papel de mero consumidor, sin voz ni voto, a pasar a ser lo que se llama prosumers, consumidores y productores energéticos. Esta nueva realidad del sistema energético obra una nueva perspectiva en el entorno energético y más en el momento actual donde es necesario, por motivos ambientales y de seguridad geopolítica, desplegar, más que antes, la transición energética.
Si queremos una movilidad más sostenible, esta pasará de una parte por un transporte público masivo más extendido, pero también vendrá acompañada de una movilidad eléctrica más generalizada. Para que ésta sea posible, es necesaria una buena red de puntos de recarga que garantice una autonomía en los vehículos eléctricos. Finalmente, la distribución energética también es vital, y más en el entorno geopolítico que vivimos. Es necesario un despliegue de una buena red de distribución, en principio, ya resuelto a raíz del apagón de 2007, pero hay que mantenerla en condiciones y hay que ampliarla, para garantizar una interconexión con Europa. Y la Región Metropolitana es la puerta de entrada de esta interconexión, por proximidad geográfica, pero también por la presencia de plantas de gas natural licuado. Esta realidad, sumado a que en la Zona Franca se instalará una estación de hidrógeno pionera en España, es una oportunidad para que la Región Barcelonesa sea lo antes posible un centro de distribución de gas y en el futuro de hidrógeno.
1. Las infraestructuras de telecomunicaciones
Si las infraestructuras energéticas han entrado en la agenda política de forma clara, las infraestructuras de telecomunicaciones son otro vector que debe estar presente. La dependencia digital es tan alta en nuestra sociedad y en nuestra economía, que debemos garantizar una seguridad en la conectividad en el mismo nivel que la exigimos en el suministro energético y de otras utilities como el agua o el gas. Esta conectividad garantizada será aún más importante si queremos desplegar el 5G y el 6G en toda su potencialidad, con un impacto claro en una mayor eficiencia en la movilidad, en parte gracias al vehículo autónomo, que puede reducir los consumos energéticos, además de mejorar la congestión y en la vivienda con el desarrollo de dispositivos de control del confort climático dentro de las actuaciones integrales de rehabilitación energética. El 5G y el 6G pueden ser claves para la competitividad de nuestras empresas, porque las posibilita ser parte activa de este mercado de la conectividad, ofreciendo a nivel local productos y servicios en torno a esta actividad conectada. Esta actividad debe ser la antesala para un reforzamiento del posicionamiento regional, nacional e internacional de nuestro tejido empresarial.
1. Las infraestructuras productivas
La competitividad pasa por las telecomunicaciones, por la energía y por la movilidad, pero también y muy especialmente en una economía basada en el conocimiento pasa por unas infraestructuras que sustentan este conocimiento. Hablamos de infraestructuras productivas que aumenten la competitividad de esta economía del conocimiento, que se basa en la generación de ideas y en compartirlas, y para ello, la conectividad internacional es clave. Así pues, hay que tener muy claro que una ampliación del Aeropuerto es más necesaria para el desarrollo de centros de investigación y empresas innovadoras que por el desarrollo del sector turístico. Es gracias a esta conectividad intercontinental que nuestros hospitales punteros, nuestras escuelas de negocio líderes internacionales, nuestras universidades reconocidas y conocidas en todo el mundo y nuestro tejido productivo más internacional, el biosanitario y el digital, podrán garantizar mantener su competitividad, porque si, compiten y a nivel mundial. Los Hubs mundiales de conocimiento e innovación necesitan estar conectados para maximizar sinergias, y Barcelona, si quiere mantener su condición de hub europeo y seguir generando prosperidad compartida a partir de la tracción de sectores estratégicos, necesita una conexión estable y ágil con Asia y América.
El futuro del aeropuerto va más de la mano de los centros de investigación que de los hoteles. Y dos ejemplos de relación ciudad-aeropuerto: de una parte, Venecia, una ciudad saturada turísticamente, y no tiene un aeropuerto intercontinental. Y de otra parte Boston, un referente en investigación y conocimiento con un aeropuerto intercontinental. ¿Qué queremos ser? ¿Una Venecia o un Boston? Pues seguramente seremos un mix de las dos, porque el patrimonio y la atractividad de Barcelona no la perderemos, y la capacidad innovadora y de generación de conocimiento también la tenemos, y la tenemos que desarrollar. El aeropuerto intercontinental también nos permite apostar por una economía del visitante más diversificada, menos basada en estancias cortas con consumo bajo, en un turismo low cost, sino en un turismo de mayor calidad, más interesado en la cultura, más respetuoso con el entorno, y con un mayor consumo en la ciudad. Eso también es el aeropuerto intercontinental. Sin embargo, hay que trabajar bien el debate del futuro del aeropuerto. Hay que dialogar, y encontrar una solución que sea un equilibrio entre proteger el medio ambiente, respetar el entorno urbano y garantizar una competitividad de nuestra economía.
