NARCÍS SERRA: «UNA CIUDAD SE HACE GRANDE CUANDO SE DA UN ESFUERZO COLECTIVO, PRIVADO Y PÚBLICO»
El primer alcalde democrático de Barcelona opina que hasta que Cataluña no encuentre objetivos políticos compartidos por una gran mayoría de catalanes, será muy difícil hacer políticas estables y potentes en la ciudad
por Manel Manchon
Narcís Serra (Barcelona, 1943) lo ha sido todo a la política española. Cambió el Ejército, como ministro de Defensa, haciendo de las fuerzas armadas españolas un operativo moderno, valorado internacionalmente, con una participación activa en diferentes misiones internacionales. Después d’aquel periodo, entre 1982 y 1991, fue designado vicepresidente del Gobierno español, presidido por Felipe González, hasta el 1995. Pero Serra fue el primer alcalde democrático de Barcelona, después de la dictadura, el 1979. Y tomó una decisión que lo colocaría directamente en los libros d’Historia de la ciudad. Pidió, como alcalde, los Juegos Olímpicos para Barcelona que se celebrarían el 1992. Serra ofrece en esta entrevista su valoración de las necesidades, ahora, de la capital catalana, con una idea central: “Hasta que Cataluña no encuentre objetivos políticos compartidos por una gran mayoría de catalanes, será muy difícil hacer políticas estables y potentes en Barcelona”. Y tiene claro que “una ciudad se hace grande cuando se da un esfuerzo colectivo, privado y público”.
Barcelona es ahora la ciudad que usted había pensado como alcalde justo en la frontera entre finales de los años setenta y los primeros ochenta?
En mi etapa como alcalde, la preocupación prioritaria era resolver cuestiones del momento. No era la de proyectar una ciudad del futuro, que, en realidad, solo se pudo hacer a partir de los Juegos Olímpicos, cuando se tuvo la seguridad de hacer una apuesta tan arriesgada y de que saliera bien. Es indudable que la situación ahora es bastante diferente de la de 1979, y, todavía más, en la Barcelona anterior.
Una ciudad que se proyecta a partir de los Juegos Olímpicos?
Y antes también, lo que pasa es que en el periodo en el cual fui alcalde, el antes que nada fue preparar el terreno, un tipo de tanteo, teniendo en cuenta que el que angustiaba era equilibrar el presupuesto. L’año 1979, Barcelona había d’afrontar cada mes un gasto que era el doble del que ingresaba. El déficit era enorme. Una vez se pudo orientar la cuestión de las cuentas públicas, fue importando el que hice, pidiendo apoyo conjuntamente con las ciudades más importantes. El Gobierno central reaccionó para encontrar soluciones. Pero el que podíamos hacer, entonces, era limitado. S’impulsaban plazoletas, como la Plaza de la Merced, o la Plaza Sóller, a Nueve Barrios, con esculturas de Corberó. Pero poca cosa más que atender el día a día. Sin un proyecto general no se podía hacer gran cosa. En la ciudad le dimos consistencia con los Juegos, y nos atrevimos, entonces, a pensar en las rondas y al abrir Barcelona en el mar. Pero una ciudad no se hace grande por todo esto. Una ciudad se hace grande cuando hay un esfuerzo colectivo, esfuerzo privado y público. A veces se llama que los alcaldes tienen que solucionar problemas simples e inmediatos. Pero yo creo que tienen encargos más importantes y un d’ellos es el de cultivar l’espíritu de la ciudad, como fenómeno cívico. Estoy en contra de decir que abordar el problema del tráfico o del cambio climático ya es suficiente. Entonces tendrían razón los que reclaman más apoyo a la cultura. Barcelona necesita una gestión humana potente. Y en la gestión de los Juegos, se trataba d’una propuesta que no dividía, sino que sumaba, que unía, que es el gran problema que Cataluña tiene hoy. Creo que tener propuestas que unan es lo más importante.
Ahora, con la pandemia, el nivel del turismo ha retrocedido a la situación anterior a los Juegos. Pero la ciudad, como decía, es muy diferente. Puede haber, en todo caso, algún paralelismo con aquella situación?
Por los Juegos Olímpicos se construyeron muchos hoteles, pero ocho años más tarde se hicieron muchos más de los que n’había. Es cierto que se podría morir de éxito, que se necesita una gestión óptima del turismo. Pero esta comparación, a partir de la pandemia, no se puede hacer, porque la ciudad ha cambiado mucho y el que ha pasado era impensable, con muchos muertos por el virus del covid. A pesar de todo, con las vacunaciones, esto tendrá un final y el turismo se recuperará. El problema que yo veo es si tendremos la capacidad en la reconstrucción del tejido económico y social de resolver algunos problemas del pasado.
