FRANCESC CASTELLANA: «HAY QUE ABORDAR LA REALIDAD DE LA GRAN BARCELONA DESDE LA GOBERNANZA MULTINIVEL»

El presidente del Consejo Económico y Social de Barcelona cree que la Generalitat debe saber administrar el conjunto de un país con una realidad metropolitana y otra más allá. La descarbonización, la formación, el talento y la vivienda son algunos de los principales retos planteados 

 

Por Rafael Pradas

Francesc Castellana (Molins de Rei, 1957) experto en el ámbito del empleo, desempeñó diferentes cargos de responsabilidad   en Comisiones Obreras entre los años 1970 y 1990, entre ellos de secretario general del Baix Llobregat.  Entre 1991 y 1921 desempeñó tareas institucionales en la admiración local, la Generalidad y el Estado, destacando en el cargo de director general del Servicio de Empleo de Cataluña.  Desde junio de 2021 es presidente del Consejo Económico y Social de Barcelona (CESB) en el que participan las organizaciones económicas y sociales de la ciudad. 

-El Consejo ha cumplido 30 años y en este tiempo ha habido muchos cambios. ¿Cómo los aborda?

-El CESB se basa en las tradiciones europeas de institucionalizar el diálogo social, en la idea de que empresarios, sindicatos y gobiernos no tienen sólo ámbitos propios que son la negociación colectiva, las relaciones laborales o las políticas públicas, sino que también deben abordar cuáles son los mejores modelos de desarrollo para favorecer tanto a las empresas en su crecimiento económico como a las personas en cuanto a la calidad del trabajo y la calidad del trabajo, su profesionalidad, y a las administraciones para alcanzar una fiscalidad que sea un retorno real de la actividad productiva y contribuya a la conciliación y la inclusión social. La Generalitat tenía ya una tradición republicana de consejo económico y social, y la práctica local se inició con Pasqual Maragall como alcalde. Creo que, en principio, la idea del ayuntamiento era aprobar las ordenanzas fiscales y el presupuesto con una opinión del Consejo Económico y Social que fuera fruto del consenso. Con el tiempo se han añadido nuevas cuestiones como el salario de ciudad, los nuevos focos de empleo o las tendencias de desarrollo. Hoy vivimos una nueva transformación de la ciudad en su interior y en el conjunto del llamado sistema metropolitano.

– ¿El Consejo Económico y Social pone su mirada más allá de la Barcelona estricta? 

-Los estatutos del CESB se fijan también en el ámbito metropolitano. Es una cuestión muy interesante porque históricamente las ciudades han sido siempre espacios de residencia y de trabajo. En el imaginario de nuestros abuelos el municipio era un ámbito que abarcaba toda la actividad productiva y la residencia de las personas, y eso de alguna manera determinaba el alcance de la ciudad o la villa. Esta realidad quedó desbordada, transformada, en los años sesenta por la reorganización del propio modelo productivo, que se alejó del núcleo residencial. La movilidad por razón de trabajo es cada vez más importante debido a la salida de la industria de la propia ciudad de Barcelona, aunque mantiene su capacidad productiva, la más alta de todo el sistema metropolitano. En definitiva, quiere decir que la ciudad, tal y como la habíamos entendido, ya no existe. La transformación de los ámbitos de producción hizo aparecer diferentes modelos de crecimiento como la Gran Barcelona de Porcioles, una expansión en mancha de aceite originada por inversiones muy fragmentadas, no integrales y especulativas. Creo que este modelo se rompió cuando apareció el proyecto de la Barcelona olímpica y con el trabajo de la Corporación Metropolitana que se adelantó al reconocimiento social del hecho metropolitano. Había ya un intento de afirmar la existencia de una ciudad más allá del término municipal. Comarcas como el Baix Llobregat, el Vallès Occidental o el Maresme han recibido parte de esta externalización en forma de polígonos de actividad productiva. El paradigma de todo esto podría ser que la sede de la Seat está en Martorell y no en Barcelona. Es la punta del iceberg de una realidad que se ha ido conformando, como decía, desde los años sesenta hasta ahora.

