CARLOS LOSADA: «LOS GRANDES RETOS DE BARCELONA SON UN AEROPUERTO POTENTE, EL CONOCIMIENTO Y LA EQUIDAD»

El profesor y exdirector general de ESADE cree que la crisis demográfica, la transformación tecnológica y ocupacional y las desigualdades marcan la agenda barcelonesa, catalana, española y europea en un entorno carecido de proyectos compartidos

Per Rafael Pradas

Carlos Losada es doctor en Dirección y Administración de Empresas y licenciado en Derecho. Es profesor del Departamento de Dirección General y Estrategia de ESADE, institución de la que ha estado director general a lo largo de diez años, entre 2000 y 2010. Ha ejercido varios cargos de dirección, tanto en el sector privado como en el público, entre ellos el de secretario general de Administración y Función Pública de la Generalitat, ha trabajado también en el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington DC y mantiene un vínculo estrecho con el tercer sector. Ha compaginado la actividad académica con la pertenencia a varios órganos de gobierno, entre los cuales destacan los consejos de administración de Gas Natural Fenosa (España), de la SFL (Francia) y de la empresa europea InnoEnergy (Holanda), y el Consejo Asesor de la Fundación Príncipe de Girona. Miembro de varios patronatos, hoy preside la federación de Universidades Jesuitas en España y es miembro del World Council de la IAJU. De profundas convicciones demócrata cristianas, ha sido uno de los fundadores de Units per Avançar.

-¿En qué contexto global se tiene que mover Barcelona?
-Un aspecto fundamental del contexto global, que no siempre tenemos bastante presente, es el cambio demográfico: en el mundo habrá una transformación los próximos cuarenta años que condicionará muchas de las decisiones políticas, en materia de infraestructuras, de natalidad, de jubilaciones,… que se tendrán que tomar. Los cambios demográficos ya son brutales y los estudios más serios, como los publicados en The Lancet, prevén una caída radical de la población en España y Cataluña. Es cierto que esto se espera de aquí a veinte o treinta años. A la vez se dibuja un crecimiento fortísimo de población en África y un estancamiento muy importante a los otros continentes y grandes países como China. Esta parte del escenario tiene mucho que ver con movimientos migratorios y por tanto con políticas de aceptación de la inmigración, una de las pocas cosas que nos pueden permitir crecer como sociedad a medio y largo plazo.
Otro rasgo característico del escenario global es todo aquello que afecta a la transformación tecnológica que quiere decir también la transformación de la ocupación. Parece ya un tópico pero es una certeza que de aquí a pocos años la mayoría de los trabajos de hoy no existirán. Ya está pasando de hecho con un mercado laboral en el que hay demanda de ocupación importante en muchos ámbitos y en cambio tenemos un paro muy elevado porque hay un grande desajuste. Esto ya pone de manifiesto la enorme importancia de las políticas activas de ocupación.

-Parece que nos encaminamos hacia una sociedad más desigual…
-Conjuga, en efecto, con un importante proceso de pérdida de equidad. Branko Milanovic ha hecho unos estudios impresionantes sobre cómo se ha transformado realmente la equidad. Es cierto que a nivel mundial hay países que han ganado en equidad pero también hay países extraordinariamente pobres, dejados de lado, que han caído en una penuria extrema. Podemos decir, pues, que en lo mi hay más equidad, pero hay dos áreas que sufren muchísimo, además de los países más pobres, Europa y Estados Unidos y concretamente sus clases medianas y las clases de rentas bajas. La pérdida de oportunidades es atroz y es generadora en parte de un grande descontento y de los populismos.

-¿El mundo se ha hecho todavía más global con la Covid y la guerra de Ucrania?
…y con la tecnología! La globalización nos ha hecho altamente interdependientes. Lo vemos, como usted dice, con la guerra de Ucrania, lo vimos con el Covid. Además hay otro factor clave que dibuja el marco en que se mueve y se moverá Barcelona: la tecnología modifica las relaciones de poder, incluso las interpersonales. Comporta un extraordinario cambio de valores sociales del cual todavía no somos conscientes. La tecnología nos ha llevado a la rotura entre muchos grupos sociales, ha generado muchas islas sociales y hace muy difícil tener proyectos compartidos.

¿Todo esto ajustado a la realidad de Barcelona como lo ve?
Uno de los problemas más importantes de Barcelona en este escenario es que le será muy difícil diseñar un proyecto compartido. Los retos demográficos, ocupacionales, de equidad, y el cambio de valores, hacen muy difícil poder decir qué hay que hacer. Son problemas de una gran complejidad y profundidad y no hay recetas mágicas que no tengan un alto coste social y, en consecuencia, político.