A que se refiere?
Cataluña tiene una gran carencia de liderazgo, de personas que puedan salir adelante proyectos unificadores de la sociedad catalana. Se trata d’una carencia política y también económica. También pasa en el terreno económico, cultural y académico.
A partir d’esta reflexión, como s’entiende que, teniendo escuelas de negocio ocupando los mejores lugares de los rankings mundiales, no tengamos esta élite preparada para el servicio público. Donde está la gente buena?
Es que nos hace falta también hacer un examen sobre l’enseñanza elitista de carácter anglosajón. Está bien para ganar dinero, pero no para servir a la sociedad. Además, hay que mencionar que muchos d’estos centros de negocios utilizan un argumento para atraer alumnos a partir del salario mediano que cobrarán cuando salgan, y a mí me parece una idea muy equivocada.
«Lo que se debe ir consiguiendo como objetivo más urgente es un crecimiento más igualitario.” |
Pero la falta de servidores públicos es por una cuestión salarial? O por un cambio de prioridades? Pasqual Maragall había dicho bastantes veces aquello que sus amigos viernes por la tarde marchaban hacia la Cerdaña, y él se quedaba a l’Ayuntamiento.
La falta de servidores públicos es uno de los enormes problemas que tenemos, de gente que quiera dedicar-s’. Hay la cuestión de la pensión de jubilación. Muchos políticos honestos, cuando se los llega l’edad de jubilación, tienen que vivir con pensiones que no son coherentes con el nivel de vida anterior. Y después hay la cuestión de la desigualdad. L’Ayuntamiento de Barcelona no se puede sustraer del que esto significa. Es general, en los Estados Unidos, a Europa o en China. En los EE. UU., l’1% de los más ricos se quedan el 20% de la renta; y el 5% se queda el 50%. Es esta situación, s’ha creado una figura, la de l’ejecutivo, como privilegiado social, con un salario muy alto y retribución variable, que ha contribuido a esta desigualdad. Después está la cuestión, ahora estudiada, que muchas d’estas personas se relacionan con personas parecidas y s’acaban casando, y uniendo carreras profesionales y personales.
Es el que explica Milanovic, un tipo de confluencia d’intereses, de personas educadas, que hacen más grande las diferencias respecto a los que no llegan.
Sí, Milanovic, que ha estado a l’IBEI, —Serra preside l’Instituto de Barcelona d’Estudios Internacionales (IBEI)— explica esto de los casamientos. Y es que estamos en un mundo muy diferente del de 1979. Y Barcelona no es una ciudad cerrada. Y todo esto influye en el desarrollo de la ciudad.
Volvemos a las escuelas de negocios. Estudian en Barcelona muchos extranjeros, pero no se quedan, o muy pocos deciden montar negocios en la ciudad.
Ya es buena cosa que vengan, aunque no se queden, porque tendrán un conocimiento de la ciudad y del país. El 70% de los estudiantes de l’IBEI son extranjeros. La mejor salida que tienen las universidades, las españolas y las catalanas, para garantizar la calidad pasa por l’acogida d’alumnos extranjeros. Si vienen es porque s’ofrece un nivel internacional, y esto ya homologa las universidades. Tengo muy claro que d’aquí a diez años las universidades tendrán que tener más pes, con fórmulas de máster. Es verdad que s’tendrá que resolver un tema complicado y es que muchos investigadores no quieren enseñar, y muchos de los que enseñan no saben investigar. Tenemos que encontrar una buena síntesis. Y, en todo caso, estos alumnos que no se quedan, estoy seguro que contribuirán a dar a conocer el que se hace en Barcelona y proyectarán la imagen de la ciudad.
En Barcelona, le ha hecho daño la comparación continua con Madrid?
Barcelona no s’tiene que comparar. Pero tiene que vigilar qué pasa a Madrid. Se trata d’una ciudad, Madrid, que es la capital de l’Sido, y tiene las ventajas de ser la capital, y, a veces, más del que le tocaría. Pero Barcelona no s’tiene que comparar, reitero, sino hacer el seguimiento para paliar posibles situaciones.
Siguiendo en el ámbito de l’educación, cuando las administraciones han colaborado s’han conseguido grandes acuerdos, y producto d’este entendimiento tenemos la Universidad Carlos III a Madrid y la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona. Colaboraron de forma estrecha el Gobierno central y la Generalitat. Esto s’tiene que recuperar?