Las infraestructuras productivas son más que el aeropuerto. Necesitamos un Puerto fuerte, que sea un buen centro de origen y destino de mercancías, necesitamos una red ferroviaria bien conectada con el territorio y con Europa, con el corredor del mediterráneo como espina central. Necesitamos unos buenos centros de intercambio logístico en el hinterland de nuestra región metropolitana, una de las infraestructuras competitiva y unos centros de investigación dotados de las infraestructuras, espacios de ensayo y recursos para seguir compitiendo.
Las infraestructuras medio ambientales tienen también un rol en esta superación de los retos que tenemos las metrópolis del siglo XXI. Podemos considerar que en este sentido, el trabajo, mayoritariamente está realizado, con sistemas de gestión metropolitanos del agua, los residuos y espacios de protección del medio ambiente generalizados. Pero deben mantenerse, y modernizar. El futuro será sostenible o no será, y es necesario que las infraestructuras que garantizan esta sostenibilidad se doten de los recursos suficientes para seguir rindiendo a pleno rendimiento y se adapten a unos posibles incrementos poblaciones a la vez que a nuevas exigencias ambientales.
Estas son las necesidades de la Región Metropolitana de Barcelona, una de las regiones con más potencial de Europa, capaz de liderar económica, científica y culturalmente el Sur de Europa y el conjunto del Mediterráneo. Esta realidad es posible. Pero debemos liderarla, y hasta el día de hoy, este liderazgo no ha estado presente.
LA REGIÓN PARA LIDERAR
Muchas de las críticas o posicionamientos hacia el tema metropolitano se derivan de que la propia Generalitat no se la ve lo suficientemente adecuada en el abordaje de estas políticas que se denotan como insuficientes, y en cualquier caso es obvio que parecería que hay un divorcio entre los «problemas de país» y «problemas que viven los municipios» y que provoca esta sensación a veces de desamparo.
Es necesario sin embargo aclarar que cuando hablamos de temas metropolitanos, y de buscar quién los tiene que solucionar, no sólo estamos hablando del territorio de la propia área metropolitana. Hablamos de toda la región, la metrópolis fehaciente, que es un territorio que va mucho más allá que el perfil geográfico y administrativo del AMB como institución y que podría coincidir con la noción de veguería, pero si caso es lo delimitado en el PTMB. Estos temas hacen referencia a los temas de la imagen, la proyección, la marca, en el fondo de la identidad de la metrópolis Barcelona, no sólo como un hecho cultural, sino como un hecho socioreferencial. Existen vínculos, tejidos sociales, modus de vida, identidades, costumbres y usos culturales, vitalidad asociativa, comportamientos políticos similares en el conjunto de esta región.
Y cuando hablamos de los temas metropolitanos, como se ha visto, se pone expresamente atención e intención a la promoción económica y su potencialidad, dificultades, amenazas, limitaciones, riesgos y o porunidades. Es un debate de manera muy explícita de los mecanismos ligados a la dimensión internacional: captación de inversiones, participación en mercados, en ferias, etc., imagen institucional, imagen de país, marca y marcas (Barcelona y Cataluña…), crisis reputacional, se discute y contrastan muchos aspectos relacionados con la función y papel de lobby ante problemas que se ven como que no se representan y negocian bien como son corredor mediterráneo, relaciones con el Estado, con la Generalitat, con otras ciudades y áreas metropolitanas, con otras comunidades autónomas, con otros países, y también con el resto de España. Salen temas no resueltos muy ligados a la movilidad y las infraestructuras: cercanías, red y precio de la electricidad, depuradoras, gestión de los peajes, etc.
Y este debate permanente muestra un problema de gobernanza entendido en, justamente, quién representa, quién hace de portavoz, quién y cómo lidera, quién sigue los temas, etc.., y si queremos ser un poco más exhaustivos en el debate podríamos pensar quién manda, quién lo elige, cómo se organiza, pero pensando en un objeto que es el que está descrito anteriormente.
Este no es un debate sobre el rol del AMB, los Consejos Comarcales, la Diputación de Barcelona o la Autoridad del Transporte Metropolitano, como tampoco lo es respecto al Plan Estratégico Metropolitano ni al Pacto Industrial. Todas estas instituciones hacen su trabajo, y ejercen, las primeras, las competencias que les corresponden y gestionan eficientemente los recursos de que disponen, y las instituciones de carácter más reflexivo tienen un papel relevante, que deben mantener, ya que estos espacios de reflexión son claves para ir dibujando este futuro.
No se podría decir que, sensu stricto, la reflexión va sobre la gestión recurrente de los temas que hoy en día ya gestionan la propia institución AMB o algunos Consejos Comarcales o la propia Diputación de Barcelona. Una gestión en la que, por cierto, a menudo estas instituciones no han sido suficientemente acompañadas por parte de la Generalidad. Pero en cualquier caso, este no sería el motivo principal de la reflexión «metropolitana».
El AMB es un gran activo como institución, que ha tenido la capacidad y la habilidad de mantener los servicios, incorporando ciertas sinergias y sobre todo unificando en muchos aspectos la imagen de la gestión de servicios metropolitanos, aspecto que indudablemente aporta un valor añadido a la gestión en clave metropolitana.
