VICTOR FRANCOS: BARCELONA DEBE PODER COMPETIR CON EL PROYECTO CULTURAL DE MADRID EN IGUALDAD DE CONDICIONES

El secretario general de Cultura y Deporte del gobierno español considera que Barcelona y las ciudades del ámbito metropolitano pueden desarrollar proyectos culturales compartidos. La industria cultural es una herramienta fundamental del crecimiento económico. La cultura comienza en la escuela.

Por Rafael Pradas 

Nacido en Cerdanyola (1979), Victor Francos es licenciado en Derecho, ha desarrollado tareas directivas y de coordinación de gabinetes y equipos en ámbitos de la política y administración pública en la Generalitat, la Diputació de Barcelona y el PSC. Muy vinculado al ámbito local, entre 2011 y 2019 fue concejal del Ayuntamiento de Cerdanyola. Ha dirigido el Parc Tecnològic del Vallès y también ha sido director de Relaciones Institucionales del Consorci de la Zona Franca. En el 2020 dio el salto a la política española al ser nombrado director del Gabinete del entonces ministro de Sanidad Salvador Illa. Tras un breve paso por la Secretaría de Estado de Política Territorial, en 2021 el ministro de Cultura Miquel Iceta le nombró secretario general de Cultura y Deporte.

– ¿Las políticas culturales pueden jugar un papel de cohesión de las grandes ciudades?

– La cultura tiene diferentes niveles y todos deben tenerse en cuenta. Estamos muy acostumbrados a hablar de ello desde el punto de vista de la creación, que para el Ministerio es muy importante, pero hay otras vertientes también muy destacadas si hablamos de cultura desde el punto de vista urbano, metropolitano y de la red de ciudades: uno es la industria y otro el acceso. A menudo olvidamos que la cultura es industria y una parte muy importante de la economía. El cine es cultura, evidentemente, pero desde el ministerio tenemos la obligación de entender también que es una industria que emplea a mucha gente, genera mucha riqueza. Hay ese otro aspecto que me gusta recordar y que reconozco que hay que trabajar más: la cultura debe impregnar a la sociedad mucho antes de que la oferta llegue a la gente. Debemos seguir haciendo un esfuerzo por promover el acceso a la cultura desde pequeños. Si alguien de pequeño ya accede a la cultura, de adolescente tendrá interés y, cuando sea mayor, será una persona no sólo interesada sino también implicada.

– ¿Y a nivel urbano esto cómo se articula?

– En dos sentidos. En ver cómo hacemos llegar la cultura a la gente desde el primer día, cómo hacemos una oferta cultural de calidad y cómo podemos conseguir que, dentro de la economía de la ciudad o de las ciudades, ahora ya no hablamos de una ciudad en concreto, sino más bien de ámbitos metropolitanos, de conurbaciones de 4 o 4,5 millones de habitantes como es el caso del área metropolitana de Barcelona, parte de su economía sea la cultural. La cultura no es un museo. La cultura lo es todo.

– ¿La cocapitalidad cultural de Barcelona cómo puede contribuir al impulso de la cultura en sus diversas dimensiones?

– En este tema de la cocapitalidad me gusta ser muy realista. Hay cosas que no podemos cambiar y otras que sí podemos transformar. No podemos cambiar que el museo del Prado esté en Madrid. Pero si podemos conseguir que Barcelona sea un co-referente cultural de España, que junto a Madrid sea la gran referencia cultural. Esto sin olvidar ciudades que tienen una muy buena actividad cultural como Valencia, Sevilla, Bilbao, Vigo o Málaga. Pero Barcelona debe pensar también qué modelo de cocapitalidad quiere. Con esto quiero decir que creo que la cocapitalidad de Barcelona será menor si no tiene en cuenta el conjunto de la metrópolis. Hay ciudades importantísimas alrededor de Barcelona que pueden contribuir a su cocapitalidad y, en esta línea, habría que trabajar.

