ELSA ARTADI: «EL ACTUAL GOBIERNO DE BARCELONA ES EL MENOS METROPOLITANO QUE HEMOS TENIDO NUNCA»
Por Pep Martí.
Elsa Artadi (Barcelona, 1976) es economista por la UPF y cursó el doctorado en la Universidad de Harvard, becada por la Fundación la Caixa. Ha sido profesora de Economía en diversas universidades, entre ellas la Bocconi de Milán, y miembro del comité científico del Banco Mundial en Casablanca. Ya en el sector público, donde entró como asesora del consejero Andreu Mas-Colell, ha ejercido de directora general de Tributos, consejera de la Presidencia y portavoz del Govern. Actualmente lidera el grupo de Junts en el Ayuntamiento de Barcelona. En esta entrevista, Elsa Artadi explica su proyecto de ciudad y realiza un análisis crítico del estado de Barcelona, que considera que debe recuperar liderazgo y capacidad de tracción.
¿La elaboración de un proyecto alternativo de ciudad implica forzosamente una contraposición total a la actual gestión?
Al menos mayoritaria, viendo el resultado que están dando estos seis años, y especialmente los últimos dos, de tripartito de facto en la ciudad de Barcelona. Los comunes están gobernando con los socialistas y con la complicidad activa de Esquerra Republicana. Es una gestión que se percibe en todos los ámbitos de la ciudad, con una degradación muy obvia que se traslada a todos los espacios, desde la seguridad a la actividad económica, o a la limpieza. Nosotros queremos transformar la ciudad y generar una alternativa a estos años que estamos viviendo, en los que la ciudad, en vez de liderar, se degrada. Es necesario hacer una enmienda a la totalidad en todas las áreas.
Creo que no hace falta que lo diga yo, lo dicen las votaciones en los plenarios, lo vemos en la aprobación de ordenanzas fiscales y en todas las iniciativas, desde cortar calles que provocan el caos circulatorio hasta el escepticismo obtenido de los tres partidos cuando hemos lanzado iniciativas para reforzar a la Guardia Urbana.
En el debate del aeropuerto se ha caído en la trampa de simplificar un tema mucho más complejo. El aeropuerto de El Prat, si debe tener futuro, debe pasar por tres elementos. Lo primero es cambiar el mix de vuelos que tiene ahora. El Prat está superconectado con vuelos de radio corto, sobre todo europeos, que irán siendo sustituidos por trenes de alta velocidad. Por tanto, debemos ir sustituyendo estos vuelos de radio corto por los vuelos intercontinentales. Estamos perdiendo un montón de oportunidades, no sólo en Barcelona sino en toda la región metropolitana: visitas de negocios, proyectos empresariales, congresos… Yo he vivido en Estados Unidos y sé lo que significa hacer una escala para venir hacia aquí. Segundo elemento: vamos muy atrasados en vuelos de carga. Lo hemos visto con la crisis logística que existe actualmente a nivel de contenedores. Hay aeropuertos que han aprovechado este momento para avanzar en ese ámbito. Y tercer elemento, pendiente: la gestión individualizada de El Prat, lo que no significa que una administración determinada tenga que dominar. Quiere decir que quien gestione El Prat esté abocado exclusivamente a El Prat. Tenemos una historia demasiado perjudicial de centralidad, tanto a nivel inversor (lo hemos visto ahora, cuando una ministra ha dicho que no hay dinero que invertir, cuando la mayor parte de los beneficios de Aeropuertos del Estado proviene de El Prat) como a nivel rutas. Hay unos convenios absurdos que conllevan, de forma absurda, que, desde Barcelona, por ejemplo, no podamos volar directamente a San Francisco o Tokio. Y hemos tenido muchos problemas con las gestiones laborales, burocráticas, de seguridad. Antes de la pandemia cada verano teníamos en el aeropuerto de El Prat un caos por mala gestión.
¿El sistema centralizado de aeropuertos es una anomalía?
Es una auténtica anomalía en Europa. No hay otro país que funcione así, ni en el tema de los puertos ni en el de los aeropuertos. España muestra esta anomalía recentralizadora que, en el caso de las infraestructuras, no es eficiente.