Por otro lado son tantos los retos de gestión – déficit transporte, previsión déficit progresivo en materia de recursos por los temas ambientales, debate sobre la gestión del ciclo del agua, incorporación de la segunda corona al modelo de gestión de transporte existente – que es muy difícil en la economía. veces mirar más allá de la presión cotidiana de los problemas. Pero en cualquier caso, el desarrollo explícito de esta agenda estratégica no se encontraba dentro de los planes originales del AMB.
El PEMB tenía esta intención en el momento de su reconversión de Pla de Barcelona en Plan Metropolitano (en el año 2000) realizando una reflexión generalista, con la finalidad de promover un listado de medidas y juntar proyectos municipales, a la vez que ha funcionado como un promotor de lobby de temas, con funciones de aglutinador, portavoz, espacio de eco. Y prueba de esta voluntad, desde 2020, de que el PEMB repensar el futuro en la dimensión de la Barcelona de los 5,5 millones de habitantes, que es la Barcelona real.
UN PACTO PARA GANAR EL FUTURO
Las conclusiones del apartado anterior muestran que ante unos intereses del territorio más visible como espacio económico y social – la región metropolitana de Barcelona, hay que hacer un esfuerzo y buscar un liderazgo compartido, un liderazgo inclusivo, que no busque protagonismos, sino resolver, conjuntamente problemas que tienen afectación a las administraciones, las empresas y los colegios. ciudadanos. Y esta afectación colectiva es parte de la solución, hay que incluir en el debate y en el liderazgo al conjunto de actores metropolitanos, las administraciones, sin lugar a dudas, pero también el tejido empresarial, y los colectivos ciudadanos. Sólo trabajando conjuntamente se podrá hacer un debate sereno, profundo y alejado de aforismos y de demagogia, que debe acabar poniendo soluciones a las necesidades urgentes que tiene la región metropolitana de Barcelona.
Para hacer este abordaje, nos hace falta un liderazgo. Un liderazgo, que, desgraciadamente, la Generalitat no ha realizado en estos últimos 10 años. El último Pacto Nacional de Infraestructuras data de 2009, con el Gobierno del Presidente Montilla y antes de éste, debemos remontarnos a la 2ª República, con el trabajo realizado por Victoriano Muñoz Olmos.
Es necesario un pacto como solución final, como objeto permanente. Nos hace falta un Pacto por las infraestructuras metropolitanas, un pacto con una gobernanza clara, y donde el Alcalde de Barcelona, por dimensión, peso, y volumen de lo que representa la ciudad, debe liderar. Un liderazgo inclusivo, conciliador, y compartido, pero alguien tiene que hacer el esfuerzo de empezar a tirar del carro, de ir a buscar a otros actores, y moralmente, el Alcalde de Barcelona tiene que sentirse obligado a tener ese rol.
Hay que cambiar esta tendencia, y por eso nos hace falta un espacio estable de debate, reflexión y decisión de temas cruciales para el conjunto de la sociedad que vive, trabaja y estudia en la Región Metropolitana de Barcelona.
Concretamente, para hacer frente a los retos previamente mencionados, a través de las infraestructuras señaladas, a través de actuaciones concretas, que ejecute, que tome decisiones, nos hace falta un Pacto que cumpla los siguientes puntos:
1. Un horizonte compartido de cuál es el futuro de la región
2. Una visión de las políticas a escala de esta región metropolitana
3. Una coordinación clara de las políticas públicas a desarrollar
4. Una armonización de las ordenanzas municipales que regulan las actividades
5. Un acuerdo respecto al futuro de las infraestructuras estratégicas
Llevamos muchos años donde no ha habido una visión clara, en que el entorno económico y social no han ayudado a centrarnos en buscar esta visión, que el pasado ha podido pesar más de lo que hacía falta, que no hemos tenido unos liderazgos claros. Pero ahora estos tiempos de inacción se tienen que acabar, tenemos que trabajar por una Región Metropolitana de Barcelona con una visión clara: próspera, a partir de un modelo económico basado en el conocimiento y la sostenibilidad, y con unas infraestructuras que impulsan este nuevo modelo económico y que garantizan un equilibrio social y social. territorial.
Este futuro es posible, tenemos los activos para hacerlo, tenemos los recursos para hacerlo, sólo nos hace falta la voluntad para hacerlo, pues hagámoslo, alcémonos y juntos, el conjunto de la Región Metropolitana, trabajemos para hacer un presente mejor y un futuro más sostenible.
por Jaume Collboni i Cuadrado
EL PRESENTE Y EL FUTURO ES DE LAS METRÓPOLIS
El siglo 21 será el siglo de las metrópolis. Sin embargo, lo será por población y economía. En términos poblacionales, las proyecciones de organismos intergubernamentales apuntan a que el 68,4% de la población mundial a mitad de siglo vivirá mayoritariamente en las ciudades y las áreas metropolitanas, porcentaje ya se ha superado en el 2018. caso de América Latina o Europa, con porcentajes del 81,2% y del 74,9% respectivamente.