– Significaría que el sistema de ciudades metropolita puede ayudar a una mayor presencia cultural de Barcelona, a su proyección…

– Hay que decir que Barcelona tiene proyección en España, porque Barcelona es Barcelona. A veces, debido a los procesos políticos vividos en Cataluña, podemos creer que del Ebro allá nadie piensa en Barcelona. Y no es así, se respeta a Barcelona y su actividad y agenda culturales. Si la cuestión es si creo que Barcelona y las ciudades que la rodean pueden tener un proyecto cultural común es que sí. Hay algo que tengo muy claro y es la necesidad de repetir lo que funciona. No tiene sentido, por ejemplo, cuando se hace una exposición que sabemos que irá muy bien, que se esté dos meses en un museo de Barcelona y no vaya a ninguna otra parte. Porque pienso en Terrassa, en L’Hospitalet, Sabadell, Mataró, ciudades que son receptivas a una buena oferta cultural. Lo primero que deberíamos intentar, por lo tanto, es ver si podemos recorrer este camino. Y no nos equivocamos: estas ciudades de cien mil, doscientos mil habitantes, tienen un poco la misma sensación respecto a Barcelona que Barcelona tiene con Madrid. No debemos repetir los errores en casa.

– ¿Qué papel deberían jugar, pues, estas ciudades del entorno metropolitano?

– Creo que el conjunto de alcaldes y alcaldesas del área metropolitana de Barcelona tienen clarísimo el papel de la cultura en la ciudad, y no seré yo quien dé lecciones de cómo gestionarla, pero debemos acabar con la idea de que cultura la dirige quien organiza las fiestas locales. Está claro que la gente quiere fiestas, pero estamos hablando de otra cosa. A mí me gusta mucho hablar de un proyecto que es el de la Ópera de Sabadell, que probablemente sea la tercera o cuarta ópera de España. En Sabadell han sido capaces de competir con ciudades que la doblan, triplican o cuadruplican en población. Esto significa que Sabadell tiene un proyecto y, cuando vas, está lleno y se nota que tienen un programa pensado. Creo que debemos acercarnos a este tipo de modelo cultural; existen ciudades con potencia para tener un buen programa musical, teatral, de exposiciones. Son muchas las ciudades en el área metropolitana de Barcelona con capacidad de desarrollarlos y lo que debe hacerse, reitero, es coordinar y compartir.

– Y que los barceloneses y barcelonesas entiendan que ir a Terrassa, Sabadell o Cornellà es muy fácil. Parece que cuesta mucho salir del término municipal.

– Eso ocurre menos en Madrid. La gente va con más facilidad de Malasaña a Las Rozas que de Sants a Terrassa.

– Quizás al fin y al cabo se trata de trabajar más en red…

– Exacto. Creo que la Diputació de Barcelona, en la que he trabajado y admiro desde el punto de vista organizativo y técnico, es el mejor instrumento de coordinación que tenemos entre los ayuntamientos del ámbito metropolitano y provincia. La ciudad de Barcelona puede construir con la Diputació un proyecto cultural ambicioso y competitivo. Si algo es objetivamente cierto, al menos para el observador, es que Madrid está muy bien posicionado. No digo que sea mejor o peor, pero sí que tiene un proyecto cultural metropolitano que tiene que ver con todas las variables del mundo de la cultura. Y Barcelona tiene que competir con ello.

– Cuando se habla de Madrid no se si debemos referirnos al Ministerio, a la Comunidad, al Ayuntamiento o a la suma de los tres…

– Para mí, Madrid es un distrito federal. Respecto a la cultura diría que su proyecto cultural está funcionando bastante bien. Madrid en ningún caso es el Ministerio de Cultura. Como Ministerio trabajamos para el conjunto, y lo digo con toda sinceridad. Es verdad que en Madrid tenemos grandes centros que van desde la Biblioteca Nacional al Museo del Prado, el Reina Sofía o la Thyssen. Como ya he dicho antes, no podemos traer el Prado a Barcelona durante medio año. Pero cuando hablo de la existencia de un proyecto cultural en Madrid quiero decir que existe implicación entre todas las administraciones, el sector privado y el mundo de la cultura; ha existido la voluntad de hacer de la cultura un proyecto muy transversal. A mí, como catalán, me gustaría competir más con Madrid y no tengo ningún problema en decírselo a la consejera madrileña.

– Se podría llegar a la conclusión de que en Barcelona y Cataluña no existe este proyecto compartido o que no se ve…

– O que, de momento, no está funcionando tan bien como allí.

– También se podría decir, aun sabiendo que el Prado no puede moverse de sitio, que Madrid goza de un efecto capital que se financia en buena medida gracias a los impuestos de todos los ciudadanos…

– Por eso desde el Ministerio hemos creado el concepto de cocapitalidad al que ya me he referido y dedica 20 millones de euros cada año para que Catalunya pueda competir en algunos ámbitos. Pero los creadores, la industria y las demás administraciones públicas deben jugar también su papel.