-Y quiere decir, de hecho, que hay que afrontar una nueva realidad…  

-Esto ha supuesto, claro está, la reorganización de la ciudad, de su modelo productivo y de sus usos. Barcelona es una ciudad con un gran desarrollo en materia de universidades, salud, tecnología y comunicaciones; una ciudad que ha avanzado muchísimo. Al mismo tiempo que ha sacado de su propio núcleo urbano actividades industriales como el ya mencionado sector de la automoción ha incorporado una actividad muy interesante como el turismo que se basa en buena medida en un patrimonio artístico y cultural muy atractivo. Barcelona combina tres factores: desarrollo moderno, transformación del tejido urbano y del modelo de residencia y el hecho de compartir el modelo de crecimiento con el sistema de ciudades que conforman el área metropolitana, aunque creo que cada vez más deberíamos hablar de región metropolitana. 

-¿Cataluña es un territorio demasiado pequeño para tener un área metropolitana tan grande?

-Un dato que a veces parece que no tenemos suficiente presente es que la ciudad de Barcelona tiene el 21% de la población de Cataluña, el 11 % de sus empresas y el 26% de su empleo. Si añadimos la región metropolitana llegamos al 44% de las empresas y el 67% de la población catalana. El impacto del sistema metropolitano sobre el conjunto de la economía catalana es muy importante, pero el sistema metropolitano tiene unas reglas propias, es un ámbito funcional propio. El gobierno catalán debe saber gestionar esta dualidad, debe saber regir el conjunto del país, que tiene una realidad metropolitana y una realidad más allá. Debe gobernar integrando las dos realidades. 

-¿Esta complejidad metropolitana como se administra en la práctica?

-En una concepción tradicional llegaríamos a la conclusión de que este ámbito debe tener una entidad administrativa que la gobierne, pero yo creo cada vez más en la gobernanza multinivel, en la cooperación, en una visión y una gestión compartidas que también permita identificar los propios ámbitos de actuación.

Esta idea de multinivel y diversidad administrativa, pero cooperante en un proyecto inclusivo, integral, es la única posibilidad de gobernar el ámbito metropolitano.

En Barcelona entran y salen cada día un millón de personas, unas 700.000 que vienen a trabajar y unas 300.000 que van a hacerlo al ámbito metropolitano. Son unas proporciones tan colosales que necesita una gestión compartida. ¿Los temas de la vivienda tienen solución en los límites municipales? La movilidad y la vivienda son dos elementos que nos indican que

sin gobierno compartido, sin colaboración, difícilmente responderemos a la diversidad de situaciones planteadas.  

-Pero todas las instituciones ya existentes son muy celosas de sus competencias. 

-Es evidente que una administración tiene una responsabilidad, y por lo tanto tiene una competencia y un límite que es la misma competencia. Con la legislación en mano esto sólo se puede superar con la creación de un nuevo organismo o mediante la colaboración. En el mercado de trabajo intervienen la Generalitat, la administración local y la administración estatal. Que no haya una gestión compartida en un plan de empleo, ¿a quién beneficia y a quién perjudica? La fragmentación, la segmentación, impide a menudo ofrecer soluciones integrales a las personas físicas y jurídicas, a ciudadanos y a empresas. Si se tienen que captar personas para una vacante laboral y la investigación se circunscribe a un ámbito territorial, al final este límite puede resultar ineficiente. 

-A veces parece que ciertas políticas se aplican solo con la idea de resolver un problema estrictamente local…

-Pau Vila, a propósito de la división territorial catalana, hablaba de la «visión de campanario», del área a la que llega la vista desde arriba del campanario de la iglesia, la extensión que una persona cree tener al alcance. Intentaba sobre todo superar la visión de un territorio que había estado muy marcado por la división eclesiástica, cosa que se ve claramente cuando se sale de Barcelona, e introdujo en la ordenación territorial de Cataluña conceptos como los juzgados y los desplazamientos por motivo de trabajo, es decir la realidad administrativa y la laboral. Esta idea creo que es clave: el territorio que crece, se desarrolla y es capaz de avanzar, es el que se reconoce a sí mismo. Cuando la ciudad tiene la tentación de cerrarse no se da cuenta de que, si no fuera por las personas que vienen a trabajar, Barcelona no mantendría su capacidad productiva y a la vez los que vienen a trabajar desde la región metropolitana también son muy conscientes de que ganan su renta en Barcelona, que tiene un efecto redistribuidor sobre el conjunto del territorio metropolitano. Y a la vez se aprovecha de la capacidad y del talento del conjunto del territorio. Me parece claro que Barcelona está determinada a crecer como una ciudad grande no como una gran ciudad. Para responder a esta realidad, los ayuntamientos están destinados a cooperar. 

