NÚRIA MARÍN: «SI EL ÁREA METROPOLITANA NO TIRA, CATALUNYA TAMPOCO LO HARÁ, NO NOS ENGAÑEMOS»

La alcaldesa de la Hospitalet desde el 2008 y presidenta de la Diputación de Barcelona desde el 2019 opina que hay que reforzar el área metropolitana, desarrollar una visión de conjunto y una colaboración institucional por temas penetrantes como por ejemplo la vivienda.
 

por Manel Manchón.

Núria Marín (L’Hospitalet, 1963), vecina del barrio de Collblanc-La Torrassa, conoce con detalle su ciudad. Es alcaldesa desde 2008 del Hospitalet del Llobregat y presidenta de la Diputación de Barcelona desde 2019. Habla con pasión sobre la transformación de la segunda ciudad de Cataluña, cuya evolución es también la concreción del avance que han experimentado las ciudades desde el inicio de la transición. De la ciudad dormitorio a la urbe que genera puestos de trabajo de calidad. Marín habla de forma directa, señala lo que quiere decir y constata su propio prisma: “Si el área metropolitana de Barcelona no tira, Cataluña no tirará, no nos engañemos”. Como dirigente del PSC, Marín considera que los socialistas deben impulsar el área metropolitana, pero junto al resto de fuerzas políticas, porque ya no debe ser considerada como un contrapoder, lo que sí ocurrió en 1987 cuando Jordi Pujol frustró la Corporación Metropolitana de Barcelona que había impulsado Pasqual Maragall.

La ciudad de L’Hospitalet se ha transformado de forma notable desde el inicio de la democracia. Era una ciudad dormitorio. Pese al cambio que se ha operado, ¿sigue siendo esa su principal característica?
Es evidente que L’Hospitalet era una ciudad abocada a ser un suburbio, con barrios destinados a ello. Pero con el arranque de la democracia se ofrecieron oportunidades para los ciudadanos, con equipamientos y zonas verdes, cuya extensión en metros cuadrados se ha multiplicado por nueve en todo este tiempo. Se seguirá invirtiendo en ello, porque hemos identificado que es un elemento necesario y vital, tras la pandemia. Apreciamos más lo que tenemos cerca, como el comercio de proximidad. Y el cambio ha sido enorme en 40 años, pensando en barrios como Bellvitge, que tenía un estigma inicial grave, y que es ahora un barrio en el que sus vecinos se sienten a gusto y muestran con orgullo.

¿Un ciudadano de L’Hospitalet puede vivir y trabajar en su ciudad? ¿Se han generado esas oportunidades?
Hemos conseguido algo que al inicio de la democracia era impensable. Y es el número de puestos de trabajo que se han creado. Ya no hablamos de una ciudad dormitorio. Y mucha gente de fuera de la ciudad viene a trabajar a L’Hospitalet, como ciudad metropolitana. Aportamos una riqueza muy importante. Una prueba de ello es la Plaza Europea o el distrito económico, o el distrito cultural. Hemos potenciado sectores que generan economía y trabajo. Y seguimos impulsando centros de investigación, y el clúster biomédico en Bellvitge. La intención ahora es obtener ayudas para ese sector, aprovechando los fondos Next Generation de la Unión Europea.

¿Qué papel debe ocupar la ciudad? ¿Aprovechar los proyectos que por distintas razones Barcelona rechaza o no sabe recoger, o hay un modelo de futuro claro?
Siempre hemos trabajado para aprovechar las oportunidades que se han presentado, como el soterramiento de las vías del tren, que han fraccionado la ciudad, y que permitirá ofrecer a los vecinos hasta 120.000 metros cuadrados, con amplias zonas verdes. Es una oportunidad que hemos generado desde L’Hospitalet. Pero también es cierto que cuando algún proyecto se genera en el área metropolitana y puede encajar en el modelo de ciudad, y no porque Barcelona no lo quiera sino porque se identifica como atractivo, entonces es bien recibido. La apuesta es clara por la colaboración público-privada, y cualquier empresa que quiera realizar una inversión que encaja en el modelo tiene las puertas abiertas.