– En las periferias de Barcelona ¿no cree que el acceso a la cultura sigue siendo muy dificultoso para sectores de población que quizás tienen otras prioridades vitales?

– Sí, pero en eso también hay mitos. No debemos confundir el hecho de que haya una oferta cultural más o menos amplia en un sitio, sea Santa Coloma o Terrassa, con  la oferta que consumen sus ciudadanos. Hay muchos jóvenes de Santa Coloma, Cornellà, Terrassa o Sabadell que el fin de semana acuden a la Virreina o al museo Picasso, más de los que pensamos, al igual que también creemos que Barcelona o Madrid son ciudades netamente culturales en el sentido clásico, pero el museo más visitado en Barcelona es el del Barça en el Nou Camp y el tercero de Madrid el del Bernabéu.

-Cuando hablo de las periferias pienso también en algunos barrios de la Barcelona estricta…

– Es probable que esto tenga más que ver con un relato de clase y de nivel económico que con la ciudad en la que se vive. Hay barrios en los que claramente la sensibilidad hacia según qué sectores culturales es menor por eso que decíamos, porque en nuestro modelo educativo tradicionalmente no se había inculcado el hábito de la cultura. Pero hoy prácticamente no hay ninguna escuela que no vaya a ver museos, por ejemplo. Somos muy críticos con nosotros mismos, pero la realidad es que los niños van a los museos y se les explican las cosas. No sé si estas periferias tienen un comportamiento respecto a la cultura muy distinta a la de los centros. No sé si un joven de 15 años de la Izquierda del Eixample consume más o menos productos culturales que uno de Nou Barris.

– Un tópico cuando hablamos de la cultura a nivel local es la gratuidad…

– Totalmente en contra. Esto del gratis es anticatalán de entrada, como concepto, me niego. No hay peor cosa para devaluar el propio producto que decir que no vale nada. Hemos vivido un proceso de transformación de la prensa en papel que tiene que ver con la gratuidad. ¿Cómo puedes regalar los periódicos? Si los regalas es que no valen nada, no esperes que luego nadie quiera comprarlos.

– ¿El bono cultural no es regalar cultura?

– Nosotros hemos puesto en marcha el bono cultural joven como ayuda para promocionar que los chicos y chicas que llegan a los 18 años consuman cultura, pero no podríamos mantener museos o conciertos gratis. Y además los devaluaríamos.

– ¿Cómo se debe dar respuesta a los nuevos lenguajes culturales, a la tecnología?

– Soy muy escéptico, por ahora, y con los datos que tenemos y mi pequeña experiencia, con todos los movimientos del metaverso, o los NCT. Quizás me equivoco, no lo sé. Lo que si veo y noto en mi propio hijo es que los mecanismos de expresión cultural se están ampliando. Quiero decir que un Tik Tok puede ser cultura, y ante eso no podemos cerrarnos.

– Fenómenos culturales de esta temporada son Rosalia o Shakira, que utilizan sobre todo las redes sociales.

– El consumo de cultura digital entre los más jóvenes es evidente. Digital pero cultura, no nos equivocamos. Es su música, son sus graffitti. Mi padre escuchaba a Adamo, yo escuchaba a Guns & Roses y mi hijo escucha a Rosalía, y eso no quiere decir que mi hijo niegue que Adamo sea cultura y por la misma razón debemos intentar que no se niegue que Rosalia lo es. Pero esto ocurre, hay un cierto dogmatismo sobre lo que es cultura y lo que no es cultura.

– A menudo se confunden expresiones como “musica culta” con cierta exclusividad. ¿Si gustan los musicales, no gusta la cultura?

– Yo, por ejemplo, no soy un especial seguidor de la ópera, y lo digo con toda tranquilidad, y no me parece que me haga ser una persona menos sensible con respecto a la cultura.

-¿Qué esfuerzo debería hacer la industria cultural en Catalunya, y en España?