-Cuando usted habla de proyecto compartido supongo que se refiere a aceptación social…
-Sí, que la mayoría de la población diga “yo quiero una Barcelona de este modo, sueño con esta visión de Barcelona”… y estoy dispuesto a hacer sacrificios!!! Creo que es una palabra difícil. El gran reto de un buen político es conseguir que haya un proyecto compartido por la gran mayoría de la población de la ciudad o del área metropolitana pero dudo que hoy haya ninguna formación política con capacidad de dibujarlo. Es una pena porque creo que podría ser muy potente y movilizarnos colectivamente.

-Dice Barcelona, pero entiendo que tenemos que leer metrópolis.
-El ámbito de Barcelona ciudad es muy limitado. Mi percepción es que hay que tener el marco mental y político de la Gran Barcelona o lo que llamamos el área metropolitana, a pesar de que no me gusta utilizar el término porque delimita excesivamente. Me gusta más hablar de la Gran Barcelona o de la Barcelona metropolitana que incorpora toda la área de influencia. Creo que nos equivocaremos si no somos capaces de ver su importancia y de hacer políticas en clave de Gran Barcelona. Pienso que saldríamos ganando colectivamente si los municipios, alcaldes y regidores, vieran mucho más clara la necesidad y la oportunidad de esta Barcelona, pero también sé que hay una imagen, una visión que nos viene de un nacionalismo poco moderno que va en contra de esta idea porque considera que todo tiene que ser Cataluña. Si fuéramos capaces de hacer los mínimos deberes, incluso sin tener una visión compartida, Barcelona podría ocupar un espacio internacional muy relevante.

-¿Cuáles son estos mínimos deberes que debe hacer Barcelona?
-Son de cierta complejidad porque conlleva mezclar posiciones ideológicas que parecen confrontadas. Necesitamos una constelación de mínimos en la que todos estemos de acuerdo aunque no despierten una gran pasión. Creo que hay dos temas que son controvertidos pero nucleares : el aeropuerto y la apuesta por el conocimiento. Podemos hacer maravillas, podemos decir otras muchas cosas, pero el aeropuerto es condición sine qua non para el futuro de Barcelona: hay estudios que correlacionan el progreso social, humano, económico de las ciudades con varios factores y dos de los más importantes es la existencia de aeropuerto, de un hub importante, y la apuesta por la investigación, los doctorados y másteres de calidad internacional,…. Un conjunto de herramientas propias de las sociedades del conocimiento más un buen aeropuerto permite hacer otras muchas cosas. También es cierto que a la vez hace falta una apuesta radical por políticas de equidad, con las que no está de acuerdo todo el mundo. Creo que Barcelona ha de hacer una apuesta muy importante por políticas de igualdad y no nos tenemos que engañar, esto quiere decir impuestos. Es cierto que a veces la política fiscal carga excesivamente sobre algunos sectores de la población, pero en cualquier caso, sin entrar ahora a hablar de política fiscal, está claro que un reto clarísimo, al mismo nivel o más alto que el aeropuerto o la apuesta por el conocimiento y la investigación, figura la equidad. Sin equidad no haremos nada, no tendremos una sociedad mínimamente cohesionada y digna para sus habitantes.

-¿No se ha mitificado en exceso la necesidad de ampliar el aeropuerto? ¿No se parte un poco de la obsesión de Boston como metáfora? ¿Somos Boston?
-No somos Boston, pero podemos tener un modelo propio que no tiene que ser Boston pero tampoco tiene que ser Miami, que es el otro ejemplo que se pone siempre. No podemos ser el resorte de Europa, entre otras razones porque hay muy buenos resortes y más económicos compitiendo con Barcelona. Debemos buscar un tercer género para decirlo de alguna manera, que nos permita compartir cosas de Boston y cosas de Miami. Barcelona está posicionada para hacerlo, pero esto seria crear una visión compartida y no sé si nos saldremos. No hago una propuesta, hablo otro golpe de deberes mínimos que si somos capaces de hacer nos han de permitir tener más oportunidades para la mayoría de la población. ¿Qué nos interesa como sociedad, como área geográfica, como país, país entendido como Cataluña y país entendido como España, como Europa? Nos interesan sociedades que ofrezcan buenas oportunidades a sus ciudadanos para poder desarrollar su proyecto vital, personal y colectivo. Si volemos esto, el aeropuerto es muy importante porque permite no solo el interconexionado y la movilidad del área metropolitana sino convertirnos en punto de para otras muchas iniciativas y esto en sociedades cada vez más interrelacionadas es crítico
.
-¿En España caben dos hubs?
-La cuestión es pertinente. ¿Cuántos hub pueden haber a Europa? Esta es la clave. Fijémonos en Italia: Milà era el grande hub y como que tener dos no era posible políticamente fue perdiendo fuerza; ahora Roma lucha pero tampoco podrá ser un hub, le será muy difícil. La respuesta se cruel, es muy difícil que hayan dos hubs en España. Otra cosa es que Barcelona juegue todas las cartas para tener el mejor aeropuerto posible y acercar más quieres; esto sí que lo puede hacer. El 2019 llegó casi a los 53 millones de pasajeros y tiene margen de crecimiento.