– ¿Alcanzar la igualdad es uno de los grandes retos de la metrópolis?

-En Barcelona las desigualdades entre barrios son muy grandes, comparables con otras desigualdades que hay más allá. Creo que una de las cuestiones clave para combatir la desigualdad es la política de vivienda, la que combina suelo, edificación y acceso a la vivienda y que desgraciadamente no existe. Para garantizar la igualdad, la diversidad, la igualdad de oportunidades y, en consecuencia, combatir las grandes desigualdades es necesario establecer una cierta regulación. Hemos vivido un proceso de crecimiento urbanístico que teóricamente ha sido muy pautado, pero que a la hora de la verdad ha producido nuevas desigualdades. Es cierto que en Barcelona la situación se corrigió un poco con los ayuntamientos democráticos pero la falta de una visión metropolitana ha impedido gestionar integralmente esta cuestión. Los ayuntamientos del entorno tienen normativas compartidas, pero no disponen de todos los mecanismos de intervención, de cooperación centro periferia. 

-Sin duda la vivienda es uno de los problemas que más puede determinar el futuro.

-El desequilibrio entre precios y salarios hace que la vivienda se haya convertido en el gran problema social. Los jóvenes son los más afectados, les es prácticamente imposible vivir como vivían sus padres. El problema es que no hay una política integral. Se hace política de vivienda para personas que no tienen otras alternativas que las barracas o los pisos sociales, pero hay un importante sector de población que se queda en territorio de nadie. 

-Además de la movilidad y la vivienda la metrópolis tiene muchos otros problemas.

-Uno es la descarbonización, que está afectando a la geoestrategia y nos impactará en el día a día. Si el consumo energético que hacemos y la transformación de las cosas, que es la base de cualquier industria, produce CO2 o no produce es y será básico. Es una cuestión que la revolución industrial no resolvió bien y ahora es una necesidad urgente. Esta descarbonización genera oportunidades y también perdedores, pero en el tráfico debemos encontrar el necesario equilibrio. Existe también el tema de la digitalización, lo que supone introducir la tecnología digital en la totalidad del proceso productivo, pero también en el proceso vital de las personas y por tanto garantizar el acceso a la sociedad digital. No me puedo olvidar de la formación y el talento. Los ciclos universitarios y los ciclos de formación han evolucionado positivamente y tenemos una población mucho mejor preparada que hace 20 años. Creo que la formación y el talento deben estar alineados con el desarrollo personal, humano y económico y hay que decir que hay otros países donde las empresas están más implicadas en la formación del talento porque saben que a medio y largo plazo lo necesitan para continuar su actividad o para innovar. Aquí las empresas, desgraciadamente, lo han dejado sobre todo en manos de los gobiernos.   

¿No hay colaboración pública privada para fomentar el talento?  

Es necesario que las empresas se impliquen, aunque creo que cada vez lo hacen más. En Barcelona la Generalitat y el Ayuntamiento están juntas en la Fundación Barcelona Formación Profesional en la que participan las asociaciones empresariales que trabajan en ámbitos como la logística, transporte, comercio alimentario, industria agroalimentaria y están haciendo cosas muy interesantes. Creo que hay que avanzar en este camino, con planes articulados que se anticipen a los problemas. Ahora tenemos un gran reto con el hecho de que la población babyboomer se acabará de jubilar en los próximos diez años, lo que quiere decir que en el mercado laboral habrá más salidas que entradas. Tenemos que estar preparados ante esta situación.

– ¿Todavía debemos hablar de reindustrialización?