El desplazamiento migratorio al entorno urbano, un fenómeno que en Barcelona y sus ciudades vecinas ya se produjo en el tercio del siglo pasado con la inmigración rural y que se acentuó con la inmigración extranjera durante la primera década de este siglo, conlleva unos retos urbanos importantes. El resultado es que Barcelona, L’Hospitalet de Llobregat y Santa Coloma de Gramenet son, por ejemplo, de las ciudades más densamente pobladas de Europa.
Por otro lado, en términos económicos estamos transitando hacia una economía más basada en el conocimiento que en la mano de obra, al ser ésta sustituida por la tecnología. Y este conocimiento tiene su origen en las ciudades, en los centros de investigación y en las universidades, que debe ser capaz de ser transferido al tejido productivo con el fin de garantizar una permanente competitividad empresarial.
Esta economía del conocimiento es local, pero también global. Local porque es en los entornos urbanos donde se transfiere este conocimiento, es donde se produce la oportunidad de crear productos y servicios que generen ventajas competitivas. Pero al mismo tiempo es global, porque es en el entorno internacional que, por una parte, se genera este conocimiento, a partir de las colaboraciones entre equipos investigadores. Pero también está en el entorno internacional, en las conexiones internacionales que el talento y los bienes tienen su mercado, y en este entorno internacional las ciudades se han convertido en actores económicos de relevancia, con metrópolis globales con un peso económico superior al de algunos países, como es el caso de Tokio o Nueva York.
Complementariamente a estas tendencias demográficas y económicas estamos obligados a desarrollar una transición energética y climática. Obligados por la actualidad, reflejada por la guerra de Ucrania, que ha demostrado que la energía es utilizada como un arma con un impacto claro en la economía de las familias y de las empresas, especialmente de las PYMES. Pero esta obligación también es a largo plazo. De la capacidad de afrontar el cambio climático, a través de medidas de reducción de emisiones complementadas con medidas de mitigación de los efectos de estas emisiones, seremos capaces de dibujar un futuro sostenible para las próximas semanas. generaciones. Y en unos entornos urbanos más poblados, es la tecnología y la innovación, así como el diseño de las infraestructuras adecuadas lo que nos permitirá abordar este futuro más sostenible.
Por último, la pandemia provocada por el virus de la COVID temporalmente redujo la presencia y la actividad en las ciudades, pero esta tendencia de huir al entorno rural se ha reducido en los últimos tiempos, prueba de ello es que en la gran parte de metrópolis, poco a poco, la actividad de los centros urbanos se ha ido recuperando. El entorno laboral híbrido, entre presencia física y teletrabajo se mantendrá en el futuro, sin embargo, el segundo no tiene una capacidad de sustituir de forma absoluta al primero, como se observa con el ritmo de contratación de oficinas que se está produciendo en Barcelona: en el 1er trimestre de este año, la contratación de oficinas en Barcelona ha alcanzado los 90.500 metros cuadrados, un 25% más que en el mismo periodo de 2021, cuando el mercado ya empezaba a experimentar una recuperación post-pandemia, y la previsión para finales de año es que se contraten más de 300.000 m2 de oficinas.
Los entornos urbanos son y serán el epicentro de la actividad de nuestro siglo, y seguirán siendo espacios de oportunidades personales, familiares, laborales y de cultura, tal y como no han dejado de serlo, a pesar de la pandemia.
Es nuestro deber moral y ético garantizar que las generaciones futuras tengan como mínimo las mismas oportunidades que hemos tenido otras generaciones, y seguramente es nuestro compromiso con la sociedad lo que nos obliga a trabajar para que estas generaciones tengan mayores oportunidades a partir de resolver los déficits que todavía tenemos presentes.
“Es nuestro deber moral y ético garantizar que las generaciones futuras tengan como mínimo las mismas oportunidades que hemos tenido otras generaciones» |
LOS RETOS DE UN MUNDO URBANO E INTERCONECTADO
Si las ciudades son territorios de oportunidades, también son espacios de retos constantes, más si hay una tendencia permanente de crecimiento poblacional urbano combinado con una transición hacia unos nuevos modelos económicos, alentados por la doble transición, la tecnológica y la verde.
Retos que son compartidos por las personas y las empresas. Sería un error dividir las necesidades de la economía y las necesidades de las personas están ligadas. La ciudadanía necesita una economía fuerte para tener oportunidades, y la economía necesitada de un talento para competir. Necesidades sociales y económicas son dos caras de la misma moneda. Pero la sociedad necesita ser más verde para poder vivir mejor, y al mismo tiempo la economía tiene una oportunidad de ser más competitiva gracias a una sociedad más respetuosa con el medio ambiente.
Y por tanto hay que observar que estos retos, que interpelan tanto a las personas como a las empresas, son retos que deben abordarse conjuntamente, teniendo en cuenta las implicaciones de ambas realidades.