Hablando de movilidad, recuerdo que, en su conferencia en octubre, hablaba de la necesidad de encontrar respuestas con visión metropolitana. En su idea de Barcelona, ¿qué espacio tiene la mirada metropolitana? Y, esa mirada, ¿la echa de menos en el actual equipo de gobierno?
Este equipo de gobierno es el menos metropolitano que hemos tenido jamás. La alcaldesa Ada Colau, que es la presidenta del Área Metropolitana, nunca ha creído en ello. Pasa más tiempo yendo a Madrid y hablando de Madrid que yendo a L’Hospitalet. Un Hospitalet, por cierto, que en muchos temas ha avanzado más que Barcelona. Hay temas de política de vivienda, políticas sociales, culturales, evidentemente económicas y de movilidad, así como de lucha contra la emergencia climática, que necesitan una respuesta metropolitana. Las fronteras entre las ciudades metropolitanas no son fronteras naturales. Van más allá propiamente del AMB porque mucha gente, pongamos por caso, viene a trabajar a Barcelona desde Terrassa. La realidad es un continuum. La alcaldesa no ejerce liderazgo metropolitano alguno. Ni de país. Lo vimos en el primer momento de la crisis pandémica, con el confinamiento de la cuenca de Òdena. Lo primero que yo hice fue llamar a los alcaldes. La alcaldesa de Barcelona no les preguntó ni cómo estaban. ¿Cuántas veces la hemos visto, por ejemplo, en Girona? Se dedica a tomar fotos con Manuela Carmena y, en cambio, no habla con los alcaldes de aquí. Barcelona es una puerta de entrada al país y debe vivirse con complicidad.
El AMB sirve para coordinar determinados servicios. Si tenemos que ser críticos, seguramente es la institución vista con más lejanía por la ciudadanía, la que entiende menos. Quizá esté por detrás de la percepción que se tiene de las diputaciones. Pero creo que la coordinación metropolitana va más allá. Se trata de poner en marcha proyectos con los alcaldes que vayan más allá de una frontera administrativa, y eso no está ocurriendo.
El peso que tiene Barcelona respecto al resto de municipios es muy desigual. Tiene sentido que Barcelona presida el Área. Pero esto debe ir acompañado de un liderazgo que refleje la importancia que tiene la ciudad.
El primer reto que tenemos es la mobilidad. Para que exista una integración sostenible, potente, de futuro, es necesario vertebrar la movilidad. Y ahí deben poder decir la suya los municipios del AMB y la región metropolitana. En este ámbito, debemos separar bien el gran reto, que es la entrada y salida diaria de Barcelona, que ahora mismo es catastrófica. Tenemos miles de personas que vienen en coche pero que preferirían no hacerlo. Éste es el gran reto. El 85% de los que vivimos y trabajamos en Barcelona no utilizamos vehículo privado. El problema no lo estamos generando nosotros, sufrimos sus consecuencias. Pero no podemos poner trabas a los coches que entran sin darles una alternativa. Porque, entonces, lo que haces es ahogar la ciudad, ahogas a estas personas.
Debe resolverse el problema de accesos a la ciudad, sobre todo con una alternativa de transporte público que funcione. Y aquí no vemos ningún tipo de diligencia. Yo nunca he oído a la alcaldesa hablar de cercanías o ir a exigir a sus compañeros de partido en Moncloa que afronten este problema. Ahora tenemos unos convoyes que son impuntuales y con una capacidad en horas punta por encima del 100%. Mucha gente coge el coche y no sube a Cercanías porque literalmente no cabe. Y, después, está el tema de cómo gestionamos la movilidad dentro de la ciudad. Lo que se ha hecho juega en contra de una movilidad fluida: poniendo trabas en las motos, obstáculos en toda la ciudad, reduciendo carriles. Y esto genera colapso y mayor contaminación. Lo que se hace para reducir la contaminación se ve contrapuesto por el caos circulatorio que tenemos. No se ha hecho nada por gestionar mercancías, cada día hay menos plazas para mercancías. No hay cargadores eléctricos.
Un tema que hemos trabajado es que tenemos plazas de aparcamiento subterráneo que no están siendo utilizadas al 100%. Se debe poder sacar vehículo de superficie, pero dando una alternativa. Lo único que se ha hecho ha sido cortar calles y pintarlas.