– Desde el ministerio de Cultura estamos trabajando con proyectos para fortalecer a los sectores culturales. Es básico proteger al creador porque si no hay producto, no hay cultura. El Estatuto del artista es una apuesta clara a favor de los creadores. Respecto a la industria, hay que decir que cada sector es un mundo. Hablar del sector del libro, del audiovisual o del teatro a la vez es hacer una mezcla imposible. Las industrias editorial y audiovisual funcionaron de forma magnífica durante la pandemia mientras que las artes en vivo se detuvieron del todo. Tengo muy claro que no podemos recordarnos de la cultura cuando llegan las elecciones. La cultura no puede ser una asignatura «maría» de un gobierno si queremos tener un gran país, debe ser un eje central de su actuación y reitero que es algo muy amplio. La apuesta presupuestaria debe ser muy clara por parte de los gobiernos ya mí no me cuesta decirlo porque creo que forma parte de mi responsabilidad reconocerlo: el ministerio de Cultura tiene un claro problema de personal, ya no digo de financiación. He pasado una fase de mi vida en ese ministerio que ya no pido dinero, pido manos para trabajar.

-¿Tiene muchos otros proyectos pendientes?

Creo que uno de los sectores que debe estar más directamente vinculado con la cultura es el turístico. Me parece que el sector turístico, con una clara visión cultural, ganaría terreno. No imaginamos la cantidad de gente que quiere turismo cultural y cómo el patrimonio cultural de nuestro país puede responder a esta demanda. Hay muy pocos países en el mundo que puedan presumir de un patrimonio similar y por eso debemos saber vender mejor un legado cultural que está estrechamente ligado a la lengua.

– Este ya es otro terreno… 

– Hay más de seiscientos millones de personas que hablan la misma lengua, una de las bases de la cultura de las personas. Cristina Gallach es ahora comisionada para desarrollar un reto muy interesante, el PERTE de la lengua castellana que quiere promover el conocimiento del castellano y de las lenguas oficiales, promover la IA, la ciencia, el aprendizaje y las industrias culturales siempre en relación con el idioma.

– ¿Espanyol o castellano?

– Yo digo siempre castellano porque para mí español es castellano, catalán, euskera y gallego. La lengua también debe vehicular una parte importante de la industria cultural de España con un mercado y un potencial de proyección y competitividad mundial indiscutibles. Cuando hablas con los editores te dicen que nuestro mayor impacto en Estados Unidos son libros de catequesis. Me parece bien, pero también deberíamos vender los libros de los grandes autores del país. Quiere decir que algo no hemos hecho bien del todo. Y me preocupa también la pérdida de peso de Barcelona en lo que se refiere a la edición en castellano. Deberíamos hacer una reflexión sobre qué ha pasado y por qué para poder recuperarlo.

Rafael Pradas

Por Rafael Pradas   

Nacido en Cerdanyola (1979), Victor Francos es licenciado en Derecho, ha desarrollado tareas directivas y de coordinación de gabinetes y equipos en ámbitos de la política y administración pública en la Generalitat, la Diputació de Barcelona y el PSC. Muy vinculado al ámbito local, entre 2011 y 2019 fue concejal del Ayuntamiento de Cerdanyola. Ha dirigido el Parc Tecnològic del Vallès y también ha sido director de Relaciones Institucionales del Consorci de la Zona Franca. En el 2020 dio el salto a la política española al ser nombrado director del Gabinete del entonces ministro de Sanidad Salvador Illa. Tras un breve paso por la Secretaría de Estado de Política Territorial, en 2021 el ministro de Cultura Miquel Iceta le nombró secretario general de Cultura y Deporte.

– ¿Las políticas culturales pueden jugar un papel de cohesión de las grandes ciudades?

– La cultura tiene diferentes niveles y todos deben tenerse en cuenta. Estamos muy acostumbrados a hablar de ello desde el punto de vista de la creación, que para el Ministerio es muy importante, pero hay otras vertientes también muy destacadas si hablamos de cultura desde el punto de vista urbano, metropolitano y de la red de ciudades: uno es la industria y otro el acceso. A menudo olvidamos que la cultura es industria y una parte muy importante de la economía. El cine es cultura, evidentemente, pero desde el ministerio tenemos la obligación de entender también que es una industria que emplea a mucha gente, genera mucha riqueza. Hay ese otro aspecto que me gusta recordar y que reconozco que hay que trabajar más: la cultura debe impregnar a la sociedad mucho antes de que la oferta llegue a la gente. Debemos seguir haciendo un esfuerzo por promover el acceso a la cultura desde pequeños. Si alguien de pequeño ya accede a la cultura, de adolescente tendrá interés y, cuando sea mayor, será una persona no sólo interesada sino también implicada.