La colaboración, precisamente, con Fira Barcelona, ¿ha sido decisiva?
Está claro que sí, que ha sido y es importante. Hace 20 años en L’Hospitalet no había ni un solo hotel. Y con la Fira, que aterrizaba entre L’Hospitalet y Barcelona, se desarrolló un sector que no teníamos que es el turismo de negocios. Con la Fira y el entorno económico donde se sitúa, se ha sabido aprovechar esa oportunidad. Es un sector que lo ha pasado realmente mal con la pandemia. Y ahora empezamos a ver la luz al final del túnel, con la celebración del Mobile World Congress, que va a volver a dar un salto y representa una gran esperanza. Fira ha sido un revulsivo, un motor económico que hemos aprovechado, y que ha permitido que la ciudad esté mejor comunicada, con la Línea 9, que vertebra nuestro propio territorio, de norte a sur, con la Zona Universitaria. Y siempre se trabaja con esa mentalidad, la de fomentar la colaboración público-privada, desde la convicción de que las empresas son importantes y generan puestos de trabajo. No podemos olvidar que somos una ciudad de trabajadores y todo ese entorno económico nos interesa, una industria limpia, muy diferente a la del siglo XIX y XX.

“El tema de las ‘superilles’ hace gracia, porque quien las descubrió fue L’Hospitalet, con el barrio de Bellvitge.”

¿Cómo ha vivido la ciudad durante la pandemia con esos cierres y aperturas constantes, teniendo en cuenta que forma parte de un entramado metropolitano?
Ha sido muy complejo. Y el mérito es muy grande por parte de los ciudadanos. Y, especialmente, el mérito de aquellos que han vivido la pandemia en el área metropolitana. Ha habido confinamientos municipales, y se hacía impensable para un vecino de la Riera Blanca, que no podía cruzar un carril de circulación para comprar el pan, que es la distancia que le separa con Barcelona. Ha habido, en todo caso, respeto para esos confinamientos, que luego fueron comarcales. Sin embargo, hay que ser realista y se debe pensar en realidades metropolitanas, que son las que nos rodean y utilizamos para estudiar, comprar, trabajar o para disfrutar nuestro ocio. Obviar esa realidad es complejo, y no sé si se han respetado todos esos confinamientos al 100%.

El Ayuntamiento de Barcelona, con la alcaldesa Ada Colau al frente, ha puesto en marcha un plan de urbanismo que ha causado polémica y que conecta, de hecho, con esa realidad metropolitana. ¿Cómo se ha vivido esa experiencia en L’Hospitalet?
El tema de las ‘superilles’ hace gracia, porque quien las descubrió fue L’Hospitalet, con el barrio de Bellvitge. Se configuró de esa manera, aunque quien lo diseñó seguramente no lo llegó a teorizar. Pero allí está, y es un modelo que funciona. Pero no se puede implementar en otros barrios. En cualquier caso, se debe adaptar la ciudad a todos los cambios que se han producido, con el objetivo de que sea una urbe más amable, cumpliendo con los ODS de Naciones Unidas, con la Agenda 2030, con elementos ambientales que deben estar presentes. Con esa filosofía, con la de llegar a grandes acuerdos, hemos logrado pactos de ciudad que incluyen hasta 228 acciones. Lo hemos hecho con todas las fuerzas políticas, con entidades vecinales y asociativas, y con una hoja de ruta en la que hay ya más del 60% de esas acciones en marcha, y de ellas más del 50% ejecutadas. Llegar a acuerdos no es fácil, exige debates largos en los plenos. Pero cuando hay voluntad de llegar a acuerdos se alcanza lo más positivo para una ciudad. Cuando vas de la mano con todos es más fácil alcanzar los objetivos. Nadie tiene la verdad absoluta y debemos escucharnos entre todos. La situación, desde el punto de vista sanitario, económico y social, que costará remontar, exige alcanzar esos acuerdos.

