ANDREU MAS-COLELL: «LAS DEFICIENCIAS DEL AEROPUERTO Y LA VIVIENDA PUEDEN FRENAR EL DINAMISMO DE CATALUÑA»

El catedrático y ex consejero de Economía cree que es fundamental que los gobiernos sean accesibles y que no haya reservas a la colaboración público privada

Por Rafael Pradas

Andreu Mas-Colell (Barcelona 1944) es reconocido en todas partes por su labor como profesor y catedrático de economía y matemáticas (UPF Barcelona, Harvard, UC Berkeley, Herbert… ) pero también por su dimensión política. Consejero en dos ocasiones (Universidades, Investigación y Sociedad de la Información entre 2000 y 2003, y Economía y Conocimiento entre 2010 y 2016) ha jugado y juega un papel relevante en la promoción de la investigación, la innovación y el talento como fundador de la Barcelona School of Economics. También a través de empresas e instituciones como La Caixa, Telefónica, el Cercle d’Economia o Barcelona Global. Es presidente del BIST (Instituto de Ciencia y Tecnología de Barcelona) que agrupa a los siete centros más avanzados de investigación de Cataluña y es uno de los impulsores de una pista sobre el mar como solución para ampliar la capacidad operativa del aeropuerto de Barcelona.

-¿En qué momento se encuentra Cataluña a nivel político, económico y social?
-A nivel económico continuamos teniendo gran potencial, pero es sólo potencial, es decir, en los próximos veinte años veremos si hemos tomado los caminos que construyen sobre este potencial y que nos permitan tener una posición destacada en Europa. No la tenemos consolidada, pero no hemos perdido la oportunidad. En el siglo XV, hacia 1450, el Consell de Cent de Barcelona reclamaba al rey tener una universidad con los argumentos, tal y como se conserva en el Dietario del propio Consell de Cent, que una universidad es muy importante para una ciudad porque educa a sus hijos y hace que tenga «provecho y fama». Hace poco, caminando por el paseo de Lluis Companys, leí la inscripción del monumento a Rius i Taulet, impulsor de la Exposición Universal de 1888 y que dice: «siendo alcalde de Barcelona alcanzó para la Ciudad prosperidad y renombre». Yo vibro con las mismas dos coordenadas: quiero que esta ciudad tenga provecho y fama o prosperidad y renombre, que brille en Europa, y por eso también debe ser próspera. Creo que la oportunidad la tenemos si trabajamos muy fuerte y no nos descuidamos.

-La Barcelona grande, metropolitana, parece que despunta en términos de turismo, industria agroalimentaria, salud y, en buena medida, también en tecnología.
-Sí, efectivamente. El distrito 22@ fue una decisión acertada que ha ido muy bien y que puede ir aún mejor, pero todavía hay retos que tenemos que superar. En nuestra casa se han instalado muchas compañías internacionales, pero no siempre se encuentran las unidades corporativas de mayor valor añadido. Todavía nos falta un camino por recorrer, pero estamos bien encarrilados en el campo tecnológico. Siempre tomo como referencia Europa, aunque no está claro que Europa esté bien encarrilada. Si hablamos de inteligencia artificial, por ejemplo, Europa está por debajo de Estados Unidos, de Canadá o de China y nosotros todavía nos encontramos por debajo de la media europea.

-En el ámbito de la salud y la NSP en cambio, sí parece que Barcelona va bastante bien.
-En el ámbito biomédico tenemos que persistir, porque tenemos una buena base. La instalación de un gran hub de Astra Zeneca en Barcelona es potencialmente una gran noticia, de tanto impacto como las grandes ferias que tiene Barcelona o más, y nos dice que tenemos posibilidades claras en el ámbito de la Deontría.

-Se calcula que en Barcelona actualmente trabajan unos 400 grupos de investigación en el campo de la salud, lo que no quiere decir necesariamente que se acabe traduciendo en iniciativas empresariales.
-La investigación en todas sus variedades en Cataluña es también de significación europea. En España hay dos núcleos fuertes de investigación que son Barcelona y Madrid. Históricamente, Barcelona ha tenido más peso y creo que en los últimos veinte años no nos hace sombra nadie.