El que nos ha pasado es que llevamos dos crisis seguidas. Y esto hace daño. Si podemos salir d’esta situación, ahora, con la campaña masiva de vacunación, podremos mirar hacia delante. La crisis de 2008 fue la más grave desde los años treinta. Y esta d’ahora es verdad que nos coge más preparados y con más avances tecnológicos. Pero, en todo caso, creo que, cada vez más nos convendrá formar parte del mundo homologado que hace investigación. Si no lo hacemos, lo pagaremos muy caro. Si tuviera que dibujar una ciudad ideal, o la que m’gustaría hacer, diría que tiene que ser una ciudad que tenga mucha cura del bienestar. Barcelona esto lo puede tener. No es Tokyo, no es México DF. Es una ciudad pequeña, pero suficiente para ser una plataforma mundial. La dimensión es relativa, el problema serio que tenemos es la creación de líderes. Y pienso que será más determinante esta creación de líderes que l’actitud del Gobierno central apoyando a Madrid.
Entonces, estamos hablando d’un problema interno, más que externo, respecto al Gobierno d’España.
Sí, pero no solo. Hasta que Cataluña no encuentre objetivos políticos compartidos por una gran mayoría de catalanes, será muy difícil hacer políticas estables y potentes en Barcelona.
Barcelona y Cataluña son indisociables?
Barcelona es la plataforma de servicios de Cataluña, que tiene una necesidad imperiosa de potenciar esta plataforma de servicios que es la ciudad de Barcelona.
Hay una idea, en todos los debates sobre la ciudad, que apunta que Barcelona tendría que ser la grande tractora económica de Cataluña, con un alto precio por sus vecinos. Es decir, que se renuncie a vivir en el centro de la ciudad, y que se destine el casco urbano al turismo, a la productividad tecnológica, en las escuelas de negocio. A cambio, podremos vivir todos en la segunda, tercera o cuarta corona, muy conectados con la ciudad. Vamos hacia aquí, o se podrá combinar los diferentes intereses?
Creo que se puede combinar. Ahora, yo no soy lo más idóneo para decirlo, porque vivo en la segunda corona. Pero, en todo caso, esto me lleva a decir que s’tienen que hacer cosas, y que el Quart cinturón habría d’estar hecho, o el túnel de Cerdanyola, aunque fuera solo por el Metro.
Hay una idea que s’ha extendido y es que si uno vive en un barrio, se genera un tipo de derecho de vivir siempre en aquel barrio. S’tiene que apoyar o pensar que ya no se puede garantizar a nadie donde puede vivir?
A ver, el problema está relacionado con la renta. Si los vecinos que se ven obligados a dejar su barrio pudieran vivir en otro, no habría d’haber protestas. La cuestión es que se’ls envía a la marginalidad. Es l’llamada gentrificación. S’expulsa al débil. Y es evidente que calen políticas d’vivienda.
Cómo es posible que s’haya hecho tan poco en política d’vivienda? Otras ciudades a Europa tienen porcentajes del 30%-35% d’vivienda pública y algunas todavía más.
Porque no n’había conciencia. Supongo que ahora n’habrá. Y se necesita horizontes de diez años o más. Cuando era alcalde, el gasto más grande que destinaba Barcelona era por Sanidad, por l’Hospital de Mar, que era de l’Ayuntamiento, o por l’Hospital de l’Esperança. Ahora no lo son. Después, también se destinaba mucho por educación. Ahora estos gastos ya no las hace l’Ayuntamiento. Por lo tanto, hay recursos que s’tienen que destinar a l’vivienda.
Todos estos servicios s’tendrían que poder ofrecer des d’un gobierno metropolitano?
Sí, claramente. Somos una metrópoli, quiera o no Madrid, o la Generalitat, que en los años ochenta lo impidió. Porque no se puede negar la realidad. Los taxis son metropolitanos o los cementerios, o el servicio de l’agua. Barcelona necesita un cementerio y lo tendrán que dejar hacer, sea a la primera o en la segunda corona. Creo, cada vez más, que los proyectos s’han d’enfocar desde las realidades inmediatas, y la cuestión de los cementerios sirve para entender que hace falta una aproximación metropolitana. Y que harán falta buenas conexiones con los aeropuertos, conexiones ferroviarias con el Puerto marítimo y con Europa.
Se puede ir, realmente, en esta dirección?