-¿Es posible ampliar el aeropuerto y defender el medio ambiente a la vez?
-Ya se que una reacción, lógica y natural, es pensar que si queremos ser sostenibles medioambientalmente esto del aeropuerto es una barbaridad y que no se engañe nadie: un aeropuerto más fuerte y con más quieres significa más contaminación. ¿Qué tenemos que hacer? Creo que políticas muy inteligentes. Si tenemos un aeropuerto potente que contamina más tenemos que hacer políticas ambientales más agresivas en el resto del territorio y Barcelona se ha de convertir en una ciudad con un nivel de contaminación muy bajo sabiendo, sin embargo, que esto tiene costes para los ciudadanos.

-De una pandemia como la Covid y de los efectos de la guerra de Ucrania ¿cómo puede salir una sociedad como la nuestra?
-Lo único positivo que se puede sacar de estos dos dramas humanos es tomar conciencia de que somos altamente interdependientes con el resto de los conciudadanos de este mundo. Y que la solidaridad es un valor y también una necesidad. También de que hay políticas que solo tienen sentido a nivel europeo. Europa tendría que ser federal, es el único espacio que puede dar respuesta a los temas sanitarios, tener una política de salud en parte compartida es fundamental y nos guste o no una política de defensa, no para atacar sino para no ser atacada. Hemos nacido de las guerras y tenemos que crear un ejército de defensa. Quizás no tendremos un ejército europeo como tal pero sí una fuerza de intervención rápida y los ejércitos propios de los países. La UE necesita políticas comunes al menos en asuntos exteriores, defensa, competencia, comercio, fiscalidad, energía, sanidad, inmigración, ciencia y tecnología.

-Cómo se articula una Europa federal?
-Por desgracia, la articulación de una Europa federal difícilmente podrá empezar con Francia y Alemania como todos esperamos. Muchos expertos que conozco consideran que quizás el proceso federal europeo tendría que iniciarse con Alemania, Austria, Países Bajos, algún país nórdico e Italia que es fundamental como gran país del sur. Digo que no podrá empezar con Francia no para que no queramos los proeuropeos sino porque Francia tiene todavía una visión muy acentuada de la suya grandeur y solo si voz que una parte importante de Europa se federaliza dará el paso de añadirse al proyecto. Si Francia opta por un modelo federal y se suman España y Portugal podremos formar parte del proyecto y esto sería el gran núcleo de la Europa federal.

-Partiendo del principio de subsidiariedad, ¿qué debe asumir la ciudad?
-Hay cosas que a nivel global no funcionan. Una cuestión clara es que las políticas sociales necesitan una adaptación a la realidad que es impensable que se pueda producir incluso a nivel estatal. Realidades muy cotidianas como el propio proceso de inmigración necesita una mentalidad ciudadana que acoja a las personas. La realidad última de la política se hace a nivel de ciudad, sin duda, esto sí, con un marco mas amplio.

-Hay muchas situaciones de desigualdad entre municipios metropolitanos o entre barrios en el interior mismo de Barcelona. A pesar de que no es solo una cuestión de rentas, también de comportamientos culturales, pertenecer en un territorio u otro condiciona mucho la vida…
-Es evidente que reclamamos situaciones más equitativas pero si descontáramos el impacto de la actuación de las administraciones públicas, del efecto fiscal, de la seguridad social con las pensiones, tendríamos sociedades mucho más desiguales. En este campo hay políticas que podrían ser municipales y que son claves. Muchos estudios identifican que el nivel de desigualdad aparece los primeros años de vida en el seno de la propia familia. Hay familias que ofrecen unas posibilidades a los hijos que otras familias nunca podrían ofrecer a los suyos. Hay entornos familiares en que se valora la cultura, leer, el autocontrol como base de una mayor autonomía de los hijos, de mayor capacidad de decisión y de enfrentarse a los retos personales. Y hay otros entornos familiares complejos por cuestiones laborales, trabajo de los padres, tradición cultural, por una presencia excesiva de las redes sociales y la tecnología, por el nivel de renta… Por eso tiene tanta importancia la inversión en los niños y niñas del 0 a los 5 o 6 años. Hay que hacer una inversión fortísima en los niños, en los padres, en las familias, también las monoparentales evidentemente.
Es cierto que hay dos visiones que se deben de considerar cómo se compaginan: la meritocracia y el café para todo el mundo. Hay que tener sistemas educativos que ayuden a cada cual a dar lo mejor que tiene, cosa que es muy complicada y muy cara pero con la reducción de líneas educativas como consecuencia de la caída de la natalidad tenemos la oportunidad de hacer este tipo de política. El tema de fondo es la equidad, es una herramienta para que la gente salga de situaciones de pobreza, de marginalidad y pueda tener más autonomía, más libertad para dibujar su futuro. Para hacer esto hace falta mucha estabilidad para los proyectos educativos, favorecer mucha la dedicación a la relación con el alumno y cultivar mucho la vocación de los profesores. Hay lugares de España con renta per cápita más baja que la catalana que tienen resultados académicos muy superiores, favoreciendo que personas de todo nivel puedan tener después acceso a la cultura, a la formación, a un desarrollo mucho más grande. Se tiene que decir también, en este punto, que tenemos un sistema de movilidad del personal docente pensado más en clave de lo que interesa al propio personal docente que no de lo que interesa al centro escolar y a su proyecto educativo y a los alumnos.