-Cabe suponer que incidirán positivamente las iniciativas en torno al nuevo Hospital Clínico; el instituto de investigación de la Caixa, junto a la Ronda de Dalt; la Ciudadela del Conocimiento y la futura ampliación del Campus de Bellvitge.
-Todo esto suma enormemente. En el campo de la densazón no cuentan sólo las instalaciones físicas, sino que hay que tener talento. Y, a la vez, debemos reconocer que, si no tenemos unas buenas instalaciones, el talento se va. La Ciudadela del Conocimiento ya está en obras y en tres o cuatro años será una realidad como el proyecto de la Caixa, que también se encuentra en construcción. Más tarde, vendrá el Clínico, y es cierto que su traslado necesitará más tiempo porque implica más recursos y se tendrá que realizar por etapas. Sin embargo, ya se ha hecho mucho cuando se ha conseguido llegar al consenso del lugar donde se tiene que instalar y la elección es muy buena. Creo que, después de todo esto, empezará a hacerse la ampliación del Hospital de Bellvitge donde lo más importante es que se asignan urbanísticamente unas áreas para actividades relacionadas con la tecnología. Es natural pensar en tecnología médica o densada pero si finalmente se instalaran empresas de videojuegos no pasaría nada. Lo importante es que los municipios impulsen áreas de actividad económica.


-Ya que habla de los municipios, ¿piensa que hay un exceso de parques tecnológicos en el territorio?
-La cuestión quizás es otra, saber si tenemos demasiados o pocos municipios en Cataluña, y no me pronunciaré al respecto porque es un hecho. El concepto «centro tecnológico» hoy en día simplemente quiere decir un lugar para empresas porque, poco o mucho, de cualquier empresa decimos una startup cuando técnicamente tienen otra definición respecto a tiempos de funcionamiento, inversiones, certificado de tecnología innovadora, etcétera. Hoy en día, una empresa que empieza puede instalarse en lo que antes se decían parques empresariales. No me preocuparía mucho eso, lo importante es que haya lugares para actividad económica y que encajen con el entorno. La Barcelona estricta no es un ámbito para poner fábricas, y uno de los buenos equilibrios de Cataluña es que funcione con los centros de producción más allá de la primera corona metropolitana. Por eso es tan importante el servicio de cercanías, es esencial que vaya bien. Tenemos que conseguir que Vic y Manresa estén a media hora de Barcelona porque entonces será realmente la gran Barcelona y podremos tener espacios para fábricas o laboratorios.

-Hablando de conexiones, quizás sería oportuno tratar del aeropuerto, del que usted defiende su ampliación con propuestas originales.
-Sí, pero hable de ampliarlo en un sentido preciso para que tenga conexiones intercontinentales. Eso es lo que me importa, no que vengan más o menos pasajeros. Aunque reconozco que ahora existe una relación directa entre el número de pasajeros y las conexiones. Las actuales conexiones con Boston o con Nueva York nos vienen dadas en buena medida por los turistas que llegan a Barcelona para empezar un crucero. Lo cierto es que hay muchas iniciativas internacionales que a la hora de considerar lugares para instalarse en Europa lo primero que examinan es si tienen conexiones aéreas intercontinentales. Por ejemplo, hace años las grandes compañías navieras de Génova fueron adquiridas por empresas norteamericanas que trasladaron la sede a Roma por la única razón de que tenía conexiones aéreas directas con Estados Unidos. Las conexiones aéreas son esenciales, aunque no son el único factor, a veces no basta, como vimos en 2017 cuando Barcelona presentó su candidatura a la Agencia Europea del Medicamento, porque en aquella ocasión las conexiones aéreas con Europa eran buenas. Nosotros tenemos que tener un aeropuerto que pueda competir con Múnich y Zurich.