¿Y cuáles son estos retos? El reto de reducir el cambio climático es seguramente uno de los retos más presentes. El cambio climático tiene una afectación clara en la salud de las personas, a la vez que, si no somos capaces de reducirlo, en los modos de vida, al afectar este el nivel del mar y la calidad del aire. Pero el cambio climático interpela también al sector económico, obligando a modificar modelos productivos y servicios, para, por un lado reducir los niveles de emisiones, y por otro, ofrecer productos a la altura de una sociedad cada vez más exigente a favor de la lucha contra el colegio. cambio climático. Cambios en los modelos energéticos y alimentarios, ya sea en la producción como en el consumo de bienes y servicios serán claves para luchar efectivamente contra el cambio climático.
Acompañando el cambio climático, tenemos el reto de la transición energética, que de una parte es motivada por ésta necesita reducir el cambio climático, pero también tiene un reto propio y es el del encarecimiento de la energía como consecuencia de los factores geopolíticos actuales. Una transición energética que para hacerla posible, necesita de unas infraestructuras adecuadas tanto en la producción, en el consumo y sobre todo en la distribución. Infraestructuras que hagan efectiva la transición energética de ciudadanos, viviendas y empresas.
La transición digital, de la sociedad y de la economía es otro reto al que nos enfrentamos. Miles de puestos de trabajo que pueden desaparecer, colectivos marginados digitalmente y empresas sin posibilidad de poder competir son escenarios que pueden ser el resultado de una transición digital desequilibrada, y que para evitarlo, se debe dotar a la sociedad de unas infraestructuras de trabajo conectividad y de un conocimiento para usarlas. La transición digital debe ser justa si queremos mantener una economía y una sociedad cohesionada.
La competitividad internacional de las ciudades y de la economía del talento es otro reto a tener presente. Si la economía del futuro es la economía del conocimiento, y este tiene una alta capacidad de movilidad internacional, no se debe menospreciar el riesgo que puede conllevar no sé en el circuito de las ciudades que son productoras de talento. La apuesta por la educación, la investigación y la innovación son piezas clave de esta ecuación. Pero la competitividad de las ciudades también pasa por su atractividad y calidad de vida. De cómo de atractivas sean las ciudades tanto para vivir en ellas como para disfrutar de ellas, dependerá el grado de atracción de la población que viva en ellas y que las visite. Por lo tanto, en un siglo donde las ciudades serán actores punteros mantener el posicionamiento competitivo en el mercado urbano, ya sea a nivel internacional como escala regional será vital para el futuro de las ciudades.
Y por último, tenemos el reto de la recuperación económica post pandemia y en un entorno económico geopolíticamente inestable. Y esta recuperación económica debe tener presente los retos anteriores, porque la competitividad empresarial dependerá de esta capacidad de adaptación a estos retos, pero a la vez, la viabilidad de los proyectos personales de las personas dependerá de disponer de una economía fuerte.
Todos estos retos son a los que se enfrentan actualmente las grandes ciudades del mundo, y Barcelona y su región metropolitana son una de estas grandes ciudades. Los 5,5 millones de habitantes, los 165 billón de euros de PIB, hacen de la Barcelona metropolitana, la 67ª metrópolis del mundo, en términos de PIB.
LAS NECESIDADES METROPOLITANAS
Con el fin de superar estos retos, se identifican infraestructuras claves como son las infraestructuras ligadas a la movilidad, la energía, las telecomunicaciones, el medio ambiente y las infraestructuras productivas.
1. Las infraestructuras de movilidad
En el caso de las infraestructuras de movilidad hablamos del conjunto de oferta de modos de transporte terrestre, por las personas y las mercancías en el ámbito metropolitano y de las infraestructuras viarias. Aunque podemos tener infraestructuras de movilidad urbanas y otras de dimensión metropolitana, a veces nos ha faltado esta doble perspectiva a la vez de diseñarlas. No hemos tenido en cuenta que una infraestructura de movilidad de ámbito local tiene una afectación metropolitana, o vice-versa, el diseño de una infraestructura de movilidad de ámbito Metropolitana puede descongestionar un entorno urbano. Esta realidad es bien conocida en la Región Barcelonesa, donde, soluciones viarias que pueden ser adecuadas para el entorno urbano afectado directamente por las mismas, no han previsto su implicación en la movilidad metropolitana, provocando que sean un impedimento a la actividad diaria de personas. que viven, trabajan o estudian en esta ciudad.
La movilidad también es transporte público, y especialmente la movilidad sostenible será posible cuando más transporte público masivo haya entre ciudades de las metrópolis. Más cantidad, oferta más diversificada, y una red transversal y no sólo radial donde Barcelona es el origen y el destino de la red. En este sentido, la Autoridad del Transporte Metropolitano de Barcelona, la ATM ya vela por estas actuaciones, y si éstas no se producen más rápido es porque no ha habido la dedicación de recursos económicos por parte de las Administraciones superiores competentes.