– ¿Y a nivel urbano esto cómo se articula?

– En dos sentidos. En ver cómo hacemos llegar la cultura a la gente desde el primer día, cómo hacemos una oferta cultural de calidad y cómo podemos conseguir que, dentro de la economía de la ciudad o de las ciudades, ahora ya no hablamos de una ciudad en concreto, sino más bien de ámbitos metropolitanos, de conurbaciones de 4 o 4,5 millones de habitantes como es el caso del área metropolitana de Barcelona, parte de su economía sea la cultural. La cultura no es un museo. La cultura lo es todo.

– ¿La cocapitalidad cultural de Barcelona cómo puede contribuir al impulso de la cultura en sus diversas dimensiones?

– En este tema de la cocapitalidad me gusta ser muy realista. Hay cosas que no podemos cambiar y otras que sí podemos transformar. No podemos cambiar que el museo del Prado esté en Madrid. Pero si podemos conseguir que Barcelona sea un co-referente cultural de España, que junto a Madrid sea la gran referencia cultural. Esto sin olvidar ciudades que tienen una muy buena actividad cultural como Valencia, Sevilla, Bilbao, Vigo o Málaga. Pero Barcelona debe pensar también qué modelo de cocapitalidad quiere. Con esto quiero decir que creo que la cocapitalidad de Barcelona será menor si no tiene en cuenta el conjunto de la metrópolis. Hay ciudades importantísimas alrededor de Barcelona que pueden contribuir a su cocapitalidad y, en esta línea, habría que trabajar.

– Significaría que el sistema de ciudades metropolita puede ayudar a una mayor presencia cultural de Barcelona, a su proyección…

– Hay que decir que Barcelona tiene proyección en España, porque Barcelona es Barcelona. A veces, debido a los procesos políticos vividos en Cataluña, podemos creer que del Ebro allá nadie piensa en Barcelona. Y no es así, se respeta a Barcelona y su actividad y agenda culturales. Si la cuestión es si creo que Barcelona y las ciudades que la rodean pueden tener un proyecto cultural común es que sí. Hay algo que tengo muy claro y es la necesidad de repetir lo que funciona. No tiene sentido, por ejemplo, cuando se hace una exposición que sabemos que irá muy bien, que se esté dos meses en un museo de Barcelona y no vaya a ninguna otra parte. Porque pienso en Terrassa, en L’Hospitalet, Sabadell, Mataró, ciudades que son receptivas a una buena oferta cultural. Lo primero que deberíamos intentar, por lo tanto, es ver si podemos recorrer este camino. Y no nos equivocamos: estas ciudades de cien mil, doscientos mil habitantes, tienen un poco la misma sensación respecto a Barcelona que Barcelona tiene con Madrid. No debemos repetir los errores en casa.

– ¿Qué papel deberían jugar, pues, estas ciudades del entorno metropolitano?

– Creo que el conjunto de alcaldes y alcaldesas del área metropolitana de Barcelona tienen clarísimo el papel de la cultura en la ciudad, y no seré yo quien dé lecciones de cómo gestionarla, pero debemos acabar con la idea de que cultura la dirige quien organiza las fiestas locales. Está claro que la gente quiere fiestas, pero estamos hablando de otra cosa. A mí me gusta mucho hablar de un proyecto que es el de la Ópera de Sabadell, que probablemente sea la tercera o cuarta ópera de España. En Sabadell han sido capaces de competir con ciudades que la doblan, triplican o cuadruplican en población. Esto significa que Sabadell tiene un proyecto y, cuando vas, está lleno y se nota que tienen un programa pensado. Creo que debemos acercarnos a este tipo de modelo cultural; existen ciudades con potencia para tener un buen programa musical, teatral, de exposiciones. Son muchas las ciudades en el área metropolitana de Barcelona con capacidad de desarrollarlos y lo que debe hacerse, reitero, es coordinar y compartir.

– Y que los barceloneses y barcelonesas entiendan que ir a Terrassa, Sabadell o Cornellà es muy fácil. Parece que cuesta mucho salir del término municipal.

– Eso ocurre menos en Madrid. La gente va con más facilidad de Malasaña a Las Rozas que de Sants a Terrassa.