-Pero para tener buenas conexiones intercontinentales un aeropuerto necesita tener una masa critica de pasajeros, ¿no es cierto?
-Necesita efectivamente una masa critica y tenemos que trabajar para que esté. Esto quiere decir que el operador del aeropuerto debe esforzarse, pero lo más triste sería que el operador estuviera dispuesto a ello y desde ahí no facilitáramos una infraestructura adecuada. Todos los aeropuertos europeos que tienen conexiones intercontinentales disponen de una pista plenamente utilizable para despegues de 3.500 metros de longitud que aquí no tenemos. Una la hemos inutilizado debido al ruido, y la otra no la podemos expandir suficientemente por el lago de la Ricarda. Por eso, con el grupo con el que hemos trabajado decimos que si no se pueden resolver ni el ruido ni la cuestión de la Ricarda hay que pensar que tenemos el mar para construir la pista sobre una plataforma. En ningún caso, sin embargo, podemos renunciar a las conexiones.

-¿Qué otras debilidades considera que sufren Barcelona y Cataluña en general además del aeropuerto?
-La vivienda es una debilidad clara, tenemos un serio problema de vivienda. En un lugar donde la población ha aumentado dos millones en 25 años se tenían que haber hecho casas nuevas. No creo que se haya hecho lo suficiente para encajar el aumento de población, natural o inmigrada. El problema de vivienda que veo es este, no la presión de los de fuera que quieren instalarse aquí porque hace sol—que probablemente existe—, pero no creo que sea el elemento decisivo. El factor decisivo ha sido que nos hemos autolimitado la edificabilidad tanto de manera implícita como deliberada.

-¿El turismo no tiene que ver con este problema de vivienda?
La industria del turismo puede sufrir por la percepción, en parte real, en parte imaginaria, de que el turismo es un factor de presión al alza sobre los alquileres. La cuestión básica, sin embargo, es que la población ha aumentado. No creo que la sequía pueda frenar el dinamismo económico de Barcelona y Cataluña, pero sí lo pueden frenar las deficiencias del aeropuerto y el problema de la vivienda. Sin embargo, conto con que el espíritu empresarial subsistirá y haremos las cosas razonablemente bien.

-Da la impresión, a veces, de que se piensa demasiado que el gobierno o las administraciones empujarán del carro empresarial. ¿Qué opina?
-Creo que las actitudes públicas son importantes porque, para la posible atracción de capital externo y de inversiones, es fundamental que los gobiernos sean accesibles y acogedores de iniciativas privadas, que no haya reservas a la colaboración público privada. Creo que esto es importante porque aquí enviamos «señales mixtas», ya que, dentro del mismo gobierno, un departamento transmite mensajes muy positivos y otro va en otra dirección; uno insiste en todo tipo de regulaciones y otro trata de atraer inversión. Este es un problema importante y, además, no tenemos muchas grandes empresas. Harían falta unas cuantas empresas más porque no todo pueden ser startups. Tenemos multinacionales, es cierto y eso está bien, pero no tenemos suficientes con bases corporativas aquí, me refiero a unidades que trabajan para toda la compañía y no solo para el mercado local. Un buen ejemplo es Hewlett Packard, que tiene la dirección de impresoras por todo el mundo en Sant Cugat. Empresas de este tipo son las que más nos convienen.

-En este entorno hay que suponer que la universidad y el conjunto del sistema educativo juegan un papel destacado.
-Las multinacionales y las empresas siempre nos dicen que encuentran que nuestros graduados universitarios son buenos y, por lo tanto, la universidad está cumpliendo razonablemente bien la tarea de formar talento. La formación profesional está mejorando, pero creo que todavía es deficiente. Pienso que iría mejor si hubiera más continuidad, más relación entre la universidad y la formación profesional y también la formación continua. En cuanto a la generación de conocimiento, creo que los centros de investigación y las universidades hacen lo que pueden. A veces se dice que no hacen lo suficiente, pero eso se rige por la oferta y la demanda. Hay que reconocer que el sistema económico no arrastra mucho, pero también es verdad que la situación es mucho mejor ahora que hace 20 o 25 años. Aquella idea del profesor universitario que no está interesado en el impacto económico de lo que hace ya es historia.