2. Las infraestructuras energéticas
La energía ha sido, hasta ahora, una infraestructura que claramente superaba el ámbito local y metropolitano. Sin embargo la importancia de la energía se hace presente en nuestras vidas a raíz de los apagones del verano de 2007. El 23 de julio de 2007, más de 350.000 hogares se quedaron sin luz durante 4 días. Esta afectación mostró la necesidad de garantizar la seguridad en la distribución energética. Pero es con la aparición de las energías renovables, especialmente la fotovoltaica, pero también en menor medida, la eólica, la marina, la geotérmica y el hidrógeno, que el sector energético está modificando sus parámetros, y que, el papel del mundo local, y de los ciudadanos está dejando de ser un papel de mero consumidor, sin voz ni voto, a pasar a ser lo que se llama prosumers, consumidores y productores energéticos. Esta nueva realidad del sistema energético obra una nueva perspectiva en el entorno energético y más en el momento actual donde es necesario, por motivos ambientales y de seguridad geopolítica, desplegar, más que antes, la transición energética.
Si queremos una movilidad más sostenible, esta pasará de una parte por un transporte público masivo más extendido, pero también vendrá acompañada de una movilidad eléctrica más generalizada. Para que ésta sea posible, es necesaria una buena red de puntos de recarga que garantice una autonomía en los vehículos eléctricos. Finalmente, la distribución energética también es vital, y más en el entorno geopolítico que vivimos. Es necesario un despliegue de una buena red de distribución, en principio, ya resuelto a raíz del apagón de 2007, pero hay que mantenerla en condiciones y hay que ampliarla, para garantizar una interconexión con Europa. Y la Región Metropolitana es la puerta de entrada de esta interconexión, por proximidad geográfica, pero también por la presencia de plantas de gas natural licuado. Esta realidad, sumado a que en la Zona Franca se instalará una estación de hidrógeno pionera en España, es una oportunidad para que la Región Barcelonesa sea lo antes posible un centro de distribución de gas y en el futuro de hidrógeno.
1. Las infraestructuras de telecomunicaciones
Si las infraestructuras energéticas han entrado en la agenda política de forma clara, las infraestructuras de telecomunicaciones son otro vector que debe estar presente. La dependencia digital es tan alta en nuestra sociedad y en nuestra economía, que debemos garantizar una seguridad en la conectividad en el mismo nivel que la exigimos en el suministro energético y de otras utilities como el agua o el gas. Esta conectividad garantizada será aún más importante si queremos desplegar el 5G y el 6G en toda su potencialidad, con un impacto claro en una mayor eficiencia en la movilidad, en parte gracias al vehículo autónomo, que puede reducir los consumos energéticos, además de mejorar la congestión y en la vivienda con el desarrollo de dispositivos de control del confort climático dentro de las actuaciones integrales de rehabilitación energética. El 5G y el 6G pueden ser claves para la competitividad de nuestras empresas, porque las posibilita ser parte activa de este mercado de la conectividad, ofreciendo a nivel local productos y servicios en torno a esta actividad conectada. Esta actividad debe ser la antesala para un reforzamiento del posicionamiento regional, nacional e internacional de nuestro tejido empresarial.
1. Las infraestructuras productivas
La competitividad pasa por las telecomunicaciones, por la energía y por la movilidad, pero también y muy especialmente en una economía basada en el conocimiento pasa por unas infraestructuras que sustentan este conocimiento. Hablamos de infraestructuras productivas que aumenten la competitividad de esta economía del conocimiento, que se basa en la generación de ideas y en compartirlas, y para ello, la conectividad internacional es clave. Así pues, hay que tener muy claro que una ampliación del Aeropuerto es más necesaria para el desarrollo de centros de investigación y empresas innovadoras que por el desarrollo del sector turístico. Es gracias a esta conectividad intercontinental que nuestros hospitales punteros, nuestras escuelas de negocio líderes internacionales, nuestras universidades reconocidas y conocidas en todo el mundo y nuestro tejido productivo más internacional, el biosanitario y el digital, podrán garantizar mantener su competitividad, porque si, compiten y a nivel mundial. Los Hubs mundiales de conocimiento e innovación necesitan estar conectados para maximizar sinergias, y Barcelona, si quiere mantener su condición de hub europeo y seguir generando prosperidad compartida a partir de la tracción de sectores estratégicos, necesita una conexión estable y ágil con Asia y América.
El futuro del aeropuerto va más de la mano de los centros de investigación que de los hoteles. Y dos ejemplos de relación ciudad-aeropuerto: de una parte, Venecia, una ciudad saturada turísticamente, y no tiene un aeropuerto intercontinental. Y de otra parte Boston, un referente en investigación y conocimiento con un aeropuerto intercontinental. ¿Qué queremos ser? ¿Una Venecia o un Boston? Pues seguramente seremos un mix de las dos, porque el patrimonio y la atractividad de Barcelona no la perderemos, y la capacidad innovadora y de generación de conocimiento también la tenemos, y la tenemos que desarrollar. El aeropuerto intercontinental también nos permite apostar por una economía del visitante más diversificada, menos basada en estancias cortas con consumo bajo, en un turismo low cost, sino en un turismo de mayor calidad, más interesado en la cultura, más respetuoso con el entorno, y con un mayor consumo en la ciudad. Eso también es el aeropuerto intercontinental. Sin embargo, hay que trabajar bien el debate del futuro del aeropuerto. Hay que dialogar, y encontrar una solución que sea un equilibrio entre proteger el medio ambiente, respetar el entorno urbano y garantizar una competitividad de nuestra economía.