-No querría decir algo que se pueda considerar contrario al imaginario común. Creo que la producción de bienes y servicios debe estar a la altura de las necesidades de la población y de los mercados con los que se relacionan, pero no debemos obsesionarnos con lo que no tenemos, si no con lo que podemos tener y que debemos saber hacer. Barcelona ha sido una ciudad que históricamente ha aprovechado las oportunidades, las ha sabido convertir en oportunidades y ha sido capaz de transformarse permanentemente y crecer. Su dinamismo lo ha convertido en una de las mejores ciudades del mundo. Necesita liderazgos que sepan mirar no lo que falta en el día a día, sino las posibles soluciones para contribuir a satisfacer las necesidades de la población actual y potencialmente de la futura con unos adecuados niveles de calidad de vida y de desarrollo social. 

Hablamos, está claro, del conjunto de la metrópolis…

Hablo del conjunto porque es inseparable. Yo vengo de la cultura del Baix Llobregat, con un desarrollo muy desequilibrado, que en la planificación tenía un papel subsidiario y que de entrada veía Barcelona como la amenaza, pero que debido a los cambios económicos y sociales producidos esta misma relación con Barcelona se ha convertido en una oportunidad. Sólo hay que pensar en el sistema aeroportuario o en el sistema de la franja litoral. Quiero decir, al fin y al cabo, que

las ciudades son seres vivos que maduran, crecen y se transforman. Sólo aquellas que se adapten a su transformación y se reconocen son capaces de reimpulsarse.

En este sentido la igualdad es un elemento muy importante. Los territorios que solo producen desigualdades o las engrandecen acaban desapareciendo del mapa global. A más desigualdad más estancamiento, menos crecimiento, menos respeto por el medio ambiente, más pérdida del nivel formativo. La igualdad de oportunidades y eliminación de los grandes desigualados es central y las políticas relativas a la vivienda, la sanidad o la educación son herramientas de reconstrucción de una sociedad más equilibrada y más justa. Si nos planteamos las necesidades que tenemos en el sistema metropolitano en este momento creo que podemos estar de acuerdo en la importancia de tener instituciones políticas, sociales y económicas con voluntad de preservar el bien común con liderazgos que tengan un planteamiento de futuro para mejorar la vida de los ciudadanos. Desde el mundo empresarial y desde el mundo social a veces se tiene tendencia a observar el problema concreto mientras que desde las instituciones se tiende a mirar el periodo electoral. Todos juntos deberíamos contribuir a que haya una visión compartida y sobre todo estratégica.

Por Rafael Pradas

Francesc Castellana (Molins de Rei, 1957) experto en el ámbito del empleo, desempeñó diferentes cargos de responsabilidad   en Comisiones Obreras entre los años 1970 y 1990, entre ellos de secretario general del Baix Llobregat.  Entre 1991 y 1921 desempeñó tareas institucionales en la admiración local, la Generalidad y el Estado, destacando en el cargo de director general del Servicio de Empleo de Cataluña.  Desde junio de 2021 es presidente del Consejo Económico y Social de Barcelona (CESB) en el que participan las organizaciones económicas y sociales de la ciudad. 

-El Consejo ha cumplido 30 años y en este tiempo ha habido muchos cambios. ¿Cómo los aborda?

-El CESB se basa en las tradiciones europeas de institucionalizar el diálogo social, en la idea de que empresarios, sindicatos y gobiernos no tienen sólo ámbitos propios que son la negociación colectiva, las relaciones laborales o las políticas públicas, sino que también deben abordar cuáles son los mejores modelos de desarrollo para favorecer tanto a las empresas en su crecimiento económico como a las personas en cuanto a la calidad del trabajo y la calidad del trabajo, su profesionalidad, y a las administraciones para alcanzar una fiscalidad que sea un retorno real de la actividad productiva y contribuya a la conciliación y la inclusión social. La Generalitat tenía ya una tradición republicana de consejo económico y social, y la práctica local se inició con Pasqual Maragall como alcalde. Creo que, en principio, la idea del ayuntamiento era aprobar las ordenanzas fiscales y el presupuesto con una opinión del Consejo Económico y Social que fuera fruto del consenso. Con el tiempo se han añadido nuevas cuestiones como el salario de ciudad, los nuevos focos de empleo o las tendencias de desarrollo. Hoy vivimos una nueva transformación de la ciudad en su interior y en el conjunto del llamado sistema metropolitano.