Si acabamos con las crisis y si el PIB vuelve a crecer, será más fácil. Recuerdo que a dieciocho años, cuando empecé a estudiar Económicas, leí un estudio del Banco Mundial que tenía mi padre. Entonces ya se hablaba de l’eje mediterráneo. Y creo que s’ha tardado demasiado tiempo, y que ya es el momento de hacerlo. S’ha d’actuar en esta línea. De todas maneras, s’tiene que decir que Barcelona está en una buena situación, con el Puerto, y con la necesidad que tendrá China d’establecer todas las conexiones con Europa por el Canal de Suez. Sin dejar de banda que, después de la vacunación, recuperaremos l’aeropuerto y que tendremos la conexión ferroviaria con ancho europeo. Dadas las transformaciones que llevarán a un nuevo equilibrio mundial, no estamos mal colocados.
Usted ha dicho que Barcelona está preparada para ser un referente en el ámbito del medio ambiente, para poder ser una ‘ciudad feliz’, con menos emisiones contaminantes. Cómo se hace?
Suaviter in modo, fortiter in re (Suaves en las formas, fuertes en la idea). S’tiene que dialogar mucho, con los empresarios, con los hoteleros, y hablar y hablar, buscando soluciones intermedias. S’tiene que hablar con Fomento, y con CCOO, y con el RACC. El prestigio d’un alcalde está ligado a su capacidad d’empatía con todos los sectores de la ciudad.
Es el que carencia?
Es el que carencia a todos los niveles, en España, a Europa…
Hay una propuesta que ha impulsado l’alcaldesa de París, Anne Hidalgo, sobre la ciudad de los quince minutos. Se trata que en los barrios haya todos los servicios a l’alcance. Pero, entonces, paga la pena vivir en una gran ciudad? Porque se podría vivir fuera, con precios más razonables en cuanto a l’vivienda o respecto a otros servicios.
Este problema creo que está resuelto en Barcelona, por su medida. A Seul podría ser una revolución, o a ciertos lugares de los Estados Unidos, que van a comprar los sábados, como si fuera una excursión, porque han d’utilizar el coche y salir fuera. Se trata de capitales de ocho o diez millones de personas. Pero no es el caso de Barcelona. El problema, quizás, es que el término municipal es demasiado pequeño, aunque tiene buenas relaciones con los municipios del alrededor, como L’Hospitalet, que cuenta con un centro importante, con rascacielos y oficinas, o Badalona, que tiene ahora un proyecto como el de las Tres Chimeneas.
Qué decisiones le habría gustado tomar, como alcalde?
M’habría gustado hacer los Juegos Olímpicos, está claro. Los pedí el 1981, después de la vez d’estado de Tejero. Y entiendo que fue un sacrificio para mí, cuando dejé l’alcaldía. En Madrid no querían los Juegos, con el proyecto de l’Expo a Sevilla. Pero hicimos valer un argumento importante, y es que pedir los Juegos para hacerlos once años después, quería decir que se confiaba en el futuro d’España como democracia. Cuando le pides en 1981, después de un golpe de estado, al rey los Juegos Olímpicos le estás diciendo que el 1992 España seguirá como país democrático. Ahora, ayudé el que pude desde Madrid. Por mi talante m’habría gustado como alcalde fiero más en el ámbito cultural. De las cosas que hice, destacaría el convento por las monjas al Monasterio de Pedralbes, que se abrió porque se pudiera visitar. E hicimos cosas por el Liceo, con el papel muy destacado de Lluís Portabella. Y recuerdo la gran preocupación y ocupación d’Oriol Bohigas, que fue capital. Pero, está claro, también podría haber perdido las elecciones, si hubiera continuado como alcalde.
Cómo tiene que ser Barcelona en una década? En qué ciudad nos tenemos que mirar? Ámsterdam, Milà, o podemos ser, según el que basura, Marsella?
Hace unos años decían Niza. Pero yo creo que tenemos que ser un modelo por ciudades como Niza o Ámsterdam. Con una buena calidad, con menos circulación de coches. Una columna importante tiene que ser la cultura. Tenemos enormes pintores y tenemos Pau Casals! Es verdad que no ser la sede de l’Agencia del Medicamento nos ha tocado, porque podría haber sido un gran impulso. Pero destacamos también el que tenemos en este campo cultural, como l’Orquesta Ciudad de Barcelona, o la Sinfónica del Vallès, el Liceo, el Coro de Cámara del Palau de la Música o el MNAC. Por lo tanto, tenemos que pensar en tres grandes patas: bienestar, cultura y ciencia y académica, que incluye, por ejemplo, el Círculo d’Economía.
Pero, cuando usted se refería a la necesidad de un gobierno metropolitano, cómo debe organizarse, ¿con qué governanza?
Se debe hacer de bajo arriba, del área metropolitana en la región metropolitana. Y se deben proponer soluciones de transporte público. Ahora bien, para llevar a cabo determinadas soluciones, necesitas un determinado nivel de renta. Y esto es lo que se debe ir consiguiendo como objetivo más urgente: un crecimiento más igualitario.