La seguridad, el nuevo clásico que había dejado de serlo. Esto me preocupa porque es la primera política del estado del bienestar. También las trabas democráticas y la normativa absurda que tenemos en el Ayuntamiento, que impide una actividad económica dinámica. La carencia de interlocución es muy problemática. Una de las cosas que se hicieron en la etapa de Xavier Trias fue un plan de distritos para ayudar a las licencias. Que haya que esperar ocho meses para obtener una licencia es aberrante.
Que hemos recuperado unas cifras preolímpicas. La Encuesta de Victimización no expresa percepciones, sino que muestra delitos reales, siendo uno de los datos más reales. Se empieza en 1983. Justo antes de la pandemia, teníamos datos peores que en la Barcelona preolímpica, las peores de toda la historia. Son datos que nos dicen que alrededor de un 30% de los ciudadanos serán víctimas de un delito antes de que acabe el año. Uno de cada tres ciudadanos. Y el tipo de delito también ha cambiado: ahora te estiran la cartera, te arrojan al suelo y te pegan. El nivel de violencia ha aumentado. Nos dicen, desde el equipo de gobierno, que no seamos alarmistas. Pero lo que son alarmantes son los datos.
La Guardia Urbana se ha sentido muy sola, no ha tenido el material que necesitaba, no se han hecho las promociones necesarias. Ahora tenemos menos policía que durante los Juegos, con millones de turistas que no teníamos, con una mayor actividad económica. En ese sentido, el pequeño comercio se siente muy desesperado. Debe ser urgente en las nuevas promociones. No se han suplido las jubilaciones anticipadas. Sin seguridad no existe libertad económica ni laboral, y la situación se degradará en los barrios más vulnerables.
Ha criticado la carencia de sintonía del equipo de gobierno municipal con la sociedad civil, desde universidades, asociacionismo, ateneos o emprendedores.
Totalmente, y esto nunca había ocurrido. Hay muchas entidades que te dicen: es la primera vez que me he reunido con la alcaldesa. Y otras muchas que te dicen que aún no lo han conseguido. O instituciones importantes de la ciudad a las que todavía no ha ido. Una de sus banderas había sido la participación, y ahora vemos que esto era falso. La principal obligación de una alcaldesa es servir a la ciudadanía. Ellos han decidido que hay unos buenos y malos en todos los temas, y se erigen en los supuestos defensores de los buenos. Han generado antagonismo y conflicto entre sectores que jamás habían sido antagonistas.
¿Usted mantiene una relación fluida con este entramado? ¿Habla con ellos a menudo?
Creo que toda la sociedad tiene mi teléfono y el de las personas de mi equipo. Pero es que a mí me interesa escuchar a la gente, aprendes mucho. No entiendo la política de otro modo. Intento ir a visitar a todo el mundo y que mi puerta esté siempre abierta.
Ha insistido en la necesidad de que Barcelona haga sus deberes como ciudad sostenible. En este sentido, ha criticado el funcionamiento y resultados de la empresa municipal Barcelona Energia. ¿No utilizamos suficientemente nuestros recursos naturales?
Es que es una gran mentira. Cuando hablamos de ciudad sostenible, ¿cuál debe ser el objetivo? Que la ciudad sea sostenible, y esto pasa por dejar de importar todos los recursos naturales que importamos. En el caso de la energía, de toda la que consumimos en Barcelona, sólo un 1% generada en la ciudad es sostenible. Si nuestro objetivo es ser una ciudad autosuficiente y sostenible, todavía nos falta el 99% después de seis años de mandato. Barcelona Energia no produce energía, no nos sirve de nada. ¿Qué recursos tenemos? Los tejados, esos ocho millones de metros cuadrados de tejado óptimo. Si miramos la ciudad desde arriba, la imagen de Barcelona es de tejados planos, que son fantásticos, pero no pasa nada. Tampoco es un tejado verde o compartido. Y esto teniendo la suerte de ser una ciudad soleada. Tenemos 3000 horas al año de sol. Y Barcelona Energia, en medio de la actual crisis energética, tampoco ha hecho ninguna rebaja en el precio.