-Sin embargo, los resultados de las pruebas PISA y la situación general de la enseñanza no dejan de ser preocupantes…
-Si que lo son. Hay que hacer algo y no me pregunte qué. En algún artículo he sugerido que en campos claves como las matemáticas o la literatura o materias parecidas haya flexibilidad para utilizar personal no docente. Por ejemplo, en las matemáticas hay experiencias, por el mundo, de gente joven que dedica dos años a enseñar en una escuela. También hay muchos jubilados activos que podrían ayudar a enseñar matemáticas o literatura. No estoy sugiriendo que esto tenga que ser el núcleo de la enseñanza, pero si hay que enseñar inglés y los profesores que hay ahora globalmente no tienen suficiente talento docente en inglés, pues no deberíamos tener manías al utilizar estudiantes que pasen por Barcelona y que puedan dar un golpe de mano.

-Con motivo de las pruebas PISA se ha comentado que el crecimiento demográfico, debido a una nueva inmigración, tiene un impacto directo sobre los resultados escolares.
-Fuera sorprendente que el choque demográfico que hemos tenido no repercutiera en los resultados de las pruebas PISA, pero tampoco quiero transmitir la idea de que ya estamos bien; tenemos que mejorar, pero no debemos angustiarnos con estos resultados. Hay que mejorar y hacer el esfuerzo de incorporar a los nuevos alumnos, que no es fácil. Cuando hablamos de inmigración resulta decisivo saber qué pasa con la segunda generación o con los que han llegado muy jóvenes y se han formado aquí. La persona que ha llegado hace poco sin duda está mejor de lo que estaba por mucho que los trabajos que tenga que hacer no sean los más buenos, y seguramente tendrá que trabajar duro y tendrá que hacer grandes esfuerzos para salir adelante. Los hijos son fundamentales porque ya se habrán educado aquí y lo más natural es que haya movilidad vertical. Si las perspectivas de los chicos y chicas formados en nuestro país acabaran dependiendo «de facto» de cómo se dicen y de si sus padres son de aquí o de allá, iríamos mal y en eso la escuela es crucial.

-¿El país tiene capacidad de atraer talento?
-Barcelona y Cataluña en general atraen talento a todos los niveles porque tenemos un buen clima, pero también tenemos el sistema de bienestar, de seguridad social y de salud, de seguridad y buenas comunicaciones, pero en cambio no podemos ofrecer las condiciones que se pueden encontrar fuera y, por lo tanto, tenemos menos talento del que podríamos tener y estamos perdiendo mucho, hay mucha emigración cualificada. Con todo, todavía no nos encontramos en una situación como la de Italia que sólo exporta talento. Nosotros exportamos, pero también importamos.

-Hay, en efecto, muchos sectores como el cultural, que se quejan de que en Barcelona se forman muy buenos profesionales que acabarán trabajando fuera.
-Pero ¿cuál es la alternativa? ¿no formarlos? Formar es nuestra obligación como colectividad política porque son nuestros hijos, debemos formarlos y debemos darles las máximas oportunidades. Eso por un lado, y por el otro, porque también pueden ser un factor favorable para nuestra economía y quizás acabarán trabajando aquí. Si se tiene talento se abren más posibilidades. Vemos que muchas multinacionales tecnológicas que se instalan en nuestra casa lo hacen porque pueden atraer talento local. Tenemos que formar gente de la mejor manera posible y también atraer talento. Es muy importante que los puestos de trabajo que dependen de la dinámica pública sean plenamente accesibles a todos y en particular a nuestro talento que está fuera, y me refiero concretamente a la universidad. Me temo que a veces se elige la opción de hacer más contrataciones tempranas que seniors. Está claro que alguien que ya está haciendo carrera fuera no vendrá a ocupar una plaza básica y, por tanto, me gustaría que las universidades cuando convocan plazas pensaran en posiciones avanzadas que pueden ser el punto de aterrizaje de los que se han ido a hacer carrera fuera.