-¿Ha de cambiar el personal docente o toda la administración?
-La administración pública es el instrumento más importante del que se ha dotado la humanidad para resolver problemas colectivos, pero tiene que cambiar muchísimo porque tenemos por adelante retos bastante diferentes de los que hemos tenido hasta ahora y las herramientas para tratarlos también han de ser diferentes. No se puede hacer simplemente más de lo mismo. Tenemos una oportunidad única por el hecho de que las administraciones públicas perderán una parte importante de sus efectivos entre los próximos 10 o 15 años. Prácticamente la mitad. La gente que entró en la administración en los ochenta con el boom del estado del bienestar ya se está jubilando. Esto tiene una parte negativa porque perdemos talento y conocimiento, pero también hay la gran oportunidad de que entren nuevos perfiles al sector público. Hacer esto requeriría reformas de la administración y de la función pública muy sofisticadas que necesitarían un gran acuerdo parlamentario. Podríamos contar con los tres pilares de una sociedad avanzada, un buen sector público que esté realmente al servicio de las necesidades colectivas, verdaderamente democrático; un sector privado potente y competitivo capaz de generar bienes y servicios y un sector social inclusivo y con capacidad de adaptación a las nuevas realidades. Y de ser capaces de gestionar más y mejor la colaboración público-privada. Estamos muy por debajo de los países de referencia en la EU.

En todo este entorno ¿qué dicen las empresas, qué quieren?
Lo primero que necesitan las empresas es que socialmente se las vea como el gran instrumento de creación de riqueza, no que se tenga una visión peyorativa. La contribución del empresariado a la sociedad, vista con perspectiva histórica, es central, enorme. Es el gran instrumento de generación de bienes y servicios que consumimos todos y que crea puestos de trabajo y paga impuestos,… para simplificar. Globalmente  el mundo empresarial necesita mucha más estabilidad, política y económica. Habíamos ganado mucho en estabilidad macroeconómica, pero la situación de inflación es muy negativa. Y los niveles de endeudamiento público muy peligrosos. También necesita infraestructuras de conexión y disponibilidad de talento como decía al principio. Y vuelvo: aprecio social.

¿Hacia dónde cree que tendría que enfocar Cataluña sus energías?
Las tendría que dirigir a coser internamente el país, porque sin grandes pactos y sin un proyecto compartido será muy difícil avanzar. Soy tremendamente crítico, y lo he dicho públicamente, con el Procés, más allá de que la independencia es una posición política que está en contra de mi filosofía política, de lo que creo que es la interacción entre personas y entre sociedades. Al margen de mi posición, el balance que nos ha dejado el Procésé es muy duro, hemos perdido impulso. No creo que podamos reconstruir fácilmente un proyecto compartido pero sí al menos reducir las diferencias, las percepciones que tenemos los unos de los otros para irlas borrando, que no se hagan más grandes. Creo que ésta tiene que ser una tarea de todos y durante muchos años. Yo volvería a la estrategia que decía hablando de Barcelona: ¿cuáles son los mínimos que aceptamos y queremos para salir adelante aunque no todo el mundo esté de acuerdo? En Finlandia se hicieron hace unas décadas propuestas en el parlamento sabiendo que a corto plazo no se pondrían de acuerdo, pero sí a largo término. Lo podemos hacer también nosotros, identificamos aquello que consideramos clave, aquello en que puede coincidir la gran mayoría del arco parlamentario y dibujar un pacto sobre los puntos críticos para el futuro del país. Creo que el regalo más grande que podría hacer ahora el Parlament de Cataluña a nuestra sociedad es identificar los puntos básicos que, sea cual sea el gobierno, habrá que cumplir para salir adelante.