Creo que es un elemento de reflexión que los debates que tenemos ahora mismo en Barcelona sean la seguridad, la movilidad, la limpieza… En 2021 deberíamos haber superado estos debates, que son muy básicos. Pero no es así. Es sintomático que, en lugar de hablar de cómo innovamos, de cómo lideramos, estemos debatiendo en torno a los básicos. La gestión del verde está muy abandonada. No se ha hecho el trabajo y estamos viendo en muchos sitios de la ciudad plagas de ratas. El equipo de gobierno aceptó en un pleno que estaban desbordados y habían fracasado en ese ámbito. Presentamos una moción y aceptaron que hubiera un coordinador de limpieza, porque el concejal de esa área, Eloi Badia, se había visto superado. Pedimos un plan de choque, que en teoría se ha realizado, pero, cuando hemos querido estudiar sus detalles, no existe. En teoría, hay 350 puntos prioritarios. Lo hemos pedido mediante la ley de transparencia, y veremos lo que hay. Pusimos en marcha una web para denunciar puntos negros de la ciudad en materia de limpieza. En un mes, hemos recibido más de 400 respuestas. Entonces, lo transmitimos al Ayuntamiento. Estamos haciendo un trabajo que ellos no realizan. En algunos barrios, la situación ha empeorado, como ocurre con el puerta a puerta en zonas densamente pobladas, como en Sant Andreu de Palomar, donde los vecinos están conviviendo cada día con ratas y bolsas de basura.
Hay un espacio en Barcelona que se encuentra en una situación crítica, que es Montjuïc. ¿Tiene un proyecto para esta zona?
Montjuïc se convirtió en peligroso de noche. Es el Montjuïc de otra época, de cuando la gente vivía en cuevas. Han restringido el acceso del vehículo y creemos que esto es un error. Hay vecinos a los que les interesa pasar por allí porque Poble Sec y la Marina están desconectados entre ellos. Si algo que hay que hacer en Montjuïc es darle más vida, no menos. La Fundació Miró se está desmoronando, en parte porque se les ha cortado el acceso sin darles una alternativa. Había un proyecto muy interesante, durante el mandato de la consejera Ponsa, de recuperar la montaña de los museos con la integración de los espacios deportivos.
Los vecinos del Poble Sec también piden que allí suceda algo. Antes tenían la Fira, que se ha ido a L’Hospitalet. Era necesario, pero entonces debes dar una alternativa. Con la consejera Ponsa recuperamos la idea que había tenido Xavier Trias de realizar la montaña de los museos y se hizo un proyecto que contemplaba una accesibilidad real e integraba todas las instituciones culturales. Hubiera dado vida y centralidad a Montjuïc, y se hubiera recuperado un turismo cultural que ahora mismo no tenemos. Se aprovechaba la potencia del MNAC y los edificios históricos de la exposición. Y hay otros espacios, en la montaña, a los que debería darse una funcionalidad. Es necesario un plan integral de la montaña de Montjuïc que no sea el de ir poniendo parches y que una el espacio. No existe un sentido de continuidad en la montaña. Todos podríamos disfrutar mucho, pero no se va porque no es amable. Creo que la ciudadanía ve a Montjuïc muy lejos, lo que es un reflejo de no hacer la montaña atractiva.
En alguna ocasión se ha referirdo al «barcelonismo desesperado» que un día invocó Josep Maria de Sagarra. ¿El suyo es también un barcelonismo desesperado?
Es un barcelonismo muy apasionado. Es desesperado en el sentido de querer que la ciudad lidere, progrese y sea inclusiva. Es desesperado también porque desespera observar la lista de personas que quiere irse de la ciudad. O los que nos llaman para decirnos que han tenido que irse.
De pequeña, como explicó en la presentación de su proyecto el 7 de octubre en el cine Phenomena, jugaba en el laberinto de Horta. ¿Conseguía encontrar la salida?
Yo tuve la suerte, en aquellos momentos, de ir con mis primos, que eran mayores. Era como Alicia en el país de las maravillas. La cuestión es si salimos ahora, del laberinto, el laberinto de circular por Barcelona, de abrir un negocio, de tener oportunidades para todos y de poder ir tranquilo de noche.
Por Pep Martí.