– ¿El Consejo Económico y Social pone su mirada más allá de la Barcelona estricta? 

-Los estatutos del CESB se fijan también en el ámbito metropolitano. Es una cuestión muy interesante porque históricamente las ciudades han sido siempre espacios de residencia y de trabajo. En el imaginario de nuestros abuelos el municipio era un ámbito que abarcaba toda la actividad productiva y la residencia de las personas, y eso de alguna manera determinaba el alcance de la ciudad o la villa. Esta realidad quedó desbordada, transformada, en los años sesenta por la reorganización del propio modelo productivo, que se alejó del núcleo residencial. La movilidad por razón de trabajo es cada vez más importante debido a la salida de la industria de la propia ciudad de Barcelona, aunque mantiene su capacidad productiva, la más alta de todo el sistema metropolitano. En definitiva, quiere decir que la ciudad, tal y como la habíamos entendido, ya no existe. La transformación de los ámbitos de producción hizo aparecer diferentes modelos de crecimiento como la Gran Barcelona de Porcioles, una expansión en mancha de aceite originada por inversiones muy fragmentadas, no integrales y especulativas. Creo que este modelo se rompió cuando apareció el proyecto de la Barcelona olímpica y con el trabajo de la Corporación Metropolitana que se adelantó al reconocimiento social del hecho metropolitano. Había ya un intento de afirmar la existencia de una ciudad más allá del término municipal. Comarcas como el Baix Llobregat, el Vallès Occidental o el Maresme han recibido parte de esta externalización en forma de polígonos de actividad productiva. El paradigma de todo esto podría ser que la sede de la Seat está en Martorell y no en Barcelona. Es la punta del iceberg de una realidad que se ha ido conformando, como decía, desde los años sesenta hasta ahora.

-Y quiere decir, de hecho, que hay que afrontar una nueva realidad…  

-Esto ha supuesto, claro está, la reorganización de la ciudad, de su modelo productivo y de sus usos. Barcelona es una ciudad con un gran desarrollo en materia de universidades, salud, tecnología y comunicaciones; una ciudad que ha avanzado muchísimo. Al mismo tiempo que ha sacado de su propio núcleo urbano actividades industriales como el ya mencionado sector de la automoción ha incorporado una actividad muy interesante como el turismo que se basa en buena medida en un patrimonio artístico y cultural muy atractivo. Barcelona combina tres factores: desarrollo moderno, transformación del tejido urbano y del modelo de residencia y el hecho de compartir el modelo de crecimiento con el sistema de ciudades que conforman el área metropolitana, aunque creo que cada vez más deberíamos hablar de región metropolitana. 

-¿Cataluña es un territorio demasiado pequeño para tener un área metropolitana tan grande?

-Un dato que a veces parece que no tenemos suficiente presente es que la ciudad de Barcelona tiene el 21% de la población de Cataluña, el 11 % de sus empresas y el 26% de su empleo. Si añadimos la región metropolitana llegamos al 44% de las empresas y el 67% de la población catalana. El impacto del sistema metropolitano sobre el conjunto de la economía catalana es muy importante, pero el sistema metropolitano tiene unas reglas propias, es un ámbito funcional propio. El gobierno catalán debe saber gestionar esta dualidad, debe saber regir el conjunto del país, que tiene una realidad metropolitana y una realidad más allá. Debe gobernar integrando las dos realidades. 

-¿Esta complejidad metropolitana como se administra en la práctica?

-En una concepción tradicional llegaríamos a la conclusión de que este ámbito debe tener una entidad administrativa que la gobierne, pero yo creo cada vez más en la gobernanza multinivel, en la cooperación, en una visión y una gestión compartidas que también permita identificar los propios ámbitos de actuación.

Esta idea de multinivel y diversidad administrativa, pero cooperante en un proyecto inclusivo, integral, es la única posibilidad de gobernar el ámbito metropolitano.

En Barcelona entran y salen cada día un millón de personas, unas 700.000 que vienen a trabajar y unas 300.000 que van a hacerlo al ámbito metropolitano. Son unas proporciones tan colosales que necesita una gestión compartida. ¿Los temas de la vivienda tienen solución en los límites municipales? La movilidad y la vivienda son dos elementos que nos indican que

sin gobierno compartido, sin colaboración, difícilmente responderemos a la diversidad de situaciones planteadas.  