Esta entrevista se ha realizado en el Hotel Alma de Barcelona.
por Manel Manchon
Narcís Serra (Barcelona, 1943) lo ha sido todo a la política española. Cambió el Ejército, como ministro de Defensa, haciendo de las fuerzas armadas españolas un operativo moderno, valorado internacionalmente, con una participación activa en diferentes misiones internacionales. Después d’aquel periodo, entre 1982 y 1991, fue designado vicepresidente del Gobierno español, presidido por Felipe González, hasta el 1995. Pero Serra fue el primer alcalde democrático de Barcelona, después de la dictadura, el 1979. Y tomó una decisión que lo colocaría directamente en los libros d’Historia de la ciudad. Pidió, como alcalde, los Juegos Olímpicos para Barcelona que se celebrarían el 1992. Serra ofrece en esta entrevista su valoración de las necesidades, ahora, de la capital catalana, con una idea central: “Hasta que Cataluña no encuentre objetivos políticos compartidos por una gran mayoría de catalanes, será muy difícil hacer políticas estables y potentes en Barcelona”. Y tiene claro que “una ciudad se hace grande cuando se da un esfuerzo colectivo, privado y público”.
Barcelona es ahora la ciudad que usted había pensado como alcalde justo en la frontera entre finales de los años setenta y los primeros ochenta?
En mi etapa como alcalde, la preocupación prioritaria era resolver cuestiones del momento. No era la de proyectar una ciudad del futuro, que, en realidad, solo se pudo hacer a partir de los Juegos Olímpicos, cuando se tuvo la seguridad de hacer una apuesta tan arriesgada y de que saliera bien. Es indudable que la situación ahora es bastante diferente de la de 1979, y, todavía más, en la Barcelona anterior.
Una ciudad que se proyecta a partir de los Juegos Olímpicos?
Y antes también, lo que pasa es que en el periodo en el cual fui alcalde, el antes que nada fue preparar el terreno, un tipo de tanteo, teniendo en cuenta que el que angustiaba era equilibrar el presupuesto. L’año 1979, Barcelona había d’afrontar cada mes un gasto que era el doble del que ingresaba. El déficit era enorme. Una vez se pudo orientar la cuestión de las cuentas públicas, fue importando el que hice, pidiendo apoyo conjuntamente con las ciudades más importantes. El Gobierno central reaccionó para encontrar soluciones. Pero el que podíamos hacer, entonces, era limitado. S’impulsaban plazoletas, como la Plaza de la Merced, o la Plaza Sóller, a Nueve Barrios, con esculturas de Corberó. Pero poca cosa más que atender el día a día. Sin un proyecto general no se podía hacer gran cosa. En la ciudad le dimos consistencia con los Juegos, y nos atrevimos, entonces, a pensar en las rondas y al abrir Barcelona en el mar. Pero una ciudad no se hace grande por todo esto. Una ciudad se hace grande cuando hay un esfuerzo colectivo, esfuerzo privado y público. A veces se llama que los alcaldes tienen que solucionar problemas simples e inmediatos. Pero yo creo que tienen encargos más importantes y un d’ellos es el de cultivar l’espíritu de la ciudad, como fenómeno cívico. Estoy en contra de decir que abordar el problema del tráfico o del cambio climático ya es suficiente. Entonces tendrían razón los que reclaman más apoyo a la cultura. Barcelona necesita una gestión humana potente. Y en la gestión de los Juegos, se trataba d’una propuesta que no dividía, sino que sumaba, que unía, que es el gran problema que Cataluña tiene hoy. Creo que tener propuestas que unan es lo más importante.
Ahora, con la pandemia, el nivel del turismo ha retrocedido a la situación anterior a los Juegos. Pero la ciudad, como decía, es muy diferente. Puede haber, en todo caso, algún paralelismo con aquella situación?
Por los Juegos Olímpicos se construyeron muchos hoteles, pero ocho años más tarde se hicieron muchos más de los que n’había. Es cierto que se podría morir de éxito, que se necesita una gestión óptima del turismo. Pero esta comparación, a partir de la pandemia, no se puede hacer, porque la ciudad ha cambiado mucho y el que ha pasado era impensable, con muchos muertos por el virus del covid. A pesar de todo, con las vacunaciones, esto tendrá un final y el turismo se recuperará. El problema que yo veo es si tendremos la capacidad en la reconstrucción del tejido económico y social de resolver algunos problemas del pasado.
A que se refiere?