– Quizás al fin y al cabo se trata de trabajar más en red…

– Exacto. Creo que la Diputació de Barcelona, en la que he trabajado y admiro desde el punto de vista organizativo y técnico, es el mejor instrumento de coordinación que tenemos entre los ayuntamientos del ámbito metropolitano y provincia. La ciudad de Barcelona puede construir con la Diputació un proyecto cultural ambicioso y competitivo. Si algo es objetivamente cierto, al menos para el observador, es que Madrid está muy bien posicionado. No digo que sea mejor o peor, pero sí que tiene un proyecto cultural metropolitano que tiene que ver con todas las variables del mundo de la cultura. Y Barcelona tiene que competir con ello.

– Cuando se habla de Madrid no se si debemos referirnos al Ministerio, a la Comunidad, al Ayuntamiento o a la suma de los tres…

– Para mí, Madrid es un distrito federal. Respecto a la cultura diría que su proyecto cultural está funcionando bastante bien. Madrid en ningún caso es el Ministerio de Cultura. Como Ministerio trabajamos para el conjunto, y lo digo con toda sinceridad. Es verdad que en Madrid tenemos grandes centros que van desde la Biblioteca Nacional al Museo del Prado, el Reina Sofía o la Thyssen. Como ya he dicho antes, no podemos traer el Prado a Barcelona durante medio año. Pero cuando hablo de la existencia de un proyecto cultural en Madrid quiero decir que existe implicación entre todas las administraciones, el sector privado y el mundo de la cultura; ha existido la voluntad de hacer de la cultura un proyecto muy transversal. A mí, como catalán, me gustaría competir más con Madrid y no tengo ningún problema en decírselo a la consejera madrileña.

– Se podría llegar a la conclusión de que en Barcelona y Cataluña no existe este proyecto compartido o que no se ve…

– O que, de momento, no está funcionando tan bien como allí.

– También se podría decir, aun sabiendo que el Prado no puede moverse de sitio, que Madrid goza de un efecto capital que se financia en buena medida gracias a los impuestos de todos los ciudadanos…

– Por eso desde el Ministerio hemos creado el concepto de cocapitalidad al que ya me he referido y dedica 20 millones de euros cada año para que Catalunya pueda competir en algunos ámbitos. Pero los creadores, la industria y las demás administraciones públicas deben jugar también su papel.

– En las periferias de Barcelona ¿no cree que el acceso a la cultura sigue siendo muy dificultoso para sectores de población que quizás tienen otras prioridades vitales?

– Sí, pero en eso también hay mitos. No debemos confundir el hecho de que haya una oferta cultural más o menos amplia en un sitio, sea Santa Coloma o Terrassa, con  la oferta que consumen sus ciudadanos. Hay muchos jóvenes de Santa Coloma, Cornellà, Terrassa o Sabadell que el fin de semana acuden a la Virreina o al museo Picasso, más de los que pensamos, al igual que también creemos que Barcelona o Madrid son ciudades netamente culturales en el sentido clásico, pero el museo más visitado en Barcelona es el del Barça en el Nou Camp y el tercero de Madrid el del Bernabéu.

-Cuando hablo de las periferias pienso también en algunos barrios de la Barcelona estricta…

– Es probable que esto tenga más que ver con un relato de clase y de nivel económico que con la ciudad en la que se vive. Hay barrios en los que claramente la sensibilidad hacia según qué sectores culturales es menor por eso que decíamos, porque en nuestro modelo educativo tradicionalmente no se había inculcado el hábito de la cultura. Pero hoy prácticamente no hay ninguna escuela que no vaya a ver museos, por ejemplo. Somos muy críticos con nosotros mismos, pero la realidad es que los niños van a los museos y se les explican las cosas. No sé si estas periferias tienen un comportamiento respecto a la cultura muy distinta a la de los centros. No sé si un joven de 15 años de la Izquierda del Eixample consume más o menos productos culturales que uno de Nou Barris.

– Un tópico cuando hablamos de la cultura a nivel local es la gratuidad…

– Totalmente en contra. Esto del gratis es anticatalán de entrada, como concepto, me niego. No hay peor cosa para devaluar el propio producto que decir que no vale nada. Hemos vivido un proceso de transformación de la prensa en papel que tiene que ver con la gratuidad. ¿Cómo puedes regalar los periódicos? Si los regalas es que no valen nada, no esperes que luego nadie quiera comprarlos.

– ¿El bono cultural no es regalar cultura?

– Nosotros hemos puesto en marcha el bono cultural joven como ayuda para promocionar que los chicos y chicas que llegan a los 18 años consuman cultura, pero no podríamos mantener museos o conciertos gratis. Y además los devaluaríamos.