Por Rafael Pradas

Andreu Mas-Colell (Barcelona 1944) es reconocido en todas partes por su labor como profesor y catedrático de economía y matemáticas (UPF Barcelona, Harvard, UC Berkeley, Herbert… ) pero también por su dimensión política. Consejero en dos ocasiones (Universidades, Investigación y Sociedad de la Información entre 2000 y 2003, y Economía y Conocimiento entre 2010 y 2016) ha jugado y juega un papel relevante en la promoción de la investigación, la innovación y el talento como fundador de la Barcelona School of Economics. También a través de empresas e instituciones como La Caixa, Telefónica, el Cercle d’Economia o Barcelona Global. Es presidente del BIST (Instituto de Ciencia y Tecnología de Barcelona) que agrupa a los siete centros más avanzados de investigación de Cataluña y es uno de los impulsores de una pista sobre el mar como solución para ampliar la capacidad operativa del aeropuerto de Barcelona.

-¿En qué momento se encuentra Cataluña a nivel político, económico y social?
-A nivel económico continuamos teniendo gran potencial, pero es sólo potencial, es decir, en los próximos veinte años veremos si hemos tomado los caminos que construyen sobre este potencial y que nos permitan tener una posición destacada en Europa. No la tenemos consolidada, pero no hemos perdido la oportunidad. En el siglo XV, hacia 1450, el Consell de Cent de Barcelona reclamaba al rey tener una universidad con los argumentos, tal y como se conserva en el Dietario del propio Consell de Cent, que una universidad es muy importante para una ciudad porque educa a sus hijos y hace que tenga «provecho y fama». Hace poco, caminando por el paseo de Lluis Companys, leí la inscripción del monumento a Rius i Taulet, impulsor de la Exposición Universal de 1888 y que dice: «siendo alcalde de Barcelona alcanzó para la Ciudad prosperidad y renombre». Yo vibro con las mismas dos coordenadas: quiero que esta ciudad tenga provecho y fama o prosperidad y renombre, que brille en Europa, y por eso también debe ser próspera. Creo que la oportunidad la tenemos si trabajamos muy fuerte y no nos descuidamos.

-La Barcelona grande, metropolitana, parece que despunta en términos de turismo, industria agroalimentaria, salud y, en buena medida, también en tecnología.
-Sí, efectivamente. El distrito 22@ fue una decisión acertada que ha ido muy bien y que puede ir aún mejor, pero todavía hay retos que tenemos que superar. En nuestra casa se han instalado muchas compañías internacionales, pero no siempre se encuentran las unidades corporativas de mayor valor añadido. Todavía nos falta un camino por recorrer, pero estamos bien encarrilados en el campo tecnológico. Siempre tomo como referencia Europa, aunque no está claro que Europa esté bien encarrilada. Si hablamos de inteligencia artificial, por ejemplo, Europa está por debajo de Estados Unidos, de Canadá o de China y nosotros todavía nos encontramos por debajo de la media europea.

-En el ámbito de la salud y la NSP en cambio, sí parece que Barcelona va bastante bien.
-En el ámbito biomédico tenemos que persistir, porque tenemos una buena base. La instalación de un gran hub de Astra Zeneca en Barcelona es potencialmente una gran noticia, de tanto impacto como las grandes ferias que tiene Barcelona o más, y nos dice que tenemos posibilidades claras en el ámbito de la Deontría.

-Se calcula que en Barcelona actualmente trabajan unos 400 grupos de investigación en el campo de la salud, lo que no quiere decir necesariamente que se acabe traduciendo en iniciativas empresariales.
-La investigación en todas sus variedades en Cataluña es también de significación europea. En España hay dos núcleos fuertes de investigación que son Barcelona y Madrid. Históricamente, Barcelona ha tenido más peso y creo que en los últimos veinte años no nos hace sombra nadie.