Existe, por tanto, esa realidad metropolitana. Pero, ¿y la gobernanza metropolitana? ¿Lo que exige, en realidad, es un liderazgo metropolitano que la impulse?
Las instituciones, al final, necesitan personas que las gobiernen y que las lideren. Y todos los modelos pueden ser útiles, en función de quién esté al frente. Con Pasqual Maragall en el Ayuntamiento y en el área metropolitana se mostró cómo teníamos que actuar conjuntamente. Era muy diferente a lo que tenemos hoy. Se necesita una visión de conjunto, una colaboración institucional. Y ello no evita la discusión para buscar la gestión más eficiente. Hay proyectos que pueden estar muy bien diseñados, pero no es necesario que cada municipio invente. Debemos aprovechar las economías de escala, precisamente ahora, a partir de los fondos Next Generation de la UE. No tendría sentido un excelente proyecto en L’Hospitalet que no fuera aprovechado por su entorno. O no tendría sentido que Barcelona impulsara un proyecto de digitalización que dejara fuera a alguien de Riera Blanca, por ejemplo. Por eso creo que deberíamos trabajar de forma conjunta y ayudar a los ciudadanos, que es el objetivo que nos mueve en política. El Área Metropolitana de Barcelona (AMB) colabora en proyectos esenciales, como el transporte o la recogida y tratamiento de residuos. Pero quedan elementos en los que deberíamos trabajar de forma colectiva, como las políticas de vivienda. No podemos perder oportunidades. El concepto de ciudad ha quedado pequeño y también la propia AMB.

¿Hasta dónde debería abarcar?
Creo que hay que referirse a la región metropolitana y generar las condiciones para que sea competitiva. Si queremos estar en la Champions, debemos competir con otras regiones europeas. Hay que facilitar la movilidad, y ofrecer oportunidades, con una visión de zoom, y no mirar exclusivamente al municipio. Para los servicios sociales, para la educación, pero también para la movilidad o las infraestructuras es necesario un proyecto global.

¿Es necesaria la figura de un alcalde para esa región metropolitana, como sucede en Londres?
Hay fórmulas que funcionan, sí. Pero los modelos dependen del liderazgo que se establezca en cada momento para que el conjunto sea armónico.

En 1987 esa idea se frustró, con la Corporación Metropolitana de Barcelona.
Fue un grave error.

En aquel momento lo que intentó Pasqual Maragall se vio como un contrapoder, que rechazó la Generalitat de Jordi Pujol. Ahora, con ERC compitiendo con el PSC en el área metropolitana, ¿se puede favorecer ese intento o puede ser una dificultad?
Esquerra no es un problema, no lo es que compita con el PSC o con otros partidos. El problema es de concepción. Y no sé cuál es el modelo de ERC. No digo que pudiéramos coincidir, porque ya gobernamos en el área metropolitana conjuntamente. Pero deberíamos saber cuál es el modelo de cada uno para ayudar al territorio. En estos momentos, los ciudadanos saben qué color les interesa para el gobierno del municipio, pero hay que saber qué les interesa para gobiernos más amplios, de carácter metropolitano.

Se truncó, en 1987, por intereses políticos.
Los intereses políticos están presentes, y no todos tienen la misma generosidad. Yo creo en la diversidad y deberíamos ser capaces de gestionar esa pluralidad. No ha sido fácil hacerlo en L’Hospitalet. Y somos ahora la segunda ciudad en generación de puestos de trabajo, algo que era impensable en el inicio de la democracia.

¿Puede existir ahora esa idea de que el área metropolitana actúe como contrapoder de la Generalitat?
Espero que hayamos avanzado colectivamente, porque no es un contrapoder. Es una ayuda necesaria para que esa realidad que es el motor de Cataluña tire adelante. Si el área metropolitana de Barcelona no tira, Cataluña no tirará, no nos engañemos. En el área metropolitana está el corazón económico de Cataluña.