Las infraestructuras productivas son más que el aeropuerto. Necesitamos un Puerto fuerte, que sea un buen centro de origen y destino de mercancías, necesitamos una red ferroviaria bien conectada con el territorio y con Europa, con el corredor del mediterráneo como espina central. Necesitamos unos buenos centros de intercambio logístico en el hinterland de nuestra región metropolitana, una de las infraestructuras competitiva y unos centros de investigación dotados de las infraestructuras, espacios de ensayo y recursos para seguir compitiendo.
Las infraestructuras medio ambientales tienen también un rol en esta superación de los retos que tenemos las metrópolis del siglo XXI. Podemos considerar que en este sentido, el trabajo, mayoritariamente está realizado, con sistemas de gestión metropolitanos del agua, los residuos y espacios de protección del medio ambiente generalizados. Pero deben mantenerse, y modernizar. El futuro será sostenible o no será, y es necesario que las infraestructuras que garantizan esta sostenibilidad se doten de los recursos suficientes para seguir rindiendo a pleno rendimiento y se adapten a unos posibles incrementos poblaciones a la vez que a nuevas exigencias ambientales.
Estas son las necesidades de la Región Metropolitana de Barcelona, una de las regiones con más potencial de Europa, capaz de liderar económica, científica y culturalmente el Sur de Europa y el conjunto del Mediterráneo. Esta realidad es posible. Pero debemos liderarla, y hasta el día de hoy, este liderazgo no ha estado presente.
LA REGIÓN PARA LIDERAR
Muchas de las críticas o posicionamientos hacia el tema metropolitano se derivan de que la propia Generalitat no se la ve lo suficientemente adecuada en el abordaje de estas políticas que se denotan como insuficientes, y en cualquier caso es obvio que parecería que hay un divorcio entre los «problemas de país» y «problemas que viven los municipios» y que provoca esta sensación a veces de desamparo.
Es necesario sin embargo aclarar que cuando hablamos de temas metropolitanos, y de buscar quién los tiene que solucionar, no sólo estamos hablando del territorio de la propia área metropolitana. Hablamos de toda la región, la metrópolis fehaciente, que es un territorio que va mucho más allá que el perfil geográfico y administrativo del AMB como institución y que podría coincidir con la noción de veguería, pero si caso es lo delimitado en el PTMB. Estos temas hacen referencia a los temas de la imagen, la proyección, la marca, en el fondo de la identidad de la metrópolis Barcelona, no sólo como un hecho cultural, sino como un hecho socioreferencial. Existen vínculos, tejidos sociales, modus de vida, identidades, costumbres y usos culturales, vitalidad asociativa, comportamientos políticos similares en el conjunto de esta región.
Y cuando hablamos de los temas metropolitanos, como se ha visto, se pone expresamente atención e intención a la promoción económica y su potencialidad, dificultades, amenazas, limitaciones, riesgos y o porunidades. Es un debate de manera muy explícita de los mecanismos ligados a la dimensión internacional: captación de inversiones, participación en mercados, en ferias, etc., imagen institucional, imagen de país, marca y marcas (Barcelona y Cataluña…), crisis reputacional, se discute y contrastan muchos aspectos relacionados con la función y papel de lobby ante problemas que se ven como que no se representan y negocian bien como son corredor mediterráneo, relaciones con el Estado, con la Generalitat, con otras ciudades y áreas metropolitanas, con otras comunidades autónomas, con otros países, y también con el resto de España. Salen temas no resueltos muy ligados a la movilidad y las infraestructuras: cercanías, red y precio de la electricidad, depuradoras, gestión de los peajes, etc.
Y este debate permanente muestra un problema de gobernanza entendido en, justamente, quién representa, quién hace de portavoz, quién y cómo lidera, quién sigue los temas, etc.., y si queremos ser un poco más exhaustivos en el debate podríamos pensar quién manda, quién lo elige, cómo se organiza, pero pensando en un objeto que es el que está descrito anteriormente.
Este no es un debate sobre el rol del AMB, los Consejos Comarcales, la Diputación de Barcelona o la Autoridad del Transporte Metropolitano, como tampoco lo es respecto al Plan Estratégico Metropolitano ni al Pacto Industrial. Todas estas instituciones hacen su trabajo, y ejercen, las primeras, las competencias que les corresponden y gestionan eficientemente los recursos de que disponen, y las instituciones de carácter más reflexivo tienen un papel relevante, que deben mantener, ya que estos espacios de reflexión son claves para ir dibujando este futuro.