Per Rafael Pradas

Carlos Losada es doctor en Dirección y Administración de Empresas y licenciado en Derecho. Es profesor del Departamento de Dirección General y Estrategia de ESADE, institución de la que ha estado director general a lo largo de diez años, entre 2000 y 2010. Ha ejercido varios cargos de dirección, tanto en el sector privado como en el público, entre ellos el de secretario general de Administración y Función Pública de la Generalitat, ha trabajado también en el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington DC y mantiene un vínculo estrecho con el tercer sector. Ha compaginado la actividad académica con la pertenencia a varios órganos de gobierno, entre los cuales destacan los consejos de administración de Gas Natural Fenosa (España), de la SFL (Francia) y de la empresa europea InnoEnergy (Holanda), y el Consejo Asesor de la Fundación Príncipe de Girona. Miembro de varios patronatos, hoy preside la federación de Universidades Jesuitas en España y es miembro del World Council de la IAJU. De profundas convicciones demócrata cristianas, ha sido uno de los fundadores de Units per Avançar.

-¿En qué contexto global se tiene que mover Barcelona?
-Un aspecto fundamental del contexto global, que no siempre tenemos bastante presente, es el cambio demográfico: en el mundo habrá una transformación los próximos cuarenta años que condicionará muchas de las decisiones políticas, en materia de infraestructuras, de natalidad, de jubilaciones,… que se tendrán que tomar. Los cambios demográficos ya son brutales y los estudios más serios, como los publicados en The Lancet, prevén una caída radical de la población en España y Cataluña. Es cierto que esto se espera de aquí a veinte o treinta años. A la vez se dibuja un crecimiento fortísimo de población en África y un estancamiento muy importante a los otros continentes y grandes países como China. Esta parte del escenario tiene mucho que ver con movimientos migratorios y por tanto con políticas de aceptación de la inmigración, una de las pocas cosas que nos pueden permitir crecer como sociedad a medio y largo plazo.
Otro rasgo característico del escenario global es todo aquello que afecta a la transformación tecnológica que quiere decir también la transformación de la ocupación. Parece ya un tópico pero es una certeza que de aquí a pocos años la mayoría de los trabajos de hoy no existirán. Ya está pasando de hecho con un mercado laboral en el que hay demanda de ocupación importante en muchos ámbitos y en cambio tenemos un paro muy elevado porque hay un grande desajuste. Esto ya pone de manifiesto la enorme importancia de las políticas activas de ocupación.

-Parece que nos encaminamos hacia una sociedad más desigual…
-Conjuga, en efecto, con un importante proceso de pérdida de equidad. Branko Milanovic ha hecho unos estudios impresionantes sobre cómo se ha transformado realmente la equidad. Es cierto que a nivel mundial hay países que han ganado en equidad pero también hay países extraordinariamente pobres, dejados de lado, que han caído en una penuria extrema. Podemos decir, pues, que en lo mi hay más equidad, pero hay dos áreas que sufren muchísimo, además de los países más pobres, Europa y Estados Unidos y concretamente sus clases medianas y las clases de rentas bajas. La pérdida de oportunidades es atroz y es generadora en parte de un grande descontento y de los populismos.

-¿El mundo se ha hecho todavía más global con la Covid y la guerra de Ucrania?
…y con la tecnología! La globalización nos ha hecho altamente interdependientes. Lo vemos, como usted dice, con la guerra de Ucrania, lo vimos con el Covid. Además hay otro factor clave que dibuja el marco en que se mueve y se moverá Barcelona: la tecnología modifica las relaciones de poder, incluso las interpersonales. Comporta un extraordinario cambio de valores sociales del cual todavía no somos conscientes. La tecnología nos ha llevado a la rotura entre muchos grupos sociales, ha generado muchas islas sociales y hace muy difícil tener proyectos compartidos.

¿Todo esto ajustado a la realidad de Barcelona como lo ve?
Uno de los problemas más importantes de Barcelona en este escenario es que le será muy difícil diseñar un proyecto compartido. Los retos demográficos, ocupacionales, de equidad, y el cambio de valores, hacen muy difícil poder decir qué hay que hacer. Son problemas de una gran complejidad y profundidad y no hay recetas mágicas que no tengan un alto coste social y, en consecuencia, político.