¿Se debería pagar un precio por parte de los vecinos de Barcelona y, en parte, del área metropolitana, viviendo en la segunda o tercera corona, para que esa parte del territorio fuera un gran motor económico que acogiera a turistas o profesionales liberales o emprendedores?
No creo que se deba apostar por un modelo de ese tipo. No creo que se deba renunciar a vivir en nuestras ciudades para que vengan otros. Defiendo un mix, que en L’Hospitalet ya ocurre. No se debe expulsar a los vecinos en beneficio de alguien ex novo. La ciudad no se puede convertir en un parque temático o zona exclusiva para algunos sectores. La cuestión es que cuando tienes una buena movilidad, medida en tiempo, en el tiempo que tardas para llegar al centro de trabajo, ese debate desaparece. Y es cierto que ha habido cambios con la pandemia que se podrían consolidar, como el teletrabajo, con mucha gente que ha decidido vivir en otros lugares. Pero creo que debemos ver el conjunto, como decía, con un zoom amplio, y no ver exclusivamente el municipio.

La política ha cambiado, ha habido una evolución del voto en Cataluña, pero el PSC ha recuperado, incluso, posiciones en el área metropolitana. ¿Supone una responsabilidad añadida para impulsar esa área metropolitana?
Tenemos una fuerza importante, rozando la mayoría absoluta. Pero gobernar con una visión monocolor no es el mejor modelo. Y creo que en el área metropolitana hay muchas formaciones que están dentro y que trabajan en beneficio del objetivo que nos hemos marcado. Desde la Diputación de Barcelona, por ejemplo, se gobierna con dos formaciones al frente. Y se ha impulsado el plan de actuación, el plan de inversiones, o el catálogo de servicios con el concurso de todos. Y se trabaja en proyectos para recibir fondos europeos con todas las fuerzas políticas. Es importante que las instituciones sepan generar condiciones para que nadie se sienta fuera, y que el planteamiento de cada uno sea útil.

¿Ha habido colaboración con la alcaldesa Ada Colau sobre el proyecto metropolitano?
No hemos discutido en esos términos. Creo que Colau ha considerado prioritario gobernar su ciudad, con un modelo propio. Ha utilizado su energía al máximo, y eso no quiere decir que ella no tenga un modelo metropolitano. No creo que haya discrepancias en esa cuestión, y me parece que, en todo caso, se ha dado cuenta de que es mucho mejor ir juntos que sobresalir solos en esta realidad metropolitana tan amplia.

por Manel Manchón.

Núria Marín (L’Hospitalet, 1963), vecina del barrio de Collblanc-la Torrassa, conoce con detalle su ciudad. Es alcaldesa desde 2008 del Hospitalet del Llobregat y presidenta de la Diputación de Barcelona desde 2019. Habla con pasión sobre la transformación de la segunda ciudad de Cataluña, cuya evolución es también la concreción del avance que han experimentado las ciudades desde el inicio de la transición. De la ciudad dormitorio a la urbe que genera puestos de trabajo de calidad. Marín habla de forma directa, señala lo que quiere decir y constata su propio prisma: “Si el área metropolitana de Barcelona no tira, Cataluña no tirará, no nos engañemos”. Como dirigente del PSC, Marín considera que los socialistas deben impulsar el área metropolitana, pero junto al resto de fuerzas políticas, porque ya no debe ser considerara como un contrapoder, lo que sí ocurrió en 1987 cuando Jordi Pujol frustró la Corporación Metropolitana de Barcelona que había impulsado Pasqual Maragall.

La ciudad de L’Hospitalet se ha transformado de forma notable desde el inicio de la democracia. Era una ciudad dormitorio. Pese al cambio que se ha operado, ¿sigue siendo esa su principal característica?
Es evidente que L’Hospitalet era una ciudad abocada a ser un suburbio, con barrios destinados a ello. Pero con el arranque de la democracia se ofrecieron oportunidades para los ciudadanos, con equipamientos y zonas verdes, cuya extensión en metros cuadrados se ha multiplicado por nueve en todo este tiempo. Se seguirá invirtiendo en ello, porque hemos identificado que es un elemento necesario y vital, tras la pandemia. Apreciamos más lo que tenemos cerca, como el comercio de proximidad. Y el cambio ha sido enorme en 40 años, pensando en barrios como Bellvitge, que tenía un estigma inicial grave, y que es ahora un barrio en el que sus vecinos se sienten a gusto y muestran con orgullo.