No se podría decir que, sensu stricto, la reflexión va sobre la gestión recurrente de los temas que hoy en día ya gestionan la propia institución AMB o algunos Consejos Comarcales o la propia Diputación de Barcelona. Una gestión en la que, por cierto, a menudo estas instituciones no han sido suficientemente acompañadas por parte de la Generalidad. Pero en cualquier caso, este no sería el motivo principal de la reflexión «metropolitana».
El AMB es un gran activo como institución, que ha tenido la capacidad y la habilidad de mantener los servicios, incorporando ciertas sinergias y sobre todo unificando en muchos aspectos la imagen de la gestión de servicios metropolitanos, aspecto que indudablemente aporta un valor añadido a la gestión en clave metropolitana.
Por otro lado son tantos los retos de gestión – déficit transporte, previsión déficit progresivo en materia de recursos por los temas ambientales, debate sobre la gestión del ciclo del agua, incorporación de la segunda corona al modelo de gestión de transporte existente – que es muy difícil en la economía. veces mirar más allá de la presión cotidiana de los problemas. Pero en cualquier caso, el desarrollo explícito de esta agenda estratégica no se encontraba dentro de los planes originales del AMB.
El PEMB tenía esta intención en el momento de su reconversión de Pla de Barcelona en Plan Metropolitano (en el año 2000) realizando una reflexión generalista, con la finalidad de promover un listado de medidas y juntar proyectos municipales, a la vez que ha funcionado como un promotor de lobby de temas, con funciones de aglutinador, portavoz, espacio de eco. Y prueba de esta voluntad, desde 2020, de que el PEMB repensar el futuro en la dimensión de la Barcelona de los 5,5 millones de habitantes, que es la Barcelona real.
UN PACTO PARA GANAR EL FUTURO
Las conclusiones del apartado anterior muestran que ante unos intereses del territorio más visible como espacio económico y social – la región metropolitana de Barcelona, hay que hacer un esfuerzo y buscar un liderazgo compartido, un liderazgo inclusivo, que no busque protagonismos, sino resolver, conjuntamente problemas que tienen afectación a las administraciones, las empresas y los colegios. ciudadanos. Y esta afectación colectiva es parte de la solución, hay que incluir en el debate y en el liderazgo al conjunto de actores metropolitanos, las administraciones, sin lugar a dudas, pero también el tejido empresarial, y los colectivos ciudadanos. Sólo trabajando conjuntamente se podrá hacer un debate sereno, profundo y alejado de aforismos y de demagogia, que debe acabar poniendo soluciones a las necesidades urgentes que tiene la región metropolitana de Barcelona.
Para hacer este abordaje, nos hace falta un liderazgo. Un liderazgo, que, desgraciadamente, la Generalitat no ha realizado en estos últimos 10 años. El último Pacto Nacional de Infraestructuras data de 2009, con el Gobierno del Presidente Montilla y antes de éste, debemos remontarnos a la 2ª República, con el trabajo realizado por Victoriano Muñoz Olmos.
Es necesario un pacto como solución final, como objeto permanente. Nos hace falta un Pacto por las infraestructuras metropolitanas, un pacto con una gobernanza clara, y donde el Alcalde de Barcelona, por dimensión, peso, y volumen de lo que representa la ciudad, debe liderar. Un liderazgo inclusivo, conciliador, y compartido, pero alguien tiene que hacer el esfuerzo de empezar a tirar del carro, de ir a buscar a otros actores, y moralmente, el Alcalde de Barcelona tiene que sentirse obligado a tener ese rol.
Hay que cambiar esta tendencia, y por eso nos hace falta un espacio estable de debate, reflexión y decisión de temas cruciales para el conjunto de la sociedad que vive, trabaja y estudia en la Región Metropolitana de Barcelona.
Concretamente, para hacer frente a los retos previamente mencionados, a través de las infraestructuras señaladas, a través de actuaciones concretas, que ejecute, que tome decisiones, nos hace falta un Pacto que cumpla los siguientes puntos:
1. Un horizonte compartido de cuál es el futuro de la región
2. Una visión de las políticas a escala de esta región metropolitana
3. Una coordinación clara de las políticas públicas a desarrollar
4. Una armonización de las ordenanzas municipales que regulan las actividades
5. Un acuerdo respecto al futuro de las infraestructuras estratégicas
Llevamos muchos años donde no ha habido una visión clara, en que el entorno económico y social no han ayudado a centrarnos en buscar esta visión, que el pasado ha podido pesar más de lo que hacía falta, que no hemos tenido unos liderazgos claros. Pero ahora estos tiempos de inacción se tienen que acabar, tenemos que trabajar por una Región Metropolitana de Barcelona con una visión clara: próspera, a partir de un modelo económico basado en el conocimiento y la sostenibilidad, y con unas infraestructuras que impulsan este nuevo modelo económico y que garantizan un equilibrio social y social. territorial.
Este futuro es posible, tenemos los activos para hacerlo, tenemos los recursos para hacerlo, sólo nos hace falta la voluntad para hacerlo, pues hagámoslo, alcémonos y juntos, el conjunto de la Región Metropolitana, trabajemos para hacer un presente mejor y un futuro más sostenible.
share: |