Cataluña tiene una gran carencia de liderazgo, de personas que puedan salir adelante proyectos unificadores de la sociedad catalana. Se trata d’una carencia política y también económica. También pasa en el terreno económico, cultural y académico.
A partir d’esta reflexión, como s’entiende que, teniendo escuelas de negocio ocupando los mejores lugares de los rankings mundiales, no tengamos esta élite preparada para el servicio público. Donde está la gente buena?
Es que nos hace falta también hacer un examen sobre l’enseñanza elitista de carácter anglosajón. Está bien para ganar dinero, pero no para servir a la sociedad. Además, hay que mencionar que muchos d’estos centros de negocios utilizan un argumento para atraer alumnos a partir del salario mediano que cobrarán cuando salgan, y a mí me parece una idea muy equivocada.
“Lo que se debe ir consiguiendo como objetivo más urgente es un crecimiento más igualitario” |
Pero la falta de servidores públicos es por una cuestión salarial? O por un cambio de prioridades? Pasqual Maragall había dicho bastantes veces aquello que sus amigos viernes por la tarde marchaban hacia la Cerdaña, y él se quedaba a l’Ayuntamiento.
La falta de servidores públicos es uno de los enormes problemas que tenemos, de gente que quiera dedicar-s’. Hay la cuestión de la pensión de jubilación. Muchos políticos honestos, cuando se los llega l’edad de jubilación, tienen que vivir con pensiones que no son coherentes con el nivel de vida anterior. Y después hay la cuestión de la desigualdad. L’Ayuntamiento de Barcelona no se puede sustraer del que esto significa. Es general, en los Estados Unidos, a Europa o en China. En los EE. UU., l’1% de los más ricos se quedan el 20% de la renta; y el 5% se queda el 50%. Es esta situación, s’ha creado una figura, la de l’ejecutivo, como privilegiado social, con un salario muy alto y retribución variable, que ha contribuido a esta desigualdad. Después está la cuestión, ahora estudiada, que muchas d’estas personas se relacionan con personas parecidas y s’acaban casando, y uniendo carreras profesionales y personales.
Es el que explica Milanovic, un tipo de confluencia d’intereses, de personas educadas, que hacen más grande las diferencias respecto a los que no llegan.
Sí, Milanovic, que ha estado a l’IBEI, —Serra preside l’Instituto de Barcelona d’Estudios Internacionales (IBEI)— explica esto de los casamientos. Y es que estamos en un mundo muy diferente del de 1979. Y Barcelona no es una ciudad cerrada. Y todo esto influye en el desarrollo de la ciudad.
Volvemos a las escuelas de negocios. Estudian en Barcelona muchos extranjeros, pero no se quedan, o muy pocos deciden montar negocios en la ciudad.
Ya es buena cosa que vengan, aunque no se queden, porque tendrán un conocimiento de la ciudad y del país. El 70% de los estudiantes de l’IBEI son extranjeros. La mejor salida que tienen las universidades, las españolas y las catalanas, para garantizar la calidad pasa por l’acogida d’alumnos extranjeros. Si vienen es porque s’ofrece un nivel internacional, y esto ya homologa las universidades. Tengo muy claro que d’aquí a diez años las universidades tendrán que tener más pes, con fórmulas de máster. Es verdad que s’tendrá que resolver un tema complicado y es que muchos investigadores no quieren enseñar, y muchos de los que enseñan no saben investigar. Tenemos que encontrar una buena síntesis. Y, en todo caso, estos alumnos que no se quedan, estoy seguro que contribuirán a dar a conocer el que se hace en Barcelona y proyectarán la imagen de la ciudad.
En Barcelona, le ha hecho daño la comparación continua con Madrid?
Barcelona no s’tiene que comparar. Pero tiene que vigilar qué pasa a Madrid. Se trata d’una ciudad, Madrid, que es la capital de l’Sido, y tiene las ventajas de ser la capital, y, a veces, más del que le tocaría. Pero Barcelona no s’tiene que comparar, reitero, sino hacer el seguimiento para paliar posibles situaciones.
Siguiendo en el ámbito de l’educación, cuando las administraciones han colaborado s’han conseguido grandes acuerdos, y producto d’este entendimiento tenemos la Universidad Carlos III a Madrid y la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona. Colaboraron de forma estrecha el Gobierno central y la Generalitat. Esto s’tiene que recuperar?