¿Un ciudadano de L’Hospitalet puede vivir y trabajar en su ciudad? ¿Se han generado esas oportunidades?
Hemos conseguido algo que al inicio de la democracia era impensable. Y es el número de puestos de trabajo que se han creado. Ya no hablamos de una ciudad dormitorio. Y mucha gente de fuera de la ciudad viene a trabajar a L’Hospitalet, como ciudad metropolitana. Aportamos una riqueza muy importante. Una prueba de ello es la Plaza Europea o el distrito económico, o el distrito cultural. Hemos potenciado sectores que generan economía y trabajo. Y seguimos impulsando centros de investigación, y el clúster biomédico en Bellvitge. La intención ahora es obtener ayudas para ese sector, aprovechando los fondos Next Generation de la Unión Europea.

¿Qué papel debe ocupar la ciudad? ¿Aprovechar los proyectos que por distintas razones Barcelona rechaza o no sabe recoger, o hay un modelo de futuro claro?
Siempre hemos trabajado para aprovechar las oportunidades que se han presentado, como el soterramiento de las vías del tren, que han fraccionado la ciudad, y que permitirá ofrecer a los vecinos hasta 120.000 metros cuadrados, con amplias zonas verdes. Es una oportunidad que hemos generado desde L’Hospitalet. Pero también es cierto que cuando algún proyecto se genera en el área metropolitana y puede encajar en el modelo de ciudad, y no porque Barcelona no lo quiera sino porque se identifica como atractivo, entonces es bien recibido. La apuesta es clara por la colaboración público-privada, y cualquier empresa que quiera realizar una inversión que encaja en el modelo tiene las puertas abiertas.

La colaboración, precisamente, con Fira Barcelona, ¿ha sido decisiva?
Está claro que sí, que ha sido y es importante. Hace 20 años en L’Hospitalet no había ni un solo hotel. Y con la Fira, que aterrizaba entre L’Hospitalet y Barcelona, se desarrolló un sector que no teníamos que es el turismo de negocios. Con la Fira y el entorno económico donde se sitúa, se ha sabido aprovechar esa oportunidad. Es un sector que lo ha pasado realmente mal con la pandemia. Y ahora empezamos a ver la luz al final del túnel, con la celebración del Mobile World Congress, que va a volver a dar un salto y representa una gran esperanza. Fira ha sido un revulsivo, un motor económico que hemos aprovechado, y que ha permitido que la ciudad esté mejor comunicada, con la Línea 9, que vertebra nuestro propio territorio, de norte a sur, con la Zona Universitaria. Y siempre se trabaja con esa mentalidad, la de fomentar la colaboración público-privada, desde la convicción de que las empresas son importantes y generan puestos de trabajo. No podemos olvidar que somos una ciudad de trabajadores y todo ese entorno económico nos interesa, una industria limpia, muy diferente a la del siglo XIX y XX.

«El tema de las ‘superilles’ hace gracia, porque quien las descubrió fue L’Hospitalet, con el barrio de Bellvitge.”

 

 

 

¿Cómo ha vivido la ciudad durante la pandemia con esos cierres y aperturas constantes, teniendo en cuenta que forma parte de un entramado metropolitano?
Ha sido muy complejo. Y el mérito es muy grande por parte de los ciudadanos. Y, especialmente, el mérito de aquellos que han vivido la pandemia en el área metropolitana. Ha habido confinamientos municipales, y se hacía impensable para un vecino de la Riera Blanca, que no podía cruzar un carril de circulación para comprar el pan, que es la distancia que le separa con Barcelona. Ha habido, en todo caso, respeto para esos confinamientos, que luego fueron comarcales. Sin embargo, hay que ser realista y se debe pensar en realidades metropolitanas, que son las que nos rodean y utilizamos para estudiar, comprar, trabajar o para disfrutar nuestro ocio. Obviar esa realidad es complejo, y no sé si se han respetado todos esos confinamientos al 100%.