-Cabe suponer que incidirán positivamente las iniciativas en torno al nuevo Hospital Clínico; el instituto de investigación de la Caixa, junto a la Ronda de Dalt; la Ciudadela del Conocimiento y la futura ampliación del Campus de Bellvitge.
-Todo esto suma enormemente. En el campo de la densazón no cuentan sólo las instalaciones físicas, sino que hay que tener talento. Y, a la vez, debemos reconocer que, si no tenemos unas buenas instalaciones, el talento se va. La Ciudadela del Conocimiento ya está en obras y en tres o cuatro años será una realidad como el proyecto de la Caixa, que también se encuentra en construcción. Más tarde, vendrá el Clínico, y es cierto que su traslado necesitará más tiempo porque implica más recursos y se tendrá que realizar por etapas. Sin embargo, ya se ha hecho mucho cuando se ha conseguido llegar al consenso del lugar donde se tiene que instalar y la elección es muy buena. Creo que, después de todo esto, empezará a hacerse la ampliación del Hospital de Bellvitge donde lo más importante es que se asignan urbanísticamente unas áreas para actividades relacionadas con la tecnología. Es natural pensar en tecnología médica o densada pero si finalmente se instalaran empresas de videojuegos no pasaría nada. Lo importante es que los municipios impulsen áreas de actividad económica.


-Ya que habla de los municipios, ¿piensa que hay un exceso de parques tecnológicos en el territorio?
-La cuestión quizás es otra, saber si tenemos demasiados o pocos municipios en Cataluña, y no me pronunciaré al respecto porque es un hecho. El concepto «centro tecnológico» hoy en día simplemente quiere decir un lugar para empresas porque, poco o mucho, de cualquier empresa decimos una startup cuando técnicamente tienen otra definición respecto a tiempos de funcionamiento, inversiones, certificado de tecnología innovadora, etcétera. Hoy en día, una empresa que empieza puede instalarse en lo que antes se decían parques empresariales. No me preocuparía mucho eso, lo importante es que haya lugares para actividad económica y que encajen con el entorno. La Barcelona estricta no es un ámbito para poner fábricas, y uno de los buenos equilibrios de Cataluña es que funcione con los centros de producción más allá de la primera corona metropolitana. Por eso es tan importante el servicio de cercanías, es esencial que vaya bien. Tenemos que conseguir que Vic y Manresa estén a media hora de Barcelona porque entonces será realmente la gran Barcelona y podremos tener espacios para fábricas o laboratorios.

-Hablando de conexiones, quizás sería oportuno tratar del aeropuerto, del que usted defiende su ampliación con propuestas originales.
-Sí, pero hable de ampliarlo en un sentido preciso para que tenga conexiones intercontinentales. Eso es lo que me importa, no que vengan más o menos pasajeros. Aunque reconozco que ahora existe una relación directa entre el número de pasajeros y las conexiones. Las actuales conexiones con Boston o con Nueva York nos vienen dadas en buena medida por los turistas que llegan a Barcelona para empezar un crucero. Lo cierto es que hay muchas iniciativas internacionales que a la hora de considerar lugares para instalarse en Europa lo primero que examinan es si tienen conexiones aéreas intercontinentales. Por ejemplo, hace años las grandes compañías navieras de Génova fueron adquiridas por empresas norteamericanas que trasladaron la sede a Roma por la única razón de que tenía conexiones aéreas directas con Estados Unidos. Las conexiones aéreas son esenciales, aunque no son el único factor, a veces no basta, como vimos en 2017 cuando Barcelona presentó su candidatura a la Agencia Europea del Medicamento, porque en aquella ocasión las conexiones aéreas con Europa eran buenas. Nosotros tenemos que tener un aeropuerto que pueda competir con Múnich y Zurich.