Elsa Artadi (Barcelona, 1976) es economista por la UPF y cursó el doctorado en la Universidad de Harvard, becada por la Fundación la Caixa. Ha sido profesora de Economía en diversas universidades, entre ellas la Bocconi de Milán, y miembro del comité científico del Banco Mundial en Casablanca. Ya en el sector público, donde entró como asesora del consejero Andreu Mas-Colell, ha ejercido de directora general de Tributos, consejera de la Presidencia y portavoz del Govern. Actualmente lidera el grupo de Junts en el Ayuntamiento de Barcelona. En esta entrevista, Elsa Artadi explica su proyecto de ciudad y realiza un análisis crítico del estado de Barcelona, que considera que debe recuperar liderazgo y capacidad de tracción.
¿La elaboración de un proyecto alternativo de ciudad implica forzosamente una contraposición total a la actual gestión?
Al menos mayoritaria, viendo el resultado que están dando estos seis años, y especialmente los últimos dos, de tripartito de facto en la ciudad de Barcelona. Los comunes están gobernando con los socialistas y con la complicidad activa de Esquerra Republicana. Es una gestión que se percibe en todos los ámbitos de la ciudad, con una degradación muy obvia que se traslada a todos los espacios, desde la seguridad a la actividad económica, o a la limpieza. Nosotros queremos transformar la ciudad y generar una alternativa a estos años que estamos viviendo, en los que la ciudad, en vez de liderar, se degrada. Es necesario hacer una enmienda a la totalidad en todas las áreas.
¿Existe un tripartito de facto?
Creo que no hace falta que lo diga yo, lo dicen las votaciones en los plenarios, lo vemos en la aprobación de ordenanzas fiscales y en todas las iniciativas, desde cortar calles que provocan el caos circulatorio hasta el escepticismo obtenido de los tres partidos cuando hemos lanzado iniciativas para reforzar a la Guardia Urbana.
¿Cuál es su proyecto para el aeropuerto?
En el debate del aeropuerto se ha caído en la trampa de simplificar un tema mucho más complejo. El aeropuerto de El Prat, si debe tener futuro, debe pasar por tres elementos. Lo primero es cambiar el mix de vuelos que tiene ahora. El Prat está superconectado con vuelos de radio corto, sobre todo europeos, que irán siendo sustituidos por trenes de alta velocidad. Por tanto, debemos ir sustituyendo estos vuelos de radio corto por los vuelos intercontinentales. Estamos perdiendo un montón de oportunidades, no sólo en Barcelona sino en toda la región metropolitana: visitas de negocios, proyectos empresariales, congresos… Yo he vivido en Estados Unidos y sé lo que significa hacer una escala para venir hacia aquí. Segundo elemento: vamos muy atrasados en vuelos de carga. Lo hemos visto con la crisis logística que existe actualmente a nivel de contenedores. Hay aeropuertos que han aprovechado este momento para avanzar en ese ámbito. Y tercer elemento, pendiente: la gestión individualizada de El Prat, lo que no significa que una administración determinada tenga que dominar. Quiere decir que quien gestione El Prat esté abocado exclusivamente a El Prat. Tenemos una historia demasiado perjudicial de centralidad, tanto a nivel inversor (lo hemos visto ahora, cuando una ministra ha dicho que no hay dinero que invertir, cuando la mayor parte de los beneficios de Aeropuertos del Estado proviene de El Prat) como a nivel rutas. Hay unos convenios absurdos que conllevan, de forma absurda, que, desde Barcelona, por ejemplo, no podamos volar directamente a San Francisco o Tokio. Y hemos tenido muchos problemas con las gestiones laborales, burocráticas, de seguridad. Antes de la pandemia cada verano teníamos en el aeropuerto de El Prat un caos por mala gestión.
¿El sistema centralizado de aeropuertos es una anomalía?
Es una auténtica anomalía en Europa. No hay otro país que funcione así, ni en el tema de los puertos ni en el de los aeropuertos. España muestra esta anomalía recentralizadora que, en el caso de las infraestructuras, no es eficiente.
Hablando de movilidad, recuerdo que, en su conferencia en octubre, hablaba de la necesidad de encontrar respuestas con visión metropolitana. En su idea de Barcelona, ¿qué espacio tiene la mirada metropolitana? Y, esa mirada, ¿la echa de menos en el actual equipo de gobierno?