-Cuando usted habla de proyecto compartido supongo que se refiere a aceptación social…
-Sí, que la mayoría de la población diga “yo quiero una Barcelona de este modo, sueño con esta visión de Barcelona”… y estoy dispuesto a hacer sacrificios!!! Creo que es una palabra difícil. El gran reto de un buen político es conseguir que haya un proyecto compartido por la gran mayoría de la población de la ciudad o del área metropolitana pero dudo que hoy haya ninguna formación política con capacidad de dibujarlo. Es una pena porque creo que podría ser muy potente y movilizarnos colectivamente.

-Dice Barcelona, pero entiendo que tenemos que leer metrópolis.
-El ámbito de Barcelona ciudad es muy limitado. Mi percepción es que hay que tener el marco mental y político de la Gran Barcelona o lo que llamamos el área metropolitana, a pesar de que no me gusta utilizar el término porque delimita excesivamente. Me gusta más hablar de la Gran Barcelona o de la Barcelona metropolitana que incorpora toda la área de influencia. Creo que nos equivocaremos si no somos capaces de ver su importancia y de hacer políticas en clave de Gran Barcelona. Pienso que saldríamos ganando colectivamente si los municipios, alcaldes y regidores, vieran mucho más clara la necesidad y la oportunidad de esta Barcelona, pero también sé que hay una imagen, una visión que nos viene de un nacionalismo poco moderno que va en contra de esta idea porque considera que todo tiene que ser Cataluña. Si fuéramos capaces de hacer los mínimos deberes, incluso sin tener una visión compartida, Barcelona podría ocupar un espacio internacional muy relevante.

-¿Cuáles son estos mínimos deberes que debe hacer Barcelona?
-Son de cierta complejidad porque conlleva mezclar posiciones ideológicas que parecen confrontadas. Necesitamos una constelación de mínimos en la que todos estemos de acuerdo aunque no despierten una gran pasión. Creo que hay dos temas que son controvertidos pero nucleares : el aeropuerto y la apuesta por el conocimiento. Podemos hacer maravillas, podemos decir otras muchas cosas, pero el aeropuerto es condición sine qua non para el futuro de Barcelona: hay estudios que correlacionan el progreso social, humano, económico de las ciudades con varios factores y dos de los más importantes es la existencia de aeropuerto, de un hub importante, y la apuesta por la investigación, los doctorados y másteres de calidad internacional,…. Un conjunto de herramientas propias de las sociedades del conocimiento más un buen aeropuerto permite hacer otras muchas cosas. También es cierto que a la vez hace falta una apuesta radical por políticas de equidad, con las que no está de acuerdo todo el mundo. Creo que Barcelona ha de hacer una apuesta muy importante por políticas de igualdad y no nos tenemos que engañar, esto quiere decir impuestos. Es cierto que a veces la política fiscal carga excesivamente sobre algunos sectores de la población, pero en cualquier caso, sin entrar ahora a hablar de política fiscal, está claro que un reto clarísimo, al mismo nivel o más alto que el aeropuerto o la apuesta por el conocimiento y la investigación, figura la equidad. Sin equidad no haremos nada, no tendremos una sociedad mínimamente cohesionada y digna para sus habitantes.

-¿No se ha mitificado en exceso la necesidad de ampliar el aeropuerto? ¿No se parte un poco de la obsesión de Boston como metáfora? ¿Somos Boston?
-No somos Boston, pero podemos tener un modelo propio que no tiene que ser Boston pero tampoco tiene que ser Miami, que es el otro ejemplo que se pone siempre. No podemos ser el resorte de Europa, entre otras razones porque hay muy buenos resortes y más económicos compitiendo con Barcelona. Debemos buscar un tercer género para decirlo de alguna manera, que nos permita compartir cosas de Boston y cosas de Miami. Barcelona está posicionada para hacerlo, pero esto seria crear una visión compartida y no sé si nos saldremos. No hago una propuesta, hablo otro golpe de deberes mínimos que si somos capaces de hacer nos han de permitir tener más oportunidades para la mayoría de la población. ¿Qué nos interesa como sociedad, como área geográfica, como país, país entendido como Cataluña y país entendido como España, como Europa? Nos interesan sociedades que ofrezcan buenas oportunidades a sus ciudadanos para poder desarrollar su proyecto vital, personal y colectivo. Si volemos esto, el aeropuerto es muy importante porque permite no solo el interconexionado y la movilidad del área metropolitana sino convertirnos en punto de para otras muchas iniciativas y esto en sociedades cada vez más interrelacionadas es crítico
.
-¿En España caben dos hubs?
-La cuestión es pertinente. ¿Cuántos hub pueden haber a Europa? Esta es la clave. Fijémonos en Italia: Milà era el grande hub y como que tener dos no era posible políticamente fue perdiendo fuerza; ahora Roma lucha pero tampoco podrá ser un hub, le será muy difícil. La respuesta se cruel, es muy difícil que hayan dos hubs en España. Otra cosa es que Barcelona juegue todas las cartas para tener el mejor aeropuerto posible y acercar más quieres; esto sí que lo puede hacer. El 2019 llegó casi a los 53 millones de pasajeros y tiene margen de crecimiento.