-Pero todas las instituciones ya existentes son muy celosas de sus competencias. 

-Es evidente que una administración tiene una responsabilidad, y por lo tanto tiene una competencia y un límite que es la misma competencia. Con la legislación en mano esto sólo se puede superar con la creación de un nuevo organismo o mediante la colaboración. En el mercado de trabajo intervienen la Generalitat, la administración local y la administración estatal. Que no haya una gestión compartida en un plan de empleo, ¿a quién beneficia y a quién perjudica? La fragmentación, la segmentación, impide a menudo ofrecer soluciones integrales a las personas físicas y jurídicas, a ciudadanos y a empresas. Si se tienen que captar personas para una vacante laboral y la investigación se circunscribe a un ámbito territorial, al final este límite puede resultar ineficiente. 

-A veces parece que ciertas políticas se aplican solo con la idea de resolver un problema estrictamente local…

-Pau Vila, a propósito de la división territorial catalana, hablaba de la «visión de campanario», del área a la que llega la vista desde arriba del campanario de la iglesia, la extensión que una persona cree tener al alcance. Intentaba sobre todo superar la visión de un territorio que había estado muy marcado por la división eclesiástica, cosa que se ve claramente cuando se sale de Barcelona, e introdujo en la ordenación territorial de Cataluña conceptos como los juzgados y los desplazamientos por motivo de trabajo, es decir la realidad administrativa y la laboral. Esta idea creo que es clave: el territorio que crece, se desarrolla y es capaz de avanzar, es el que se reconoce a sí mismo. Cuando la ciudad tiene la tentación de cerrarse no se da cuenta de que, si no fuera por las personas que vienen a trabajar, Barcelona no mantendría su capacidad productiva y a la vez los que vienen a trabajar desde la región metropolitana también son muy conscientes de que ganan su renta en Barcelona, que tiene un efecto redistribuidor sobre el conjunto del territorio metropolitano. Y a la vez se aprovecha de la capacidad y del talento del conjunto del territorio. Me parece claro que Barcelona está determinada a crecer como una ciudad grande no como una gran ciudad. Para responder a esta realidad, los ayuntamientos están destinados a cooperar. 

– ¿Alcanzar la igualdad es uno de los grandes retos de la metrópolis?

-En Barcelona las desigualdades entre barrios son muy grandes, comparables con otras desigualdades que hay más allá. Creo que una de las cuestiones clave para combatir la desigualdad es la política de vivienda, la que combina suelo, edificación y acceso a la vivienda y que desgraciadamente no existe. Para garantizar la igualdad, la diversidad, la igualdad de oportunidades y, en consecuencia, combatir las grandes desigualdades es necesario establecer una cierta regulación. Hemos vivido un proceso de crecimiento urbanístico que teóricamente ha sido muy pautado, pero que a la hora de la verdad ha producido nuevas desigualdades. Es cierto que en Barcelona la situación se corrigió un poco con los ayuntamientos democráticos pero la falta de una visión metropolitana ha impedido gestionar integralmente esta cuestión. Los ayuntamientos del entorno tienen normativas compartidas, pero no disponen de todos los mecanismos de intervención, de cooperación centro periferia. 

-Sin duda la vivienda es uno de los problemas que más puede determinar el futuro.

-El desequilibrio entre precios y salarios hace que la vivienda se haya convertido en el gran problema social. Los jóvenes son los más afectados, les es prácticamente imposible vivir como vivían sus padres. El problema es que no hay una política integral. Se hace política de vivienda para personas que no tienen otras alternativas que las barracas o los pisos sociales, pero hay un importante sector de población que se queda en territorio de nadie. 

-Además de la movilidad y la vivienda la metrópolis tiene muchos otros problemas.