Este equipo de gobierno es el menos metropolitano que hemos tenido jamás. La alcaldesa Ada Colau, que es la presidenta del Área Metropolitana, nunca ha creído en ello. Pasa más tiempo yendo a Madrid y hablando de Madrid que yendo a L’Hospitalet. Un Hospitalet, por cierto, que en muchos temas ha avanzado más que Barcelona. Hay temas de política de vivienda, políticas sociales, culturales, evidentemente económicas y de movilidad, así como de lucha contra la emergencia climática, que necesitan una respuesta metropolitana. Las fronteras entre las ciudades metropolitanas no son fronteras naturales. Van más allá propiamente del AMB porque mucha gente, pongamos por caso, viene a trabajar a Barcelona desde Terrassa. La realidad es un continuum. La alcaldesa no ejerce liderazgo metropolitano alguno. Ni de país. Lo vimos en el primer momento de la crisis pandémica, con el confinamiento de la cuenca de Òdena. Lo primero que yo hice fue llamar a los alcaldes. La alcaldesa de Barcelona no les preguntó ni cómo estaban. ¿Cuántas veces la hemos visto, por ejemplo, en Girona? Se dedica a tomar fotos con Manuela Carmena y, en cambio, no habla con los alcaldes de aquí. Barcelona es una puerta de entrada al país y debe vivirse con complicidad.
¿Cómo cree que funciona el AMB?
El AMB sirve para coordinar determinados servicios. Si tenemos que ser críticos, seguramente es la institución vista con más lejanía por la ciudadanía, la que entiende menos. Quizá esté por detrás de la percepción que se tiene de las diputaciones. Pero creo que la coordinación metropolitana va más allá. Se trata de poner en marcha proyectos con los alcaldes que vayan más allá de una frontera administrativa, y eso no está ocurriendo.
En algún momento, desde algunos sectores habían defendido la elección del presidente del AMB.
El peso que tiene Barcelona respecto al resto de municipios es muy desigual. Tiene sentido que Barcelona presida el Área. Pero esto debe ir acompañado de un liderazgo que refleje la importancia que tiene la ciudad.
En esta línea de visión metropolitana, ¿hay alguna iniciativa que debería ponerse en marcha?
El primer reto que tenemos es la mobilidad. Para que exista una integración sostenible, potente, de futuro, es necesario vertebrar la movilidad. Y ahí deben poder decir la suya los municipios del AMB y la región metropolitana. En este ámbito, debemos separar bien el gran reto, que es la entrada y salida diaria de Barcelona, que ahora mismo es catastrófica. Tenemos miles de personas que vienen en coche pero que preferirían no hacerlo. Éste es el gran reto. El 85% de los que vivimos y trabajamos en Barcelona no utilizamos vehículo privado. El problema no lo estamos generando nosotros, sufrimos sus consecuencias. Pero no podemos poner trabas a los coches que entran sin darles una alternativa. Porque, entonces, lo que haces es ahogar la ciudad, ahogas a estas personas.
Debe resolverse el problema de accesos a la ciudad, sobre todo con una alternativa de transporte público que funcione. Y aquí no vemos ningún tipo de diligencia. Yo nunca he oído a la alcaldesa hablar de cercanías o ir a exigir a sus compañeros de partido en Moncloa que afronten este problema. Ahora tenemos unos convoyes que son impuntuales y con una capacidad en horas punta por encima del 100%. Mucha gente coge el coche y no sube a Cercanías porque literalmente no cabe. Y, después, está el tema de cómo gestionamos la movilidad dentro de la ciudad. Lo que se ha hecho juega en contra de una movilidad fluida: poniendo trabas en las motos, obstáculos en toda la ciudad, reduciendo carriles. Y esto genera colapso y mayor contaminación. Lo que se hace para reducir la contaminación se ve contrapuesto por el caos circulatorio que tenemos. No se ha hecho nada por gestionar mercancías, cada día hay menos plazas para mercancías. No hay cargadores eléctricos.
Un tema que hemos trabajado es que tenemos plazas de aparcamiento subterráneo que no están siendo utilizadas al 100%. Se debe poder sacar vehículo de superficie, pero dando una alternativa. Lo único que se ha hecho ha sido cortar calles y pintarlas.
Si tuviera que señalar los otros retos pendientes que ve en la ciudad, ¿cuáles serían?