– ¿Cómo se debe dar respuesta a los nuevos lenguajes culturales, a la tecnología?

– Soy muy escéptico, por ahora, y con los datos que tenemos y mi pequeña experiencia, con todos los movimientos del metaverso, o los NCT. Quizás me equivoco, no lo sé. Lo que si veo y noto en mi propio hijo es que los mecanismos de expresión cultural se están ampliando. Quiero decir que un Tik Tok puede ser cultura, y ante eso no podemos cerrarnos.

– Fenómenos culturales de esta temporada son Rosalia o Shakira, que utilizan sobre todo las redes sociales.

– El consumo de cultura digital entre los más jóvenes es evidente. Digital pero cultura, no nos equivocamos. Es su música, son sus graffitti. Mi padre escuchaba a Adamo, yo escuchaba a Guns & Roses y mi hijo escucha a Rosalía, y eso no quiere decir que mi hijo niegue que Adamo sea cultura y por la misma razón debemos intentar que no se niegue que Rosalia lo es. Pero esto ocurre, hay un cierto dogmatismo sobre lo que es cultura y lo que no es cultura.

– A menudo se confunden expresiones como “musica culta” con cierta exclusividad. ¿Si gustan los musicales, no gusta la cultura?

– Yo, por ejemplo, no soy un especial seguidor de la ópera, y lo digo con toda tranquilidad, y no me parece que me haga ser una persona menos sensible con respecto a la cultura.

-¿Qué esfuerzo debería hacer la industria cultural en Catalunya, y en España?

– Desde el ministerio de Cultura estamos trabajando con proyectos para fortalecer a los sectores culturales. Es básico proteger al creador porque si no hay producto, no hay cultura. El Estatuto del artista es una apuesta clara a favor de los creadores. Respecto a la industria, hay que decir que cada sector es un mundo. Hablar del sector del libro, del audiovisual o del teatro a la vez es hacer una mezcla imposible. Las industrias editorial y audiovisual funcionaron de forma magnífica durante la pandemia mientras que las artes en vivo se detuvieron del todo. Tengo muy claro que no podemos recordarnos de la cultura cuando llegan las elecciones. La cultura no puede ser una asignatura «maría» de un gobierno si queremos tener un gran país, debe ser un eje central de su actuación y reitero que es algo muy amplio. La apuesta presupuestaria debe ser muy clara por parte de los gobiernos ya mí no me cuesta decirlo porque creo que forma parte de mi responsabilidad reconocerlo: el ministerio de Cultura tiene un claro problema de personal, ya no digo de financiación. He pasado una fase de mi vida en ese ministerio que ya no pido dinero, pido manos para trabajar.

-¿Tiene muchos otros proyectos pendientes?

Creo que uno de los sectores que debe estar más directamente vinculado con la cultura es el turístico. Me parece que el sector turístico, con una clara visión cultural, ganaría terreno. No imaginamos la cantidad de gente que quiere turismo cultural y cómo el patrimonio cultural de nuestro país puede responder a esta demanda. Hay muy pocos países en el mundo que puedan presumir de un patrimonio similar y por eso debemos saber vender mejor un legado cultural que está estrechamente ligado a la lengua.

– Este ya es otro terreno… 

– Hay más de seiscientos millones de personas que hablan la misma lengua, una de las bases de la cultura de las personas. Cristina Gallach es ahora comisionada para desarrollar un reto muy interesante, el PERTE de la lengua castellana que quiere promover el conocimiento del castellano y de las lenguas oficiales, promover la IA, la ciencia, el aprendizaje y las industrias culturales siempre en relación con el idioma.

– ¿Espanyol o castellano?

– Yo digo siempre castellano porque para mí español es castellano, catalán, euskera y gallego. La lengua también debe vehicular una parte importante de la industria cultural de España con un mercado y un potencial de proyección y competitividad mundial indiscutibles. Cuando hablas con los editores te dicen que nuestro mayor impacto en Estados Unidos son libros de catequesis. Me parece bien, pero también deberíamos vender los libros de los grandes autores del país. Quiere decir que algo no hemos hecho bien del todo. Y me preocupa también la pérdida de peso de Barcelona en lo que se refiere a la edición en castellano. Deberíamos hacer una reflexión sobre qué ha pasado y por qué para poder recuperarlo.

Rafael Pradas

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