-Uno es la descarbonización, que está afectando a la geoestrategia y nos impactará en el día a día. Si el consumo energético que hacemos y la transformación de las cosas, que es la base de cualquier industria, produce CO2 o no produce es y será básico. Es una cuestión que la revolución industrial no resolvió bien y ahora es una necesidad urgente. Esta descarbonización genera oportunidades y también perdedores, pero en el tráfico debemos encontrar el necesario equilibrio. Existe también el tema de la digitalización, lo que supone introducir la tecnología digital en la totalidad del proceso productivo, pero también en el proceso vital de las personas y por tanto garantizar el acceso a la sociedad digital. No me puedo olvidar de la formación y el talento. Los ciclos universitarios y los ciclos de formación han evolucionado positivamente y tenemos una población mucho mejor preparada que hace 20 años. Creo que la formación y el talento deben estar alineados con el desarrollo personal, humano y económico y hay que decir que hay otros países donde las empresas están más implicadas en la formación del talento porque saben que a medio y largo plazo lo necesitan para continuar su actividad o para innovar. Aquí las empresas, desgraciadamente, lo han dejado sobre todo en manos de los gobiernos.   

¿No hay colaboración pública privada para fomentar el talento?  

Es necesario que las empresas se impliquen, aunque creo que cada vez lo hacen más. En Barcelona la Generalitat y el Ayuntamiento están juntas en la Fundación Barcelona Formación Profesional en la que participan las asociaciones empresariales que trabajan en ámbitos como la logística, transporte, comercio alimentario, industria agroalimentaria y están haciendo cosas muy interesantes. Creo que hay que avanzar en este camino, con planes articulados que se anticipen a los problemas. Ahora tenemos un gran reto con el hecho de que la población babyboomer se acabará de jubilar en los próximos diez años, lo que quiere decir que en el mercado laboral habrá más salidas que entradas. Tenemos que estar preparados ante esta situación.

– ¿Todavía debemos hablar de reindustrialización?

-No querría decir algo que se pueda considerar contrario al imaginario común. Creo que la producción de bienes y servicios debe estar a la altura de las necesidades de la población y de los mercados con los que se relacionan, pero no debemos obsesionarnos con lo que no tenemos, si no con lo que podemos tener y que debemos saber hacer. Barcelona ha sido una ciudad que históricamente ha aprovechado las oportunidades, las ha sabido convertir en oportunidades y ha sido capaz de transformarse permanentemente y crecer. Su dinamismo lo ha convertido en una de las mejores ciudades del mundo. Necesita liderazgos que sepan mirar no lo que falta en el día a día, sino las posibles soluciones para contribuir a satisfacer las necesidades de la población actual y potencialmente de la futura con unos adecuados niveles de calidad de vida y de desarrollo social. 

Hablamos, está claro, del conjunto de la metrópolis…

Hablo del conjunto porque es inseparable. Yo vengo de la cultura del Baix Llobregat, con un desarrollo muy desequilibrado, que en la planificación tenía un papel subsidiario y que de entrada veía Barcelona como la amenaza, pero que debido a los cambios económicos y sociales producidos esta misma relación con Barcelona se ha convertido en una oportunidad. Sólo hay que pensar en el sistema aeroportuario o en el sistema de la franja litoral. Quiero decir, al fin y al cabo, que

las ciudades son seres vivos que maduran, crecen y se transforman. Sólo aquellas que se adapten a su transformación y se reconocen son capaces de reimpulsarse.

En este sentido la igualdad es un elemento muy importante. Los territorios que solo producen desigualdades o las engrandecen acaban desapareciendo del mapa global. A más desigualdad más estancamiento, menos crecimiento, menos respeto por el medio ambiente, más pérdida del nivel formativo. La igualdad de oportunidades y eliminación de los grandes desigualados es central y las políticas relativas a la vivienda, la sanidad o la educación son herramientas de reconstrucción de una sociedad más equilibrada y más justa. Si nos planteamos las necesidades que tenemos en el sistema metropolitano en este momento creo que podemos estar de acuerdo en la importancia de tener instituciones políticas, sociales y económicas con voluntad de preservar el bien común con liderazgos que tengan un planteamiento de futuro para mejorar la vida de los ciudadanos. Desde el mundo empresarial y desde el mundo social a veces se tiene tendencia a observar el problema concreto mientras que desde las instituciones se tiende a mirar el periodo electoral. Todos juntos deberíamos contribuir a que haya una visión compartida y sobre todo estratégica.

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