El que nos ha pasado es que llevamos dos crisis seguidas. Y esto hace daño. Si podemos salir d’esta situación, ahora, con la campaña masiva de vacunación, podremos mirar hacia delante. La crisis de 2008 fue la más grave desde los años treinta. Y esta d’ahora es verdad que nos coge más preparados y con más avances tecnológicos. Pero, en todo caso, creo que, cada vez más nos convendrá formar parte del mundo homologado que hace investigación. Si no lo hacemos, lo pagaremos muy caro. Si tuviera que dibujar una ciudad ideal, o la que m’gustaría hacer, diría que tiene que ser una ciudad que tenga mucha cura del bienestar. Barcelona esto lo puede tener. No es Tokyo, no es México DF. Es una ciudad pequeña, pero suficiente para ser una plataforma mundial. La dimensión es relativa, el problema serio que tenemos es la creación de líderes. Y pienso que será más determinante esta creación de líderes que l’actitud del Gobierno central apoyando a Madrid.
Entonces, estamos hablando d’un problema interno, más que externo, respecto al Gobierno d’España.
Sí, pero no solo. Hasta que Cataluña no encuentre objetivos políticos compartidos por una gran mayoría de catalanes, será muy difícil hacer políticas estables y potentes en Barcelona.
Barcelona y Cataluña son indisociables?
Barcelona es la plataforma de servicios de Cataluña, que tiene una necesidad imperiosa de potenciar esta plataforma de servicios que es la ciudad de Barcelona.
Hay una idea, en todos los debates sobre la ciudad, que apunta que Barcelona tendría que ser la grande tractora económica de Cataluña, con un alto precio por sus vecinos. Es decir, que se renuncie a vivir en el centro de la ciudad, y que se destine el casco urbano al turismo, a la productividad tecnológica, en las escuelas de negocio. A cambio, podremos vivir todos en la segunda, tercera o cuarta corona, muy conectados con la ciudad. Vamos hacia aquí, o se podrá combinar los diferentes intereses?
Creo que se puede combinar. Ahora, yo no soy lo más idóneo para decirlo, porque vivo en la segunda corona. Pero, en todo caso, esto me lleva a decir que s’tienen que hacer cosas, y que el Quart cinturón habría d’estar hecho, o el túnel de Cerdanyola, aunque fuera solo por el Metro.
Hay una idea que s’ha extendido y es que si uno vive en un barrio, se genera un tipo de derecho de vivir siempre en aquel barrio. S’tiene que apoyar o pensar que ya no se puede garantizar a nadie donde puede vivir?
A ver, el problema está relacionado con la renta. Si los vecinos que se ven obligados a dejar su barrio pudieran vivir en otro, no habría d’haber protestas. La cuestión es que se’ls envía a la marginalidad. Es l’llamada gentrificación. S’expulsa al débil. Y es evidente que calen políticas d’vivienda.
Cómo es posible que s’haya hecho tan poco en política d’vivienda? Otras ciudades a Europa tienen porcentajes del 30%-35% d’vivienda pública y algunas todavía más.
Porque no n’había conciencia. Supongo que ahora n’habrá. Y se necesita horizontes de diez años o más. Cuando era alcalde, el gasto más grande que destinaba Barcelona era por Sanidad, por l’Hospital de Mar, que era de l’Ayuntamiento, o por l’Hospital de l’Esperança. Ahora no lo son. Después, también se destinaba mucho por educación. Ahora estos gastos ya no las hace l’Ayuntamiento. Por lo tanto, hay recursos que s’tienen que destinar a l’vivienda.
Todos estos servicios s’tendrían que poder ofrecer des d’un gobierno metropolitano?
Sí, claramente. Somos una metrópoli, quiera o no Madrid, o la Generalitat, que en los años ochenta lo impidió. Porque no se puede negar la realidad. Los taxis son metropolitanos o los cementerios, o el servicio de l’agua. Barcelona necesita un cementerio y lo tendrán que dejar hacer, sea a la primera o en la segunda corona. Creo, cada vez más, que los proyectos s’han d’enfocar desde las realidades inmediatas, y la cuestión de los cementerios sirve para entender que hace falta una aproximación metropolitana. Y que harán falta buenas conexiones con los aeropuertos, conexiones ferroviarias con el Puerto marítimo y con Europa.
Se puede ir, realmente, en esta dirección?
Si acabamos con las crisis y si el PIB vuelve a crecer, será más fácil. Recuerdo que a dieciocho años, cuando empecé a estudiar Económicas, leí un estudio del Banco Mundial que tenía mi padre. Entonces ya se hablaba de l’eje mediterráneo. Y creo que s’ha tardado demasiado tiempo, y que ya es el momento de hacerlo. S’ha d’actuar en esta línea. De todas maneras, s’tiene que decir que Barcelona está en una buena situación, con el Puerto, y con la necesidad que tendrá China d’establecer todas las conexiones con Europa por el Canal de Suez. Sin dejar de banda que, después de la vacunación, recuperaremos l’aeropuerto y que tendremos la conexión ferroviaria con ancho europeo. Dadas las transformaciones que llevarán a un nuevo equilibrio mundial, no estamos mal colocados.
