LA METRÓPOLIS BARCELONA, RETO NACIONAL

Mario Romeo defiende que hay que reforzar el papel del área metropolitana en el espacio mediterráneo y en el ámbito de una España que debe dejar de ser radial y reconocer la cocapitalidad de Barcelona

Por Mario Romeo, presidente de Portes Obertes del Catalanisme
Entre las muchas asignaturas pendientes que el gobierno de la Generalitat y las instituciones catalanas deben abordar a corto y medio plazo figura una cuestión tan fundamental para nuestro futuro colectivo como es la metropolitana. No podemos olvidar que en la Región de Barcelona viven más de 5 millones de personas, casi el 67% de la población catalana, y se genera el 70% del PIB de Cataluña y el 14% del de España. Es motor de la economía de Cataluña y uno de los grandes motores, también, de la española.
La región metropolitana de Barcelona es, en efecto, una de las más importantes áreas urbanas, económicas, productivas de Europa de reconocido dinamismo productivo, social, cultural y tecnológico, pero acumula también un considerable grosor de problemas relacionados sobre todo con las condiciones de vida, la vivienda, la educación, la movilidad, la cohesión social y la igualdad de oportunidades. El paro juvenil o la pobreza infantil, para citar solo dos cuestiones, logran cotas impropias de una sociedad que se ve a sí misma como moderna y avanzada.
Dar respuesta a las exigencias y necesidades de la Cataluña metropolitana (para decirlo de una manera esquemática y poco rigurosa, porque Tarragona-Reus y también Girona dibujan sus propias realidades metropolitanas aunque de alcance e impacto muy menores) no solo es una responsabilidad compartida de los municipios, de las diputaciones o del área Metropolitana de Barcelona, ni únicamente de un departamento de la Generalitat.

El tema metropolitano es una cuestión central de país a la cual el gobierno de Cataluña, las instituciones, las fuerzas parlamentarías y las organizaciones económicas y sociales deben prestar la máxima atención. Creo que se puede afirmar, desde la perspectiva de los que creemos en el catalanismo de amplio espectro como un espacio central de la vida política del país, que construir “soluciones metropolitanas” es un acto de patriotismo, en el sentido más digno e inclusivo de la palabra. El gobierno de la Generalitat deben entender que abordar los problemas económicos, sociales, de movilidad, de sostenibilidad, de la conurbación barcelonesa es una responsabilidad que no se puede rehuir.

En este sentido es bueno recordar cómo el catalanismo histórico ya tuvo claro que la fuerza de Cataluña radicaba en la posibilidad de fortalecer su red de ciudades y como la existencia de una metrópolis como Barcelona y su pujanza industrial y comercial fue determinante para la recuperación y expansión de la cultura catalana, de su identidad colectiva. La Mancomunidad de Cataluña, en concreto, desarrolló hasta donde pudo su vocación de urbanizar el país. El concepto de la Cataluña ciudad, acuñado por el noucentisme, se debe entender en términos de cohesión social, de potenciación de la red de equipamientos públicos, de poner la cultura en primer plan como una herramienta de gran importancia para la construcción social. La Cataluña Ciudad se concebía como un país en el que todas las comarcas pudieran acceder a servicios que garantizaran la calidad de vida de sus habitantes.

“El tema metropolitano es una cuestión central de país a la cual el gobierno de Cataluña, las instituciones, las fuerzas parlamentarías y las organizaciones económicas y sociales deben prestar la máxima atención.”

En el terreno de los hechos concretos, hay que mencionar como la Generalitat republicana intentó con el denominado Pla Macià, de la mano de la arquitectura racionalista, dibujar la Barcelona moderna. Hoy continúa teniendo sentido que, desde una visión integral de Cataluña y de su entorno geográfico y político, se tenga una preocupación fundamental por Barcelona, que se hagan nuevos esfuerzos para contribuir al desarrollo de la ciudad real. Fortalecer Barcelona, área y región metropolitana, es fortalecer también Cataluña.

Probablemente, desde una óptica estrecha del territorio, alguien puede considerar que una Barcelona demasiado grande y un área metropolitana potente ponen en peligro la autoridad del gobierno de Cataluña. En el ámbito metropolitano, es cierto, confluyen, además de la Generalitat, las actuaciones de la administración del estado y la administración local: la diputación, el AMB y los ayuntamientos. El de Barcelona, en concreto, tiene, desde siempre, una enorme dimensión que ultrapasa cualquier comparación. El antiguo calificativo de “cap i casal” resume bien su posición. Sería un error ver contraposición, contradicción, entre la Gran Barcelona y el conjunto del país. La fuerza del área metropolitana es la fuerza de Cataluña y por eso parece prudente y necesario no solo abordar los problemas sociales y urbanos sino también reforzar su papel en el espacio mediterráneo y en el ámbito de una España que debe dejar de ser radial y debe reconocer la cocapitalidad de Barcelona más allá del estricto campo de la cultura, del mismo modo que se debe rehacer el compromiso de Cataluña con la gobernanza de España.

Nos hay que construir soluciones concertadas entre los diferentes agentes institucionales, políticos, sociales y económicos para resolver las necesidades del área metropolitana de Barcelona, desde la reindustrialización, la vivienda o la formación profesional hasta el acabado de las infraestructuras pendientes, por citar unos ejemplos, pero también las inversiones en materia de cultura o de salud. Son retos nacionales porque la metrópolis es un reto nacional. Al gobierno de todos los catalanes y las catalanas le corresponde liderar las soluciones.