La seguridad, el nuevo clásico que había dejado de serlo. Esto me preocupa porque es la primera política del estado del bienestar. También las trabas democráticas y la normativa absurda que tenemos en el Ayuntamiento, que impide una actividad económica dinámica. La carencia de interlocución es muy problemática. Una de las cosas que se hicieron en la etapa de Xavier Trias fue un plan de distritos para ayudar a las licencias. Que haya que esperar ocho meses para obtener una licencia es aberrante.
Que hemos recuperado unas cifras preolímpicas. La Encuesta de Victimización no expresa percepciones, sino que muestra delitos reales, siendo uno de los datos más reales. Se empieza en 1983. Justo antes de la pandemia, teníamos datos peores que en la Barcelona preolímpica, las peores de toda la historia. Son datos que nos dicen que alrededor de un 30% de los ciudadanos serán víctimas de un delito antes de que acabe el año. Uno de cada tres ciudadanos. Y el tipo de delito también ha cambiado: ahora te estiran la cartera, te arrojan al suelo y te pegan. El nivel de violencia ha aumentado. Nos dicen, desde el equipo de gobierno, que no seamos alarmistas. Pero lo que son alarmantes son los datos.
¿Qué medida de emergencia podría adoptarse, con el margen de maniobra que tiene el Ayuntamiento?
La Guardia Urbana se ha sentido muy sola, no ha tenido el material que necesitaba, no se han hecho las promociones necesarias. Ahora tenemos menos policía que durante los Juegos, con millones de turistas que no teníamos, con una mayor actividad económica. En ese sentido, el pequeño comercio se siente muy desesperado. Debe ser urgente en las nuevas promociones. No se han suplido las jubilaciones anticipadas. Sin seguridad no existe libertad económica ni laboral, y la situación se degradará en los barrios más vulnerables.
Ha criticado la carencia de sintonía del equipo de gobierno municipal con la sociedad civil, desde universidades, asociacionismo, ateneos o emprendedores.
Totalmente, y esto nunca había ocurrido. Hay muchas entidades que te dicen: es la primera vez que me he reunido con la alcaldesa. Y otras muchas que te dicen que aún no lo han conseguido. O instituciones importantes de la ciudad a las que todavía no ha ido. Una de sus banderas había sido la participación, y ahora vemos que esto era falso. La principal obligación de una alcaldesa es servir a la ciudadanía. Ellos han decidido que hay unos buenos y malos en todos los temas, y se erigen en los supuestos defensores de los buenos. Han generado antagonismo y conflicto entre sectores que jamás habían sido antagonistas.
¿Usted mantiene una relación fluida con este entramado? ¿Habla con ellos a menudo?
Creo que toda la sociedad tiene mi teléfono y el de las personas de mi equipo. Pero es que a mí me interesa escuchar a la gente, aprendes mucho. No entiendo la política de otro modo. Intento ir a visitar a todo el mundo y que mi puerta esté siempre abierta.
Ha insistido en la necesidad de que Barcelona haga sus deberes como ciudad sostenible. En este sentido, ha criticado el funcionamiento y resultados de la empresa municipal Barcelona Energia. ¿No utilizamos suficientemente nuestros recursos naturales?
Es que es una gran mentira. Cuando hablamos de ciudad sostenible, ¿cuál debe ser el objetivo? Que la ciudad sea sostenible, y esto pasa por dejar de importar todos los recursos naturales que importamos. En el caso de la energía, de toda la que consumimos en Barcelona, sólo un 1% generada en la ciudad es sostenible. Si nuestro objetivo es ser una ciudad autosuficiente y sostenible, todavía nos falta el 99% después de seis años de mandato. Barcelona Energia no produce energía, no nos sirve de nada. ¿Qué recursos tenemos? Los tejados, esos ocho millones de metros cuadrados de tejado óptimo. Si miramos la ciudad desde arriba, la imagen de Barcelona es de tejados planos, que son fantásticos, pero no pasa nada. Tampoco es un tejado verde o compartido. Y esto teniendo la suerte de ser una ciudad soleada. Tenemos 3000 horas al año de sol. Y Barcelona Energia, en medio de la actual crisis energética, tampoco ha hecho ninguna rebaja en el precio.