Usted ha dicho que Barcelona está preparada para ser un referente en el ámbito del medio ambiente, para poder ser una ‘ciudad feliz’, con menos emisiones contaminantes. Cómo se hace?
Suaviter in modo, fortiter in re (Suaves en las formas, fuertes en la idea). S’tiene que dialogar mucho, con los empresarios, con los hoteleros, y hablar y hablar, buscando soluciones intermedias. S’tiene que hablar con Fomento, y con CCOO, y con el RACC. El prestigio d’un alcalde está ligado a su capacidad d’empatía con todos los sectores de la ciudad.
Es el que carencia?
Es el que carencia a todos los niveles, en España, a Europa…
Hay una propuesta que ha impulsado l’alcaldesa de París, Anne Hidalgo, sobre la ciudad de los quince minutos. Se trata que en los barrios haya todos los servicios a l’alcance. Pero, entonces, paga la pena vivir en una gran ciudad? Porque se podría vivir fuera, con precios más razonables en cuanto a l’vivienda o respecto a otros servicios.
Este problema creo que está resuelto en Barcelona, por su medida. A Seul podría ser una revolución, o a ciertos lugares de los Estados Unidos, que van a comprar los sábados, como si fuera una excursión, porque han d’utilizar el coche y salir fuera. Se trata de capitales de ocho o diez millones de personas. Pero no es el caso de Barcelona. El problema, quizás, es que el término municipal es demasiado pequeño, aunque tiene buenas relaciones con los municipios del alrededor, como L’Hospitalet, que cuenta con un centro importante, con rascacielos y oficinas, o Badalona, que tiene ahora un proyecto como el de las Tres Chimeneas.
Qué decisiones le habría gustado tomar, como alcalde?
M’habría gustado hacer los Juegos Olímpicos, está claro. Los pedí el 1981, después de la vez d’estado de Tejero. Y entiendo que fue un sacrificio para mí, cuando dejé l’alcaldía. En Madrid no querían los Juegos, con el proyecto de l’Expo a Sevilla. Pero hicimos valer un argumento importante, y es que pedir los Juegos para hacerlos once años después, quería decir que se confiaba en el futuro d’España como democracia. Cuando le pides en 1981, después de un golpe de estado, al rey los Juegos Olímpicos le estás diciendo que el 1992 España seguirá como país democrático. Ahora, ayudé el que pude desde Madrid. Por mi talante m’habría gustado como alcalde fiero más en el ámbito cultural. De las cosas que hice, destacaría el convento por las monjas al Monasterio de Pedralbes, que se abrió porque se pudiera visitar. E hicimos cosas por el Liceo, con el papel muy destacado de Lluís Portabella. Y recuerdo la gran preocupación y ocupación d’Oriol Bohigas, que fue capital. Pero, está claro, también podría haber perdido las elecciones, si hubiera continuado como alcalde.
Cómo tiene que ser Barcelona en una década? En qué ciudad nos tenemos que mirar? Ámsterdam, Milà, o podemos ser, según el que basura, Marsella?
Hace unos años decían Niza. Pero yo creo que tenemos que ser un modelo por ciudades como Niza o Ámsterdam. Con una buena calidad, con menos circulación de coches. Una columna importante tiene que ser la cultura. Tenemos enormes pintores y tenemos Pau Casals! Es verdad que no ser la sede de l’Agencia del Medicamento nos ha tocado, porque podría haber sido un gran impulso. Pero destacamos también el que tenemos en este campo cultural, como l’Orquesta Ciudad de Barcelona, o la Sinfónica del Vallès, el Liceo, el Coro de Cámara del Palau de la Música o el MNAC. Por lo tanto, tenemos que pensar en tres grandes patas: bienestar, cultura y ciencia y académica, que incluye, por ejemplo, el Círculo d’Economía.
Pero, cuando usted se refería a la necesidad de un gobierno metropolitano, cómo debe organizarse, ¿con qué governanza?
Se debe hacer de bajo arriba, del área metropolitana en la región metropolitana. Y se deben proponer soluciones de transporte público. Ahora bien, para llevar a cabo determinadas soluciones, necesitas un determinado nivel de renta. Y esto es lo que se debe ir consiguiendo como objetivo más urgente: un crecimiento más igualitario.
Esta entrevista se ha realizado en el Hotel Alma de Barcelona.
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