Por Mario Romeo, presidente de Portes Obertes del Catalanisme

Entre las muchas asignaturas pendientes que el gobierno de la Generalitat y las instituciones catalanas deben abordar a corto y medio plazo figura una cuestión tan fundamental para nuestro futuro colectivo como es la metropolitana. No podemos olvidar que en la Región de Barcelona viven más de 5 millones de personas, casi el 67% de la población catalana, y se genera el 70% del PIB de Cataluña y el 14% del de España. Es motor de la economía de Cataluña y uno de los grandes motores, también, de la española.
La región metropolitana de Barcelona es, en efecto, una de las más importantes áreas urbanas, económicas, productivas de Europa de reconocido dinamismo productivo, social, cultural y tecnológico, pero acumula también un considerable grosor de problemas relacionados sobre todo con las condiciones de vida, la vivienda, la educación, la movilidad, la cohesión social y la igualdad de oportunidades. El paro juvenil o la pobreza infantil, para citar solo dos cuestiones, logran cotas impropias de una sociedad que se ve a sí misma como moderna y avanzada.
Dar respuesta a las exigencias y necesidades de la Cataluña metropolitana (para decirlo de una manera esquemática y poco rigurosa, porque Tarragona-Reus y también Girona dibujan sus propias realidades metropolitanas aunque de alcance e impacto muy menores) no solo es una responsabilidad compartida de los municipios, de las diputaciones o del área Metropolitana de Barcelona, ni únicamente de un departamento de la Generalitat.

El tema metropolitano es una cuestión central de país a la cual el gobierno de Cataluña, las instituciones, las fuerzas parlamentarías y las organizaciones económicas y sociales deben prestar la máxima atención. Creo que se puede afirmar, desde la perspectiva de los que creemos en el catalanismo de amplio espectro como un espacio central de la vida política del país, que construir “soluciones metropolitanas” es un acto de patriotismo, en el sentido más digno e inclusivo de la palabra. El gobierno de la Generalitat deben entender que abordar los problemas económicos, sociales, de movilidad, de sostenibilidad, de la conurbación barcelonesa es una responsabilidad que no se puede rehuir.

En este sentido es bueno recordar cómo el catalanismo histórico ya tuvo claro que la fuerza de Cataluña radicaba en la posibilidad de fortalecer su red de ciudades y como la existencia de una metrópolis como Barcelona y su pujanza industrial y comercial fue determinante para la recuperación y expansión de la cultura catalana, de su identidad colectiva. La Mancomunidad de Cataluña, en concreto, desarrolló hasta donde pudo su vocación de urbanizar el país. El concepto de la Cataluña ciudad, acuñado por el noucentisme, se debe entender en términos de cohesión social, de potenciación de la red de equipamientos públicos, de poner la cultura en primer plan como una herramienta de gran importancia para la construcción social. La Cataluña Ciudad se concebía como un país en el que todas las comarcas pudieran acceder a servicios que garantizaran la calidad de vida de sus habitantes.

«El tema metropolitano es una cuestión central de país a la cual el gobierno de Cataluña, las instituciones, las fuerzas parlamentarías y las organizaciones económicas y sociales deben prestar la máxima atención.”

 

 

En el terreno de los hechos concretos, hay que mencionar como la Generalitat republicana intentó con el denominado Pla Macià, de la mano de la arquitectura racionalista, dibujar la Barcelona moderna. Hoy continúa teniendo sentido que, desde una visión integral de Cataluña y de su entorno geográfico y político, se tenga una preocupación fundamental por Barcelona, que se hagan nuevos esfuerzos para contribuir al desarrollo de la ciudad real. Fortalecer Barcelona, área y región metropolitana, es fortalecer también Cataluña.

Probablemente, desde una óptica estrecha del territorio, alguien puede considerar que una Barcelona demasiado grande y un área metropolitana potente ponen en peligro la autoridad del gobierno de Cataluña. En el ámbito metropolitano, es cierto, confluyen, además de la Generalitat, las actuaciones de la administración del estado y la administración local: la diputación, el AMB y los ayuntamientos. El de Barcelona, en concreto, tiene, desde siempre, una enorme dimensión que ultrapasa cualquier comparación. El antiguo calificativo de “cap i casal” resume bien su posición. Sería un error ver contraposición, contradicción, entre la Gran Barcelona y el conjunto del país. La fuerza del área metropolitana es la fuerza de Cataluña y por eso parece prudente y necesario no solo abordar los problemas sociales y urbanos sino también reforzar su papel en el espacio mediterráneo y en el ámbito de una España que debe dejar de ser radial y debe reconocer la cocapitalidad de Barcelona más allá del estricto campo de la cultura, del mismo modo que se debe rehacer el compromiso de Cataluña con la gobernanza de España.

Nos hay que construir soluciones concertadas entre los diferentes agentes institucionales, políticos, sociales y económicos para resolver las necesidades del área metropolitana de Barcelona, desde la reindustrialización, la vivienda o la formación profesional hasta el acabado de las infraestructuras pendientes, por citar unos ejemplos, pero también las inversiones en materia de cultura o de salud. Son retos nacionales porque la metrópolis es un reto nacional. Al gobierno de todos los catalanes y las catalanas le corresponde liderar las soluciones.

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