-¿Es posible ampliar el aeropuerto y defender el medio ambiente a la vez?
-Ya se que una reacción, lógica y natural, es pensar que si queremos ser sostenibles medioambientalmente esto del aeropuerto es una barbaridad y que no se engañe nadie: un aeropuerto más fuerte y con más quieres significa más contaminación. ¿Qué tenemos que hacer? Creo que políticas muy inteligentes. Si tenemos un aeropuerto potente que contamina más tenemos que hacer políticas ambientales más agresivas en el resto del territorio y Barcelona se ha de convertir en una ciudad con un nivel de contaminación muy bajo sabiendo, sin embargo, que esto tiene costes para los ciudadanos.

-De una pandemia como la Covid y de los efectos de la guerra de Ucrania ¿cómo puede salir una sociedad como la nuestra?
-Lo único positivo que se puede sacar de estos dos dramas humanos es tomar conciencia de que somos altamente interdependientes con el resto de los conciudadanos de este mundo. Y que la solidaridad es un valor y también una necesidad. También de que hay políticas que solo tienen sentido a nivel europeo. Europa tendría que ser federal, es el único espacio que puede dar respuesta a los temas sanitarios, tener una política de salud en parte compartida es fundamental y nos guste o no una política de defensa, no para atacar sino para no ser atacada. Hemos nacido de las guerras y tenemos que crear un ejército de defensa. Quizás no tendremos un ejército europeo como tal pero sí una fuerza de intervención rápida y los ejércitos propios de los países. La UE necesita políticas comunes al menos en asuntos exteriores, defensa, competencia, comercio, fiscalidad, energía, sanidad, inmigración, ciencia y tecnología.

-Cómo se articula una Europa federal?
-Por desgracia, la articulación de una Europa federal difícilmente podrá empezar con Francia y Alemania como todos esperamos. Muchos expertos que conozco consideran que quizás el proceso federal europeo tendría que iniciarse con Alemania, Austria, Países Bajos, algún país nórdico e Italia que es fundamental como gran país del sur. Digo que no podrá empezar con Francia no para que no queramos los proeuropeos sino porque Francia tiene todavía una visión muy acentuada de la suya grandeur y solo si voz que una parte importante de Europa se federaliza dará el paso de añadirse al proyecto. Si Francia opta por un modelo federal y se suman España y Portugal podremos formar parte del proyecto y esto sería el gran núcleo de la Europa federal.

-Partiendo del principio de subsidiariedad, ¿qué debe asumir la ciudad?
-Hay cosas que a nivel global no funcionan. Una cuestión clara es que las políticas sociales necesitan una adaptación a la realidad que es impensable que se pueda producir incluso a nivel estatal. Realidades muy cotidianas como el propio proceso de inmigración necesita una mentalidad ciudadana que acoja a las personas. La realidad última de la política se hace a nivel de ciudad, sin duda, esto sí, con un marco mas amplio.

-Hay muchas situaciones de desigualdad entre municipios metropolitanos o entre barrios en el interior mismo de Barcelona. A pesar de que no es solo una cuestión de rentas, también de comportamientos culturales, pertenecer en un territorio u otro condiciona mucho la vida…
-Es evidente que reclamamos situaciones más equitativas pero si descontáramos el impacto de la actuación de las administraciones públicas, del efecto fiscal, de la seguridad social con las pensiones, tendríamos sociedades mucho más desiguales. En este campo hay políticas que podrían ser municipales y que son claves. Muchos estudios identifican que el nivel de desigualdad aparece los primeros años de vida en el seno de la propia familia. Hay familias que ofrecen unas posibilidades a los hijos que otras familias nunca podrían ofrecer a los suyos. Hay entornos familiares en que se valora la cultura, leer, el autocontrol como base de una mayor autonomía de los hijos, de mayor capacidad de decisión y de enfrentarse a los retos personales. Y hay otros entornos familiares complejos por cuestiones laborales, trabajo de los padres, tradición cultural, por una presencia excesiva de las redes sociales y la tecnología, por el nivel de renta… Por eso tiene tanta importancia la inversión en los niños y niñas del 0 a los 5 o 6 años. Hay que hacer una inversión fortísima en los niños, en los padres, en las familias, también las monoparentales evidentemente.
Es cierto que hay dos visiones que se deben de considerar cómo se compaginan: la meritocracia y el café para todo el mundo. Hay que tener sistemas educativos que ayuden a cada cual a dar lo mejor que tiene, cosa que es muy complicada y muy cara pero con la reducción de líneas educativas como consecuencia de la caída de la natalidad tenemos la oportunidad de hacer este tipo de política. El tema de fondo es la equidad, es una herramienta para que la gente salga de situaciones de pobreza, de marginalidad y pueda tener más autonomía, más libertad para dibujar su futuro. Para hacer esto hace falta mucha estabilidad para los proyectos educativos, favorecer mucha la dedicación a la relación con el alumno y cultivar mucho la vocación de los profesores. Hay lugares de España con renta per cápita más baja que la catalana que tienen resultados académicos muy superiores, favoreciendo que personas de todo nivel puedan tener después acceso a la cultura, a la formación, a un desarrollo mucho más grande. Se tiene que decir también, en este punto, que tenemos un sistema de movilidad del personal docente pensado más en clave de lo que interesa al propio personal docente que no de lo que interesa al centro escolar y a su proyecto educativo y a los alumnos.