-Pero para tener buenas conexiones intercontinentales un aeropuerto necesita tener una masa critica de pasajeros, ¿no es cierto?
-Necesita efectivamente una masa critica y tenemos que trabajar para que esté. Esto quiere decir que el operador del aeropuerto debe esforzarse, pero lo más triste sería que el operador estuviera dispuesto a ello y desde ahí no facilitáramos una infraestructura adecuada. Todos los aeropuertos europeos que tienen conexiones intercontinentales disponen de una pista plenamente utilizable para despegues de 3.500 metros de longitud que aquí no tenemos. Una la hemos inutilizado debido al ruido, y la otra no la podemos expandir suficientemente por el lago de la Ricarda. Por eso, con el grupo con el que hemos trabajado decimos que si no se pueden resolver ni el ruido ni la cuestión de la Ricarda hay que pensar que tenemos el mar para construir la pista sobre una plataforma. En ningún caso, sin embargo, podemos renunciar a las conexiones.

-¿Qué otras debilidades considera que sufren Barcelona y Cataluña en general además del aeropuerto?
-La vivienda es una debilidad clara, tenemos un serio problema de vivienda. En un lugar donde la población ha aumentado dos millones en 25 años se tenían que haber hecho casas nuevas. No creo que se haya hecho lo suficiente para encajar el aumento de población, natural o inmigrada. El problema de vivienda que veo es este, no la presión de los de fuera que quieren instalarse aquí porque hace sol—que probablemente existe—, pero no creo que sea el elemento decisivo. El factor decisivo ha sido que nos hemos autolimitado la edificabilidad tanto de manera implícita como deliberada.

-¿El turismo no tiene que ver con este problema de vivienda?
La industria del turismo puede sufrir por la percepción, en parte real, en parte imaginaria, de que el turismo es un factor de presión al alza sobre los alquileres. La cuestión básica, sin embargo, es que la población ha aumentado. No creo que la sequía pueda frenar el dinamismo económico de Barcelona y Cataluña, pero sí lo pueden frenar las deficiencias del aeropuerto y el problema de la vivienda. Sin embargo, conto con que el espíritu empresarial subsistirá y haremos las cosas razonablemente bien.

-Da la impresión, a veces, de que se piensa demasiado que el gobierno o las administraciones empujarán del carro empresarial. ¿Qué opina?
-Creo que las actitudes públicas son importantes porque, para la posible atracción de capital externo y de inversiones, es fundamental que los gobiernos sean accesibles y acogedores de iniciativas privadas, que no haya reservas a la colaboración público privada. Creo que esto es importante porque aquí enviamos «señales mixtas», ya que, dentro del mismo gobierno, un departamento transmite mensajes muy positivos y otro va en otra dirección; uno insiste en todo tipo de regulaciones y otro trata de atraer inversión. Este es un problema importante y, además, no tenemos muchas grandes empresas. Harían falta unas cuantas empresas más porque no todo pueden ser startups. Tenemos multinacionales, es cierto y eso está bien, pero no tenemos suficientes con bases corporativas aquí, me refiero a unidades que trabajan para toda la compañía y no solo para el mercado local. Un buen ejemplo es Hewlett Packard, que tiene la dirección de impresoras por todo el mundo en Sant Cugat. Empresas de este tipo son las que más nos convienen.

-En este entorno hay que suponer que la universidad y el conjunto del sistema educativo juegan un papel destacado.
-Las multinacionales y las empresas siempre nos dicen que encuentran que nuestros graduados universitarios son buenos y, por lo tanto, la universidad está cumpliendo razonablemente bien la tarea de formar talento. La formación profesional está mejorando, pero creo que todavía es deficiente. Pienso que iría mejor si hubiera más continuidad, más relación entre la universidad y la formación profesional y también la formación continua. En cuanto a la generación de conocimiento, creo que los centros de investigación y las universidades hacen lo que pueden. A veces se dice que no hacen lo suficiente, pero eso se rige por la oferta y la demanda. Hay que reconocer que el sistema económico no arrastra mucho, pero también es verdad que la situación es mucho mejor ahora que hace 20 o 25 años. Aquella idea del profesor universitario que no está interesado en el impacto económico de lo que hace ya es historia.