El Ayuntamiento de Barcelona, con la alcaldesa Ada Colau al frente, ha puesto en marcha un plan de urbanismo que ha causado polémica y que conecta, de hecho, con esa realidad metropolitana. ¿Cómo se ha vivido esa experiencia en L’Hospitalet?
El tema de las ‘superilles’ hace gracia, porque quien las descubrió fue L’Hospitalet, con el barrio de Bellvitge. Se configuró de esa manera, aunque quien lo diseñó seguramente no lo llegó a teorizar. Pero allí está, y es un modelo que funciona. Pero no se puede implementar en otros barrios. En cualquier caso, se debe adaptar la ciudad a todos los cambios que se han producido, con el objetivo de que sea una urbe más amable, cumpliendo con los ODS de Naciones Unidas, con la Agenda 2030, con elementos ambientales que deben estar presentes. Con esa filosofía, con la de llegar a grandes acuerdos, hemos logrado pactos de ciudad que incluyen hasta 228 acciones. Lo hemos hecho con todas las fuerzas políticas, con entidades vecinales y asociativas, y con una hoja de ruta en la que hay ya más del 60% de esas acciones en marcha, y de ellas más del 50% ejecutadas. Llegar a acuerdos no es fácil, exige debates largos en los plenos. Pero cuando hay voluntad de llegar a acuerdos se alcanza lo más positivo para una ciudad. Cuando vas de la mano con todos es más fácil alcanzar los objetivos. Nadie tiene la verdad absoluta y debemos escucharnos entre todos. La situación, desde el punto de vista sanitario, económico y social, que costará remontar, exige alcanzar esos acuerdos.

Existe, por tanto, esa realidad metropolitana. Pero, ¿y la gobernanza metropolitana? ¿Lo que exige, en realidad, es un liderazgo metropolitano que la impulse?
Las instituciones, al final, necesitan personas que las gobiernen y que las lideren. Y todos los modelos pueden ser útiles, en función de quién esté al frente. Con Pasqual Maragall en el Ayuntamiento y en el área metropolitana se mostró cómo teníamos que actuar conjuntamente. Era muy diferente a lo que tenemos hoy. Se necesita una visión de conjunto, una colaboración institucional. Y ello no evita la discusión para buscar la gestión más eficiente. Hay proyectos que pueden estar muy bien diseñados, pero no es necesario que cada municipio invente. Debemos aprovechar las economías de escala, precisamente ahora, a partir de los fondos Next Generation de la UE. No tendría sentido un excelente proyecto en L’Hospitalet que no fuera aprovechado por su entorno. O no tendría sentido que Barcelona impulsara un proyecto de digitalización que dejara fuera a alguien de Riera Blanca, por ejemplo. Por eso creo que deberíamos trabajar de forma conjunta y ayudar a los ciudadanos, que es el objetivo que nos mueve en política. El Área Metropolitana de Barcelona (AMB) colabora en proyectos esenciales, como el transporte o la recogida y tratamiento de residuos. Pero quedan elementos en los que deberíamos trabajar de forma colectiva, como las políticas de vivienda. No podemos perder oportunidades. El concepto de ciudad ha quedado pequeño y también la propia AMB.

¿Hasta dónde debería abarcar?
Creo que hay que referirse a la región metropolitana y generar las condiciones para que sea competitiva. Si queremos estar en la Champions, debemos competir con otras regiones europeas. Hay que facilitar la movilidad, y ofrecer oportunidades, con una visión de zoom, y no mirar exclusivamente al municipio. Para los servicios sociales, para la educación, pero también para la movilidad o las infraestructuras es necesario un proyecto global.

¿Es necesaria la figura de un alcalde para esa región metropolitana, como sucede en Londres?
Hay fórmulas que funcionan, sí. Pero los modelos dependen del liderazgo que se establezca en cada momento para que el conjunto sea armónico.

En 1987 esa idea se frustró, con la Corporación Metropolitana de Barcelona.
Fue un grave error.