-¿Ha de cambiar el personal docente o toda la administración?
-La administración pública es el instrumento más importante del que se ha dotado la humanidad para resolver problemas colectivos, pero tiene que cambiar muchísimo porque tenemos por adelante retos bastante diferentes de los que hemos tenido hasta ahora y las herramientas para tratarlos también han de ser diferentes. No se puede hacer simplemente más de lo mismo. Tenemos una oportunidad única por el hecho de que las administraciones públicas perderán una parte importante de sus efectivos entre los próximos 10 o 15 años. Prácticamente la mitad. La gente que entró en la administración en los ochenta con el boom del estado del bienestar ya se está jubilando. Esto tiene una parte negativa porque perdemos talento y conocimiento, pero también hay la gran oportunidad de que entren nuevos perfiles al sector público. Hacer esto requeriría reformas de la administración y de la función pública muy sofisticadas que necesitarían un gran acuerdo parlamentario. Podríamos contar con los tres pilares de una sociedad avanzada, un buen sector público que esté realmente al servicio de las necesidades colectivas, verdaderamente democrático; un sector privado potente y competitivo capaz de generar bienes y servicios y un sector social inclusivo y con capacidad de adaptación a las nuevas realidades. Y de ser capaces de gestionar más y mejor la colaboración público-privada. Estamos muy por debajo de los países de referencia en la EU.

En todo este entorno ¿qué dicen las empresas, qué quieren?
Lo primero que necesitan las empresas es que socialmente se las vea como el gran instrumento de creación de riqueza, no que se tenga una visión peyorativa. La contribución del empresariado a la sociedad, vista con perspectiva histórica, es central, enorme. Es el gran instrumento de generación de bienes y servicios que consumimos todos y que crea puestos de trabajo y paga impuestos,… para simplificar. Globalmente  el mundo empresarial necesita mucha más estabilidad, política y económica. Habíamos ganado mucho en estabilidad macroeconómica, pero la situación de inflación es muy negativa. Y los niveles de endeudamiento público muy peligrosos. También necesita infraestructuras de conexión y disponibilidad de talento como decía al principio. Y vuelvo: aprecio social.

¿Hacia dónde cree que tendría que enfocar Cataluña sus energías?
Las tendría que dirigir a coser internamente el país, porque sin grandes pactos y sin un proyecto compartido será muy difícil avanzar. Soy tremendamente crítico, y lo he dicho públicamente, con el Procés, más allá de que la independencia es una posición política que está en contra de mi filosofía política, de lo que creo que es la interacción entre personas y entre sociedades. Al margen de mi posición, el balance que nos ha dejado el Procésé es muy duro, hemos perdido impulso. No creo que podamos reconstruir fácilmente un proyecto compartido pero sí al menos reducir las diferencias, las percepciones que tenemos los unos de los otros para irlas borrando, que no se hagan más grandes. Creo que ésta tiene que ser una tarea de todos y durante muchos años. Yo volvería a la estrategia que decía hablando de Barcelona: ¿cuáles son los mínimos que aceptamos y queremos para salir adelante aunque no todo el mundo esté de acuerdo? En Finlandia se hicieron hace unas décadas propuestas en el parlamento sabiendo que a corto plazo no se pondrían de acuerdo, pero sí a largo término. Lo podemos hacer también nosotros, identificamos aquello que consideramos clave, aquello en que puede coincidir la gran mayoría del arco parlamentario y dibujar un pacto sobre los puntos críticos para el futuro del país. Creo que el regalo más grande que podría hacer ahora el Parlament de Cataluña a nuestra sociedad es identificar los puntos básicos que, sea cual sea el gobierno, habrá que cumplir para salir adelante.

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