¿Cómo ve la limpieza en Barcelona?
Creo que es un elemento de reflexión que los debates que tenemos ahora mismo en Barcelona sean la seguridad, la movilidad, la limpieza… En 2021 deberíamos haber superado estos debates, que son muy básicos. Pero no es así. Es sintomático que, en lugar de hablar de cómo innovamos, de cómo lideramos, estemos debatiendo en torno a los básicos. La gestión del verde está muy abandonada. No se ha hecho el trabajo y estamos viendo en muchos sitios de la ciudad plagas de ratas. El equipo de gobierno aceptó en un pleno que estaban desbordados y habían fracasado en ese ámbito. Presentamos una moción y aceptaron que hubiera un coordinador de limpieza, porque el concejal de esa área, Eloi Badia, se había visto superado. Pedimos un plan de choque, que en teoría se ha realizado, pero, cuando hemos querido estudiar sus detalles, no existe. En teoría, hay 350 puntos prioritarios. Lo hemos pedido mediante la ley de transparencia, y veremos lo que hay. Pusimos en marcha una web para denunciar puntos negros de la ciudad en materia de limpieza. En un mes, hemos recibido más de 400 respuestas. Entonces, lo transmitimos al Ayuntamiento. Estamos haciendo un trabajo que ellos no realizan. En algunos barrios, la situación ha empeorado, como ocurre con el puerta a puerta en zonas densamente pobladas, como en Sant Andreu de Palomar, donde los vecinos están conviviendo cada día con ratas y bolsas de basura.
Hay un espacio en Barcelona que se encuentra en una situación crítica, que es Montjuïc. ¿Tiene un proyecto para esta zona?
Montjuïc se convirtió en peligroso de noche. Es el Montjuïc de otra época, de cuando la gente vivía en cuevas. Han restringido el acceso del vehículo y creemos que esto es un error. Hay vecinos a los que les interesa pasar por allí porque Poble Sec y la Marina están desconectados entre ellos. Si algo que hay que hacer en Montjuïc es darle más vida, no menos. La Fundació Miró se está desmoronando, en parte porque se les ha cortado el acceso sin darles una alternativa. Había un proyecto muy interesante, durante el mandato de la consejera Ponsa, de recuperar la montaña de los museos con la integración de los espacios deportivos.
Los vecinos del Poble Sec también piden que allí suceda algo. Antes tenían la Fira, que se ha ido a L’Hospitalet. Era necesario, pero entonces debes dar una alternativa. Con la consejera Ponsa recuperamos la idea que había tenido Xavier Trias de realizar la montaña de los museos y se hizo un proyecto que contemplaba una accesibilidad real e integraba todas las instituciones culturales. Hubiera dado vida y centralidad a Montjuïc, y se hubiera recuperado un turismo cultural que ahora mismo no tenemos. Se aprovechaba la potencia del MNAC y los edificios históricos de la exposición. Y hay otros espacios, en la montaña, a los que debería darse una funcionalidad. Es necesario un plan integral de la montaña de Montjuïc que no sea el de ir poniendo parches y que una el espacio. No existe un sentido de continuidad en la montaña. Todos podríamos disfrutar mucho, pero no se va porque no es amable. Creo que la ciudadanía ve a Montjuïc muy lejos, lo que es un reflejo de no hacer la montaña atractiva.
En alguna ocasión se ha referirdo al «barcelonismo desesperado» que un día invocó Josep Maria de Sagarra. ¿El suyo es también un barcelonismo desesperado?
Es un barcelonismo muy apasionado. Es desesperado en el sentido de querer que la ciudad lidere, progrese y sea inclusiva. Es desesperado también porque desespera observar la lista de personas que quiere irse de la ciudad. O los que nos llaman para decirnos que han tenido que irse.
De pequeña, como explicó en la presentación de su proyecto el 7 de octubre en el cine Phenomena, jugaba en el laberinto de Horta. ¿Conseguía encontrar la salida?
Yo tuve la suerte, en aquellos momentos, de ir con mis primos, que eran mayores. Era como Alicia en el país de las maravillas. La cuestión es si salimos ahora, del laberinto, el laberinto de circular por Barcelona, de abrir un negocio, de tener oportunidades para todos y de poder ir tranquilo de noche.
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