En aquel momento lo que intentó Pasqual Maragall se vio como un contrapoder, que rechazó la Generalitat de Jordi Pujol. Ahora, con ERC compitiendo con el PSC en el área metropolitana, ¿se puede favorecer ese intento o puede ser una dificultad?
Esquerra no es un problema, no lo es que compita con el PSC o con otros partidos. El problema es de concepción. Y no sé cuál es el modelo de ERC. No digo que pudiéramos coincidir, porque ya gobernamos en el área metropolitana conjuntamente. Pero deberíamos saber cuál es el modelo de cada uno para ayudar al territorio. En estos momentos, los ciudadanos saben qué color les interesa para el gobierno del municipio, pero hay que saber qué les interesa para gobiernos más amplios, de carácter metropolitano.

Se truncó, en 1987, por intereses políticos.
Los intereses políticos están presentes, y no todos tienen la misma generosidad. Yo creo en la diversidad y deberíamos ser capaces de gestionar esa pluralidad. No ha sido fácil hacerlo en L’Hospitalet. Y somos ahora la segunda ciudad en generación de puestos de trabajo, algo que era impensable en el inicio de la democracia.

¿Puede existir ahora esa idea de que el área metropolitana actúe como contrapoder de la Generalitat?
Espero que hayamos avanzado colectivamente, porque no es un contrapoder. Es una ayuda necesaria para que esa realidad que es el motor de Cataluña tire adelante. Si el área metropolitana de Barcelona no tira, Cataluña no tirará, no nos engañemos. En el área metropolitana está el corazón económico de Cataluña.

¿Se debería pagar un precio por parte de los vecinos de Barcelona y, en parte, del área metropolitana, viviendo en la segunda o tercera corona, para que esa parte del territorio fuera un gran motor económico que acogiera a turistas o profesionales liberales o emprendedores?
No creo que se deba apostar por un modelo de ese tipo. No creo que se deba renunciar a vivir en nuestras ciudades para que vengan otros. Defiendo un mix, que en L’Hospitalet ya ocurre. No se debe expulsar a los vecinos en beneficio de alguien ex novo. La ciudad no se puede convertir en un parque temático o zona exclusiva para algunos sectores. La cuestión es que cuando tienes una buena movilidad, medida en tiempo, en el tiempo que tardas para llegar al centro de trabajo, ese debate desaparece. Y es cierto que ha habido cambios con la pandemia que se podrían consolidar, como el teletrabajo, con mucha gente que ha decidido vivir en otros lugares. Pero creo que debemos ver el conjunto, como decía, con un zoom amplio, y no ver exclusivamente el municipio.

La política ha cambiado, ha habido una evolución del voto en Cataluña, pero el PSC ha recuperado, incluso, posiciones en el área metropolitana. ¿Supone una responsabilidad añadida para impulsar esa área metropolitana?
Tenemos una fuerza importante, rozando la mayoría absoluta. Pero gobernar con una visión monocolor no es el mejor modelo. Y creo que en el área metropolitana hay muchas formaciones que están dentro y que trabajan en beneficio del objetivo que nos hemos marcado. Desde la Diputación de Barcelona, por ejemplo, se gobierna con dos formaciones al frente. Y se ha impulsado el plan de actuación, el plan de inversiones, o el catálogo de servicios con el concurso de todos. Y se trabaja en proyectos para recibir fondos europeos con todas las fuerzas políticas. Es importante que las instituciones sepan generar condiciones para que nadie se sienta fuera, y que el planteamiento de cada uno sea útil.

¿Ha habido colaboración con la alcaldesa Ada Colau sobre el proyecto metropolitano?
No hemos discutido en esos términos. Creo que Colau ha considerado prioritario gobernar su ciudad, con un modelo propio. Ha utilizado su energía al máximo, y eso no quiere decir que ella no tenga un modelo metropolitano. No creo que haya discrepancias en esa cuestión, y me parece que, en todo caso, se ha dado cuenta de que es mucho mejor ir juntos que sobresalir solos en esta realidad metropolitana tan amplia.

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