-Sin embargo, los resultados de las pruebas PISA y la situación general de la enseñanza no dejan de ser preocupantes…
-Si que lo son. Hay que hacer algo y no me pregunte qué. En algún artículo he sugerido que en campos claves como las matemáticas o la literatura o materias parecidas haya flexibilidad para utilizar personal no docente. Por ejemplo, en las matemáticas hay experiencias, por el mundo, de gente joven que dedica dos años a enseñar en una escuela. También hay muchos jubilados activos que podrían ayudar a enseñar matemáticas o literatura. No estoy sugiriendo que esto tenga que ser el núcleo de la enseñanza, pero si hay que enseñar inglés y los profesores que hay ahora globalmente no tienen suficiente talento docente en inglés, pues no deberíamos tener manías al utilizar estudiantes que pasen por Barcelona y que puedan dar un golpe de mano.

-Con motivo de las pruebas PISA se ha comentado que el crecimiento demográfico, debido a una nueva inmigración, tiene un impacto directo sobre los resultados escolares.
-Fuera sorprendente que el choque demográfico que hemos tenido no repercutiera en los resultados de las pruebas PISA, pero tampoco quiero transmitir la idea de que ya estamos bien; tenemos que mejorar, pero no debemos angustiarnos con estos resultados. Hay que mejorar y hacer el esfuerzo de incorporar a los nuevos alumnos, que no es fácil. Cuando hablamos de inmigración resulta decisivo saber qué pasa con la segunda generación o con los que han llegado muy jóvenes y se han formado aquí. La persona que ha llegado hace poco sin duda está mejor de lo que estaba por mucho que los trabajos que tenga que hacer no sean los más buenos, y seguramente tendrá que trabajar duro y tendrá que hacer grandes esfuerzos para salir adelante. Los hijos son fundamentales porque ya se habrán educado aquí y lo más natural es que haya movilidad vertical. Si las perspectivas de los chicos y chicas formados en nuestro país acabaran dependiendo «de facto» de cómo se dicen y de si sus padres son de aquí o de allá, iríamos mal y en eso la escuela es crucial.

-¿El país tiene capacidad de atraer talento?
-Barcelona y Cataluña en general atraen talento a todos los niveles porque tenemos un buen clima, pero también tenemos el sistema de bienestar, de seguridad social y de salud, de seguridad y buenas comunicaciones, pero en cambio no podemos ofrecer las condiciones que se pueden encontrar fuera y, por lo tanto, tenemos menos talento del que podríamos tener y estamos perdiendo mucho, hay mucha emigración cualificada. Con todo, todavía no nos encontramos en una situación como la de Italia que sólo exporta talento. Nosotros exportamos, pero también importamos.

-Hay, en efecto, muchos sectores como el cultural, que se quejan de que en Barcelona se forman muy buenos profesionales que acabarán trabajando fuera.
-Pero ¿cuál es la alternativa? ¿no formarlos? Formar es nuestra obligación como colectividad política porque son nuestros hijos, debemos formarlos y debemos darles las máximas oportunidades. Eso por un lado, y por el otro, porque también pueden ser un factor favorable para nuestra economía y quizás acabarán trabajando aquí. Si se tiene talento se abren más posibilidades. Vemos que muchas multinacionales tecnológicas que se instalan en nuestra casa lo hacen porque pueden atraer talento local. Tenemos que formar gente de la mejor manera posible y también atraer talento. Es muy importante que los puestos de trabajo que dependen de la dinámica pública sean plenamente accesibles a todos y en particular a nuestro talento que está fuera, y me refiero concretamente a la universidad. Me temo que a veces se elige la opción de hacer más contrataciones tempranas que seniors. Está claro que alguien que ya está haciendo carrera fuera no vendrá a ocupar una plaza básica y, por tanto, me gustaría que las universidades cuando convocan plazas pensaran en posiciones avanzadas que pueden ser el punto de aterrizaje de los que se han ido a hacer carrera fuera.

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